Diccionario biográfico de Chile/R
ROA (josé Antonio).—Militar de la independencia. Nació en Paillihue, en la vecindad de los Aojeles, provincia actual del Bio-Bio, en 1801. Sus padres, honrados agricultores de la Araucanía, entregados al cultivo de las tierras de sus campos y a la crianza de la ganadería, lo formaron en el trabajo y en esa escuela del hogar antiguo que era el modelo de los caractéres nobles y levantados que han constituido la fuerza moral y social de uuestra raza. Sus padres eran patriotas y ayudaban, en la medida de sus esfuerzos, a la causa de la libertad. Por esta hermosa iniciativa en favor de la independencia, aus campos de cultivo fueron talados, en 1817, por una partida de soldados realistas. Esta depredación de la propiedad de sus padres, inspiró al joven Roa, que tenia a la sazón 16 años, la idea de unirse al movimiento emancipador y cooperar a la soberanía de su patria. El 1.° de Enero de 1817 se trasladó a pié, desde el lejano pueblo de Paillihue a la ciudad de Concepción, haciendo un tránsito de mas de 30 leguas para ofrecer sus servicios como voluntario a los patriotas. El 1.° de Marzo de ese año sentó plaza de soldado raso en el ejército acantonado en la capital del sur, en el batallón 3.° de línea, cuyo cuartel estaba situado en la
Elaza de la Independencia, en el «al que al presente ocupa el Portal de don Federico Benavente. El jardín de la plaza Independen cia era el sitio donde los soldados patriotas hacian su descanso de los.ejercicios doctrinales de aque lia época. Su primera campaña o su bautismo de fuego, fué en la Alameda de Concepción, el 5 de Mayo de 1817, donde se batió contra los realistas bajo las órdenes del entonces coronel y mas tarde jeneral don Juan Gregorio de las Heras. Dias después asistió a la toma del puente de Nacimiento, puerta de entrada a la Araucanía, a las órdenes del comandante don José María Cienfuegos. Aquel soldado niño se batió heroicamente al lado del bravo Freiré, en las márjenea del rio Caram
pangue, manejando el rudo fusil de chispa y en medio de aquellas selvas inespugnables y montañosas e inclementes. Ser soldado entonces era sentar plaza de mártir o de héroe, porque la naturaleza y los rigores del clima en aquellas latitudes eran los mas implacables enemigos que habia que vencer. Roa no rehuía los peligros ni le amedrentaban los obstáculos, pues se habia impuesto el sacrificio por deber para con la patria y por espíritu de justicia para con sus padres, porque anhelaba vengarlos de las depredaciones realistas. Se batió en seguida en el combate de Copañué y poco mas tarde, en el sitio y asalto de Talcahuano, en Diciembre de 1817. En calidnd de cabo 2.°, combatió en la sorpresa de Cancha Rayada, el 17 de Marzo de 1818, en cuyo desastre, donde fué deshecho su batallón, se salvó en una patagua del monte. Concurrió a la gloriosa batalla de Maipo, el 5 de Abril de 1818, a las órdenes del jeneral San Martin, distinguiéndose por su valor. Después de esta acción de guerra, hizo la campaña de Concepción, a las órdenes del jeneral don Antonio González Balcarce, encontrándose en la acción del Bio-Bio, en el lugar denominado la Puntilla, donde realizó proezas venaderamente araucanas por su valor. En 1820 emprendió la campaña de Valdivia y se encontró en la toma de la plaza de Corral. Fué uno de los bravos vencedores de la acción del rio Toro, al mando del comandante Benavente, que fué reñida y sangrienta, donde los españoles disputaron palmo a palmo el terreno a los patriotas. En esa acción de armas, se hicieron, de uno y otro bando, deseargas cerradas a boca de jarro y los soldados quedaban de pié atravesados por las bayonetas de sus fusiles. Por la toma de la plaza de Valdivia, fué condecorado por el Supremo Gobierno con un escudo de honor. Como jefe de su compañía de vanguardia, el cabo Roa se tomó, uno por uno, los fortines que guarnecían el puerto de Corral. Con el grado de cabo 1.° tomó el cuartel de Corral al frente de un piquete. En 1823, marchó al Perú, en la segunda espedicion libertadora, siempre con el grado de cabo 1.° de su batallon, y de aquella empresa regresó para hacer la campaña de Chiloé, asistiendo ala batalla de Bellavista el 4 de Enero de 1826, a las órdenes del jeneral don José Santiago Aldunate. Ascendido al grado de subteniente de ejército en 1826, se le destinó a la campaña de ultra Bio-bio a las cordilleras de la Araucauía, y en 1832, con el grado de teniente, contra los Pincheiras, a las órdenes del jeneral don Manuel Búlnes Desde 1834 a 1835, concurrió a la campaña contra los indios, habiendo sido ascendido al grado de ayudante mayor en 1834. En esa campaña se encontró en los combates de Renaico y Collico, a las ór lenes del coronel don José Antonio Vidaurre. En 1837, siendo ya capitan del bizarro y guerrillero batallon lijero Valdivia, se halló en el tiroteo de la sublevacion del rejimiento de línea Maipú, en el camino de Valparaiso a Quillota. Se encontró en la batalla del Baron el 6 de Junio de 1837, al mundo d^l jeneral don Manuel Blanco Encalada, obteniendo una medalla de oro por su comportamiento y su lealtad a las leyes. En ese año hizo la campaña restaura
dora del Perú, a las órdenes del jeneral don Manuel Blanco Encalada, y en 1838, emprendió la tercera campaña de restauracion del Perú, con el jeneral don Manuel Búlnes. Se encontró en la toma de la ciudad de Lima, el 21 de Agosto de 1848, donde fué herido en una pierna; en la accion del Puente de Buin, el 6 de Enero de 1839, y en la batalla de Yungai, el 20 de Enero de aquel año. Se le concedieron dos medallas de honor por las acciones de guerra de esta campaña. Eu la batalla de Yungai se distinguió como capitan de cazadores en la toma del cerro Pan de Azúcar, decidiendo a la bayoneta la victoria. A su regreso al pais, en 1843, fué nombrado gobernador del departamento de Castro por el Presidente jeneral Búlnes. Fué nombrado, poco tiempo despues, comandante del batallon cívico mandado organizar en esa ciudad. Durante un período de diez años gobernó a aquel departamento y en 1853, fué trasladado con igual puesto al departamento de Arauco. En 1854 se le ascendió al grado de sarjento mayor. En 1855 se le nombró gobernador de Nacimiento. Eu 1858, fué nombrado intendente de la provincia de Arauco. La revolucion de 1859 lo obligó a trasladarse a Concepcion a prestar sus servicios a la causa del órden y de la constitución. En ese año se le nombró comandante del batallon 4.° de línea acantonado en Chillan. Ascendido al grado de coronel, en premio de sus largos y honrosos servicios, en 1874, se retiró del ejército en ese mismo año. Llegó a ocupar un puesto distinguido en el ejército por su noble comportamiento y su reconocido valor y patriotismo. Como gobernante, organizó la administración pública en los departamentos que rijió, siendo un modelo de majistrado. Falleció en Arauco, su tierra nati?a, ei 3 de Octubre de 1876. Su nombre ilustre ha permanecido olvidado hasta el presente y este es el primer homenaje histórico que Be consagra a su memoria. Su vida es una leyenda heroica, que ensena la abnegación y el sacrificio por la patria. Al evocar la tradición de Bus hechos de armas y de Bu carrera, se rememoran las grandes escenas de la época de la Independencia que constituyen nuestra enseñanza gloriosa de civismo y de organización nacional
ROBINET (cáelos Toribio).— Escritor y servidor público. Nació en Chacao, Imperio Chino, en 1853, bajo la bandera del consulado de Chile. Su señora madre, hija de nuestro pais, residía en aquel lejano imperio asiático con su distinguido hermano don Toribio Lambarri Ovalle, ájente consular de la República. A su llegada a Santiago, ingresó al Instituto Nacional, donde cursó humanidades haciendo'estudios superiores que lo colocaron en aptitud de consagrarse con provecho a las letras y al comercio. Dotado de espíritu emprendedor y de intelijencia sobresaliente, se labró con ventajas brillante carrera social y en la política merced a su escojida educación y a sus cualidades da, carácter y de cultura. Joven, en 1869, se dedicó al cultivo de la literatura, colaborando en el periódico La Aurora, con artículos y poesías que ponían de relieve su talento y su ilustración. Desde esa época se ha caracterizado en la prensa na
cional como un literato de fino tacto y de esquisita galanura, de refinamiento de artista> y de una sutileza de pensamiento que completa su intelectualidad. Es uno de los escritores mas selectos del pais, y aun cuando no ha llegado a producir obras de aliento y de con junto, se ha distinguido en los artículos y poesías que ha insertado en los diarios y en las revistas. Su estilo es, por lo jeneral, de espiritual donaire, de delicada elegancia en la forma y en el pensamiento y de peculiar novedad en las ideas, a la vez que adornado con una esquisita cultura decorativa. Injenioso y pulcro, sus artículos se hacen notar en el esmero en la frase y en la originalidad de la concepción. Sus poesías son, de igual modo, de una cultura singular, llamando la atención por la novedad su composición titulada Una Letra del Banco del Cielo. De sus artículos literarios mas bellos, nos es sumamente grato citar el que ha denominado La familia de don Andrea Bello, pajina inspirada en el mas noble sentimiento de admiración por una gloriosa estirpe de talentos brillantes. Diversos otros artículos ha escrito sobre nuestros literatos y no son menos delicados los que ha trazado su pluma sobre los poetas José Antonio Soffia y Hermójenes de Irizarri y la escojida familia de injeniosos periodistas Jacinto y Nicolás Peña Vicuña. Podríamos señalar otros de sus artículos, tan amenos como los anteriores, pues debemos referirnos también a su labor política y a su propaganda impulsadora de la instrucción popular. Entusiasta por la educación y su desenvolvimiento en la sociedad, ha sido un constante y laborioso director de la Sociedad de Instrucción Primaria y de la Liga de Estudiantes Pobres de Santiago. Como secretario de la Sociedad de Instrucción Primaria, ha propendido al mejoramiento de las escuelas que esta institución sostiene. En este rol de su carrera pública, puede ser citado como uno de los mas activos y desinteresados fomentadores de la instrucción primaria en el país. Habiendo efectuado un viaje a Lima, donde residió un corto tiempo, formó parte de la redacción del diario El Heraldo, que era escrito por periodistas chilenos residentes en el Perú. A su regreso, sirvió, en 1872, como corresponsal de ese diario desde Santiago. Desde 1868 forma parte de la Sociedad de Instrucción Primaria y ha sido fundador de la Liga de Estudiantes Pobres En 1872 ocupó un puesto en la administración del Banco de la Alianza, eu Santiago. En 1879 rooperó a la organización de la Sociedad Protectora para socorrer a los huérfanos y a las viudas de la guerra del Pacífico. Durante el curso de la campaña, fué tesorero de la Comisión de Donativos patrióticos para la guerra. Miembro del partido radical, ha formado parte del Directorio Jeneral y desempeñado el cargo de secre'ario de la Junta Central. Eu representación de ese partido, ha formado parte de la Cámara de Diputados, elejido por las asarabeas de Putaendo en 1884, Vallenar, en 1888, Copiapó y Tarapacá en diversos períodos leji-lativos y constitucionales. En el Congreso ha propendido siempre al fomento de la instrucción pública y ha formado parte de las comisiones de la Cámara para aten
der los diversos ramos de la administración. Ha sido siempre miembro de la Comisión de Educación y Beneficencia. Su iniciativa y su poderoso influjo le han dado ascendiente en todas les cuestiones que rozan con los servicios públicos. Constante servidor de todo el mundo, su prestijio le sirve de eficaz ayuda para la juventud y para las personas que necesitan apoyo y justicia. Concejero de la Escuela Profesional de Niñas de Santiago, ha procurado que ese plantel de enseñanza práctica sea el mejor dotado de elementos de progreso del pais. Su actividad e iniciativa le han permitido consagrarse con noble esfuerzo a los servicios públicos y a las letras. Ha colaborado en los diarios La Patria, de Lima, y La Libertad, El Heraldo, El Ferrocarril, Los Tiempos, La Época, Los Lunes, La Libertad Electoral, La Tribuna y La Lei, de Santiago, y en las revistas El Sud-América, la Revista Chilena, la Revista de Santiago, La Flecha y otras publicaciones, siempre con delicado injenio. Amigo de la mayor intimidad del eminente periodi-ta Justo Arteaga Alemparte, ayudó con levantado afecto al ilustre diarista en los dias tormentosos, prodigándole consuelo en la grave enfermedad que lo llevó al sepulcro. Su oración fúnebre en la tumba del gran escritor, es una pieza literaria y de oratoria verdaderamente notable. El señor Robinet, en el mundo de los negocios, es ájente de diversas compañías de seguros nacionales y estranjeras. Asociado su nombre a la historia patria, como escritor y servidor público, ha conquistado, con honra y gloria, prestijio nacional.
ROBLES (manuel). — Compositor musical. Nació en San Francisco del Monte, en el valle <ie Santiago que con'luce a Melipilla, en 1790. Su padre era músico y maestro de baile. Se formó artista musical recibiendo las lecciones de su padre. Dedicado al delicado instrumento del violin, se hizo notar desde joven como un hábil e inspirado músico. El maestro don José Zapiola, que le dedicó un hermoso capítulo en su libro Becuerdos de treinta años, relata en sos crónicas de aquel tiempo, que lo conoció en 1819, en una corrida de toros que tuvo lugar en San Francisco del Monte, donde el joven violinista se distinguió como un valiente y hábil lidiador. Su talento natural se desarrolló en ese ambiente popular de su raza y de su época, que, sin duda, comunicaba ternura y orijinalidad a sus canciones. Reunia cualidades curiosas, siendo de un carácter despreocupado y travieso. Era, lo que en el lenguaje moderno se llama un mundano, amigo de las tertulias, pues tocaba con destreza la guitarra y cantaba tonadas y canciones que acaso él mismo componía como poeta que se inspiraba en las costumbres del pueblo. El maestro Zapiola cuenta que cantaba con mala voz, pero con una gracia ini mitablfi y que bailaba como nadie. Era un jugador de pelota sin rival y para el volantín no tenia precio. Para la jarana y el box, no encontraba igual. Todo esto unido a su jenio vivo y travieso, espiritual como su raza popular, le daba la fama de un vividor galante y despreocupado en el seno de las multitudes, donde era particularmente querido por sus ^raras dotes de músico.
Robles, como se ve por los rasgos trascritos, era un carácter singular y múltiple, de esos temperamentos estraordinarios y orijinales que solo se forman en el seno de nuestras muchedumbres tan ricas en injenios alegres y audaces como en libertad de costumbres nativas y soberanas. En 1824 emprendió, con el maestro Zapiola, una escursion a Buenos Aires, partiendo a lomo de muía desde la Chimba por la calle de U Recoleta en direcciona Mendoza En constante buen humor, hizo la jornada, siempre a cabulloy por tierra como dicen en la República Arjentina, hasta Buenos Aires, salvando a sus compañeros en todos los trances difíciles del camino y del viaje. En Buenos Aires se dedicó al juego del billar, en el que era un verdadero maestro, y mas tarde se incorporó en una orquesta dirijida por el maestro Massoni. en el teatro de la capital del Plata. Regresó a su pais en 1825 y se dedicó al ejercicio de su profesión de maestro de música y de violin. Aquí se casó de una manera novelesca y mas tarde perdió el uso de una pierna, por un golpe de a caballo, por lo que se le llamaba el cojo Robles. Ese espíritu inquieto y tan aventurero, estaba dotado de un noble sentimiento de patriotismo que le hacia amar a su suelo mas que a su vida. Poseía, en ese rasgo de su naturaleza, la cualidad característica de su estirpe popular, pues no existe pueblo en América mas adicto a su tierra nativa que el chileno. La índole araucana ha sido la mas rebelde a la conquista en nuestro continente. La obra maestra y la que le ha conquistado celebridad al compositor Manuel Robles, es la música de la antigua Cancion Nacional, compuesta para cantar el himno patriótico del poeta don Bernardo Vera y Pintado. Formaba parte de la orquesta del Teatro de la Compañía, en la empresa lírica de Scheroni, en 1820, cuando compuso la música de la cancion nacional. Esta cancion era el himno popular en todas las festividades nacionales. El escritor Juan Jacobo Thompson, narra en su revista Las Bailas Artes, que «la cancion de Robles se acostumbraba cantar todas las noches que habia funciones en el teatro de Arteaga. Al principiar, agrega, todo el mundo se ponia de pié. O'Higgins y Freire la escuchaban con respeto y llenos de emocion, porque mas de una vez al són de ella marcharon a la victoria. La costumbre de cantarla siempre que habia teatro, fué desapareciendo poco a poco, hasta que al fin se ordenó que solo se cantase en el aniversario de la Patria». Esta cancion, que lo hace justamente célebre como artista y como compositor, fué suplantada por el himno que compuso en Lóndres el maestro español Carnicer, en 1829, por encargo del Ministro de Chile don Mariano Egaña. Sin embargo, la cancion nacional compuesta por el maestro Manuel Robles, se canta siempre en las festividades populares con entusiasmo indescriptible, porque recuerda todas las glorias de la independencia, las del talento y las del amor a la Patria. En concepto de los críticos musicales, como Thomp son y Santa Cruz, la cancion nacional compuesta por el maestro Robles es superior a la de Carnicer. Ademas, la cancion nacional de Robles tiene el mérito indisputable de haber guiado a nuestros
legionarios de la revolucion emancipadora a los combates, tanto en Chile como en el Perú, en 1820 y 1826, y de haber sido, como dice con propiedad el escritor chileno Thompson, «bautizada con sangre, cantándola nuestros padres en las últimas batallas con el español». La música de la cancion nacional de Robles se ha podido conservar, merced al talento y patriotismo del maestro don José Zapiola, que habiéndola aprendido de memoria en 1820, la escribió en 1860 para publicarla en la revista Las Bellas Artes, que dirijia Juan José Thompson. La cancion nacional de Robles es el himno oficial de Chile segun un decreto vijente de 1820. Su música es una melodía suave y armoniosa, que se adapta fácilmente al oido ménos educado y a todos los sentimientos populares. El maestro Robles falleció en Santiago en 1836 y su nombre no ha sido olvidado por la historia. Su memoria será perpetuamente emblema de amor a la Patria y de recuerdo glorioso del civismo nacional.
ROBLES (eulojio).—Mártir del deber militar. Nació en la ciudad de los Anjeles en 1832. Fueron sus padres el capitan de la independencia don José Gregorio Robles y la señora Bernardina Pinochet. Su ilustre padre fué uno de los patriotas mas generosos y abnegados de la época. Propietario de valiosos terrenos de cultivo y siendo único agricultor de Rere, se asoció a la revolucion emancipadora ingresando al ejército libertador con el grado de capitan. Concurrió a las campañas del sur y se encontró en diversos combates, habiendo sido hecho prisionero por los realistas eu el asalto de Talcahuano. Liberal probado, fué partidario del j ene ral Freiré y con él cayó envuelto en la derrota de Lircai. Separado del ejército y confiscados sus bienes de fortuna, su familia perdió su patrimonio por las nobles convicciones de su digno jefe. En esta situación nació a la vida en su hogar empobrecido por la lealtad a ias ideas de patriotismo, el joven Eulojio Robles y Pinocbet. Siguiendo el noble ejemplo de su ilustre padre, se enroló en el ejército, en 1845, cuando solo contaba 13 años de edad, en calidad de soldado distinguido, afiliándose en el antiguo batallón Portales. En aquella época, el puesto de soldado distinguido equivalía al de oficial de nuestros tiempos, pues la carrera militar, que ha sido siempre honrosa, ha tenido grandes dificultades para ascender al que se ha consagrado a ella. Ha sido menester muchas y brillantes acciones de guerra para conquistar un grado. Era, entonces, mas fácil ganarse un nombre de bravo y de hábil, que alcanzar un ascenso. Los soldados distinguidos del antiguo ejército formaban una clase especial, los cuales estaban exentos de muchas de las obligaciones que pesaban sobre el soldado raso, sin escluir, por cierto, los deberes de la disciplina y las severas penas de la ordenanza, que es una lei de igualdad inflexible para todos los miembros del ejército. Usaba uniforme de oficial, pero sin llevar galonei. Su principal servicio de cuartel fué el de oficial de pluma de la mayoría. Siendo mui joven todavía, se encontró en la encarnizada y sangrienta batalla de Loncomilla,
el 8 de Diciembre de 1851. En 1859 se batió por el orden constitucional en la batalla de Los Loros, en la Serena, en las filas del batallón 3.° de línea. Habiendo caído prisionero de los revolucionarios del norte, fué conducido a la Serena y allí se le propuso el mando de un cuerpo, propuesta que rechazó con la mayor hidalguía para la causa que él defendía como soldado respetuoso de las leyes. Libertado después de la batalla de Cerro Grande, se le ascendió al grado de capitán de ejército. Después del 59 hizo la campaña de la Araucanía. Partiendo de Santa Bárbara, hacia las selvas de ultra Bio Bio, asistió al encuentro de Pile a fines de aquel año. En Enero de 1860 se internó en las montafias de esa rejion con el intendente de la provincia de Concepción don Vicente Villalon. Eu Febrero se encontró en el asalto de la plaza de Negrete, a las órdenes del teniente coronel don Luis Felipe Campillo. A principios de 1861 emprendió la camparla del Malleco y espedicionó a diversas zonas del territorio austral hasta 1866. En 1865 hizo la campaña de Chibé con motivo de la guerra con España, permaneciendo de guarnición en Ancud. En 1867 se le destinó al batallón Yumbel, con el grado de sarjento mayor de ejército y en 1868, al batallón Linares. Se encontraba en esta guarnición militar, cuando sobrevino la guerra contra el Perú y Bolivia en 1879. Organizó en la ciudad de Linares un cuerpo militar de voluntarios que sirvió de base para la formación del rejimieuto Valdivia. Ascendido al grado de teniente coronel de guardias nacionales, se le nombró segundo jefe del Tejimiento. Lautaro, bajo las órdenes del coronel don Mauricio Muñoz. Habiendo partido con su Tejimiento a la campaña del litoral del norte, concurrió con él, con el mayor brillo, a las batallas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miradores. Asimismo, se encontró en los combates de Torata, el Manzano y Pucani. Hizo la ruda campaña de las sierras del Perú a las órdenes del entonces coronel y hoi jeneral don Estauislao del Canto. Su reji miento se distinguió en la batalla de Tacna y en el asalto de Arica, habieudo sido el único cuerpo tuo vilizado que entró en combate en el famoso Morro de Arica. Fué felicitado sobre el campo de batalla del Alto de la Alianza, en Tacna, por el jeneral en jefe del ejército, en mérito del extraordinario arrojo de su rejimieuto que lo mandó a la vanguardia por especial distinción del teniente coronel Robles. Su comportamiento en la guerra del Pacífico fué sobresaliente, tanto por su valor como por su pericia militar Sus compañeros de armas de 6se tiempo hacen los mas hermosos elojios de sus actos como guerrero y como jefe humanitario y estricto cumplidor del deber y de la disciplina. Condecorado con las gloriosas medallas de la campaña contra el Perú y Bolivia y ascendido al grado de coronel de ejército, lo encontró la revolución que en 1891 hizo el Congreso al Presidente constitucional don José Manuel Balmaceda. Llamado por este majistrado el 6 de Febrero para confiarle una espedicion militar al norte, en dos horas organizó la división que condujo a Tarapacá. Al mando del 5.° de línea se embarcó en el trasporte Imperial y Be dirijió al norte para
recuperar a Tarapacá del dominio de la revolución. El 7 de Marzo de 1891 se batió en Pozo Almonte con el ejército revolucionario mandado por el coronel don Estauislao del Canto, mui superior en número a su división y en ese combate heroico, que fué una verdadera batalla, se mostró como uu jefe sin rival por la serenidad y el arrojo parasalvar y conservar sus tropas. Herido en un talón en medio del combate, se retiró a la ambulancia para hacerse la curación y una vez atendido por los cirujanos, volvió al campo de batalla a dirijir a sus soldados, cuya bravura no quería que se amenguara uu instante. Atravesado de parte a parte por nuevo proyectil enemigo que le cruzó el costado derecho y los ríñones, se retiró a la ambulancia, situada en la oficina balitrera «Buen Retiro», donde se le colocó en una camilla. Allí, postrado por las graves heridas y la pérdida de sangre, héroe derribado de su pedestal de guerrero glorioso, fué encontrado por las tropas revolucionarias y acribillado a bayonetazos y destrozado sin piedad y sin respeto a su valor, a sus años y a sus títulos de jefe. La ferocidad de sus implacables enemigos no tuvo límites. Fué testigo de tan atroz martirio un leal soldado mejicano llamado Marcelo Castro, que tenia de asistente, quien declaró mas tarde en Iquique, ante un notario público, el horrendo suplicio de su jefe. El amparo de la bandera inviolable de la Cruz Roja no le sirvió de resguardo al venerable militar, que habia cumplido fielmente con su deber de soldado de la lei y del orden constitucional. Cuando el jeneral don Adolfo Holley tuvo conocimiento de esta atroz | inmolación, se indignó con el inhumano sacriricador del coronel Robles y prometió inflijirle el condigno castigo. Mas tarde se olvidó de este compromiso contraido contigo mismo y con el ejército. Trasportado el cadáver mutilado a Iqui que, fué recibido por la Bomba Italiana y recojido por los .doctores! Ramírez Salcedo y Luis Gana, que lo condujeron a bordo del vapor hü para que fuese trasportado al sur. Era tan horrible el estado de profanación del cadáver del coronel Robles, que el caballero ingles, jefe del ferrocarril, Mr. Federico Rowland, se impresionó tan viva y profundamente de aquel salvaje espectáculo, que cayó heri do de muerte en la propia estación de la empresa de que era respetable jefe. La Junta de Gobierno de la revolución ordenó la sepu ltacion de los restos del infortunado coronel, que fueron colocados en un modesto cajón de madera y se epositaron en el suelo salitroso e aquel campo santo. Una pobre y tosca cruz, con el nombre de Bables, señalaba aquella bumilde tumba del mártir del deber militar. Mas tarde, el doctor don Benicio Montenegro hizo rodear ese triste sepulcro con una reja de madera y le colocó una cruz de dos metros de altura, que parece clamar justicia con sus brazos levantados hacia el cielo, en la que se lee.esta inscripción:—Coronel Eulojio Robles. —Falleció el 7 de Marzo de 1891, víctima del deber. A su lado reposan los restos de los compañeros de armas y de martirio del coronel Robles, los comandantes Ruminot y Méndez, que sucumbieron atrozmente inmolados como fieras. El coronel Robles, que era un notable oficinista militar, no fué jamas cortesano de ningún Gobierno. SiemU
pre vivió alejado, por carácter y por su índole independiente, de todo favoritismo oficial. Sus ascensos los conquistó por su valor y por sus merecimientos. El Presidente Balmaceda lo ascendió al grado de jeneral, anunciándole por telégrafo su galardón, después del combate de Huara.» Antes de este combate, el jeneral Urrutia le intimó se rindiese y el coronel Robles le contestó con bastante altura que su deber era morir en su puesto antes que faltar a los mandatos de la lei. De temple antiguo, era un militar de severa moralidad y disciplina. Su patriotismo era superior a todos sus sentimientos de hombre y de padre de familia. Su vida fué ejemplar, pues era un modelo en el cuartel, en los campamentos y en el hogar. Su sacrificio por la lei y por la patria, le da derecho a figurar como un mártir en la historia.
ROBLES (alejandro). — Escritor humorista. Nació en San Vicente de Tagua-Tagua, en la provincia de Colchagua, en 1849. Fueron sus padres don Juan J. Robles y la señora Carmen Gallegos. Hizo sus estudios de humanidades en el Seminario de Santiago. Desde joven dio muestras de poseer un chispeante injenio de escritor humorista. Luciendo en sus escritos la gracia nativa, que es peculiar de la estirpe popular, se ha caracterizado en el periodismo como festivo escritor de costumbres. Sus artículos, llenos de chiste y espiritualidad, se han rejistrado en la prensa nacional, llamando la atención pública por la agudeza de sus epigramáticas concepciones. Dedicado a los trabajos de campo, desde la soledad de los valles de su pueblo ha enviado a los diarios y a los periódicos sus escritos de ameno solaz y de alegre factura literaria. Es fama que el chiste fluyo natural y espontáneo en las orijinales manifestaciones de nuestros iDJenios populares. Parece que la gracia picante es un don nativo de nuestra raza popular. Así lo han demostrado con sus escritos, risueños y espirituales, Jotabeehe y Manuel Concha en el norte y Julio Chaigneau, Roman Vial, Alejandro Carrnona, Juan Rafael Allende, José Antonio Torres, Vicente Grez, Pedro Ruiz Aldea, Daniel Barros Grez y Martínez Quevedo en el sur del pais. A este jénero de escritores festivos pertenece Alejandro Robles, representante jenuino de la estirpe nativa en las letras.
ROBLES (tomas). —Sacerdote. Natural de Renca, en la provincia de Santiago, se educó en el convento de Santo Domingo. Ordenado sacerdote, fué enviado a la Serena, donde se distinguió por su noble espíritu cristiano en el período de la revolucion de 1851. Amigo del pueblo, sufrió con sus dolores y gozó con sus triunfos.
ROCHA (clemente). —■ Sacerdote. Erudito teólogo de la Orden de Santo Domingo, perteneció, por su ciencia, a la Facultad de Teolojía y Ciencias Sagradas de la Universidad. Falleció en Santiago en 1843.
ROCUANT Y FIGUEROA (enRique).—Abogado y servidor público. Nació en Valparaiso el 23 de Julio de 1867. Fueron sus padres don José Toribio Rocuant y la señora Isabel Figueroa. Hizo sus primeros estudios de humani
dades en el Seminario de Valparaiso y los completó en los cursos superiores del Instituto Nacional. Cursó leyes en la Universidad y se recibió de abogado el 9 de Julió* de 1888. Se inició en la vida pública como secretario de la fraccion radical que en Valparaiso prestó su concurso de adhesion y de trabajo a la candidatura presidencial de don José Manuel Bu Imaceda, en 1886. En 1892 fué candidato para diputado por la agrupacion de San Felipe, los Andes y Putaendo, proclamado por el partido radical. En las elecciones de 1895, se le presentó candidato a diputado por Quillota y Limache. Sirvió el cargo de secretario de la asamblea radical de Valparaiso, desde 1894 a 1896. Orador de palabra fácil e ilustrada, se ha distinguido en todas las campañas políticas de los últimos diez años como propagandista entusiasta y activo. En 1896 emprendió un viaje, deestudiq, y de recreo, a Europa, recorriendo las naciones mas adelantadas. Desde las capitales enropeas dirijié notables cartas políticas, literarias y de observacion social para los diarios La Tribuna,de Valparaiso, y La Lei, de Santiago. Durante su permanencia en Londres, publicó un interesante libro titulado Breve reseña de la situacion industrial y mercantil de Chile (1897), para hacerconoceren Inglaterralos progresos económicos de nuestro pais. A su regreso a Chile en 1898, dió a la publicidad un interesante libro de Viajes por Europa, coleccionando en él sus correspondencias a los diarios del pais. Electo diputado al Congreso, por el departamento del Laja, en 1900, ha sido un representante laborioso. Tomó una parte activa en la campaña presidencial de 1901 en favor de la candidatura de don Jerinan Riesco. Escritor ilustrado, se ha distinguido por su resuelto espíritu de cultura y de interés por el progreso liberal.
ROCUANT HIDALGO (seraPio A.)—Abogado y majistrado. Nació en Melipilla el 14 de Noviembre de 1842. Fueron sus padres el acaudalado agricultor y propietario, gobernador de aquel departamento, don Francisco Rocuant y la señora Carmen Hidalgo. Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional, con singular consagración y aprovechamiento, obteniendo los mejores premios en sus ramos. Cursó leyes en la Universidad y se recibió de licenciado en derecho el 20 de Abril de 1867 Su título de abogado lo obtuvo el 5 de Junio de 1867. Formó parte de la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la Universidad en 1869. Al incorporarse a dicha Facultad, leyó un notable discurso, que se insertó en los Anales de la Universidad, sobre la Necesidad de una lei sobre la reforma de los derechos de usufructo. En ese mismo año publicó un estudio titulado Administración de Justicia. Nombrado juez de letras de la Ligua, al año siguiente se le nombró juez de letras de Quillota. En este cargo le correspondió juzgar los sucesos políticos de las elecciones de 1870, que fueron tan ruidosas en ese departamento. Po co después se le nombró juez de letras de Chillan, y en 1871, juez de letras de Freirina. Sucesivamente fué nuevamente juez de letras de Quillota, la Ligua y Sau Femando. Al retirársele del juzgado de San Fernando, en 1872, re
cibió del intendente de la provincia, dou Martiniano Urriola, una honrosa nota, en la que le decia lo siguiente: «Ha sido altamente satisfactoria para la intendencia la contracción y laboriosidad de Ud. en el desempeño, de su cargo, de lo que es una prueba evidente el hecho de haber mantenido y dejado el despacho con el dia. Debo también significar a Ud. que en muchas de las visitas semanales de cárcel, tuve ocasión de notar que no se hizo un solo reclamo por parte de los procesados, hecho raro y que manifiesta una vez mas el asiduo trabajo que dedicaba Ud. al despacho de los asuntos criminales.» De integridad absoluta, fué un majistrado modelo en su tiempo. En el ejercicio de su profesión en Santiago, se conquistó el respeto y las consideraciones sociales mas distinguidas, aparte de que la8 bondades de su carácter le ganaban todas las simpatías públicas. Aeababa de ser propuesto para el juzgado de letras de Llanquihue, cuando le sorprendió la muerte, en Santiago, el 10 de Mayo de 1875. A una edad relativamente corta, de 32 años, habia adquirido la mas brillante nombradla de abogado hábil y de juez prestijioso y ejemplar en nuestra majistratura.
ROCUANT HIDALGO (josé Félix).—Poeta y periodista. Nació en Santiago el 3 de Febrero de 1874. Fueron sus padres el prestijioso abogado y majistrado judicial don Serapio A. Rocuant Hidalgo y la señora Mercedes Hidalgo y Romo. Huérfano mui niño, se formó al amparo del noble cariño de su señora madre, madre modelo y ejemplar que ha sido su mas tierna y delicada protectora en el cnrso de toda su vida. Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional. Adicto a la literatura, desde mui joven ha demostrado felices disposiciones para la poesía lírica. De imajinacion vigorosa y orijinalidad, sus composiciones poéticas son armoniosas y vibrantes. Se distingue, con singular injenio, en la poesía lírica y en la poesía festiva, poniendo de manifiesto un sentimiento delicado y una espiritualidad de la mas jocosa y epigramática novedad. Sus lecturas, variadas y estensas, le permiten lucir su talento en la poesía satírica y en la crítica artística Es, un crítico musical y dramático de" alto vuelo y de una ilustración escojida y rica en conocimientos de bellas artes. Su talento dúctil a las mas raras concepciones del verso y de la prosa, le permite cultivar, con abundante belleza de ideas y elevado concepto, todos los jéneros literarios, sin violentar la forma del pensamiento, amoldan do su inspiración a todos los tonos del arte rítmico y dominando el lenguaje con sagaz espíritu de análisis. El cuento triste y la polémica ardiente, la poesía lírica melancólica y el romance o epigrama chistosos y punzantes, brotan espontáneos de su numen y de su pluma, como si no tuviera que hacer esfuerzo alguno para modelar su pensamiento en las rebeldes formas del verso o de la prosa artística y brillante. Su poema lírico El Ultimo Canto, publicado en 1897, y su libro de cuentos titulado Mefistoféticas, son dos obritas delicadas e injeniosas que sintetizan su temperamento impresionable y vibrante y las múltiples faces de su talento. Su articulo El Him
no del Vicio es una pajina sangrienta, que copia las Blasfemias de Richepin, en la que retrata el heroísmo del libertinaje llevado hasta la adoración en la sociedad contemporánea. Su Canto Estival es un arpejio de inspiración tropical, en el que pinta la naturaleza con todos sus maravillosos esplendores. Ha colaborado en numerosos periódicos y revistas, con artículos y poesías de los jéneros mas variados. Podemos citar El Progreso, de Talca, en 1891, suscribiendo sus artículos y poesías con el seudónimo de Capitán Nemo; El Diario Comercial, de Concepción, con el seudónimo de Arturo de Montálvan; La República, La Democracia, La Guerra, El Republicano, El Lúeas Gómez, La Biblioteca Republicana, La Lei, La Nueva República, de Santiago, con los seudónimos de Felicindo, Pepe Solo, Repeluco y otros no monos orijinaies. Ha formado parte de la redacción de El Imparcial y escrito crónicas y críticas teatrales para La Lei y La Nueva República. En 1898 redactó el periódico La Bandera Nacional y en 1899, dirijió en Santiago la revista ilustrada Artes y Letras. Su colaboración ha sido abundosa y variada a periódicos y revistas del pais y del estranjero, como La Lealtad, La Palabra y La Actualidad de Valparaíso y El Heraldo, La Familia, La Lira, El Búcaro Santiaguino, de Santiago, y El Buenos Aires de la Plata. Ha pertenecido a numerosas socieda des literarias, entre las que debemos citar la Asociación de la Prensa, la Academia del Instituto Nacional, la Sociedad Dramática Nacional y la Sociedad Ilustración y Progreso. Joven, de intelijencia poderosa y espíritu activo, su porvenir literario será brillante en nuestra patria y en nuestra historia.
RODRÍGUEZ (manuel). —Guerrillero ilustre de la independenña. Nació en Santiago el 25 de Febrero de 1785. Fueron sus padres el caballero español, antiguo empleado de hacienda en la era colonial, don Carlos Rodríguez, y la señora peruana, natural de Arequipa, doña María Loreto Ordoiza y Aguirre. Su padre, que desempeñaba el cargo de Oficial Mayor de la Aduana, que existia entonces en el actual Palacio de los Tribunales de Justicia, lo colocó en el Colejio de nobles, como se denominaba por los españoles, de San Carlos, situado en el lugar que ocupa el edificio del Congreso Nacional. Estudiante modelo, por su juiciosidad y aventajada dedicación, Manuel Rodríguez alcanzó el mas honroso puesto entre sus condiscípulos, seguu lo testifican los rectores del Colejio de San Carlos. El doctor don Miguel de Palacios declara, con fecha 11 de Enero de 1800, que «Mauuél Rodríguez se distinguió entre los demas por su aprovechamiento.» iEra filósofo, dice, y en cada función literaria que sostenía, así en las conferencias privadas del colejio como en las de la real Univerádad, fué siempre consiguiente su acierto.» «Lo que confirmaba, agrega, mui bien la juicioeidad, aplicación i celo con que se manejó en las obligaciones particulares de su instituto "y jenerales del colejio (en que no se le notó la mas mera falta a pesar de su edad). Estas propiedades laudables, ayudadas de unos talentos profundos, lo hicieron estudiante de aprecio. Su
entendimiento siempre tuvo el juicio y reposo que dan las tareas y los años; y prodigando sus luces proporcionó con su enseñanza a varios condiscípulos la perfecta intelijencia de aquellas materias que aun no comprendían. Estas circunstanciadas cualidades me prometen con justicia se hará un literato completo persistiendo en la carrera.» Como se demuestra con la certificación oficial, honrosísima y desinteresada del rector del Colejio de San Carlos, por mas que se haya sostenido que seria vana toda tentativa para dar nueva faz a la vida del héroe, se deja establecida plenamente la desautorización histórica a las versiones lijeras y antojadizas que se han publicado sobre su juventud, calificándolo, coir)o lo hace Amunátegui, de «caporal de revueltas», y Barros Arana de «impetuoso y turbulento», porque estaba dotado de un jenio vivo, despierto, activo, franco y apasionado, de rara iniciativa y de estraordinaria orijinalidad de acción. A su turno, el rector del Colejio Cnrolino, don Pedro Tomas de la Torre, informa, con fecha 31 de Diciembre de 1801: «Don Manuel Rodríguez, hijo lejítimo du don Carlos Rodríguez y de doña Loreto Ordoiza, vistió la beca del Colejio Carolino de mi cargo dos años nueve meses, pagando sus alimentos según el 6.° de asientos, que tengo presente; desde que empecé a servir el empleo de Rector do dicho Colejio, mostró conducta y descubrió talentos particulares y los cultivó dedicado al estudio de la filosofía: entendimiento vivo y despejado y penetrante; memoria singular, propiedad en el idioma, estilo naturalmente (lie); y todo esto unido a una imajinacion fogosa le facilitaba producciones felices y oportunas; sus exámenes anuales y demas funciones literarias de colejio, desempeñó con el lucimiento que corresponde a aquellos principios, y no dudo que ellos le proporcionen tan ventajosos conocimientos que llegue a ser un literato cumplido.» A la confirmacion estensa de la anterior esposicion sobre los talentos especiales del estudiante Rodríguez, la que reproducimos avanza vaticinios fundados y elocuentes que arrancan de sus propias manifestaciones de carácter y de estudioso alumno. Robusteciendo las opi niones precedentes, el catedrático de filosofía del Real Colejio Carolino y convento del Sagrario, doctor don José Gregorio de Barrene chea, espone: cCertifico en cuanto puedo, y ha lugar en derecho: que don Manuel Rodríguez fué uno de los individuos que vistieron la beca de este Real Convictorio; y que el espacio de tres años asistió a mi aula con aplicacion y esmero, en cuyo tiempo conocí sus buenos talentos: su discusion incesante a aquellas materias de su fuero, lo hicieron distinguirse entre los demas alumnos, y ser el honor y mayor ornamento del Colejio: su juiciosidad y buena conducta fué notoria; de suerte que aun la Real Universidad debe esperar nuevos lucimientos en las demas Facultades en la foramen que don Manuel los promovió y adelantó en las de lójica, metafísica, ética y física en este Real Colejio.» Incorporado a la Universidad de San Felipe, Manuel Rodríguez, el alumno modelo del Convictorio Carolino, continuó mereciendo de sus maestros el título de estudiante aventajado y
sobresaliente. El rector de la Universidad antedicha, don Manuel José de Vargas, suscribe la informaciqn que copiamos: «Cuando ocupé el rectorado de esta Universidad de San Felipe, el año 1800, encontré cursando las aulas de filosofía a don Manuel Rodríguez, colejial del Colejio de San Cárlos. Muchas ocasiones presencié los actos que sustuvo y siempre le oí hablar acertadamente. Por la distincion que desde luego obtenía entre los demas estudiantes, rejistré los libros de la Universidad: encontré en el de asistencias, ser ésta indiscontinuada, y repetidas veces con el cargo de difensante, porque el colejio siempre le encomendaba sus conferencias, que desempeñaba con lucimiento, efecto preciso del talento aventajado que le adornaba, y de su escrupulosa aplicacion y celo; y del de asentamientos la partida de su incorporacion, y un exámen que había dado en el rectorado de mi antecesor, el señoí doctor don Martin de Ortúzar, con unánime aprobacion de los examinadores. El segundo y tercero los dió en mi tiempo, siendo de notar, que el filósofo que anualmente presenta sus exámenes, no tiene obligacion el último año de dar el jeneral de toda la filosofía, sino solo el respectivo a éste; Rodríguez no solo se examinó de las 63 cuestiones1, que completan aquél, sino de 79, poniendo 16 de mas. No he visto en el lapso de muchos años, que soi alumuo de este ilustre cuerpo, % tan distinguido amor a las letras y aplicacion. Controvenió por el [OCR errors] lo ensayaron, fué bien debida a la erudición con que discutió sobre las diversas e intrincadas materias delójica, ética, metafísica y física. Habiendo concluido así la filosofía, priucipió el año de 1802 a estudiar la jurisprudencia romana. Se aplicó con esmero a las instituciode Justiniario, y su asistencia a las avilas de ese instituto fué sin intermisión, evacuando con aplauso de los catedráticos las tareas que se le imponían, y llenando completamente las obligaciones de las cua tro Facultades (Cánoues, Leyes Instituía y Decreto) que componen este estudio. Sus conferencias no las sostenía con igualdad al común de los estudiantes. Cuando dou Manuel defendía, se oian concordar los derechos así el nuestro con el romano, como el canónico antiguo con las Decretales de Gregorio; que finalmente habiendo de nuevo gobernado la Universidad, por la partida para la Península del actual rector, el señor doctor don Miguel de Eizaguirre, presentó Rodríguez el segundo examen de la Iustituta, que se lo admití (mostrándome primero boleta de aquel en que constaba haber sido plenamente aprobado en el primero), y en él y el tercero dio bien a conocer su esmero e infatigable dedicación. Concordó perfectamente todos los párrafos que se le preguntaron con las lecciones nuestras, y justamente se hizo acreedor a los parabienes de los examinadores, que recibió con distinción. Un estudiante aplicado, merece que la Universidad le recompense sus desvelos, dándole certificación de los progresos que ha hecho en las ciencias, principalmente aquellos que queriendo labrar su mérito en este ramo, sa
crifican su descanso al laborioso empleo de las artes. Rodríguez anhela con esmero al colmo de la sabiduría y un individuo de esa aplicación, desea dar constancia de ella a sus superiores; y así para que lo verifique en la forma que le convenga, le doi esta relativa, únicamente de su conducta literaria, sin detenerme en exajerar su mérito (que con verdad podia particularizar esta Real Universidad), por no exceder los límites de un certificado». Completa esta valiosa relación de antecedentes oficiales auténticos que acreditan su ingeniosidad de estudiante el no menos importante y original documento que acompañamos a la presente reseña histórica de su vida juvenil, suscrito por el doctor don Juan José del Campo: «En los des primeros años que fui Rector de esta Real Universidad, concluyó don Manuel Rodríguez los estudios de cánones y leyes. Fué recomendable la aplicación con que se dedicó a ambas Facultades* y si en las conferencias secretas, que indiscontinuadamente presidia yo dio bien a conocer su esmero y buen gusto en los puntos que controvertía sorteadas repetidas veces de un dia para otro, no las desmintió en sus exámenes, en que justamente se le tributaron siempre los mayores aplausos, tanto por la claridad y erudición con que esponia las Instituciones de Justiniano, como por la exactitud con que las concordaba con nuestras leyes. Finalizada así la laboriosa carrera del Derecho Romano, se le confirió el grado de Bachiller en Cánones y Leyes, habiendo precedido el examen de treinta y tres cuestiones deducidas de las decretales de GregorioIX que prescriben las constituciones del cuerpo, y estando su Rector bien satisfecho del aprovechamiento de Rodríguez en esta Facultad, por las muchas ocasiones que le oyó discutir con distinguido acierto sobre diversas materias, en cuyas sesiones justificó su adelantamiento. Luego que recibió este grado, se opuso a las cátedras de Instituta y Decretos que vacaron en esa época, y señalado por suerte asuntos de un dia para otro, leyó por espacio de una hora, en cada oposición; sostuvo con honor las réplicas que se le opusieron, y convencido yo de su suficiencia, le nombré Rejente de la Instituta, cuya comisión desempeñó satisfactoriamente algunos meses, que estuvo enfermo el propietario, circunstancia por que se hizo el nombramiento de Rejen^e. El Rector cree de su obligación autorizar de este modo las tareas y desvelos con que se ha distinguido este estudiante.» Rodríguez, según los certificados que dejamos espuestos, no era el segundo de los alumnos del colejio, como se ha dicho, sino uno de los primeros por su aplicación y aprovechamiento, a la vez que por su juiciosidad y buena conducta. Es evidente que sus maestros no habrían autorizado una información tan recomendable y escepcionalmente laudatoria, si Rodríguez no hubiese sido un alumno de esmerado buen comportamiento. Acaso ha influido en mucho en el juicio que se ha dado de su jenio y de su carácter, el rol que desempeñó en la política de su tiempo, pues a haber actuado en otro escenario que no hubiese sido el de la revolución, talvez su memoria se habría juzgado con otro criterio menos apasionado. Si Manuel Rodríguez, como lo dicen sus maes
tros, hubiese dedicado su injenio a la literatura, cuan bellas y raras, por su orijinalidad y gracia, hahrian sido sus obras, revestidas del donaire de su talento ilustrado y de su espíritu atrevido, penetrante y travieso. Pero, si no pudimos heredar sus obras de escritor orijinal, nos ha dejado en cambio, la gloria y el drama heroico de su vida de guerrillero célebre, de caudillo temerario y de tribuno famoso. Los episodios de sus correrías de montonero, tienen la espiritualidad estraordinaria de su jenio alegre y orijinal y la gracia nativa de su temperamento siempre juvenil y audaz. No hai pajinas en la historia patria mas bellas ni mas gloriosas que las que escribió, en los dias precursores de la libertad, con su espada de guerrillero, y Bu palabra de tribuno popular. Sus hazañas heroicas lo han inmortalizado en las letras, en las artes y en la historia. En 1809 terminó Rodríguez sus estudios en la Universidad, llamada de San Felipe, recibiendo a la edad de 24 años su título de abogado y de doctor en leyes. Joven ya, formado en la esperiencia que da el estudio y con una carrera profesional que lo habilitaba para las luchas de la vida, aspiró a servir a su patria en el orden político para el cual estaba preparado por su talento natural y su carácter cultivado en la disciplina de los conocimientos jurídicos. Se afilió en el partido moderado, que se componia de sus antiguos amigos de colejio. Su compañero de estudio habia sido don José Miguel Carrera, al cual reconoció como jefe, sin manifestar emulación ni pretensiones personales, revelando desde luego la abnegación sin par que supo poner en evidencia en sus actos posteriores de patriota soldado y ciudadano. Una estrecha amistad o misterioso destino vinculó a estos dos hombres sin apartarlos en la causa que defendieron, sellando con su inmolación la fe de su unidad política. Sus nombres han marchado ligados por un secreto lazo a través del tiempo, des pues de haber hecho juntos las jornadas de la vida y de la revolución, conquistando lugar preferente por su lealtad en la historia. Con el movimiento inicial de la independencia que se efectuó en 1810, aparece Manuel Rodríguez en el escenario político desempeñando un rol secundario al principio que denotaba su ninguna ambición personal. A pesar de su consecuencia política y de la firmeza de sus convicciones, esperimentó amargas pruebas en su vida pública, viéndose hostilizado y perseguido por sus mismos contemporáneos, acaso por la ductibilidad de su jenio o la viveza de sus actos. Estas injusticias fueron el premio que saboreó el ínclito patriota Manuel Rodríguez desde sus primeros esfuerzos en favor de la libertad. Nombrado el 11 de Mayo* de 1811 Procurador de la ciudad de Santiago por el Cabildo, puesto que naturalmente correspondía a sus cualidades, sus constantes labores públicas fueron recompensadas con la destitución de ese cargo por los revolucionarios del 4 de Setiembre de aquel mismo año. Elejido en ese mes diputado al Congreso por Talca, no fueron reconocidos sus poderes por el partido vencedor. La odisea de injusticias y persecuciones que formó el cortejo de toda su vida, principió con sus primeros jene
rosos servicios a la causa de los independientes. Sin embargo, la Junta Gubernativa decretó el 9 de Octubre de 1811 que era *acreedor a la mayor confianza del Gobierno y del alto Congreso», en señal de tardía reparación por el desconocimiento de sus derechos de elejibilidad y de su autoridad de representante del pueblo. Asociado al movimiento revolucionario del 15 de Noviembre (1811), fué designado representante del pueblo de Santiago ante el Congreso. Fué nombrado por el nuevo Gobierno, en mérito de sus especiales servicios y de sus aptitudes manifiestas, Secretario de Estado, puesto que desempeñó hasta fines de año. El 2 de Diciembre se incorporó en el Ejército, con el grado de capitán y en la misma fecha fué nombrado secretario particular del jeneral don José Miguel Carrera. En este puesto y con el grado militar indicado, concurrió a Ihs campañas del Sur hasta 1813. Rodríguez era el autor de las proclamas patrióticas y políticas que se publicaban para estimular el sentimiento nacional en pro de la independencia. No obstante su adhesión a la causa de la independencia y la lealtad con que secuudaba los planes y propósitos de Carrera, Rodríguez fué acusado de conspirador contra su jefe en 1813, sometido a prisión y a proceso y condenado a un año de confinación en las islas de Juan Fernández. Esta sentencia no se cumplió y en 1814 Rodríguez volvió a ocupar el puesto de secretario de Carrera. En estas funciones le correspondió estimular el celo militar y patriótico del jeneral Carrera para auxiliar a O'Higgins en el sitio de Raneagua, cuyo desastre lo condujo con sus compatriotas, al destierro. Manuel Rodríguez, como todos los emigrados chilenos que llegaron a Mendoza en busca de ref ujio en su destierro, se consagró a trabajar con empeñoso afan por volver a su patria a restaurar la revolucion de la independencia tan rudamente desorganizada en el desastre de Rancagua por la reconquista española. Sin alarde de ningun jénero, haciendo valer únicamente su personalidad modesta y su anhelo de servir a la causa de la libertad de su suelo, tuvo el acierto y el raro talento de captarse la voluntad del impenetrable e inflexible jeneral San Martin. La desgracia que acompañó a los Carrera, sus amigos, en el ostracismo de Mendoza, no alcanzó al jóven proscrito, que, por el contrario, tuvo la rara suerte de merecer la confianza y la ayuda militar del Gobernador de aquella plaza. Rodríguez manifestó a San Martin su resuelto propósito de trasmontar los Andes y venir a las comarcas chilenas a ajitar el sentimiento popular de sus compatriotas en contra del dominio español, sublevando los pueblos y los campos en favor de su causa, con el solo influjo de su coraje y de su juvenil entusiasmo. Espuso su plan de guerrillas y montoneras al sagaz jefe del Ejército unido de los Andes, revistiendo con la fe de su palabra de animado colorido, el éxito de su audaz y temeraria empresa revolucionarla. San Martin, que estaba dotado por la naturaleza de ese dón estraordinario de la penetracion del carácter de los hombres, supo encontrar en el jóven y valiente desterrado un auxiliar poderoso e inapreciable y aceptó gustoso y
decidido el concurso que le ofrecía. Comprendió que Rodríguez le allanaría el camiuo para la invasion del pais con su Ejército y le prepararia el espíritu popular en favor de su campaña, a la vez que desconcertaria al enemigo para que no opusiera una resistencia uniforme y compacta a sus huestes espedicionarias. San Martin le dió doscientos jinetes que fueron los primeros en pisar territorio chileno por el valle de Colchagua, para que organizase la primera montonera patriota. Al frente de este puñado de valientes soldados, Rodríguez invadió el pais en 1815, levantando la bandera de rebelion en los campos, poniendo en movimiento a los pueblos de los valles y alarmando a los realistas, haciéndoles creer que sus tropas eran mui numerosas, que formaban un cuerpo de ejército desprendido de Mendoza para atacarlos en las ciudades y en los centros ocupados por su poder invasor. Fué así como el gobierno español de Marcó del Pont, creyéndose amenazado en su estabilidad, puso en actividad tres mil hombres, de sus fuerzas regulares, para perseguirlo, poniendo a precio su cabeza de caudillo. Todo el cuerpo militar de caballería de Maroto se movilizó para perseguirlo por las montañas y los valles del centro del pais. Por bando publicado el 7 de Noviembre de 1816, se of recia un premio de mil pesos oro al que entregase preso al denodado guerrillero y ademas el perdon del delito mas atroz al que denunciase su refujio. Fué este el período mas brillante del heroico guerrillero, al cual debe la patriu sus primeros galardones de soberanía y cuyo glorioso recuerdo vive perpetuamente unido a su nombre en la leyenda, en la tradición y en la historia. El historiador Barros Arana espone en su Historia Jeneral de Chile, con respecto de sus hazañas: «Tomando nombres finjidos, vistiéndose en ocasiones el hábito de un fraile franciscano, el poncho de un campesino o de un sirviente doméstico, o cargando el canasto de mercader ambulante, ss introducía en los cuarteles y en las casas que frecuentaban los oficiales de Talavera, preparaba burlas para desprestijiar a éstos y estimulaba artificiosamente a los soldados a desertar del servicio.» En revistas europeas y americanas se han consignado antecedentes y apreciaciones altísimas sobre las proezas de Manuel Rodríguez, que son títulos honrosos para su celebridad. La Revista Norte-Americana, de los Estados Unidos, reprodujo del libro del capitán ingles Mr. Head, publicado en Londres en 1826, rememorando hechos personales, los siguientes pasajes sobre el célebre guerrillero chileno: <En la época en que Buenos Aires auxilió la emancipación de Chile, Rodríguez fué uno de los que mas activamente trabajaron con consejos y acciones. Su jenio impetuoso lo indujo a encargarse de una comisión tan importante y escabrosa como era la de llevar personalmente noticias a los amigos de la insurrección en Santiago, indagando'al mismo tiempo el estado de opinión en todo el pais. En estas funciones se manifestó un segundo Proteo. Aunque precavido y prudente, no hubo peligro que no arrostrase en bien de la causa que defendía. En el intervalo de las batallas de Rancagua y Chacabuco, mientras los realistas estaban en posesión del reino, pasó tres veces
la cordillera, y entró con varios disfraces a Chile, viajando jeneralmente a pié. Unas veces se vestía de minero, otras se presentaba como un mercader ambulante. Con estos arbitrios pudo llegar hasta Talca, dándose a conocer algunas veces a sus íntimos amigos. Una vez, creyéndose perseguido en la capital, estuvo oculto un dia entero y parte de la noche dentro de una tinaja; y en otra ocasión, volviendo de Chile a Mendoza, fué detenido, aunque no descubierto, por un oficial que con una partida de soldados se empleaban a la (sazón en el arreglo del camino. Rodríguez se puso inmediatamente a trabajar, manifestándose tan diestro en el manejo del pico y del azadón como lo era en el de la pluma. Allí se detuvo dos días, teniendo ocultas cartas y papeles cuyo descubrimiento hubiera podido costarle la vida.» El viajero británico Mr. Samuel Haigh, que trató a Rodríguez en 1818, en Chile, lo retrataba en las elocuentes pinceladas que reproducimos: «Yo conocí a Manuel Rodríguez. Sus sentimientos eran los de un liberal ardoroso y bueno. Contribuyó con sus guerrillas a cansar y a distraer las fuerzas españolas mientras se esperaba la invasión de Chile por San Martin, y fué uno de los mas celosos cooperadores y corresponsales de aquel jeneral. Su actividad eludió todas las tentativas hechas para tomarlo cuando el gobierno realista habia puesto un alto precio a su cabeza, y frecuentemente sorprendió y derrotó los destacamentos de sus enemigos de la manera mas singular. Por marchas forzadas, emboscadas, falsos avisos, burló también al gobernador Marcó del Pont, que la causa patriota le debo mui principalmente sus últimos triunfos. Era, por lo demás, el hombro mas popular de Chile.» Una escritora española contemporánea, la señora baronesa de Wilson, doña Emilia Serrano del Tornel, que ha visitado a Chile y la América investigando noticias para escribir la historia del continente, ha dedicado a Rodríguez, en La Ilustración Artística, de Madrid, un notable y espresivo articulo en 1897, del cual copiamos estos delicados conceptos, que por ser inspirados por alma de mujer parecen mas tiernos y sentidos: «En la individualidad de Manuel Rodríguez andaban «mezcladas las altas cualidades del hombre inteligente y estudioso con los alardes de una naturaleza por demás osada, con los impulsos del carácter impetuoso, dominador y de uu temple tal, que jamas se plegó a las circunstancias: su alma era de hierro, no de acero. La bizarría en el corazón y la fuerza en el brazo le hicieron siempre desafiar los peligros, y mas de una vez salió ileso de entre una lluvia de balas, cual si poseyera un talismán que le hiciese invulnerable para el enemigo. Sagaz, astuto, obstinado, ajeno al cansancio moral y físico, rápido en los movimientos, estratéjico consumado, sereno, reanimaba el decaído espíritu cuando los azares de la guerra sembraban la confusión y hacían retrocedor a los mas valerosos. Había en Manuel Rodríguez curiosas semejanzas con algunos de aquellos romanos y cartajineses que han dejado recuerdo perdurable por sus hazañas, por su prestijio popular, por la temeridad y fortuna en las empresas. Con una palabra, con la enérjica y arrogante actitud, contuvo en una oca
sión a los que buscaban en la fuga la garantía para su vida. El guerrillero hízose dictador, asumiendo todas las responsabilidades, todos los ardores patrios, todas las esperanzas del triunfo nacional: entonces fué el salvador de vidas y haciendas en la capital chilena. El tipo de Manuel Rodríguez es de aquellos que se destacan, que se elevan y dominan a las multitudes en momentos de suprema angustia, convirtiéndose en arbitros, en apóstoles, en semidioses.> Al penetrar a Chile, Rodríguez elijió la provincia de Colchagna para establecer su campo de operaciones. Organizó su banda de montoneros y asoció a sus guerrillas a un capitán de bandoleros apellidado Miguel Neira, que ejercia poder y autoridad en los campos. Desde esta zona emprendía sus correrías a Curicó, San Fernando y al valle de Santiago, teniendo comunicación fácil y espedita con Mendoza. Sus bandas de guerrilleros se dis tribuyeron por los campos para hostilizar a los destacamentos y guarniciones realistas de esos lugares, fomentando la insurrección en los valles y en las aldeas. Con su astucia y su actividad puso en alarma y movimiento a las autoridades de San Fernando y Santiago, espidiéndose órdenes de persecución en su contra desde el Cachapoal al Maule. Las bandas de Neira obedeciendo los planes de Rodríguez, jamas fueron tomadas, consiguiendo producir mayor inquietud en las autoridades realistas. Desde fines de 1816, preparó la ruina de la dominación peninsular de sus cuarteles de Colchagua. Rodríguez estaba en constaute comunicación con San Martin y sus amigos de Santiago y de las provincias del sor, organizando el levantamiento simultáneo de los pueblos de esa rejion. Hacia frecuentes viajes a la cordillera, llegando hasta Mendoza, por caminos hasta ahora solo por él conocidos, estableciendo comunicaciones directas por medio de correos especiales con San Martin, ordenando el plan de la campaña de invasión y disciplinando el espirita popular con sus golpes de audacia. Personalmente efectuaba sus empresas y penetraba eolo a las ciudades, sin cuidarse del famoso Tribunal de Vijilancia que funcionaba en Santiago y que era una especie de nuevo Argos de cien ojos, que todo lo veia alrededor del poder y de la policía colonial. Enloquecía de rabia y desesperación a los jefes realistas y a Marcó con sus diabluras infinitas. Todo el rejiruiento de caballería de los terribles Talaveras, comandado por el feroz San Bruno, estuvo en constante movimiento en su persecución, siendo siempre burlado en sus correrlas por el astuto y valeroso guerrillero. Una noche en que se daba una tertulia encasa de su confianza en Santiago, produjo la mas embargante sorpresa su llegada de repente y sin aviso previo, pasando la velada jugando malilla con la mayor calma, mientras los invitados desfallecían de terror y de inquietud. Su espíritu travieso gozaba con el espectáculo de sus aventuras, contemplando el miedo que causaba su temerario coraje. En otra ocasión se presentó en la cárcel y penetró en ella dizfrazado de sirviente doméstico, para hablar con un amigo que se encontraba preso. El asombro que entre sus mismas relaciones causabau sus actos de serenidad inaudita, era natural
y consiguiente, pues parecía in creíble tanta temeridad y atrevimiento. Llevó su audacia hasta presentarse a Marcó, en su propio palacio, en pleno día, a abrirle la portezuela del coche para que bajase de él, con el único objeto de conocerlo. Sus actos de audacia y de valor le conquistaban las simpatías de todos sus conciudadanos, los cuales se imponian el deber de ampararlo y protejerlo. En los campos y en las ciudades, todos los propietarios, los hacendados y los inqui linos, como los jefes de familias, eran sus amigos, sus cooperadores, seducidos por su jenio y su coraje, dominados por su atrayente juventud y por el noble sentimiento de respeto, de admiración y de simpatía que despiertan el valor, el patriotismo, la abnegación y la superioridad del carácter. Aquel joven delicado, que jamas había tenido trato con las jentes de los campos, culto y de hábitos refinados, se insinuaba sin esfuerzo con los huasos y se hacia comprender y estimar sin inspirar reservas ni desconfianzas, pues éstas sou naturales entre los campesinos y los futres, como pintorescamente llaman en su lenguaje vulgar a los jóvenes de sociedad. Los labriegos y los campesinos sufrian las despredaciones'mas feroces de los soldados realistas, que talaban, robaban e incendiaban sus campos y sus chozas, cou la mas estoica abnegación, sin delatar al heroico guerrillero. El a su turno, asaltaba las haciendas de los realistas y en sus sorpresas dejaba sembrado el espanto y el terror en los campos que cruzaba con su banda de montoneros Refujiado en una iglesia y rodeado de soldados españoles que lo buscaban y perseguían, recibió, vestido con el hábito de fraile franciscano, al jefe de las tropas y lo guió por los departamentos del templo, alumbrándole con una vela el camino para que se cercio rase de que allí no se ocultaba el temido y travieso guerrillero. De visita en casa de un juez de campaña, fué prevenido de que llegaba una partida en su persecucion. Rodríguez permaneció sereno y buscó a en rededor algo que le sirviera de tabla de salvacion, y sus ojos dieron con el cepo, instrumento de castigo y de tortura que estaba colocado en el patio para apresar a los reos del campo. Acto continuo se metió de cabeza en las argollas y barras en que se introducen los pies, miéntras su amigo, el juez de campaña, no hallaba qué hacerse de terror. Rodríguez le pidió que dijese a los jefes y soldados de la partida que era un calavera que purgaba en ese sitio una aventura de amor. Tal como Rodríguez lo pensó, así sucedió. £1 jefe realista interrogó al juez sobre el delito cometido por el reo para merecer tan severo tratamiento, y cuando el funcionario le esplicó la causa de su culpa y de su castigo, aquél le dijo que se le diera la libertad por única pena. El juez condujo a los soldados hácia un bosque, donde se suponía que se ocultaba el montonero y Rodríguez se escapó protejido por sus mismos enemigos. Próxima ya la invasion de San Martin, en 1817, Manuel Rodríguez ejecutó con mas vigor y acierto sus planes de campaña, desplegando toda la audacia de su jenio El 4 de Enero de 1817, asalta y toma la ciudad de Melipilla y distribuye al pueblo los caudales pú [graphic]
blicos existentes en la Tesorería Fiscal. Arresta al gobernador Yécora y se lleva prisionero al oficial español Tejeros, del famoso Talaveras, uno de los jefes mas aborrecidos y atrabiliarios del ejército español, burlando cruelmente al comandante Padilla. Tejeros murió de un pistoletazo que le atravesó el pecho, asestado por el ayudante López, sin órden y sin anuencia de Rodríguez. López, prisionero de los españoles en una fortaleza de Valparaiso, sublevó a los detenidos despues de la victoria de Chacabuco y rindió valientemente la vida en el combate contra sus perseguidores. Con el propósito de distraer a los españoles y preparar al pueblo para favorecer la espedicion libertadora que mandaba San Martin, dispersó Rodríguez partidas de guerrilleros por todas las comarcas del sur y del centro. San Martin, de acuerdo con él, le habia dirijido cartas sobre las campañas de sus montoneros, destinadas a caer en manos de Marcó del Pont, a fin de desorientar por completo a sus jefes realistas y poder invadir el pais sin grandes resistencias y graves obstáculos. Concertadas sus operaciones de guerra, Rodríguez atacó la ciudad de San Fernando el 12 de Febrero de 1817, es decir, el propio dia en que San Martin y O'Higgins alcanzaban la gloriosa victoria de Chacabuco. Toma la ciudad de San Fernando, empleando un ardid graciosísimo. Al penetrar en la plaza ordena en alta voz que avance la artillería, haciendo arrastrar grandes cueros repletos de piedras, con los que produce un ruido semejante al de los cañones, y causa el pánico en las autoridades, que le abandonan la ciudad. Rendida la plaza, Rodríguez se hace proclamar jefe superior de la provincia de Colchagua, que habia sido el ceut.ro de sus operaciones de guerrillero. Tres dias mas tarde, el 15 de Febrero, recibe un oficio de San Martiii, en el que le ordena que desparrame partidas a todos rumbos para que aprenda a Marcó que, según sus noticias, va prófugo por el camino de la costa hacia Concepción. El denodado guerrillero ha cumplido su gloriosa misión cooperando al triunfo de Chacabuco y devolviendo la libertad a la patria oprimida. Él, con sus partidas de montoneros, contribuyó eficazmentea desorganizar el ejército de Marcó y consiguió debilitar la caballería de Maroto, que se destacó en su persecución por las montañas de Colchagua, cuando se creyó por los realistas que San Martin invadía a Chile por aquella rejion de la cor dillera. La victoria de la cuesta de Chacabuco, que tan heroicamente obtuviera a punta de sable y de bayoneta el imponderable jeneral O'Higgins, con sus indomables soldados chilenos, se debia, en su mayor parte, a Ip astucia y al coraje sin igual de Rodríguez, que dispersó con sus guerrillas por todo el territorio central al ejército español y distrajo la atención principal del gobierno peninsular con sus escaramuzas. Casi toda la caballería de Maroto se puso en actividad para perseguir y dar caza a Manuel Rodríguez y a sus sagH ees montoneros, en número de mil jinetes. Rodríguez fué el vengador popular del desastre de Runcagua, teniendo la gloría de haber contribuido a la restauración de la revolución de la independencia en tres años de penosas campañas de montonero he
roico y memorable, en cuyas horas difíciles y angustiosas le sirvió de salvador heroico, sin haber disfrutado de otro galardón que de la sa tisfacciou íntima y silenciosa del deber cumplido. Fué este su deatino doloroso, que se cumplió desapiadadamente en su juvenil carrera sin ninguno de los galardonea de la fortuna. Establecido el gobierno republicano en Santiago y designado Director Supremo el jeneral O'Higgins, se pensó en la situación que convendría procurar al temible, simpático y popular guerrillero. La Lojia Lautarina, compuesta de los jefes del ejército unido, con ramificaciones en el gobierno de Buenos Aires, se apoderó de la dirección política del pais, así como habia ejercido antes la dirección superior del ejército y de la campaña. Formaban esta lojia política, llamada de Lautaro, San Martin, Pueirredon, Monteagudo, Zapiola, Las Heras, AI varado, Necochea y Quintana, arjentinos, y los chilenos O'Higgins, Zenteuo, Zañartu, La Cruz, Pérez y Rivera, institución secreta que intervino en la guerra de la independencia desde Mendoza a Lima (I815;1822). En los consejos de dicha Lojia se convino en que la permanencia de un caudillo tan prestijioso como Rodríguez en el pais, al frente del ejército y del gobierno, era peligrosa para los planes preconcebidos que se meditaban contra el jeneral don José Miguel Carrera, del cual era su mas fiel y entusiasta amigo. El 6 de Abril de 1817, O'Higgins le dirijió a Colchagua un oficio espresándole que tíos servicios distinguidos» que habia prestado a la causa de la independencia, *levinculan la gratitud publica» y que *ñempre Chile admirará su mérito brillante», pero que trazones políticas» obligan al gobierno a alejarlo a pais estranjero. Se le ofrecía una mision diplomática en Estados Unidos, como destierro disimulado, señalándole especial proteccion para su padre y su familia. No contándose con su anuencia, se le redujo a prision y se le condujo bajo custodia a un castillo de Valparaiso, miéntras se preparaba un buque para deportarlo. Rodríguez, dando comienzo a una odisea nueva, sobornó al centinela de su prision y se fugó, ocultándose a la persecucion de O'Higgins. Aguardó en su refujio el regreso de San Martin, que se encontraba en Buenos Aires, y al volver este jeneral a Santiago, se entrevistó con él retirándose de su presencia en las mas cordiales relaciones. San Martin le confirió en Junio de 1817, el grado de teniente coronel de ejército y le nombró ayudante del Estado Mayor Jeneral. Por decreto de fecha 17 de Noviembre de 1817, el gobierno lo declaró benemérito de la patria a virtud de sus grandes servicios prestados a la causa de la libertad del pais. Sin embargo de estos honores, el gobierno vivía receloso de su prestijio y ejercia sijilosa vijilaucia sobre sus actos. Ausente del poder O'Higgins, por las necesidades de la campaña del sur, el sustituto o delegado en el gobierno, don Hilarion de la Quintana, le hizo arrestar acusado de conspirar en favor del jeneral Carrera. Permaneció en la cárcel durante varios meses, sin que se le probase su culpabilidad, pues era inocente y solo tenia el delito de su prestijio, al cual le temían sus adversarios. La Junta que sucedió a Quintana le devol
vió la libertad. San Martin, dispensándole la mas ilimitada confianza, le nombró Auditor de Guerra en el ejército que se disciplinaba en el campamento de Las Tablas, el 15 de Diciembre de 1817. A pesar de su consagracion al cumplimiento de sus deberes, los recelos y las desconfianzas en su contra se mantenían y avivaban en el seno del gobierno, con razones o nó, pero fundándose en su adhesion al jeneral Carrera. La fidelidad, que es una virtud digna de encomio en todas partes, era fatal para él, y su destino se debia interrumpir y tronchar por su causa. Al pasar por Santiago el ejército de Las Tablas, en direccion hácia el sur, a detener en su avance a la nueva invasion realista, se notificó a Rodríguez se detuviese en la capital y se trasladase a Buenos Aires en comision diplomática, en Marzo de 1818. Acaso la Lojia Lautarina le preparaba ya el suplicio, enviándolo al cadalso por cobarde emulacion política de sus miembros o por miedo a su jenio y a su prestijio popular. Se le proponía la diputacion oficial del gobierno chileno ante el de Buenos Aires, con el único propósito de alejarlo del pais. Este hombre jenial, que había movido al pais en contra de los dominadores, infundía a los nuevos gobernantes mas inquietud que todos los realistas invasores. Rodríguez no ballaba qué resolver, en presencia de una hostilidad tan manifiesta en su contra, considerando tan injusta su situacion como inmotivada la persecucion de que era objeto. En verdad que subleva el alma recordar semejantes actos de injusticia y de ruindad políticas. El 27 de Febrero de 1818, se le había pedido por el Ministro del Interior, a nombre del gobierno, una relacion personal detallada de sus campallas de guerrillero para *darle un testimonio público del aprecio que le han merecido sus persona les riesgos por la causa pública. > Este acto de distincion no lo habia merecido servidor público alguno de la revolucion. En estas circunstancias, de indocision para él, sobrevino el desastre de Candia Rayada, el 19 de Marzo de 1818, que le señaló un rol muí principal y decisivo en la salvacion de la independencia. La noticia de la sorpresa y derrota de Cancha Rayada, produjo el pánico y la confusion en el pueblo de la capital y todos sus habitantes chilenos se dispusieron a emigrar, abandonando precipitada e irreflexivamente la patria al invasor. Rodríguez, al tener conocimiento de la luctuosa noticia, solicitó permiso del Gobierno para aplazar su viaje diplomático a Buenos Aires y permanecer en Santiago en servicio de la causa de la libertad y de la patria en peligro. Su prestijio sin mancha y su jenio glorioso, infundieron alientos al Gobierno en aquella amarga hora de peligro y su peticion fué atendida con entusiasmo, nombrándosele Edecan del gobierno durante el conflicto de la patria, con fecha 21 de Marzo de 1818. El héroe, con su rara fortu na de caudillo, con su prestijio popular y su talento y valor singulares de guerrero, volvió a con quistar su predominio en aquellos momentos de tribulacion y de des gracia. En el ínstame del peligro, de la renovacion del combate, cuando era menester coraje y abnegacion para salvar la libertad y la patria amenazadas, renacía la
coñfianza, la fe y el entusiasmo en su valor, en su jenio. en su lealtad a la causa de la independencia y en su carácter audaz y siempre grande en recursos salvadores. Ahogando Rodríguez en su alma jenerola todos sus justos dolores, se alzó altivo e inspirado en medio de aquel pueblo aterrado por el desastre, señalando con su palabra profética el camino de la salvacion y de la gloria de la amada patrial En presencia del pueblo rennido en asamblea, conjuntamente con el Cabildo y las autoridades de la capital, Rodríguez, trasformándose en tribuno, les dirije on fervor la palabra, de cuya inspirada peroracion tribunicia se conserva la siguiente memorable frase: -Aun tenemos patria, ciudadanos!* Reanima el patriotismo de todos y encabeza un movimiento popular de militarizacion para protejer al ejército deshecho en la derrota. Organiza el escuadron de Hítsares de la Muerte, del que se constituye su jefe y acepta el cargo de Director Supremo del Estado que el Cabildo le señala, encargándose con el delegado coronel don Luis de la Cruz de la defensa de Santiago y de la patria, el 23 de Marzo de 1818. En el mismo dia asume el mando público y organiza el Escuadron de Húsares de la Muerte, siendo él su comandante con el grado de coronel. Durante 48 horas ejerce el Poder Supremo del Estado, con facultades estraordinarias de verdadero Dictador, organizando la defensa nacional y llevando la tranquilidad y la esperanza a todos los hogares y los habitantes de la capital, pronunciando en la rennion solemne del Cabildo, con elocuencia arrebatadora y entusiasmo heroico, aquellas májicas y conmovedoras palabras de *aun tenemos patria, ciudadanot!» Fortaleciendo los espíritus en la fe del patriotismo, que opera pro dijios en los instantes mas supremos, alistó 600 hombres, entre ellos muchos oficiales y soldados retirados del servicio por carrerinos, con ellos formó Bu famoso escuadron de Húsares de la Muerte, dándole ese nombre que parecia un juramento de abnegacion y sacrificio para infundir terror en las filas realistas. Hasta en esos actos d* prueba solemne y heroica, brilla el jenio orijiual y. estraordinario del épico y sublime guerrillero. Cuaudo O'Higgins llegó a Santiago, trayendo un brazo destrozado en la sorpresa desastrosa de Cancha Rayada, encontró al pueblo de la capital preparado para la resistencia contra los invasores, merced al esfuerzo jenerosoy activo de Manuel Rodríguez. El denodado jóven caudillo, que habia ejercido las funcio nes de Director Supremo y de Dictador político y militar durante cuarenta y ocho horas, depuso noblemente el mando en manos del jeneral O' Higgius y se sometió a su autoridad para secundarlo en sn labor de reconstituir el ejército para la defensa de la patria en peligro. O'Higgins espresó al pueblo de Santiago que la contienda se proseguiría con el último chileno que quisiese combatir por la libertad. El 23 de Marzo convocó, por medio de un bando notable e histórico, al pueblo para adoptar las medidas que la situacion escepcional imponia al patriotismo de todos los chileños. El pueblo secundó la accion patriótica de O'Higgins, y trece dias despues la victoria de Maipo coronó los nobles y valientes es
fuerzos de los patriotas y de los independientes. L< gl -riad" aquella jornada heroica correspondió a los supremos actos de valor y de serení lad de Manuel Rodríguez y O'Higgins, sobre todo del primero, que preparó el triunfo en los momentos en que el desaliento de la derrota comenzaba a difundirse y producir el pavor en las multitudes. En la batalla de Maipo, Manuel Rodríguez se batió con el mayor denuedo, a la caída de la tarde, al frente de su escuadron de Masares dp la Muerte, persiguiendo y capturando a los enemigos, obligando a punta de. sable, a rendirse al jefe realista Anjel Calvo, que mandaba un resto de tropa del ejército en derrota, haciéndose fuerte en el cerro de4a Niebla. Este jefe habia desertado del ejército patriota y su defensa era desesperada porque sabia que su rendicion seria su castigo. Rodríguez lo dotnó como a fiera con su acostumbrada de-treza y su lejendario valor, tomándolo prisionero con todos sus soida los. Despues de la victoria, los Húsares de la Muerte recibieron órdenes de perseguir a los fujitivos hácia el sur, al mando del teniente-coronel Serrano, y Manuel Rodríguez regresó a la capital por mandato superior. Esta debía ser la última etapa militar de la vida del heroico guerrillero. Al escuadron de Húsares de la Muerte se le condenó a ser disuelto, por estar formado por j^fes, < Aciales y soldados carrerinos, miéntras que a su jefe le aguardaba un horrendo e injusto suplicio. O'Higgins y San Martin, cuando pa-ó el entusiasmo de la victoria de Maipo, meditaron en la suerte que correspondería señalar a Mauuel Rodríguez y a su escuadron, porque les temían am
boe, al jefe porque tenia la rara rirtud de formar lejiones de la nada y a los -oí'lados porque eran todos earrerinos como su caudillo. Al brillante improvisador de lejioDftrios se le separó de su cuerpo militar y «1 escuadrón se le hizo llegar ha*ta Linares para disolverlo y licenciarlo. De Linares se le hizo regresar a Talca y en esta ciudad, que había presenciado el desastre de Cancha Rayada, a cu
Íra derrota del>ian su oiganizHcion os Húsares de la Muerto, fué disuelto por el coronel Zapiola, director de la Lojia de Lautaro. El pueblo de Santiago, que habia hecho la revolución y alcanzado la independencia, reclamó en Cabildo abierto, el 17 de Abril de 1818, del Director O'Higgins, el restableciiimnto de la autoridad política del Cabildo, es decir, la dirección pública de los negocios del Estado por ¡los ciudadanos, la implantación del nuevo réjimen republicano. O'Higgins recibió con altanero enojo esta petición republicana y proscribió de la capital a los representantes del Cabildo don Agustín Vial y don Juan José Echeverría. ManuelR>drlguez habia sido uno d« los mas francos en proclhrnar los derechos del pueblo y del ' abildo, y como en vísperas de Maipo. su voz elocuente y persuasiva volvió a resonar con mas enerjía en aquella asamblea deliberante para reclamar respeto y obediencia a la opinión. No satisfecho con haber sido el asesor popular del Cabildo desde la tribuna, en el p <tio del palacio de Gobierno se traslormó en el orador déla multitud y con los acentos ajitadores que le arrancó el desastre de Cancha Riyada, exijió el reconocimiento de la soberanía del
pueblo. El tribuno exasperó con su elocuencia y su valor de caudillo de las muchedumbres, al Director Supremo y desde aquel día quedó resuelta la inmolación de Rodríguez. Amunátegui, en su libro La Dictadura de O'Higgins, dice al respecto: «O'Higgins supo o e-cuchó loque Rodríguez estaba diciendo. El proceder osado de aquel soldado tribuno agotó su paciencia. El Dictador no se resolvió a sufrir por mas largo tiempo a un revoltoso tan incorregible y determinó escarmentarlo. Hizo venir del cuartel de San Pablo una compañía del batallón número 1 de Catadores de los Andes, que allí estaba hospedado, y con ella remitió al mismo lugar preso a don M«nuel Rodríguez. El capitán don Manuel Antonio Zuloaga que la mandaba, recibió orden de hacer fuego sobre el pueblo, si durante el tránsito intentaba arrebatar al prisionero.» Secuestrado Rodríguez en la prisión de San Pablo, la Lojia de Lautaro, asesorada por el auditor de guerra, don Bernardo Mouteagudo, resolvió hacer desaparecer al temido y prestijioso caudillo. Resuelto el asesinato de la ilustre víctima, el coronel arjentino. don Rudecindo Alvarado fué encargado de su ejecución, en la sesión del 20 al 21 de Mayo de 1818. Este secreto ha quedado oculto, aun cuando las opiniones se encuentran divididas al respecto. Don Miguel Luis Amunátegui acusa directamente a O'Higgins del odioso crimen y otros cronistas que parecen haber hecho investigaciones mas prolijas, como don Justo Abel Rosales, afirman que el verdadero y único inspirador del asesinato fué don Bernardo Monteagudo. Don Diego Barros Arana opina que la muerte de Rodríguez ha sido narrada largo tiempo solo por recuerdos tradicionales. Don Guillermo Matta reproduce en la biografía de Rodríguez, que publicó en 1^54 en la Galena de Hombres Célebres, una carta acusadora del c<tpit:m don Manuel José B cavente, en la que señala a O'Higgins como al autor de tan cobarde crimen. Don Banjamin Vicuña Mttckenna procura escusar a O'Higgins, haciéndolo culpable por esta sola intencion contraria a la veracidad histórica, y espone lo siguiente: «El director O'Higgins, jefe del pais ostensiblemente, no fuá un instigador como se ha dicho: fué consentidor. San Martin, que se hallaba ese dia en Buenos Aires y —¡coincidencia estraña!—escribía a O'Higgins en el propio dia del asesinato aprobando el destierro del héroe turbulento, no fué ni una ni ofra cosa, sino su protector, porque desde los dias de Mendoza le quería y admiraba: «Manuel Ro»dríguez feneció por un implacable »y a la vez inapeable decreto de la ■»Lojia Lau'arina*. En 1833, don Cárlos Rodríguez, hermano del héroe inmolad-<, publicó en Lima, en un Alcance al Mercurio Peruano, una tremenda acusacion contra O'Higgins, señalándolo como al autor responsable del asesinato del ilustre guerrillero. Barros Arana relata de este modo la historia de esta acusacion: «O'Higgins acusó judicialmente el escrito de Rodríguez, provocando un ruidoso juicio de imprenta en que su adversario fué condenado como calum niador. Tuvo O'Higgins por defensor a un abogado peruano, el doctor don Juan Ascensio, con cuyo nombre se publicó un volúmen
de cerca de 200 pájinas con el título de Acusacion pronunciada ante el Tribunal de Juralos de Lima contra el alcance al Mercurio Peruano. Este volúmen, escrito en realidad por el célebre literato español don José Jtaquin de Mora, es una prolija defensa del jeneral O'Higgins contra todas las acusaciones que en esa y otras ocasiones se le habían hecho». En 1854 publicó en El Arat*cano, periódico oficial de Chile, don Manuel José Gandarillas una serie de artículos confirmando las acusaciones formuladas contra O'Higgins. La verdad es que no ha habido suficiente franqueza para decir la verdad. Los historiadores han vacilado al penetrar el secreto del crimen perpetrado en la persona de Manuel Rodríguez. DA espediente orijinal que se conserva en el archivo de la Capitanía Jeneral, en la Biblioteca Nacional, se desprende que los principales instigadores del oficial español, Antonio Navarro, que asesinó a Rodríguez, fueron don Bernardo Monteagudo y el teniente coronel arjentino don Rudecindo Al varado. No sabríamos decir si por emulacion o por mie lo a su prestí jio y a su jenio militar, O'Higgins persiguió con implacable tenacidad a Rodríguez, pero sí debemos declarar que nos asi.ste el convencimiento de que consideraba al ilustre patriota su adversario, como que era amigo fiel y adicto de Carrera, a quien conceptuaba su rival y su enemigo. Habiéndole negado Rodríguez a salir del pais, propósito manifestado en otras ocasiones con altiva franqueza, se resolvió alejarlo de la patria por la violencia. El 25 de Mayo de 1818 se le sacó del cuartel de San Pablo para conduoirlo a Valparaíso y de ahí deporta'lo a paises lejanos como a individuo peligroso. Sin ser reo de ninguna culpa, únicamente de su prestijio popular y de su jenio guerrero, se le obligó a marchar a Quillota por la cuesta de la Dormida, custodiado, como cons|,irador o presidario, por una compañía del batallon Cazadores de los Andes, al mando del teniente-coronel argentino don Rudecindo Alvarado. Detúvose la comitiva en Colina. Allí el capitan carrerino don Manuel José Benavente pasó un cigarrillo de papel blanco a Rodríguez, en el que habia escrito con lápiz la siguiente palabra: ¿Huid! Benavente, al partir, habia sido adver tido en el cuartel de San Pablo, por el asesino Antonio Navarro, del crimen que se habia premeditado y resuelto. Rodríguez rehusó aceptar el consejo y confiando demasiado en su valor, continuó su calvario entregado a la ferocidad de sus verdugos. El 26 de Mayo se alojó el batallon en las márjenes del estero de Lainpa. A la hora del crepúsculo, el oficial español ya nombrado, Antonio Navarro, invitó al prisionero a hacer un paseo, engañándolo cobardemente acaso con la fuga. Iban acompañados por el asistente Gómez, el soldado Parra y el cabo Agüero, los tres armados de sus fusiles. Al llegar a las antiguas ancuviftas de Polpaico (sepulturas de indio-), en la Cancha del Gato, cerca de, Tiltil, Navarro le disparó un pistoletazo por la espalda, hiriéndolo detras de la oreja, siendo ultimado a gol pes de sable por el soldado Parra. Acto continuo se dió aviso al batallon de que Rodríguez se hhbia querido fugar y lo habinn muerto por darle caza. El cadáver de Ro
dríguez fué abandonado a la ferocidad de las aves de rapiña y de los perros hambientos de esos parajes. Ahí fué reconocido al dia siguiente por sus amigos de Santingo, que por temor de ser perseguidos por O'Higgins lo dejaron en el mismo sitio, segun declaró despues don Bernardo Luco. El 28 de Mayo, don Tomas Valle, subdelegado de Tiltil, le dió piadosa sepultura en el altar de la capilla de aquel pueblo, con los labradores de su propiedad Hilario Cortes y Francisco Serei. Al asesino Antonio Navarro se le siguió un simulacro de proceso y poco mas tarde se le mandó en comision a las provincias arjentinas. El espediente que se ha encontrado en 1894, por el cronista don Justo Abel Rosales, es un odioso testimonio del crímen y del pacto sellado por O'Higgins con el teniente coronel don Rudecindo Alvarado para victimar al héroe. Prueha, ademas, este documento, con sus diversas piezas, el propósito de burlar la opinion y la jus ticia, dejando impune el crímen y en libertad y sin castigo al asesino. El victimador del heroico guerrillero, Antonio Navarro, fué enviado en comision del servicio a las provincias arjentinas, despues de haberle seguido un proceso irrisorio en el cual el mismo O'Higgins actuó como declarante para hacer mas odiosa la execrable cobardía con que se procedió para ultimar al denodado y popular caudillo. Asesinado Rodríguez, se procuró hacer desaparecer el cadáver, primero entregándolo a la voracidad de las aves de rapiña y de los perros hambrientos de los campos de eu martirio y despues ofreciendo un premio de quinientos pesos al gue señalase el sitio donde habia sido piadosamente sepultado. Se temía que el cadaver ensangrentado del héroe sublevase al pueblo que lo idolatraba y que se pidiese a los implacables victimarios severa cuenta de su crímen, que era un reto de traicion contra la patria cometido en la persona del caudillo popular y glorioso. Pero la indiferencia y la ingratitud de los contemporáneos del heroico caudillo, pudieron tanto como la inicua y cobarde accion de los criminales. Nadie clamó justicia en nombre de la indefensa víctima ni exijió el castigo de los culpables. El vengador de Cancha Rayada no tuvo quien le ofreciera la mas tímida reparacion en la hora de su sacrificio y si un amigo humilde y desconocido, c,mo don Tomas Valle, no le hubiese dado secreta y escondida sepultura, jamas sus cenizas habrían podido recibir los homenajes de admiracion y del eterno reconocimiento de la posteridad y de la patria. Así como fué de indiferente y de injusta la conducta de los contemporáneos de Rodríguez, asimismo fué de perezosa la tardía reparacion con la memoria del héroe. Un escritor moderno, don Juan Enrique O'Ryan, que ha publicado (1898) piezas justificativas de la juventud brillante del ilustre soldado y patriota, ha dicho sobre la recordacion histórica de Rodríguez: «La primera biografía que se conoce del malogrado amigo de los Carreras, son tres pájinas en 4.°, impresas al parecer en Montevideo, y que comenzaron a circular en aquella ciudad, Buenos Aires y Chile en los últimos meses de 1818. No tienen otro título que:
Un amigo de la Patria a los pueblos de Sud América; carecen de portada y pié de imprenta. La bibliografía ha señalado como su autor a don José Miguel Carrera, y creemos que en ello no se ha equivocado. EstabiografíadeRodrí guez es, sin duda, una de las mas bellas producciones de la fecunda pluma del desgraciado jeneral. El historiador no encontrará en ella ni fecha ni datos que aprovechar en una obra de critica severa e imparcial; pero, ciertamente, leerá con agrado esas pájinas llenas de ternura y sentimiento, tributadas por una de las personalidades mas ilustres de nuestra historia a la memoria de un amigo que sucumbía víctima de una desgracia que era la suya propia, y que a nadie masque aél lo heria con mas rigor en esos momentos. ¡ Pobre Carrera! Cuando en este opúsculo execraba a sus implacables enemigos, a quienes acucaba como los autores del sangriento drama de Tiltil, acaso él pre-entia tambien el fin que le reservaba el porvenir. El primer trabajo sobre Rodríguez que se publicó en Chile, fué el que escribió en 1844 Cristóbal Valdes para El Crepúsculo. Esta biografía, fundada principalmente en las informaciones orales que su autor pudo recojer de actores o testigos de los sucesos de nuestra independencia, contiene algunas noticias de provecho para el historiador. Pero don Guillermo Multa fué el que realmente viuo a darnos a conocer con todos sus pormenores la traviesa y aventurera vida de nuestro héroe. Para la composicion de su trabajo, publicado en la Galería Nacional (Santiago, 1854), pudo el ¡-eftor Matta disponer de numerosos documentos, loa cuales dieron a su estudio el mérito de la orijinali dad, aparte de su valor literario La afortunada y laboriosa investigación del señor Barros Arana, espuesta en sus notables obras bisfonográficas, lacrlticajuiciosayele rada de Amunátegui en su Reconquista de Chile y en la Dictadura de O'Uiggins, unidas a las producciones de la jeuial fantasía de Vicuña, han fijado sobre bases inamovibles la figura delmas popular de los fundadores de nuestra independencia.» Antes que la iniciativa de sus conciudadanos intentase enaltecer la memoria del héroe y de*conmemorar su nombre, un entusiasta y progresista empresario norte-americano, dotado de espíritu abierto a todas las nobles espansiones del sentimiento y de la justicia, don Enrique Meiggs, constructor del ferrocarril de Santiago a Valparaíso, erijió una columna o monolito propiciatorio a la gloriosa recordación del ilustre guerrillero, en el mismo sitio de su inmolación. El 26 de Mayo de 1863, aniversario luctuoso de su sacrilicio, se elevó este primer monumento conmemorativo en su recuerdo, en medio de ana festividad cívica que ilustraron con su elocuencia el inspirado poeta Guillermo Matta y el popular historiador don Benjamín Vicuña Mackenna. La plaucba que recuerda al héroe, con sus proezas y su martirio, fué costeada por el industrial chileno don Francisco Javier Ovalle y Errázuriz y la inscripción del monumento, escrita por don Guillermo Matta, en la siguiente estrofa:
¡Jnmás el héroe muere/ La mano que lo hiere En pajina inmortal su nombre escribe Y el héroe-mártir con su gloria vive.
G. Matta
' 28 da Mayo d. 186!
Durante muchos años ese piadoso y humilde monumento, que se creia la tumba agreste y solitaria del glorioso guerrillero, fué el sitio de per^grin icion del pueblo, que acudia presuroso y conmovido a tributarle sus lágrimas y el santo amor a su memoria. La Sociedad Escuela Republicana organizó peregrinaciones anuales a su monumento y las corporaciones obreras de Santiago, Valparaíso, Concepción y otras provincias de la República, se presentaban ante el ara de ese altardel patriotismo a ofrendar su gratitud y su recuerdo a la memoria del héroe, inspirándose en su ejemplo de abnegación para fortalecer sus convicciones en los principios democráticos. Vicuña Mackenna ha escrito estas memorables palabras en su libro de Valparaíso a Santiago: «El nombre de Tiltil está vinculado, mas que a su antigua tiqueza, a la dolososa memoria de un hecho de nuestras contiendas civiles, a un crimen que lo hará vivir en los anales futuros de la patria chilena con eterno llanto. Fué allí donde el 26 de Mayo de 1818, dos meses escasos después de la victoria de Maipo, tenebrosos decretos cobardemente asesinaron al ilustre chileno don Manuel Rodríguez, a los 32 años de su gloriosa vida. La muerte de Manuel Rodríguez ha dejado de ser un misterio para ser el baldón de un club político, baldón impersonal e irresponsable, es cierto, ante la leí escrita, pero que la historia ha recojido ya en sus pajinas de fuego y de castigo» Solo en 1895, el pueblo de Santiago, vino a cumplir en su deber de solidaridad con el héroe, sepultando sus cenizas. Merced a la iniciativa del entusiasta y malogrado cronista nacional don Justo Abel Rosales, descubridor del proceso del asesinato del popular guerrillero, se organizó el '¿6 de Mhjto de 1894 el «Comité Patriótico Manuel Rodríguez», y fueron trasladados sus huesos al Cementerio Jeneral de Santiago. La iniciativa popular realizó, por primera vez en nuestro pais, la glorificacion y la justiciera obra de reparacion histórica del héroe de la epopeya emancipadora. Se constituyó en la capital el comité patriótico, secundado por decididos ciudadanos de todas las esferas sociales y públicas, para conmemorar las proezas iumortales del guerrillero de nuestra independencia. Su tumba agreste y solitaria, que ha sido el altar de peregrinacion periódica de las sociedades obreras durante un cuarto de siglo, recibió el piadoso homenaje popular de la exhumacion de sus cenizas para trnsportarlas al campo santo del reposo perdurable. Sus restos, que habían permanecido proscritos de la tumba de los servidores nacionales, en un oscuro y apartado templo de aldea, en el presbiterio de la capilla de Tiltil, envueltos en los .jirones de su traje de guerrero fueron depositados en una urna obsequiada por la gratitud cívica y obtuvieron por sudario la bandera que él tremoló vencedora en los pueblos que recorriera in trépido y triunfador, despertándolos a la esperanza de la redencion. La jeneracion que libre disfruta de los beneficios de la soberanía, recojió las reliquias del héroe legendario para conducirlas al recinto tranquilo de la paz eterna, para que descansen de los azares del abandono y del olvido en que habían vagado por las soledades del
destierro. La patria, por él conquistada con su jenio y su heroismo, le devolvió el sitio de reposo que le correspondía en la ciudad del sueno perdurable. Todas las leyes dictadas por el Congreso para repatriar las cenizas de los servidores de la independencia, o para erijirles estatuas conmemorativas, han sido obtenidas por los representantes del pueblo o por Ministros de Estado. La festividad cívica con que se pagó el tributo del reconocimiento popular a Manuel Rodríguez, fué obra esclusiva de la iniciativa de las clases trabajadoras y.de la juventud de nuestra democracia. Fué el voto del pueblo el que se cumplió en retribucion de los impagables actos de abnegacion del héroe de nuestras guerrillas heroicas en la éra de la independencia. Tan justo homenaje de patiiotismo enaltece los sentimientos de cultura de nuestras clases obreras No satisfecho el pueblo con procurar honrosa tumba a su caudillo lejendario, que no tuvo otro traje de guerrillero que el atavío nativo del proletario de nuestros campo* y montañas, le preparó una apoteósis de gloria que ha sido la primera etapa de su futura encarnacion en el bronce de un monumento. cEl Comité Patriótico Manuel Rodríguez», auxiliado por un Colejio o Jurado de Abogados, testificó la identidad del cadáver del héroe y se hizo autorizar por el Gobierno en Enero de 1895 para ejecutar sus trabaos. Médicos y pe'itos reconocieron los reatos y declararon su autenticidad, reconociéndose hasta los despojosde las gloriosas reliquias, conforme a los detalles que los historiadores han dejado comprobados en sus libros, entre los cualea Vicuña Mackenna determina el uniforme que el ilustre soldado llevaba el (lia de su victimación: i Vestía, dice, esa tarde el húsar de ti muerte, una chaqueta de paño rerde galoneada con trensillas negras, pantalón y gorra militar y su poncho de viaje que le servia de abrigo». Cumpliendo todas lasfór muías legales y de información seria y respetable, se efectuó la traslación de las gloriosas y venerandas ceuizas el 25 de Mayo de 1895, en un tren especial, en medio de una muchedumbre inmensa, después de 76 años de ostracismo. He aquí la crónica de este memorable funeral cívico, narrada por el e-critor que inició tan patriótico homenaje, don Justo Abel Rosales: «Se encuentran sus restos por el Comité Popular «Manuel Rodríguez», 10 de Junio de 1894. Un jurado de 14 abogados declara aprobada la identidad de los restos de Rodríguez en el espediente formado desde Junio, 21 de Agosto de 1894. El pueblo de Santiago promueve la apoteosis de Rodríguez, Abril de 1895. El Senado concede honores oficiales a la memoria del héroe, Mayo de 1895. El Gobierno 3e asocia al pueblo, Mayo de 1895 Entran tríunfalmeute a Santiago loa restos del glorioso guerrillero, en medio de las aclamaciones del pueblo agradecido, 25 de Mayo de 1896. El pueblo de Santiago, unido a sus hermanos de provincias, cumple hoi una deuda de gratitud para con el caudillo que en un dia de gran desastre para la patria, se levantó jigante y proclamó la guerra a todo trance. Fué, como ha dicho Vicuña Mackenna, el hábil timonel que euderezó el rumbo de la nave desmantelada y casi náufraga y la llevó a puerto de salva
ción. Manuel Rodríguez es uno de los astros mas brillantes en el puro cielo de Chile independiente. Por eso su memoria es aclamada, por . eso sus restos llegan entre músicaB y flores, y por eso los chilenos forman hoi la gran parada de honor cual nunca se ha visto en la capital de la República.—Santiago, 25 de Mayo de 1895.—J. Abel Rosales.» A las 7 de la noche del dia 25 de Mayo penetró en la Estación de la AlMineda el tren que condujo desde Tiltil las cenizas del héroe, arrastrando mas de veinte carros llenos de ciudadauos que vivaban al héroe en medio de los acordes del himno nacional que ejecutaban las bandas militares. Trasportadas las cenizas en una pequeña urna cineraria, fueron depositadas en un hermoso catafalco eu la entrada de la Alameda de las Delicias, al frente de la E>tacion de los Ferrocarriles, debajo de un arco de triunfo que representaba las campañas de la independencia y las proezas del ilustre guerrillero. Allí permanecieron los restos toda la noche, velados por una guardia de honor compuesta de jóvenes patriotas y entusiastas que se turuaban de hora en hora. Al dia siguiente, 26 de Mayo de 1895, luctuoso aniversario de su inmolación, se trasportarou al Cementerio Jeneral escoltados por un pueblo numeroso y entusiasta que aclatuaba su glorioso nombre, emblema de heroísmo, de libertad y de democracia. Dias mas tarde, el Comité publicó un libro otícial relatando los funerales y reuniendo en sus pajinas todos los documentos del proceso del hallazgo de las cenizas del esclarecido mártir y proscrito. Su nombre es emblema del civismo popular. Su hoja de servicios no se encuentra en los archivos militares. No se ha tenido el noble pensamiento de formarla para que sea un estímulo y una lección para los soldados. A nosotros nos ha cabido la honra de formarla, completa, en El Álbum Militar de Chile, que venimos publicando para glorificar a los soldados de la República desde la independencia. El ilustre poeta don Guillermo Matta, siendo Senador de la R» pública, presentó al Congreso un proyecto de lei para t-rijir un monumento a la memoria del egrejio guerrillero, en 1898. La patria, que ha sido su única heredera, ha debido grabarla como ejemplo perdurable en el libro eterno de la justicia histórica, ya que la codicia y el interés de legataria no le han inspirado su inscripción para obtener, por sus hazañas y sacrificios, el montepío de la posteridad.
RODRÍGUEZ (cáelos).—Majistrado y escritor. Nacido en Santiago, a fines del siglo XVIII, provenia del funcionario español de hacienda de la colonia don Carlos Rodríguez y de la señora peruana doña María Loreto Ordoiza y Aguirre. Se educó en el Real Colejio Caroliuo y se recibió de abogado en la antigua Universidad de San Felipe. Tomó participación noble y patriótica en la revolución de la independencia. Fué Ministro del Director Supremo don Bernardo O'Higgins en 1818. Proscrito ai Perú en 1823, con motivo de la caida de O'Higgins del poder, en Lima, publicó, en 1833, en un Alcance al Mercurio Peruano, una tremenda acusación contra O'Higgins, señalándolo como al autor responsable del asesinato del ilustre guerrillero Manuel Rodríguez,
su hermano y héroe de la guerra de emancipación. Don Diego Barros Arana relata de este modo la historia de esta acusación: «O'Higgins acusó judicialmente el escrito de Rodríguez, provocando un ruidoso juicio de imprenta en que su adversario fuéc ndenadocomo calumniador. Tuvo O'Higgins por defensor a un abogado peruano, el doctor don Juan Ascencio, con cuyo nombre se publicó un volumen de cerca de 200 pajinas con el título de Acutación pronunciada ante el Tribunal de Jurados de Lima contra el Alcance al Mercurio Peruano. Este volumen, escrito en realidad por el célebre literato español don José Joaquin de Mora, es una prolija defensa del jeneral O'Higgins contra todas las acusaciones que en esa y en otras ocasiones sele habian hecuo>. En 1854 publicó en El Araucano, periódico oficial de Chile, don Manuel José Gandarillas una serie de artículos confirmando las acusaciones formuladas contra O'Higgins. La verdad es que no ha habido suficiente franqueza para decir la verdad. Los historiadores han vacilado al penetrar el secreto del crimen perpetrado en la persona de Manuel Rodríguez. Del espediente orijinal que se conserva en el archivo de la Capitanía Jeneral, en la Biblioteca Nacional, se desprende que los principales instigadores del oficial español, Antonio Navarro, que asesinó a Rodríguez, fueron don Bernardo Monteagudo y el teniente coronel arjentino don Rudeciudo Alvarado. A su regreso al pais, fué Ministro del Presidente don Francisco A. l'into, en 1828. Mas tarde se le nombró Ministro de la Corte Suprema de Justicia.
RODRÍGUEZ (zorobabel).— Abogado, diarista y servidor público. Nació en Quillota el 4 de Octubre de 1839. Fueron sus padres don José Martin Rodríguez y Osorio y la señora Francisca Benavidee y Carrera. Hizo sus primeros estudios de humanidades en el Colejio de los Sagrados Corazones en Valparaíso. Trasladado a Santiago mas tarde, se incorporó en el Colejio de San Luis, dirijido por el ilustre presbítero y después prelado de la iglesia chilena, doctor don José Manuel Orrego. Cursó leyes en la sección universitaria del Instituto Nacional, recibiéndose de licenciado en derecho el 8 de Junio de 1864. Su memoria de prueba versó sobre un tema de derecho civil, con el título de La Condición Jurídica de la Mujer Pagana y de la Mujer Cristiana. Este valioso estudio de jurisprudencia histórica, se insertó en los Anale» de la Universidad en 1865. Obtuvo su título de abogado el 1.° deOctuhre de 1884. Desde mui joven se dedicó al periodismo y al profesorado, siendo catedi ático de gramática y literatura en varios colejíos particulares. Hizo su estreno en la polémica relijiosa-política en El Bien Público, periódico que salió a luz en 1863, eu cuyos folletines publicó la mayor parte de la novela orijinal de costumbres chilenas titulada La Cueva del Loco Eustaquio, la cual fué impresa por separado en 1864, mereciendo los honores de s-jr traducida al italiano por Filipo Pezzi. Esta obra es una feliz y hermosa imitación de la obra inmortal de Cervantes. Los estudios de este jénero son mui apreciados en Espana, donde Pereda ha alcanzado celebridad universal con sus nove
las montañesas. En Mayo del año 1864 se fundó en Santiago El Independiente para servir de órgano al partido conservador, y en la redacción de dicho diario, mientras estuvo a su frente hasta 1884, hizo esfuerzos constantes para destruir los recelos que existían en su partido contra ciertas reformas político-sociales, en sus estudios Lo que queda por hacer, exijidas por la opinión, así también como para impedir el desarrollo del racionalismo y del socialismo. Su tema era en esos artículos la Conserva don por el Progreso y sus armas la constancia en el trabajo y el valor en sus convicciones. Durante un período de 20 años formó parte de la Cámara, como diputa do por los departamentos de Linares, Chillan, Rancagua y Santiago, desde el Congreso Constituyente de 1870. En 1872 y 73 fué eíejido dos veces representante del departamento de Chillan y en 1874-7984-88 por Linares, sosteniendo con vigor en la Cámara sus principios políticos y relijiosos, muí especialmente en los debates sobre la libertad de enseñanza y la supresión del estado docente, promovidos por el ilustre presbítero don Joaquín Larrain Gandarillas, mas tarde jefe de la arquidiócesis. En El Independiente acompañó a don Mnnuel José Irarrázaval en la campaña sobre la reforma del Código Penal, que tan vivamente llegó a preocupar a la opinión pública, y que dividió hasta al Partido Conservador. Con este motivo, publicó una serie de notables artículos biográficos titulados Perfiles y Reminiscencias, sobre don Manuel José Irarrázaval, que era su amigo, jefe de su partido y su protector, a cuyo nombre dio a la publicidad su obra en varios volúmenes, titulada Miscelánea Política, Literaria y Relijiosa. En 1872 publicó un estudio relijioso, económico y político titulado Frncisco Bilbao, su vida y sus doctrinas, libro que dió orí jen a una ruidosa polémica, en que tomaron parte don Eduardo de la Barra, don Rómulo Mandiola, don Emilio Corvalan y don Augusto ürrego Luco. Don Zorobabel Rodríguez era un escritor doctrinario, apasionado e irónico, como periodista, discípulo del diarista católico frances Luis Venillot; pero como literato y en especial en su rol de crítico, era un publicista culto, erudito y de un estilo ameno. Domingo Arteaga Alamparte le llamaba un v<r dadero diarista de polémica, censurándole el espíritu de burla y deinvectiva que dominaba en sus escri tos de prensa. Sin duda alguna, era un escritor de raza por índole espansiva y tendencia estudiosa, de temperamento antiguo por la firmeza de su carácter y de sus ideas. Yo me he deleitado leyendo muchos de sus escritos literarios y de bibliografía, en los que he encontrado riqueza y novedad de ideas y una forma de pensamiento que atrae el espíritu y despierta el gusto por la literatura. De criterio independiente, sus escritos brillan por la orijinalidad y la elevacion de conceptos eñ todas las materias que dilucida. Sulaboriosidadintelectualfuéejemplar en su tiempo y puede ser citada como modelo en nuestra historia literaria. Colaboró durante largos años en la Estrella de Ch.il", publicando diversos estudios de ciítica literaria, sobre poetas populares chilenos y la poesía quechua en el Perú, algunos de los cuales.-e han reproducido ea los Prosista» Ame
ricanos y en la América Literaria. Una de sus obras mas considerables, es el Diccionario de Chilenismos, de filolojíH nacional, que suscitó vivas polémicas en la prensa, siendo de notar las rectificaciones publicadas por don Fernando Paulsen. En 1885 al fundarse el diario La Union en Valparaiso, tomó su redaccion principal, que sostuvo hasta 1889. En 1884 obtuvo por oposicion la cátedra de Economía Política de la Universidad. En 1886 fué nombrado secretario de la Academia chilena correspondiente de la Real Academia Española en Chile. En 1887 fundó en Valparaiso la Revista Económica, que ha sido unade las mas importantes del pais. Durante ese tiempo colaboró en la Revista de Artes y Letras de Santiago, en la que insertó una serie de artículos sobre Los Problemas Contemporáneos de don Antonio Cánovas del Castillo. En diversas épocas tradujo del frances algunas novelas de literatos de reputacion universal para los folletines de El Independiente, entre las que podemos citar la Historia de la Sibila, por Octavio Fenillet. En 1891 tomó parte como diputado en la Revolucion del Congreso contra el presidente consútucional señor Balmaceda. Miembro de la Junta Ejecuti va del Partido Conservador, suscribió el acta de deposicion de aquel majistrado, siendo reducido a prision y desterrado al Perú. A su regreso, a fines de ese año, fué nombrado Superintendente de Aduanas. En 1893 publicó una obra titulada Estudios Económicos, sobre cambio internacional, balanza del comercio y el problema de supresion del papel-moneda y restablecimiento del réjimen metálico. Su principio económico f undamental sostenido durante toda su vida de escritor publico era el libre cambio. Eu 1894 dio a la publicidad una nueva obra del mismo jénero como resumen de sus doctrinas libre cambistas, con el título de Tratado de Economía Política destinado a la enseñanza del ramo, tanto en Chile como en las demás repúblicas de América espafiola. El Consejo de Instrucción Pública, a indicación de la Facultad de Leyes, le acordó un premio anual de 700 pesos por esta obra, que ha sido la recompensa mayor acordada por la Universidad a un libro de autor chileno. Mereció asimismo honrosos elojios del Fiscal de Hacienda don Ambrosio Montt y de El Diario de los economistas de Paris. El Gobierno de don J<>rje Montt le propuso en 1896 los puestos de Ministro de Hucienda y de Enviado Estraordinario y Ministro Plenipotenciario en el Ecuador y Centro América. Pertenecía a la Facultad de Humanidades y de Leyes de la Universidad y a la Real Academia Española. Preparaba una nueva edición aumentada del Diccionario de Chilenismos. Nombrado Superintendente de Aduanas, se alejó por completo del periodismo, consagrándose esclosivameute a las labores de su puesto, en cuyas funciones tuvo oportunidad de espedir con frecuencia informes sobre materias económicas, que han servido de ba6e a leyes y disposiciones administrativas. Falleció en Valparaíso el 29 de setiembre de 1901. Su pérdida fué sumamente sentida por la prensa de todos los colores políticos. Personalidad I iteraria acentuada, era una de las figuras intelectuales mas notables e ilustradas de Chile.
RODRÍGUEZ (lkoncio).—Abogado y magistrado. Nació en Constitución el 5 de Abril de 1849. Fueron sus padres el respetable caballero don Diego Rodríguez, que gozó de jeneral prestijio en las provincias del Maule y de Talca en su época por su elevado carácter y por sus nobles virtudes, y la señora Manuela Rodríguez. Hizo sus estudios de humanidades en el Liceo de Concepción y los completó en los cursos superiores del Instituto Nacional. Estudió leyes en la Universidad y se recibió de abogado el 7 de Enero de 1871. So memoria de prueba para optar al título de licenciado en derecho y ciencias políticas, fué un juicio crítico sobre la defectuosa Lei de Implicancias y Recusaciones de los Jueces, dictada el 2 de Febrero de 1837 Se inició en la vida de servidor público en 1871, siendo nombrado gobernador del departamento de Constitución. Desempeñó las funciones de este cargo adminis trativo hasta principios de 1872. Electo rejidor, fué designado primer alcalde de la Municipalidad de aquella ciudad marítima. En 1873 fué elejido diputado al Congreso por aquel departamento y en su labor lejislativa se distinguió por su levantado espíritu de iniciativa y de trabajo. Presentó un proyecto de lei para mejorar el estado de la bahía de Constitución y evitar los peligros de la barra del Maule, obteniendo su aprobación y que se dictase como lei de la República. Sus discursos parlamentarios, que se consignan con el citado proyecto en el Boletín de Sesiones del Congreso, se hacen notar por la claridad de su criterio, la sobriedad de sus ideas y la elevada concepción de sus deberes públicos. Antes de terminar su período constitucional, fué nombrado juez de letras de Arauco, e! 20 de Octubre de 1875, provincia que se acababa de crear. Un año mas tarde, el 24 de Agosto de 1876, se le nombró juez de letras de Constitucion. La difícil y austera carrera judicial fué para él como la lejislativa, de recto, patriótico y constante trabajo y de severa y ejemplar probidad. En mérito de sus servicios judiciales, se le promovió el 23 de Marzo de 1886, al juzgado del crímen de Valparaiso, uno de los mas laboriosos del pais. Desde que se dedicó a la majistratura, ha dado, da y dará pruebas de que la justicia es una; de que la igualdad es su base sustancial, y de que las leyes deben aplicarse con un mismo cartabon y con un inflexible e idéntico rigor al pobre y al rico, al débil y al poderoso. Poco despues de huberse recibido del juzgado de Valparaiso, decretó la prision del respetable vecino de aquel puerto don Pedro M. Riesco, a causa de la muerte del súbdito ingles Mr. Lawrance, actitud judicial que dió lugar a un ruidoso suceso público y de tribunales. Existe un folleto que justifica la altiva conducta del juez. Mas tarde, con motivo del proceso de la quiebra del comerciante don Juan B. García, encarceló a un ex juez de letras, a varios abogados y a un fiscal en ejercicio de sus funciones. En el juicio de la quiebra de la casa de Kendall, redujo a prision a los cuatro socios que la componian y condenó a dos de ellos. Enjuició y condenó a varias personas llamadas decentes en el procoso de la defraudacion cometida en la Tesorería Municipal de Valparaiso. No ha sido ménos enérjica y ejemplar su conducta [graphic]
de majistrado en los procesos de las defraudaciones cometidas en los Arsenales de Marina y del asesinato del cónsul del Ecuador don Alberto Arias Sánchez, quedando, muchas veces, solo en sus votos de severa e inexorable justicia. En 1887 obtuvo la restitucion de la suma de mas de treinta mil pesos sustraidos de la caja de la Tesorería Fiscal de Valparaiso. En la instruccion del proceso por incendio del restaurant de don Luis Guarini, desplegó dotes estraordiiiarias de investigacion y apartándose del método ordiuario o rutinario de declaraciones, descubrió el delito en todos sus detalles, y condenó a diez años de presidio al comerciante culpable. Éste fallo, que se cita íntegro en la Gaceta de los Tribunales de 1889 (tomo II, páj. 335), fué aplaudido unáuimemente por la prensa de Santiago, Valparaíso y Concepcion. El diario La Union de Valparaiso, de 1892, se refiere a este fallo y lo elojia como un modelo de integridad judicial en el pais. Su historia judicial es una de las mas hermosas e interesantes de los tribunales y de la judicatura chilena. Si todos los jueces fuesen tan íntegros y enérjicos como el señor Rodríguez en el cumplimiento de su mision moralizadora, se estirparia fácilmente la criminalidad y se obtendría un progreso social notable. Por su integridad ha gozado del prestijio de todos los gobiernos de la República. Ascendiendo en la escala de los puestos judiciales de alta respetabilidad jurídica y social, fué nombrado Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago el 25 de Febrero de 1889. Creada la Corte de Apelaciones de Valparaiso, se le nombró Ministro del nuevo tribunal el 26 de Marzo de 1892. Su historia de uiajistrado está escrita eu sus obras jurídicas y eu sus memorias y notas especules que ha emitido en causas notables y de trascendencia. La prensa de Santiago y Valparaíso je ha ocupado con detenimiento de sus juicios eu jurisprudencia, ¿ojiando su sólida ilustración y la seguridad de su criterio, a la vea que la elevada y conceptuosa forma de sus escritos legales. En ia Gaceta de los Tribunales se conservan como timbres de honor sus fallos judiciales, aprobados por los tribunales superiores de justicia, de su periodo de juez del crimen de Valparaíso, deade 1886 a 1888. Se hau publicado en un importante volumen, sus memorias pasadas a las Cortes de Santiago y Valparaíso sobre visitas quinquenales al territorio de Magallanes. Uua de sus notas ilustrativas como Ministro de la Corte de Apelaciones, es la que se refiere a una valiosa cuestión de comercio marítimo, que le ha merecido los mas justos y hourosos elojios de la prensa, de los abogados mas notables del país y del alto comercio de Valparaíso. Ha publicado una notable obra, en 1899, sobre Código Civil, lecciones dadas a sus alumnos del ramo en la clase universitaria del Liceo de Valparaíso. Trata del comentario, la concordancia y la aplicación del Código Civil. Empleaudo un método nuevo, presenta cada título en forma de cuestionario con la respuesta y el artículo del código que da oríjeu o del cual se deduce la respuesta. En seguida viene el comentario y la concordancia de cada artículo y por último la, aplicación e intelijencia que le han dado los
tribunales superiores de justicia. Ha reunido lo m..s sustancial e inipoitaute de los estudios que ha hecho de los dos primeros libros del Código Civil, daudo forma a un trabajo útil para los estudiantes de Derecho. El señor Rodríguez es uno de los majistrados judiciales y jurisconsultos mas ilustrados y estudiosos del pais. Dotado de grandes y esteusos conocimientos juiídicos y de un espíritu recto y superior, se inspira en la lei para sus fallos y en la ciencia del derecho para sus opiniones y escritos de majistrado y publicista.
RODRÍGUEZ (cáelos AlberTo).—foeta y dramaturgo. Nació en Valparaíso en 1857. Hizo sus primeros estudios de humanidades en el Colejio Mercantil y en el Liceo de aquel puerto, y en la Universidad de Santiago los tres cursos elementales de leyes. Viajó por Europa desde 1877 hasta 1879 Muí joven cultivó la poesía y colaboró en vanas publicaciones. Sus poesías mas aplaudidas son las que ha titulado Florea del Campo. Es autor de muí notables piezas teatrales, entre las que sobresalen los dramas titulados Las Camelias Blancus, estrenado en el Teatro Nacional de Valparaíso el 8 de Febrero de 1883, por la compañía española dinjida por Jerman Mackay; Justicia; Espuma del Mar; Mártir de su Honra y Abnegación; la comedia El Lobo en el Redil y la zarzuela Artes y Artistas, esta última puesta eu escena en el Santa Lucia (1886). Eu 1877 fué comisionado por la Inteudencia de Valparaíso para pronunciar el discurso oüciai en la inauguración de la estatua de Cristóbal Colon. En 1881 editó en Val p&ruiso El Fíy aro y en su folletin dio a luz una novela titulada Histórico que mereció jeneral aceptacion. Ha colaborado en La Libertad Electoral (1888-89) con una serie de romances de costumbres nacionales, suscritos con el psendónimo de César Rute Galdos. En 1888 fué nombrado administrador del Teatro de la Victoria de Valparaiso. En Enero de 1889 presidió las fiestas cívicas que se ofrecieron en Valparaiso a los marinos de la Arjentina. Por la Imprenta del Mercurio de Valparaiso, ha publicado una coleccion de novelas realistas porteñas, que se singularizan por la elegancia y riqueza del estilo y el fondo de filosofía social que revelan en sus narraciones ejemplarizadoras. Es un poeta y dramaturgo de iujenio y de cultura.
< RODRÍGUEZ (lupebcio).— Doctor en medicina y servidor público. Nació en Talca en 1844. Hizo sus estudios de humanidades en el Liceo de su ciudad natal y en el Instituto Nacional. Cursó los ramos superiores de su carrera científica en la Universidad y en la antigua Escuela de Medicma Se tituló doctor en medicma y cirujía en 1875. Su Memoria de prueba paraobtener el diploma de licenciado en medicina tuvo por tema La Dieta Láctea. Radicado en Copiapó, en 1876, fué médico de ciudad y del Hospital de San Juan de Dios de la capital de Atacama. En el período de la Guerra del Pacífico (1879-1881), fué médico jefe del hospital de sangre que se estableció en aquella ciudad para atender a los heridos de la campaña del litoral de Autofag .sta y Tarapacá. A él le cupo el honor de asis
tir a todos los soldados heridos del glorioso e histórico rejimiento Atacama, desde el combate de Calama hasta las batallas de Chorrillos y Mira flores. Fué mui eslimado en Copiapó por su franco espíritu de sociabilidad. Mas tarde, se estableció en el puerto de Taltal y despues, en el de Antofagasta, donde falleció el 10 de Febrero de 1899. El importante diario El Industrial, de Antofagasta, le consagró sentidos y honrosos artículos necrolójicos. Era un doctor en medicina hábil, esperimentado y humanitario.
RODRIGUEZ (agustin).—Abogado y majistrado. Nació en Constitucion el 15 de Diciembre de 1848 Fueron sus padres don Agustín Rodríguez y la señora Rosario Azócar. Hizo sus estudios de humanidades en el Liceo de Concepcion y cursó leyes en la seccion universitaria del mismo establecimiento de educacion. Obtuvo su diploma de abogado el 10 de Junio de 1873. Su memoria de prueba para optar al título de licenciado en leyes versó sobre La Prescripcion Estraordinaria contra un título escrito. Desde 1868 ejerce las funciones de servidor público. Cuando todavía cursaba leyes, fué nombi ado inspector y profesor de jeografía descriptiva del Liceo de Concepcion. A mediados de 1873 y lecien recibido de abogado, se le nombró procurador y secretario de la Municipalidad de Constitucion, cargos ambos que desempeñó hasta 1878. En el curso de este tiempo y hasta 1880, ejerció su profet-ion forense en aquella ciudad marítima. En 1876 fué electo diputado por el departamento de Constitucion y reelejido en 1879.