Dibujantes y grabadores. Méndez Bringa

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​Dibujantes y grabadores. Méndez Bringa​ de José de Siles
Nota: José de Siles «Dibujantes y grabadores. Méndez Bringa» (30 de julio de 1894) La Ilustración Nacional, tomo XII, año XV, número 21, pp. 324-325.
DIBUJANTES Y GRABADORES


méndez bringa

V

 Tras las teorías, los ejemplos; tras lo general, lo especial; tras la doctrina y la historia, las personas y los retratos.
 Estudiemos, pues, particularmente, á los artistas que más se distinguen ahora en el dibujo, hermano primogénito del grabado.
 No tengo que dar á conocer á Méndez Bringa, ese dibujante cuya firma está siempre á la vista en nuestras publicaciones ilustradas. Cuando un dibujo lleva al pie, enlazadas, las iniciales N. M. B., sello paternal con que el artista suele patrocinar sus obras al echarlas al mundo, ya se sabe que hay que mirar aquello con respeto. Estamos en presencia de algo muy grande, muy hermoso.
 En los trabajos de Méndez Bringa se encuentra una porción de buenísimas cosas.
 Á no dudar, se encuentran las dotes más estimadas y más opuestas.
 Id contando.
 La actualidad. La actualidad ante todo y en todas partes. La diosa Actualidad tiene en él un ferviente devoto. Vive por ella, y sueña con ella. Sus paseos, sus diversiones, ni son diversiones ni paseos. Son estudios. En su retina primero, y luego en su memoria, se estampa la inmensa variedad de la vida moderna, con sus escenas y personas, con sus modos y costumbres. De aquí la vibrante palpitación de sus composiciones. Él sorprende la ola humana en el ambiente, la recoge, la lleva á sus lápices, la planta sobre sus cartones. Por eso, ante cualquiera de sus dibujos, exclamamos: «¡Es cierto! ¡Yo he visto eso!»
 Resultantes de este amor á lo que vive, son la verdad y la originalidad. Es Méndez Bringa verdadero, porque no se inspira en lo falso. Observa bien la naturaleza, y la naturaleza le corresponde en su abrazo fiel, mostrándole sus secretos. La falsedad en arte, no es sino una traición á lo real. Es sencillamente falta de estudio. Y el estudio libérrimo, espontáneo, cariñoso, como lo ejecuta diariamente Méndez Bringa, conduce, al par que á la verdad, á la originalidad. Por eso es original, porque no copia á nadie. Su acierto está en ver, antes que otros, los episodios de la vida.
 Jamás podrá ser este artista, amanerado. El amaneramiento es la estancación de los recursos artísticos. Pero quien bebe inspiraciones en la realidad, tiene siempre á su alcance una fuente que corre y se renueva, con aguas eternamente juras y brillantes.
 Mas ¡qué fácil es recomendar la realidad! iCuán difícil interpretarla!
 La realidad, eso que es tan positivo, tiene, sin embargo, mucho de fantasma.
 Para algunos, la realidad es lo grosero; para otros, la realidad es una nube que oculta una idea. Méndez Bringa toma la realidad, la expurga, la pule, la acrisola, la amasa, y, ya sin tosquedades ni impurezas, la convierte en elegancia. No la deprime ni la idealiza. La afina y la educa.
 Méndez Bringa lleva la elegancia en el alma. Lo vulgar no existe en el mundo de figuras por él imaginado. Nótese bien que no es la elegancia que él concibe, una elegancia artificial, endeble, quebradiza. Su lápiz posee la gracia, juntamente con la fuerza. ¿Cómo definir esta elegancia vigorosa? Digamos que es la elegancia del león y de la palmera.
 Sí; Méndez Bringa siente predilección por lo elegante. Aunque sabe sacar belleza en todas partes, como en todas las flores sabe sacar miel la abeja, en los salones, donde la seda pende de hombros marmóreos, y el diamante cuelga de orejitas de nácar, y el oro se ensortija en dedos de nieve, bajo la claridad solar de las arañas cristalinas, en medio de los espejos que parecen cielos incendiados, allí se recrea con fruición su talento, trazando páginas de hechicero atractivo.
 En líneas armoniosas ha escrito este artista el poema cantado de la clase alta. Y en tal género se ha labrado una especialidad.
 ¿Cómo no había de ser, con dichos precedentes, un especialista también en la pintura de mujeres hermosas? Hermosísimas son todas las que nos embelesan en sus composiciones. Hermosas por dentro y por fuera. Hermosas, no sólo en los contornos del cuerpo, además en los perfiles del alma. Un tan maravilloso resultado no se obtiene sino después de largos y fructíferos empeños. Porque no es una empresa baladí retratar las mujeres del día. Hay fibras en ellas que escapan al escalpelo. Con los acicalamientos modernos, presentan rostros de ángeles. Pero sus ojos tienen miradas indefinibles; ráfagas de burla y descreimiento, mezcladas con rayos de ardientes voluptuosidades.
 Estos enigmas vivientes, que nos enamoran y nos desesperan, han sido descifrados, sin embargo, por el lápiz de Méndez Bringa.
 Otra especialidad suya son las niñas.
 iQué divinas las pinta! La gracia infantil, esa fugaz y frágil ala de mariposa, á la que no se puede tocar sin llevarse en los dedos el polvillo de oro que la matiza, es interpretada por este prodigioso dibujante, con un tacto, con una suavidad, con un afecto, que tiene algo de paternal.
 Aquellas caras redonditas, sonrientes ó tristes, están pidiendo un beso ó una lágrima.
 Son un idilio ó una elegía.
 Son algo más íntimo, más conmovedor. Son un recuerdo simpático y doloroso.
 Méndez Bringa, que es un artista á la moderna, que mantiene en su corazón el culto á su hogar, á su familia, á sus hijos, ha perdido dos de sus niños. Por eso, los que él dibuja son tan bellos. En su retina no caben más imágenes infantiles qué las de aquellos dos pedazos de su alma que le arrancó la muerte.
 Sentimiento, poesía, fantasía, firmeza, idealidad, vigor, corrección, realidad: he ahí las principales cualidades de los trabajos de Méndez Bringa.
 Tienen sus figuras, naturalísimas actitudes; tienen sus escenas, incomparable movimiento. Pone en «la composición» exquisito cuidado, buscando siempre las líneas más sugestivas, mirando siempre el asunto desde un punto de vista nuevo. Sus dibujos más sencillo son verdaderos cuadros.
 No perdona detalle.
 Lo estudia y lo aprovecha todo. Desde la anatomía hasta las modas, no hay elemento, que á su arte atañe que no merezca de él detenida atención. Así es que sus dibujos, por lo que tienen de humanos, tocan en las cimas del arte universal, del que no es solamente propio de una época y de un pueblo; y, por lo que tienen de circunstanciales, de espejo fiel del momento que brilla y pasa, alcanzan el carácter de notables documentos históricos.
 Como se ve, Méndez Bringa es un artista serio. Sus estudios tuvieron solidísima base. Siguió las enseñanzas de nuestra escuela de Bellas Artes, y ya allí se distinguió ganando repetidos premios. Ha viajado después much. Ha visitado los mejores museos. En el del Prado tiene dos ídolos: Velázquez y Ribera. Conoce todos los procedimientos del dibujo. Recibe Revistas ilustradas de todas partes. Y su afición al arte que cultiva ha sido siempre tan extremada, que ha hecho á veces peligrosísimas peregrinaciones, á pie, al través de desiertos y montañas, por el solo deseo de sacar tipos, paisajes y cosa sno reproducidas por nadie.
 Empezó, como otros muchos, pintando al óleo. Hizo excelentes cuadros. Pero adivinó el porvenir de su arte. Fué uno de los primeros que presintieron la decadencia del color y el apogeo del lápiz. Dejó resueltamente, hace ocho años, los pinceles, y se consagró, como un sacerdote se consagra á su religión, al dibujo.
 Y en el dibujo, reina actualmente como en un trono.
 No es que desdeñe el óleo, no. Pero ha comprendido, á tiempo, que la pintura ha muerto. Hoy, la pintura, para vivir con cierta prosperidad, necesita hacerse decorativa. Pintar por pintar, es como cantar coplas en el vacío. Como en todo, la pintura va perdiendo lo que de lírico tenía, su sustantividad, que la permitía ser un arte independiente, con personalidad y existencias propias. Hoy se ve obligada á ser un arte accesorio. En las corrientes artísticas modernas, todas las artes tienden á enlazarse; la escultura con la arquitectura, la música con el drama. Forzoso le era á la pintura obedecer esta ley. La pintura, en su expresión de dibujo, se ha unido al libro.
 Después de todo, ¿son acaso pictóricos nuestros tiempos? De ninguna manera. En los trajes mismos, el color oscuro predomina sobre los colores vistosos ó delicados.
 Pero la línea siempre existe, y el dibujo se ha encargado de recogerla.
 Yo presumo que Méndez Bringa se ha hecho estas reflexiones. Ha descubierto las exigencias de su época, se ha compenetrado de sus gustos, y el éxito ha secundado sus esfuerzos.
 Méndez Bringa, consecuente con su ideal, es como un símbolo de la laboriosidad. Dibuja día y noche; descansa de un trabajo á otro. Y desde su primera obra, Interior de un tranvía, publicada en afamada Ilustración y reproducida, como la mayoría de sus composiciones, en el extranjero, hasta la fecha, se cuentan por miles las producciones de su lápiz.
 ¿Queréis su retrato? Es madrileño, alto, fuerte, simpático, modesto, instruido.
 Y hombre que tantas y tan lindas creaciones ha dado dado á luz, preguntará alguien, ¿es ya viejo?
 Os asombráis del número de sus obras; pues asombráos también de su edad. ¡Sólo cuenta veinticinco años!
 Esto se llama una vida bien aprovechada. Se halla á la entrada de la popularidad y en la primavera de la existencia. Todo le sonríe. Todo, menos una nubecilla que pone un pliegue de tristeza en su frente: el anhelo de hacer mejores dibujos. Y los hará, aunque ya son superiores. Ya él sabrá, con el tiempo, hacer de sus perlas, diamantes.
  (Continuará.)

José de Siles