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Diccionario biográfico de Chile/Ro

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Diccionario biográfico de Chile (1901)
de Pedro Pablo Figueroa
Cuarta edición ilustrada con retratos
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ROA (JOSÉ ANTONIO).—— Militar de la independencia. Nació en Paillihue, en la vecindad de los Ánjeles, provincia actual del Bio-Bio, en 1801. Sus padres, honrados agricultores de la Araucanía, entregados al cultivo de las tierras de sus campos y a la crianza de la ganadería, lo formaron en el trabajo y en esa escuela del hogar antiguo que era el modelo de los caractéres nobles y levantados que han constituido la fuerza moral y social de nuestra raza. Sus padres eran patriotas y ayudaban, en la medida de sus esfuerzos, a la causa de la libertad. Por esta hermosa iniciativa en favor de la independenda, sus campos de cultivo fueron talados, en 1817, por una partida de soldados realistas. Esta depredación de la propiedad de sus padres, inspiró al joven Roa, que tenia a la sazón 16 años, la idea de unirse al movimiento emancipador y cooperar a la soberanía de su patria. El 1.° de Enero de 1817 se trasladó a pié, desde el lejano pueblo de Paillihue a la ciudad de Concepción, haciendo un tránsito de mas de 30 leguas para ofrecer sus servicios como voluntario a los patriotas. E1 1.° de Marzo de ese año sentó plaza de soldado raso en el ejército acantonado en la capital del sur, en el batallón 3.° de línea, cuyo cuartel estaba situado en la plaza de la Independencia, en el local que al presente ocupa el Portal de don Federico Benavente. El jardin de la plaza Independencía era el sitio donde los soldados patriotas hacian su descanso de ejercicios doctrinales de aquella época. Su primera campaña o su bautismo de fuego, fué en la Alameda de Concepción, el 5 de Mayo de 1817, donde se batió contra los realistas bajo las órdenes del entonces coronel y mas tarde jeneral don Juan Gregorio de las Heras. Dias después asistió a la toma del puente de Nacimiento, puerta de entrada a la Araucanía, a las órdenes del comandante don José María Cienfuegos. Aquel soldado niño se batió heroicamente al lado del bravo Freiré, en las márjenes del rio Carampangue, manejando el rudo fusil de chispa y en medio de aquellas selvas inespugnables y montañosas e inclementes. Ser soldado entonces era sentar plaza de mártir o de héroe, porque la naturaleza y los rigores del clima en aquellas latitudes eran los mas implacables enemigos que habia que vencer. Roa no rehuia los peligros ni le amedrentaban los obstáculos, pues se habia impuesto el sacrificio por deber para con la patria y por espíritu de justicia para con sus padres, porque anhelaba vengarlos de las depredaciones realistas. Se batió en seguida en el combate de Copañué y poco mas tarde, en el sitio y asalto de Talcahuano, en Diciembre de 1817. En calidad de cabo 2.°, combatió en la sorpresa de Cancha Rayada, el 17 de Marzo de 1818. en cuyo desastre, donde fué deshecho su batallón, se salvó en una patagua del monté. Concurrió a la gloriosa batalla de Maipo, el 5 de Abril de 1818, a las órdenes del jeneral San Martin, distinguiéndose por su valor. Después de esta acción de guerra, hizo la campaña de Concepción, a las órdenes del jeneral don Antonio González Balcarce, encontrándose en la acción del Bio-Bio, en el lugar denominado la Puntilla, donde realizó proezas verdaderamente araucanas por su valor. En 1820 emprendió la campaña de Valdivia y se encontró en la toma de la plaza de Corral. Fué uno de los bravos vencedores de la acción del rio Toro, al mando del comandante Benavente, que fué reñida y sangrienta, donde los españoles disputaron palmo a palmo el terreno a los patriotas. En esa acción de armas, se hicieron, de uno y otro bando, descargas cerradas a boca de jarro y los soldados quedaban de pié atravesados por las bayonetas de sus fusiles. Por la toma de la plaza de Valdivia, fué condecorado por el Supremo Gobierno con un escudo de honor. Como jefe de su compañía de vanguardia, el cabo Roa se tomó, uno por uno, los fortines que guarnecian el puerto de Corral. Con el grado de cabo 1.° tomó el cuartel de Corral al frente de un piquete. En 1823, marchó al Perú, en la segunda espedicion libertadora, siempre con el grado de cabo 1.° de su batallon, y de aquella empresa regresó para hacer la campaña de Chiloé, asistiendo a la batalla de Bellavista el 4 de Enero de 1826, a las órdenes del jeneral don José Santiago Aldunate. Ascendido al grado de subteniente de ejército en 1826, se le destinó a la campaña de ultra Bio-bio a las cordilleras de la Araucanía, y en 1832, con el grado de teniente, contra los Pincheiras, a las órdenes del jeneral don Manuel Búlnes Desde 1834 a 1835, concurrió a la campaña contra los indios, habiendo sido ascendido al grado de ayudante mayor en 1834. En esa campaña se encontró en los combates de Renaico y Collico, a las órdenes del coronel don José Antonio Vidaurre. En 1837, siendo ya capitan del bizarro y guerrillero batallon lijero Valdivia, se halló en el tiroteo de la sublevacion del rejimiento de línea Maipú, en el camino de Valparaiso a Quillota. Se encontró en la batalla del Baron el 6 de Junio de 1837, al mando del jeneral don Manuel Blanco Encalada, obteniendo una medalla de oro por su comportamiento y su lealtad a las leyes. En ese año hizo la campaña restauradora del Perú, a las órdenes del jeneral don Manuel Blanco Encalada, y en 1838, emprendió la tercera campaña de restauracion del Perú, con el jeneral don Manuel Búlnes. Se encontró en la toma de la ciudad de Lima, el 21 de Agosto de 1848, donde fué herido en una pierna; en la accion del Puente de Buin, el 6 de Enero de 1839, y en la batalla de Yungai, el 20 de Enero de aquel año. Se le concedieron dos medallas de honor por las acciones de guerra de esta compaña. En la batalla de Yungai se distinguió como capitan de cazadores en la toma del cerro Pan de Azúcar, decidiendo a la bayoneta la victoria. A su regreso al pais, en 1843, fué nombrado gobernador del departamento de Castro por el Presidente jeneral Búlnes. Fué nombrado, poco tiempo despues, comandante del batallon cívico mandado organizar en esa ciudad. Durante un período de diez años gobernó a aquel departamento y en 1853, fué trasladado con igual puesto al departamento de Arauco. En 1854 se le ascendió al grado de sarjento mayor. En 1855 se le nombró gobernador de Nacimiento. En 1858, fué nombrado intendente de la provincia de Arauco. La revolucion de 1859 lo obligó a trasladarse a Concepcion a prestar sus servicios a la causa del órden y de la constitucion. En ese año se le nombró comandante del batallon 4.° de línea acantonado en Chillan. Ascendido al grado de coronel, en premio de sus largos y honrosos servicios, en 1874, se retiró del ejército en ese mismo año. Llegó a ocupar un puesto distinguido en el ejército por su noble comportamiento y su reconocido valor y patriotismo. Como gobernante, organizó la administracion pública en los departamentos que rijió, siendo un modelo de majistrado. Falleció en Arauco, su tierra natal, el 3 de Octubre de 1876. Su nombre ilustre ha permanecido alvidado hasta el presente y este es el primer homenaje histórico que se consagra a su memoria. Su vida es una leyenda heroica, que enseña la abnegacion y el sacrificio por la patria. Al evocar la tradicion de sus hechos de armas y de su carrera, se rememoran las grandes escenas de la época de la Independencia que constituyen nuestra enseñanza gloriosa de civismo y de organizacion nacional.

ROBINET (CARLOS TORIBIO).—— Escritor y servidor público. Nació en Chacao, Imperio Chino, en 1853, bajo la bandera del consulado de Chile. Su señora madre, hija de nuestro pais, residia en aquel lejano imperio asiático con su distinguido hermano don Toribio Lambarri Ovalle, ajente consular de la República. A su llegada a Santiago, ingresó al Instituto Nacional, donde cursó humanidades haciendo estudios superiores que lo colocaron en aptitud de consagrarse con provecho a las letras y al comercio. Dotado de espíritu emprendedor y de intelijencia sobresaliente, se labró con ventajas brillante carrera social y en la política merced a su escojida educacion y a sus cualidades de carácter y de cultura. Joven, en 1869, se dedicó al cultivo de la literatura, colaborando en el periódico La Aurora, con artículos y poesías que ponian de relieve su talento y su ilustracion. Desde esa época se ha caracterizado en la prensa nacional como un literato de fino tacto y de esquisita galanura, de refinamiento de artista y de una sutileza de pensamiento que completa su intelectualidad. Es uno de los escritores mas selectos del pais, y aun cuando no ha llegado a producir obras de aliento y de conjunto, se ha distinguido en los artículos y poesías que ha insertado en los diarios y en las revistas. Su estilo es, por lo jeneral, de espiritual donaire, de delicada elegancia en la forma y en el pensamiento y de peculiar novedad en las ideas, a la vez que adornado con una esquisita cultura decorativa. Injenioso y pulcro, sus artículos se hacen notar en el esmero en la frase y en la orijinalidad de la concepcion. Sus poesías son, de igual modo, de una cultura singular, llamando la atencion por la novedad su composicion titulada Una Letra del Banco del Cielo. De sus artículos literarios mas bellos, nos es sumamente grato citar el que ha denominado La familia de don Andres Bello, pájina inspirada en el mas noble sentimiento de admiracion por una gloriosa estirpe de talentos brillantes. Diversos otros artículos ha escrito sobre nuestros literatos y no son ménos delicados los que ha trazado su pluma sobre los poetas José Antonio Soffia y Hermójenes de Irizarri y la escojida familia de injeniosos periodistas Jacinto y Nicolás Peña Vicuña. Podríamos señalar otros de sus artículos, tan amenos como los anteriores, pues debemos referirnos tambien a su labor política y a su propaganda impulsadora de la instruccion popular. Entusiasta por la educacion y su desenvolvimiento en la sociedad, ha sido un constante y laborioso director de la Sociedad de Instruccion Primaria y de la Liga de Estudiantes Pobres de Santiago. Como secretario de la Sociedad de Instruccion Primaria, ha propendido al mejoramiento de las escuelas que esta institucion sostiene. En este rol de su carrera pública, puede ser citado como uno de los mas activos y desinteresados fomentadores de la instruccion primaria en el pais. Habiendo efectuado un viaje a Lima, donde residió un corto tiempo, formó parte de la redaccion del diario El Heraldo, que era escrito por periodistas chilenos residentes en el Perú. A su regreso, sirvió, en 1872, como corresponsal de ese diario desde Santiago. Desde 1868 forma parte de la Sociedad de Instruccion Primaria y ha sido fundador de la Liga de Estudiantes Pobres. En 1872 ocupó un puesto en la administracion del Banco de la Alianza, en Santiago. En 1879 cooperó a la organizacion de la Sociedad Protectora para socorrer a los huérfanos y a las viudas de la guerra del Pacífico. Durante el curso de la campaña, fué tesorero de la Comision de Donativos patrióticos para la guerra. Miembro del partido radical, ha formado parte del Directorio Jeneral y desempeñado el cargo de secretario de la Junta Central. En representacion de ese partido, ha formado parte de la Cámara de Diputados, elejido por las asambleas de Putaendo en 1884, Vallenar, en 1888, Copiapó y Tarapacá en diversos períodos lejislativos y constitucionales. En el Congreso ha propendido siempre al fomento de la instruccion pública y ha formado parte de las comisiones de la Cámara para atender los diversos ramos de la administracion. Ha sido siempre miembro de la Comision de Educacion y Beneficencia. Su iniciativa y su poderoso influjo le han dado ascendiente en todas las cuestiones que rozan con los servicios públicos. Constante servidor de todo el mundo, su prestijio le sirve de eficaz ayuda para la juventud y para las personas que necesitan apoyo y justicia. Consejero de la Escuela Profesional de Niñas de Santiago, ha procurado que ese plantel de enseñanza práctica sea el mejor dotado de elementos de progreso del pais. Su actividad e iniciativa le han permitido consagrarse con noble esfuerzo a los servicios públicos y a las letras. Ha colaborado en los diarios La Patria, de Lima, y La Libertad, El Heraldo, El Ferrocarril, Los Tiempos, La Epoca, Los Lunes, La Libertad Electoral, La Tribuna y La Lei, de Santiago, y en las revistas El Sud-América, la Revista Chilena, la Revista de Santiago, La Flecha y otras publicaciones, siempre con delicado injenio. Amigo de la mayor intimidad del eminente periodista Justo Arteaga Alemparte, ayudó con levantado afecto al ilustre diarista en los dias tormentosos, prodigándole consuelo en la grave enfermedad que lo llevó al sepulcro. Su oracion fúnebre en la tumba del gran escritor, es una pieza literaria y de oratoria verdaderamente notable. El señor Robinet, en el mundo de los negocios, es ajente de diversas compañías de seguros nacionales y estranjeras. Asociado su nombre a la historia patria, como escritor y servidor público, ha conquistado, con honra y gloria, prestijio nacional.

ROBLES (MANUEL).—— Compositor musical. Nació en San Francisco del Monte, en el valle de Santiago que conduce a Melipilla, en 1790. Su padre era músico y maestro de baile. Se formó artista musical recibiendo las lecciones de su padre. Dedicado al delicado instrumento del violin, se hizo notar desde jóven como un hábil e inspirado músico. El maestro don José Zapiola, que le dedicó un hermoso capítulo en su libro Recuerdos de treinta años, relata en sus crónicas de aquel tiempo, que lo conoció en 1819, en una corrida de toros que tuvo lugar en San Francisco del Monte, donde el jóven violinista se distinguió como un valiente y hábil lidiador. Su talento natural se desarrolló en ese ambiente popular de su raza y da su época, que, sin duda, comunicaba ternura y orijinalidad a sus canciones. Reunia cualidades curiosas, siendo de un carácter despreocupado y travieso. Era, lo que en el lenguaje moderno se llama un mundano, amigo de las tertulias, pues tocaba con destreza la guitarra y cantaba tonadas y canciones que acaso él mismo componia como poeta que se inspiraba en las costumbres del pueblo. El maestro Zapiola cuenta que cantaba con mala voz, pero con una gracia inimitable y que bailaba como nadie. Era un jugador de pelota sin rival y para el volantin no tenia precio. Para la jarana y el box, no encontraba igual. Todo esto unido a su jenio vivo y travieso, espiritual como su raza popular, le daba la fama de un vividor galante y despreocupado en el seno de las multitudes, donde era particularmente querido por sus raras dotes da músico. Robles, como se ve por los rasgos trascritos, era un carácter singular y múltiple, de esos temperamentos estraordinarios y orijinales que solo se forman en el seno de nuestras muchedumbres tan ricas en injenios alegres y audaces como en libertad de costumbres nativas soberanes. En 1824 emprendió, con el maestro Zapiola, una escursion a Buenos Aires, partiendo a lomo de mula desde la Chimbe por la calle de la Recoleta endireccion a Mendoza. En constante buen humor, hizo la jornada, siempre a caballo y por tierra como dicen en la República Arjentina, hasta Buenos Aires, salvando a sus compañeros en todos los trances difíciles del camino y del viaje. En Buenos Aires se dedicó al juego del billar, en el que era un verdadero maestro, y mas tarde se incorporó en una orquesta dirijida por el maestro Massoni, en el teatro de la capital del Plata. Regresó a su pais en 1825 y se dedicó el ejercicio de su profesion de maestro de música y de violin. Aquí se casó de una manera novelesca y mas tarde perdió el uso de una pierna, por un golpe de a caballo, por lo que se le llamaba el cojo Robles. Ese espíritu inquieto y tan aventurero, estaba dotarlo de un noble sentimiento de patriotismo que le hacia amar a su suelo mas que a su vida. Poseia, en ese rasgo de su naturaleza, la cualidad característica de su estirpe popular, pues no existe pueblo en América mas adicto a su tierra nativa que el chileno. La índole araucana ha sido la mas rebelde a la conquista en nuestro continente. La obra maestra y la que le be conquistado celebridad al compositor Manuel Robles, es la música de la antigua Cancion Nacional, compuesta para cantar el himno patriótico del poeta don Bernardo Vera y Pintado. Formaba parte de la orquesta del Teatro de la Compañía, en la empresa lírica de Scheroni, en 1820, cuando compuso la música de la cancion nacional. Esta cancion era el himno popular en todas las festividades nacionales. El escritor Juan Jacobo Thompson, narra en su revista Las Bellas Artes, que «la cancion de Robles se acostumbraba cantar todas las noches que habia funciones en el teatro de Arteaga. Al principiar, agrega, todo el mundo se ponia de pié. O'Higgins y Freire la escuchaban con respeto y llenos de emocion, porque mas de una vez al són de ella marcharon a la victoria. La costumbre de cantarla siempre que habia teatro, fué desapareciendo poco a poco, hasta que al fin se ordenó que solo se cantase en el aniversario de la Patria». Esta cancion, que lo hace justamente célebre como artista y como compositor, fué suplantada por el himno que compuso en Londres el maestro español Carnicer, en 1829, por encargo del Ministro de Chile don Mariano Egaña. Sin embargo, la cancion nacional compuesta por el maestro Manuel Robles, se canta siempre en las festividades populares con entusiasmo indescriptible, porque recuerda todas las glorias de la independencia, las del talento y las del amor a la Patria. En concepto de los críticos musicales, como Thompson y Santa Cruz, la cancion nacional compuesta por el maestro Robles es superior a la de Carnicer. Ademas, la cancion nacional de Robles tiene el mérito indisputable de haber guiado a nuestros lejionarios de la revolucion emancipadora a los combates, tanto en Chile como en el Perú, en 1820 y 1826, y de haber sido, como dice con propiedad el escritor chileno Thompson, «bautizada con sangre, cantándola nuestros padres en las últimas batallas con el español». La música de la cancion nacional de Robles se ha podido conservar, merced al talento y patriotismo del maestro don José Zapiola, que habiéndola aprendido de memoria en 1820, la escribió en 1860 para publicarla en la revista Las Bellas Artes, que dirijia Juan José Thompson. La cancion nacional de Robles es el himno oficial de Chile segun un decreto vijente de 1820. Su música es una melodía suave y armoniosa, que se adapta fácilmente al oido ménos educado y a todos los sentimientos populares. El maestro Robles falleció en Santiago en 1836 y su nombre no ha sido olvidado por la historia. Su memoria será perpetuamente emblema de amor a la Patria y de recuerdo glorioso del civismo nacional.

ROBLES (EULOJIO).—— Mártir del deber militar. Nació en la ciudad de los Anjeles en 1832. Fueron sus padres el capitan de la independencia don José Gregorio Robles y la señora Bernardina Pinochet. Su ilustre padre fué uno de los patriotas mas jenerosos y abnegados de la época. Propietario de valiosos terrenos de cultivo y siendo único agricultor de Rere, se asoció a la revolucion emancipadora ingresando al ejército libertador con el grado de capitan. Concurrió a las campañas del sur y se encontró en diversos combates, habiendo sido hecho prisionero por los realistas en el asalto de Talcahuano. Liberal probado, fué partidario del jeneral Freire y con él cayó envuelto en la derrota de Lircai. Separado del ejército y confiscados sus bienes de fortuna, su familia perdió su patrimonio por las nobles convicciones de su digno jefe. En esta situacion nació a la vida en su hogar empobrecido por la lealtad a las ideas de patriotismo, el jóven Eulojio Robles y Pinochet. Siguiendo el noble ejemplo de su ilustre padre, se enroló en el ejército, en 1845, cuando solo contaba 13 años de edad, en calidad de soldado distinguido, afiliándose en el antiguo batallon Portales. En aquella época, el puesto de soldado distinguido equivalia al de oficial de nuestros tiempos, pues la carrera militar, que ha sido siempre honrosa, ha tenido grandes dificultades para ascender al que se ha consagrado a ella. Ha sido menester muchas y brillantes acciones de guerra para conquistar un grado. Era, entonces, mas fácil ganarse un nombre de bravo y de hábil, que alcanzar un asceuso. Los soldados distinguidos del antiguo ejército formaban una clase especial, los cuales estaban exentos de muchas de las obligaciones que pesaban sobre el soldado raso, sin escluir, por cierto, los deberes de la disciplina y las severas penas de la ordenanza, que es una lei de igualdad inflexible para todos los miembros del ejército. Usaba uniforme de oficial, pero sin llevar galones. Su principal servicio de cuartel fué el de oficial de pluma de la mayoria. Siendo mui jóven todavía, se encontró en la encarunizada y sangrienta batalla de Loncomilla, el 8 de Diciembre de 1851. En 1859 se batió por el órden constitucional en la batalla de Los Loros, en la Serena, en las filas del batallon 3.° de línea. Habiendo caido prisionero de los revolucionarios del norte, fué conducido a la Serena y allí se le propuso el mando de un cuerpo, propuesta que rechazó con la mayor hidalguía para la causa que él defendia como soldado respetuoso de las leyes. Libertado despues de la batalla de Cerro Grande, se le ascendió al grado de capitan de ejército. Despues del 59 hizo la campaña de la Araucanía. Partiendo de Santa Bárbara, hacia las selvas de ultra Bio Bio, asistió al encuentro de Pile a fines de aquel año. En Enero de 1860 se internó en las montañas de esa rejion con el intendente de la provincia de Concepcion don Vicente Villalon. En Febrero se encontró en el asalto de la plaza de Negrete, a las órdenes del teniente coronel don Luis Felipe Campillo. A principios de 1861 emprendió la campaña del Malleco y espedicionó a diversas zonas del territorio austral hasta 1866. En 1865 hizo la campaña de Chiloé con motivo de la guerra con España, permaneciendo de guarnicion en Ancud. En 1867 se le destinó al batallon Yumbel, con el grado de sarjento mayor de ejército y en 1868, al batallon Linares. Se encontraba en esta guarnicion militar, cuando sobrevino la guerra contra el Perú y Bolivia en 1879. Organizó en la ciudad de Linares un cuerpo militar de voluntarios que sirvió de base para la formacion del rejimiento Valdivia. Ascendido al grado de teniente coronel de guardias nacionales, se le nombró segundo jefe del rejimiento. Lautaro, bajo las órdenes del coronel don Mauricio Muñoz. Habiendo partido con su rejimiento a la campaña del litoral del norte, concurrió con él, con el mayor brillo, a las batallas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores. Asimismo, se encontró en los combates de Torata, el Manzano y Pucani. Hizo la ruda campaña de las sierras del Perú a las órdenes del entonces coronel y hoi jeneral don Estanislao del Canto. Su rejimiento se distinguió en la batalla de Tacna y en el asalto de Arica, habiendo sido el único cuerpo movilizado que entró en combate en el famoso Morro de Arica. Fué felicitado sobre el campo de batalla del Alto de la Alianza, en Tacna, por el jeneral en jefe del ejército, en mérito del estraordinario arrojo de su rejimiento que lo mandó a la vanguardia por especial distincion del teniente coronel Robles. Su comportamiento en la guerra del Pacífico fué sobresaliente, tanto por su valor como por su pericia militar. Sus compañеros de armas de ese tiempo hacen los mas hermosos elojios de sus actos como guerrero y como jefe humanitario y estricto cumplidor del deber y de la disciplina. Condecorado con las gloriosas medallas de la campaña contra el Perú y Bolivia y ascendido al grado de coronel de ejército, lo encontró la revolucion que en 1891 hizo el Congreso al Presidente constitucional don José Manuel Balmaceda. Llamado por este majistrado el 6 de Febrero para confiarle una espedicion militar al norte, en dos horas organizó la division que condujo a Tarapacá. Al mando del 5.° de línea se embarcó en el trasporte Imperial y se dirijió al norte para recuperar a Tarapacá del dominio de la revolucion. El 7 de Marzo de 1891 se batió en Pozo Almonte con el ejército revolucionario mandado por el coronel don Estanislao del Canto, mui superior en número a su division y en ese combate heroico, que fué una verdadera batalla, se mostró como un jefe sin rival por la serenidad y el arrojo para salvar y conservar sus tropas. Herido en un talon en medio del combate, se retiró a la ambulancia para hacerse la curacion y una vez atendido por los cirujanos, volvió al campo de batalla a dirijir a sus soldados, cuya bravura no queria que se amenguara un instante. Atravesado de parte a parte por nuevo proyectil enemigo que le cruzó el costado derecho y los riñones, se retiró a la ambulancia, situada en la oficina salitrera «Buen Retiro», donde se le colocó en una camilla. Allí, postrado por las graves heridas y la pérdida de sangre, héroe derribado de su pedestal de guerrero glorioso, fué encontrado por las tropas revolucionarias y acribillado a bayonetazos y destrozado sin piedad y sin respeto a su valor, a sus años y a sus títulos de jefe. La ferocidad de sus implacables enemigos no tuvo límites. Fué testigo de tan atroz martirio un leal soldado mejicano llamado Marcelo Castro, que tenia de asistente, quien declaró mas tarde en Iquique, ante un notario público, el horrendo suplicio de su jefe. El amparo de la bandera inviolable de la Cruz Roja no le sirvió de resguardo al venerable militar, que habia cumplido fielmente con su deber de soldado de la lei y del órden constitucional. Cuando el jeneral don Adolfo Holley tuvo conocimiento de esta atroz inmolacion, se indignó con el inhumano sacrificador del coronel Robles y prometió inflijirle el condigno castigo. Mas tarde se olvidó de este compromiso contraido consigo mismo y con el ejército. Trasportado el cadáver mutilado a Iquique, fué recibido por la Bomba Italiana y recojido por los doctores Ramírez Salcedo y Luis Gana, que lo condujeron a bordo del vapor Isis para que fuese trasportado al sur. Era tan horrible el estado de profanacion del cadáver del coronel Robles, que el caballero ingles, jefe del ferrocarril, Mr. Federico Rowland, se impresionó tan viva y profundamente de aquel salvaje espectáculo, que cayó herido de muerte en la propia estacion de la empresa de que era respetable jefe. La Junta de Gobierno de la revolucion ordenó la sepultacion de los restos del infortunado coronel, que fueron colocados en un modesto cajon de madera y se depositaron en el suelo salitroso de aquel campo santo. Una pobre y tosca cruz, con el nombre de Robles, señalaba aquella humilde tumba del mártir del deber militar. Mas tarde, el doctor don Benicio Montenegro hizo rodear ese triste sepulcro con una reja de madera y le colocó una cruz de dos metros de altura, que parece clamar justicia con sus brazos levantados hácia el cielo, en la que se lee esta inscripcion:Coronel Eulojio Robles. Falleció el 7 de Marzo de 1891, victima del deber. A su lado repoman los restos de los compañeros de armas y de martirio del coronel Robles, los comandantes Ruminot y Méndez, que sucumbieron atrozmente inmolados como fieras. El coronel Robles, que era un notable oficinista militar, no fué jamas cortesano de ningun Gobierno. Siempre vivió alejado, por carácter y por su índole independiente, de todo favoritismo oficial. Sus ascensos los conquistó por su valor y por sus merecimientos. El Presidente Balmaceda lo ascendió al grado de jeneral, anunciándole por telégrafo su galardon, despues del combate de Huara. Antes de este combate, el jeneral Urrutia le intimó se rindiese y el coronel Robles le contestó con bastante altura que su deber era morir en su puesto antes que faltar a los mandatos de la lei. De temple antiguo, era un militar de severa moralidad y disciplina. Su patriotismo era superior a todos sus sentimientos de hombre y de padre de familia. Su vida fué ejemplar, pues era un modelo en el cuartel, en los campamentos y en el hogar. Su sacrificio por la lei y por la patria, le da derecho a figurar como un mártir en la historia.

ROBLES (ALEJANDRO).—— Escritor humorista. Nació en San Vicente de Tagua-Tagua, en la provincia de Colchagua, en 1849. Fueron sus padres don Juan J. Robles y la señora Cármen Gallegos. Hizo sus estudios de humanidades en el Seminario de Santiago. Desde jóven dió muestras de poseer un chispeante injenio de escritor humorista. Luciendo en sus escritos la gracia nativa, que es peculiar de la estirpe popular, se ha caracterizado en el periodismo como festivo escritor de costumbres. Sus artículos, llenos de chiste y espiritualidad, se han rejistrado en la prensa nacional, llamando la atención pública por la agudeza de sus epigramáticas concepciones. Dedicado a los trabajos de campo, desde la soledad de los valles de su pueblo ha enviado a los diarios y a los periódicos sus escritos de ameno solaz y de alegre factura literaria. Es fama que el chiste fluye natural y espontáneo en las orijinales manifestaciones de nuestros injenios populares. Parece que la gracia picante es un don nativo de nuestra raza popular. Así lo han demostrado con sus escritos, risueños y espirituales, Jotabeche y Manuel Concha en el norte y Julio Chaignean, Roman Vial, Alejandro Carmona, Juan Rafael Allende, José Antonio Torres, Vicente Grez, Pedro Ruiz Aldea, Daniel Barros Grez y Martínez Quevedo en el sur del pais. A este jénero de escritores festivos pertenece Alejandro Robles, representante jenuino de la estirpe nativa en las letras.

ROBLES (TOMAS).—— Sacerdote. Natural de Renca, en la provincia de Santiago, se educó en el convento de Santo Domingo. Ordenado sacerdote, fué enviado a la Serena, donde se distinguió por su noble espíritu cristiano en el período de la revolucion de 1851. Amigo del pueblo, sufrió con sus dolores y gozó con sus triunfos.

ROCHA (CLEMENTE).—— Sacerdote. Erudito teólogo de la Orden de Santo Domingo, perteneció, por su ciencia, a la Facultad de Teolojía y Ciencias Sagradas de la Universidad. Falleció en Santiago en 1843.

ROCUANT Y FIGUEROA (ENRIQUE).—— Abogado y servidor público. Nació en Valparaiso el 23 de Julio de 1867. Fueron sus padres don José Toribio Rocuant y la señora Isabel Figueroa. Hizo sus primeros estudios de humanidades en el Seminario de Valparaiso y los completó en los cursos superiores del Instituto Nacional. Cursó leyes en la Universidad y se recibió de abogado el 9 de Julio de 1888. Se inició en la vida pública como secretario de la fraccion radical que en Valparaiso prestó su concurso de adhesion y de trabajo a la candidatura presidencial de don José Manuel Balmaceda, en 1886. En 1892 fué candidato para diputado por la agrupacion de San Felipe, los Andes y Putaendo, proclamado por el partido radical. En las elecciones de 1895, se le presentó candidato a diputado por Quillota y Limache. Sirvió el cargo de secretario de la asamblea radical de Valparaiso, desde 1894 a 1896. Orador de palabra fácil e ilustrada, se ha distinguido en todas las campañas políticas de los últimos diez años como propagandista entusiasta y activo. En 1896 emprendió un viaje, de estudio y de recreo, a Europa, recorriendo las naciones mas adelantadas. Desde las capitales europeas dirijió notables cartas políticas, literarias y de observacion social para los diarios La Tribuna, de Valparaiso, y La Lei, de Santiago. Durante su permanencia en Londres, publicó un interesante libro titulado Breve reseña de la situacion industrial y mercantil de Chile (1897), para hacer conocer en Inglaterra los progresos económicos de nuestro pais. A su regreso a Chile en 1898, dió a la publicidad un interesante libro de Viajes por Europa, coleccionando en él sus correspondencias a los diarios del pais. Electo diputado al Congreso, por el departamento del Laja, en 1900, ha sido un representante laborioso. Tomó una parte activa en la campaña presidencial de 1901 en favor de la candidatura de don Jerman Riesco. Escritor ilustrado, se ha distinguido por su resuelto espíritu de cultura y de interes por el progreso liberal.

ROCUANT HIDALGO (SERAPIO A).—— Abogado y majistrado. Nació en Melipilla el 14 de Noviembre de 1842. Fueron sus padres el acaudalado agricultor y propietario, gobernador de aquel departamento, don Francisco Rocuant y la señora Cármen Hidalgo. Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional, con singular consagracion y aprovechamiento, obteniendo los mejores premios en sus ramos. Cursó leyes en la Universidad y se recibió de licenciado en derecho el 20 de Abril de 1867. Su título de abogado lo obtuvo el 5 de Junio de 1867. Formó parte de la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la Universidad en 1869. Al incorporarse a dicha Facultad, leyó un notable discurso, que se insertó en los Anales de la Universidad, sobre la Necesidad de una lei sobre la reforma de los derechos de usufructo. En ese mismo año publicó un estudio titulado Administracion de Justicia. Nombrado juez de letras de la Ligua, al año siguiente se le nombró juez de letras de Quillota. En este cargo le correspondió juzgar los sucesos políticos de las elecciones de 1870, que fueron tan ruidosas en ese departamento. Poco despues se le nombró juez de letras de Chillan, y en 1871, juez de letras de Freirina. Sucesivamente fué nuevamente juez de letras de Quillota, la Ligua y San Fernando. Al retirársele del juzgado de San Fernando, en 1872, recibió del intendente de la provincia, don Martiniano Urriola, una honrosa nota, en la que le decia lo siguiente: «Ha sido altamente satisfactoria para la intendencia la contraccion y laboriosidad de Ud. en el desempeño de su cargo, de lo que es una prueba evidente el hecho de haber mantenido y dejado el despacho con el dia. Debo tambien significar a Ud. que en muchas de las visitas semanales de cárcel, tuve ocasion de notar que no se hizo un solo reclamo por parte de los procesados, hecho raro y que manifiesta una vez mas el asiduo trabajo que dedicaba Ud. al despacho de los asuntos criminales.» De integridad absoluta, fué un majistrado modelo en su tiempo. En el ejercicio de su profesion en Santiago, se conquistó el respeto y las consideraciones sociales mas distinguidas, aparte de que las bondades de su carácter le ganaban todas las simpatías públicas. Acababa de ser propuesto para el juzgado de letras de Llanquihue, cuando le sorprendió la muerte, en Santiago, el 10 de Mayo de 1875. A una edad relativamente corta, de 32 años, habia adquirido la mas brillante nombradía de abogado hábil y de juez prestijioso y ejemplar en nuestra majistratura.

ROCUANT HIDALGO (JOSÉ FÉLIX).—— Poeta y periodista. Nació en Santiago el 3 de Febrero de 1874. Fueron sus padres el prestijioso abogado y majistrado judicial don Serapio A. Rocuant Hidalgo y la señora Mercedes Hidalgo y Romo. Huérfano mui niño, se formó al amparo del noble cariño de su señora madre, madre modelo y ejemplar que ha sido su mas tierna y delicada protectora en el curso de toda su vida. Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional. Adicto a la literatura, desde mui jóven ha demostrado felices disposiciones para la poesía lírica. De imajinacion vigorosa y orijinalidad, sus composiciones poéticas son armoniosas y vibrantes. Se distingue, con singular injenio, en la poesía lírica y en la poesía festiva, poniendo de manifiesto un sentimiento delicado y una espiritualidad de la mas jocosa y epigramática novedad. Sus lecturas, variadas y estensas, le permiten lucir su talento en la poesía satírica y en la crítica artística Es un crítico musical y dramático de alto vuelo y de una ilustracion escojida y rica en conocimientos de bellas artes. Su talento dúctil a las mas raras concepciones del verso y de la prosa, le permite cultivar, con abundante belleza de ideas y elevado concepto, todos los jéneros literarios, sin violentar la forma del pensamiento, amoldan de su inspiracion a todos los tonos del arte rítmico y dominando el lenguaje con sagaz espíritu de análisis. El cuento triste y la polémica ardiente, la poesía lírica melancólica y el romance o epigraina chistosos y punzantes, brotan espontáneos de su númen y de su pluma, como si no tuviera que hacer esfuerzo alguno para modelar su pensamiento en las rebeldes formas del verso o de la prosa artística y brillante. Su poema lírico El Ultimo Canto, publicado en 1897, y su libro de cuentos titulado Mefistofélicas, son dos obritas delicadas e injeniosas que sintetizan su temperamento impresionable y vibrante y las múltiples faces de su talento. Su artículo El Himno del Vicio es una pájina sangrienta, que copia las Blasfemias de Richepin, en la que retrata el heroismo del libertinaje llevado hasta la adoracion en la sociedad contemporánea. Su Canto Estival es un arpejio de inspiracion tropical, en el que pinta la naturaleza con todos sus maravillosos esplendores. Ha colaborado en numerosos periódicos y revistas, con artículos y poesías de los jéneros mas variados. Podemos citar El Progreso, de Talca, en 1891, suscribiendo sus artículos y poesías con el seudónimo de Capitan Nemo; El Diario Comercial, de Concepcion, con el seudónimo de Arturo de Montalvan; La República, La Democracia, La Guerra, El Republicano, El Lucas Gómes, La Biblioteca Republicana, La Lei, La Nueva República, de Santiago, con los seudónimos de Felicindo, Pepe Solo, Repeluco y otros no ménos orijinales. Ha formado parte de la redaccion de El Imparcial y escrito crónicas y críticas teatrales para La Lei y La Nueva República. En 1898 redactó el periódico La Bandera Nacional y en 1899, dirijió en Santiago la revista ilustrada Artes y Letras. Su colaboracion ha sido abundosa y variada a periódicos y revistas del pais y del estranjero, como La Lealtad, La Palabra y La Actualidad de Valparaiso y El Heraldo, La Familia, La Lira, El Búcaro Santiaguino, de Santiago, y El Buenos Aires de la Plata. Ha pertenecido a numerosas sociedades literarias, entre las que debemos citar la Asociacion de la Prensa, la Academia del Instituto Nacional, la Sociedad Dramática Nacional y la Sociedad Ilustracion y Progreso. Jóven, de intelijencia poderosa y espíritu activo, su porvenir literario será brillante en nuestra patria y en nuestra historia.

RODRIGUEZ (MANUEL).—— Guerrillero ilustre de la independenda. Nació en Santiago el 25 de Febrero de 1785. Fueron sus padres el caballero español, antiguo empleado de hacienda en la éra colonial, don Cárlos Rodríguez, y la señora peruana, natural de Arequipa, doña María Loreto Ordoiza y Aguirre. Su padre, que desempañaba el cargo de Oficial Mayor de la Aduana, que existia entónces en el actual Palacio de los Tribunales de Justicia, lo colocó en el Colejio de nobles, como se denominaba por los españoles, de San Carlos, situado en el lugar que ocupa el edificio del Congreso Nacional. Estudiante modelo, por su juiciosidad y aventajada dedicacion, Manuel Rodríguez alcanzó el mas honroso puesto entre sus condiscípulos, segun lo testifican los rectores del Colejio de San Carlos. El doctor don Miguel de Palacios declara, con fecha 11 de Enero de 1800, que «Manuel Rodríguez se distinguió entre los demas por su aprovechamiento.»

«Era filósofo, dice, y en cada funcion literaria que sostenia, así en las conferencias privadas del colejio como en las de la real Universidad, fué siempre consiguiente su acierto.» «Lo que confirmaba, agrega, mui bien la juiciosidad, aplicacion i celo con que se manejó en las obligaciones particulares de su instituto y jenerales del colejio (en que no se le notó la mas mera falta a pesar de su edad). Estas propiedades laudables, ayudadas de unos talentos profundos, lo hicieron estudiante de aprecio. Su entendimiento siempre tuvo el juicio y reposo que dan las tareas y los años; y prodigando sus luces proporcionó con su enseñanza a varios condiscípulos la perfecta intelijencia de aquellas materias que aun no comprendian. Estas circunstanciadas cualidades me prometen con justicia se hará un literato completo persistiendo en la carrera.» Como se demuestra con la certificacion oficial, honrosísima y desinteresada del rector del Colejio de San Carlos, por mas que se haya sostenido que seria vana toda tentativa para dar nueva faz a la vida del héroe, se deja establecida plenamente la desautorización histórica a las versiones lijeras y antojadizas que se han publicado sobre su juventud, calificándolo, como lo hace Amunátegui, de caporal de revueltas», y Barros Arana de «impetuoso y turbulento», porque estaba dotado de un jenio vivo, despierto, activo, franco y apasionado, de rara iniciativa y de estraordinaria orijinalidad de accion. A su turno, el rector del Colejio Carolino, don Pedro Tomas de la Torre, informa, con fecha 31 de Diciembre de 1801: «Don Manuel Rodríguez, hijo lejítimo de don Cárlos Rodríguez y de doňa Loreto Ordoiza, vistió la beca del Colejio Carolino de mi cargo dos años nueve meses, pagando sus alimentos segun el 6.° de asientos, que tengo presente; desde que empecé a servir el empleo de Rector de dicho Colejio, mostró conducta y descubrió talentos particulares y los cultivó dedicado al estudio de la filosofía: entendimiento vivo y despejado y penetrante; memoria singular, propiedad en el idioma, estilo naturalmente (sic); y todo esto unido a una imajinacion fogosa le facilitaba producciones felices y oportunas; sus exámenes anuales y demas funciones literarias de colejio, desempeñó con el lucimiento que corresponde a aquellos principios, y no dudo que ellos le proporcionen tan ventajosos conocimientos que llegue a ser un literato cumplido.» A la confirmacion estensa de la anterior esposicion sobre los talentos especiales del estudiante Rodríguez, la que reproducimos avanza vaticinios fundados y elocuentes que arrancan de sus propias manifestaciones de carácter y de estudioso alumno. Robusteciendo las opi niones precedentes, el catedrático de filosofía del Real Colejio Carolino y convento del Sagrario, doctor don José Gregorio de Barrene. chea, espone: «Certifico en cuanto puedo, y ha lugar en derecho: que don Manuel Rodríguez fué uno de los individuos que vistieron la beca de este Real Convictorio; y que el espacio de tres años asistió a mi aula con aplicacion y esmero, en cuyo tiempo conocí sus buenos talentos: su discusion incesante a aquellas materias de su fuero, lo hicieron distinguirse entre los demas alumnos, y ser el honor y mayor ornamento del Colejio: su juiciosidad y buena conducta fué notoria; de suerte que aun la Real Universidad debe esperar nuevos lucimientos en las demas Facultades en la forma en que don Manuel los promovió y adelantó en las de lójica, metafísica, ética y física en este Real Colejio.» Incorporado a la Universidad de San Felipe, Manuel Rodríguez, el alumno modelo del Convictorio Carolino, continuó mereciendo de sus maestros el título de estudiante aventajado y sobresaliente. El rector de la Universidad antedicha, don Manuel José de Vargas, suscribe la informacion que copiamos: «Cuando ocupé el rectorado de esta Universidad de San Felipe, el año 1800, encontré cursando las aulas de filosofía a don Manuel Rodríguez, colejial del Colejio de San Carlos. Muchas ocasiones presencié los actos que sustuvo y siempre le oí hablar acertadamente. Por la distincion que desde luego obtenia entre los demas estudiantes, rejistré los libros de la Universidad: encontré en el de asistencias, ser ésta indiscontinuada, y repetidas veces con el cargo de difensante, porque el colejio siempre le encomendaba sus conferencias, que desempeñaba con lucimiento, efecto preciso del talento aventajado que le adornaba, y de su escrupulosa aplicacion y celo; y del de asentamientos la partida de su incorporacion, y un exámen que babia dado en el rectorado de mi antecesor, el señor doctor don Martin de Ortúzar, con unánime aprobacion de los examinadores. El segundo y tercero los dió en mi tiempo, siendo de notar, que el filósofo que anualmente presenta sus exámenes, no tiene obligacion el último año de dar el jeneral de toda la filosofía, sino solo el respectivo a éste; Rodríguez no solo se examinó de las 63 cuestiones, que completan aquél, sino de 79, poniendo 16 de mas. No he visto en el lapso de muchos años, que soi alumno de este ilustre cuerpo, tan distinguido amor a las letras y aplicacion. Controversió por el término de mas de dos horas sobre los teoremas que propuso, y la jeneral aprobacion y aplauso que recibió de los cuatro examinadores que lo ensayaron, fué bien debida a la erudicion con que discutió sobre las diversas e intrincadas materias de lójica, ética, metafísica y física. Habiendo concluido así la filosofía, principió el año de 1802 a estudiar la jurisprudencia romana. Se aplicó con esmero a las instituciode Justiniano, y su asistencia a las aulas de ese instituto fué sin intermision, evacuando con aplauso de los catedráticos las tareas que se le imponian, y llenando completamente las obligaciones de las cuatro Facultades (Canones, Leyes Instituta y Decreto) que componen este estudio. Sus conferencias no las sostenia con igualdad al comun de los estudiantes. Cuando don Manuel defendia, se oian concordar los derechos así el nuestro con el romano, como el canónico antiguo con las Decretales de Gregorio; que finalmente habiendo de nuevo gobernado la Universidad, por la partida para la Península del actual rector, el señor doctor don Miguel de Eizaguirre, presentó Rodríguez el segundo exámen de la Instituta, que se lo admití (mostrándome primero boleta de aquel en que constaba haber sido plenamente aprobado en el primero), y en él y el tercero dió bien a conocer su esmero e infatigable dedicacion. Concordó perfectamente todos los párrafos que se le preguntaron con las lecciones nuestras, y justamente se hizo acreedor a los parabienes de los examinadores, que recibió con distincion. Un estudiante aplicado, merece que la Universidad le recompense sus desvelos, dándole certificacion de los progresos que ha hecho en las ciencias, principalmente aquellos que queriendo labrar su mérito en este ramo, sacrifican su descanso al laborioso empleo de las artes. Rodríguez anhela con esmero al colmo de la sabiduría y un individuo de esa aplicacion, desea dar constancia de ella a sus superiores; y así para que lo verifique en la forma que le convenga, le doi esta relativa. únicamente de su conducta literaria, sin detenerme en exajerar su mérito (que con verdad podia particularizar esta Real Universidad), por no exceder los límites de un certificado. Completa esta valiosa relacion de antecedentes oficiales auténticos que acreditan su injeniosidad de estudiante el no ménos importante y original documento que acompañamos a la presente reseña histórica de su vida juvenil, suscrito por el doctor don Juan José del Campo: «En los dos primeros años que fui Rector de esta Real Universidad, concluyó don Manuel Rodríguez los estudios de cánones y leyes. Fué recomendable la aplicacion con que se dedicó a ámbas Facultades; y si en las conferencias secretas, que indiscontinuadamente presidia yo dió bien a conocer su esmero y buen gusto en los puntos que controvertia sorteadas repetidas veces de un dia para otro, no las desmintió en sus exámenes, en que justamente se le tributaron siempre los mayores aplausos, tanto por la claridad y erudicion con que esponia las Instituciones de Justiniano, como por la exactitud con que las concordaba con nuestras leyes. Finalizada así la laboriosa carrera del Derecho Romano, se le confirió el grado de Bachiller en Cánones y Leyes, habiendo precedido el exámen de treinta y tres cuestiones deducidas de las decretales de Gregorio IX que prescriben las constituciones del cuerpo, y estando su Rector bien satisfecho del aprovechamiento de Rodríguez en esta Facultad, por las muchas ocasiones que le oyó discutir con distinguido acierto sobre diversas materias, en cuyas sesiones justificó su adelantamiento. Luego que recibió este grado, se opuso a las cátedras de Instituta y Decretos que vacaron en esa época, y señalado por suerte asuntos de un dia para otro, leyó por espacio de una hora, en cada oposicion; sostuvo con honor las réplicas que se le opusieron, y convencido yo de su suficiencia, le nombré Rejente de la Instituta, cuya comision desempeñó satisfactoriamente algunos meses, que estuvo enfermo el propietario, circunstancia por que se hizo el nombramiento de Rejente. El Rector cree de su obligacion autorizar de este modo las tareas y desvelos con que se ha distinguido este estudiante. Rodríguez, segun los certificados que dejamos espuestos, no era el segundo de los alumnos del colejio, como se ha dicho, sino uno de los primeros por su aplicacion y aprovechamiento, a la vez que por su juiciosidad y buena conducta. Es evidente que sus maestros no habrian autorizado una informacion tan recomendable y escepcionalmente laudatoria, si Rodríguez no hubiese sido un alumno de esmerado buen comportamiento. Acaso ha influido en mucho en el juicio que se ha dado de su jenio y de su carácter, el rol que desempeñó en la política de su tiempo, pues a haber actuado en otro escenario que no hubiese sido el de la revolucion, talvez su memoria se habria juzgado con otro criterio ménos apasionado. Si Manuel Rodríguez, como lo dicen sus maestros, hubiese dedicado su injenio a la literatura, cuán bellas y raras, por su orijinalidad y gracia, habrian sido sus obras, revestidas del donaire de su talento ilustrado y de su espíritu atrevido, penetrante y travieso. Pero, si no pudimos heredar sus obras de escritor orijinal, nos ha dejado en cambio, la gloria y el drama heroico de su vida de guerrillero célebre, de caudillo temerario y de tribuno famoso. Los episodios de sus correrías de moutonero, tienen la espiritualidad estraordinaria de su jenio alegre y orijinal y la gracia nativa de su temperamento siempre juvenil y audaz. No hai pájinas en la historia patria mas bellas ni mas gloriosas que las que escribió, en los dias precursores de la libertad, con su espada de guerrillero, y su palabra de tribuno popular. Sus hazañas heroicas lo han inmortalizado en las letras, en las artes y en la historia. En 1809 terminó Rodríguez sus estudios en la Universidad, llamada de San Felipe, recibiendo a la edad de 24 años su título de abogado y de doctor en leyes. Jóven ya, formado en la esperiencia que da el estudio y con una carrera profesional que lo habilitaba para las luchas de la vida, aspiró a servir a su patria en el órden político para el cual estaba preparado por su talento natural y su carácter cultivado en la disciplina de los conocimientos jurfdicos. Se afilió en el partido moderado, que se componia de sus antiguos amigos de colejio. Su compañero de estudio habia sido don José Miguel Carrera, al cual reconoció como jefe, sin manifestar emulacion ni pretensiones personales, revelando desde luego la abnegacion sin par que supo poner en evidencia en sus actos posteriores de patriota soldado y ciudadano. Una estrecha amistad o misterioso destino vinculó a estos dos hombres sin apartarlos en la causa que defendieron, sellando con su inmolacion la fe de su unidad política. Sus nombres han marchado ligados por un secreto lazo a traves del tiempo, despues de haber hecho juntos las jornadas de la vida y de la revolucion, conquistando lugar preferente por su lealtad en la historia. Con el movimiento inicial de la independencia que se efectuó en 1810, aparece Manuel Rodríguez en el escenario político desempeñando un rol secundario al principio que denotaba su ninguna ambicion personal. A pesar de su consecuencia política y de la firmeza de sus convicciones, esperimentó amargas pruebas en su vida pública, viéndose hostilizado y perseguido por sus mismos contemporáneos, acaso por la ductibilidad de su jenio o la viveza de sus actos. Estas injusticias fueron el premio que saboreó el ínclito patriota Manuel Rodríguez desde sus primeros esfuerzos en favor de la libertad. Nombrado el 11 de Mayo de 1811 Procurador de la ciudad de Santiago por el Cabildo, puesto que naturalmente correspondia a sus cualidades, sus constantes labores públicas fueron recompensadas con la destitucion de ese cargo por los revolucionarios del 4 de Setiembre de aquel mismo año. Elejido en ese mes diputado al Congreso por Talca, no fueron reconocidos sus poderes por el partido vencedor. La odisea de injusticias y persecuciones que formó el cortejo de toda su vida, principió con sus primeros jenerosos servicios a la causa de los independientes. Sin embargo, la Junta Gubernativa decretó el 9 de Octubre de 1811 que era «acreedor a la mayor confianza del Gobierno y del alto Congreso», en señal de tardía reparacion por el desconocimiento de sus derechos de elejibilidad y de su autoridad de representante del pueblo. Asociado al movimiento revolucionario del 15 de Noviembre (1811), fué designado representante del pueblo de Santiago ante el Congreso. Fué nombrado por el nuevo Gobierno, en mérito de sus especiales servicios y de sus aptitudes manifiestas, Secretario de Estado, puesto que desempeñó hasta fines de año. El 2 de Diciembre se incorporó en el Ejército, con el grado de capitan y en la misma fecha fué nombrado secretario particular del jeneral don José Miguel Carrera. En este puesto y con el grado militar indicado, concurrió a las campañas del Sur hasta 1813. Rodríguez era el autor de las proclamas patrióticas y políticas que se publicaban para estimular el sentimiento nacional en pro de la independencia. No obstante su adhesion a la causa de la independencia y la lealtad con que secundaba los planes y propósitos de Carrera, Rodríguez fué acusado de conspirador contra su jefe en 1813, sometido a prision y a proceso y condenado a un año de confinacion en las islas de Juan Fernández. Esta sentencia no se cumplió y en 1814 Rodríguez volvió a ocupar el puesto de secretario de Carrera. En estas funciones le correspondió estimular el celo militar y patriótico del jeneral Carrera para auxiliar a O'Higgins en el sitio de Rancagua, cuyo desastre lo condujo con sus compatriotas, al destierro. Manuel Rodríguez, como todos los emigrados chilenos que llegaron a Mendoza en busca de refujio en su destierro, se consagró a trabajar con empeñoso afan por volver a su patria a restaurar la revolucion de la independencia tan rudamente desorganizada en el desastre de Rancagua por la reconquista española. Sin alarde de ningun jénero, haciendo valer únicamente su personalidad modesta y su anhelo de servir a la causa de la libertad de su suelo, tuvo el acierto y el raro talento de captarse la voluntad del impenetrable e inflexible jeneral San Martin. La desgracia que acompañó a los Carrera, sus amigos, en el ostracismo de Mendoza, no alcanzó al jóven proscrito, que, por el contrario, tuvo la rara suerte de merecer la confianza y la ayuda militar del Gobernador de aquella plaza. Rodríguez manifestó a San Martin su resuelto propósito de trasmontar los Andes y venir a las comarcas chilenas a ajitar el sentimiento popular de sus compatriotas en contra del dominio español, sublevando los pueblos y los campos en favor de su causa, con el solo influjo de su coraje y de su juvenil entusiasmo. Espuso su plan de guerrillas y montoneras al sagaz jefe del Ejército unido de los Andes, revistiendo con la fe de su palabra de animado colorido, el éxito de su audaz y temeraria empresa revolucionarla. San Martin, que estaba dotado por la naturaleza de ese dón estraordinario de la penetracion del carácter de los hombres, supo encontrar en el jóven y valiente desterrado un auxiliar poderoso e inapreciable y aceptó gustoso y decidido el concurso que le ofrecia. Comprendió que Rodríguez le allanaria el camino para la invasion del pais con su Ejército y le prepararia el espíritu popular en favor de su campaña, a la vez que desconcertaria al enemigo para que no opusiera una resistencia uniforme y compacta a sus huestes espedicionarias. San Martin le dió doscientos jinetes que fueron los primeros en pisar territorio chileno por el valle de Colchagua, para que organizase la primera montonera patriota. Al frente de este puñado de valientes soldados, Rodríguez invadió el pais en 1815, levantando la bandera de rebelion en los campos, poniendo en movimiento a los pueblos de los valles y alarmando a los realistas, haciéndoles creer que sus tropas eran mui numerosas, que formaban un cuerpo de ejército desprendido de Mendoza para atacarlos en las ciudades y en los centros ocupados por su poder invasor. Fué así como el gobierno español de Marcó del Pont, creyéndose amenazado en su estabilidad, puso en actividad tres mil hombres, de sus fuerzas regulares, para perseguirlo, poniendo a precio su cabeza de caudillo. Todo el cuerpo militar de caballería de Maroto se movilizó para perseguirlo por las montañas y los valles del centro del pais. Por bando publicado el 7 de Noviembre de 1816, se ofrecia un premio de mil pesos oro al que entregase preso al denodado guerrillero y ademas el perdon del delito mas atros al que denunciase su refujio. Fué este el período mas brillante del heroico guerrillero, al cual debe la patria sus primeros galardones de soberanía y cuyo glorioso recuerdo vive perpetuamente unido a su nombre en la leyenda, en la tradicion y en la historia. El historiador Barros Arana espone en su Historia Jeneral de Chile, con respecto de sus hazañas: «Tomando nombres finjidos, vistiéndose en ocasiones el hábito de un fraile franciscano, el poncho de un campesino o de un sirviente doméstico, o cargando el canasto de mercader ambulante, 89 introducia en los cuarteles y en las casas que frecuentaban los oficiales de Talavera, preparaba burlas para desprestijiar a éstos y estimulaba artificiosamente a los soldados a desertar del servicio.»

En revistas europeas y americanas se han consignado antecedentes y apreciaciones altísimas sobre las proezas de Manuel Rodríguez, que son títulos honrosos para su celebridad. La Revista Norte-Américana, de los Estados Unidos, гергоdujo del libro del capitan ingles Mr. Head, publicado en Londres en 1826, rememorando hechos personales, los siguientes pasajes sobre el célebre guerrillero chileno: «En la época en que Buenos Aires auxilió la emancipacion de Chile, Rodríguez fué uno de los que mas activamente trabajaron con consejos y acciones. Su jenio impetuoso lo indujo a encargarse de una comision tan importante y escabrosa como era la de llevar personalmente noticias a los amigos de la insurreccion en Santiago, indagando al mismo tiempo el estado de opinion en todo el pais. En estas funciones se manifestó un segundo Proteo. Aunque precavido y prudente, no hubo peligro que no arrostrase en bien de la causa que defendia. En el intervalo de las batallas de Rancagua y Chacabuco, mientras los realistas estaban en posesion del reino, pasó tres veces la cordillera, y entró con varios disfraces a Chile, viajando jeneralmente a pié. Unas veces se vestia de minero, otras se presentaba como un mercader ambulante. Con estos arbitrios pudo llegar hasta Talca, dándose a conocer algunas veces a sus íntimos amigos. Una vez, creyéndose perseguido en la capital, estuvo oculto un dia entero y parte de la noche dentro de una tinaja; y en otra ocasion, volviendo de Chile a Mendoza, fué detenido, aunque no descubierto, por un oficial que con una partida de soldados se empleaban a la sazon en el arreglo del camino. Rodríguez se puso inmediatamente a trabajar, manifestándose tan diestro en el manejo del pico y del azadon como lo era en el de la pluma. Allí se detuvo dos dias, teniendo ocultas cartas y papeles cuyo descubrimiento hubiera podido costarle la vida.» El viajero británico Mr. Samuel Haigh, que trató a Rodríguez en 1818, en Chile, lo retrataba en las elocuentes pinceladas que reproducios: «Yo conocí a Manuel Rodríguez. Sus sentimientos eran los de un liberal ardoroso y bueno. Contribuyó con sus guerrillas a cansar y a distraer las fuerzas españolas mientras se esperaba la invasion de Chile por San Martin, y fué uno de los mas celosos cooperadores y corresponsales de aquel jeneral. Su actividad eludió todas las tentativas hechas para tomarlo cuando el gobierno realista habia puesto un alto precio a su cabeza, y frecuentemente sorprendió y derrotó los destacamentos de sus enemigos de la manera mas singular. Por marchas forzadas, emboscadas, falsos avisos, burló tambien al gobernador Marcó del Pont, que la causa patriota le debe mui principalmente sus últimos triunfos. Era, por lo demas, el hombre mas popular de Chile.» Una escritora española contemporánea, la señora baronesa de Wilson, doña Emilia Serrano del Tornel, que ha visitado a Chile y la América investigando noticias para escribir la historia del continente, ha dedicado a Rodríguez, en La llustracion Artística, de Madrid, un notable y espresivo artículo en 1897, del cual copiamos estos delicados conceptos, que por ser inspirados por alma de mujer parecen mas tiernos y sentidos: «En la individualidad de Manuel Rodríguez andaban, mezcladas las altas cualidades del hombre intelijente y estudioso con los alardes de una naturaleza pór demas osada, con los impulsos del carácter impetuoso, dominador y de un temple tal, que jamas se plegó a las circunstancias: su alma era de hierro, no de acero. La bizarría en el corazon y la fuerza en el brazo le hicieron siempre desafiar los peligros, y mas de una vez salió ilesó de entre una lluvia de balas, cual si poseyera un talisman que le hiciese invulnerable para el enemigo. Sagaz, astuto, obstinado, ajeno al cansancio moral y físico, rápido en los movimientos, estratéjico consumado, sereno, reanimaba el de caido espíritu cuando los azares de la guerra sembraban la confusion y hacian retrocedor a los mas valerosos. Habia en Manuel Rodríguez curiosas semejanzas con algunos de aquellos romanos y cartajineses que han dejado recuerdo perdurable por sus hazañas, por su prestijio popular, por la temeridad y fortuna en las empresas. Con una palabra, con la enérjica y arrogante actitud, contuvo en una ocasion a los que buscaban en la fuga la garantía para su vida. El guerrillero hízose dictador, asumiendo todas las responsabilidades, todos los ardores patrios, todas las esperanzas del triunfo nacional: entonces fué el salvador de vidas y haciendas en la capital chilena. El tipo de Manuel Rodríguez es de aquellos que se destacan, que se elevan y dominan a las multitudes en momentos de suprema angustia, convirtiéndose en árbitros, en apóstoles, en semidioses.» Al penetrar a Chile, Rodríguez elijió la provincia de Colchagua para establecer su campo de operaciones. Organizó su banda de montoneros y asoció a sus guerrillas a un capitan de bandoleros apellidado Miguel Neira, que ejercia poder y autoridad en los campos. Desde esta zona emprendia sus correrías a Curicó, San Fernando y al valle de Santiago, teniendo comunicacion fácil y espedita con Mendoza. Sus bandas de guerrilleros se distribuyeron por los campos para hostilizar a los destacamentos y guarniciones realistas de esos lugares, fomentando la insurreccion en los valles y en las aldeas. Con su astucia y su actividad puso en alarma y movimiento a las autoridades de San Fernando y Santiago, espidiéndose órdenes de persecucion en su contra desde el Cachapoal al Maule. Las bandas de Neira obedeciendo los planes de Rodríguez, jamas fueron tomadas, consiguiendo producir mayor inquietud en las autoridades realistas. Desde fines de 1816, preparó la ruina de la dominacion peninsular de sus cuarteles de Colchagua. Rodríguez estaba en constante comunicacion con San Martin y sus amigos de Santiago y de las provincias del sur, organizando el levantamiento simultáneo de los pueblos de esa rejion. Hacia frecuentes viajes a la cordillera, llegando hasta Mendoza, por caminos hasta ahora solo por él conocidos, estableciendo comunicaciones directas por medio de correos especiales con San Martin, ordenando el plan de la campaña de invasion y disciplinando al espíritu popular con sus golpes de andacia. Personalmente efectuaba sus empresas y penetraba solo a las ciudades, sin cuidarse del famoso Tribunal de Vijilancia que funcionaba en Santiago y que ara una especie de nuevo Argos de cien ojos, que todo lo veia alrededor del poder y de la policía colonial. Enloquecia de rabia y desesperación a los jefes realistas y a Marcó con sus diabluras infinitas. Todo el rejimiento de caballería de los terribles Talaveras, comandado por el feroz San Bruno, estuvo en constante movimiento en su persecucion, siendo siempre burlado en sus correrías por el astuto y valeroso guerrillero. Una noche en que se daba una tertulia en casa de su confianza en Santiago, produjo la mas embargante sorpresa su llegada de repente y sin aviso previo, pasando la velada jugando malilla con la mayor calma, mientras los invitados desfallecian de terror y de inquietud. En espíritu travieso gozaba con el espectáculo de sus aventuras, contemplendo el miedo que causaba su temerario coraje. En otra ocasion se presentó en la cárcel y penetró en ella dizfrazado de sirviente doméstico, para hablar con un amigo que se encontraba preso. El asombro que entre sus mismas relaciones causaban sus actos de serenidad inandita, era natural y consiguiente, pues parecia increible tanta temeridad y atrevimiento. Llevó su audacia hasta presentarse a Marcó, en su propio palacio, en pleno dia, a abrirle la portezuela del coche para que bajase de él, con el único objeto de conocerlo. Sus actos de audacia y de valor le conquistaban las simpatías de todos sus conciudadanos, los cuales se imponian el deber de ampararlo y protejerlo. En los campos y en las ciudades, todos los propietarios, los bacendados y los inquilinos, como los jefes de familias, eran sus amigos, sus cooperadores, seducidos por su jenio y su coraje, dominados por su atrayente juventud y por el noble sentimiento de respeto, de admiracion y de simpatía que despiertan el valor, el patriotismo, la abnegacion y la superioridad dal carácter. Aquel jóven delicado, que jamas habia tenido trato con las jentes de los campos, culto y de hábitos refinados, se insinueba sin esfuerzo con los huasos y se hacia comprender y estimar sin inspirar reservas ni desconfianzas, pues éstas son naturales entre los campesinos y los futres, como pintorescamente llaman en su lenguaje vulgar a los jóvenes de sociedad. Los labriegos y los campesinos sufrian las despredaciones mas feroces de los soldados realistas, que talaban, robaban e incendiaban sus campos y sus chozas, con la mas estoica abnegacion, sin delatar al heroico guerrillero. El a su torno, asaltaba las haciendas de los realistas y en sus sorpresas dejaba sembrado el espanto y el terror en los campos que cruzaba con su banda de montoneros Refujiado en una iglesia y rodeado de soldados españoles que lo busPágina:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/108 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/109 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/110 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/111 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/112 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/113 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/114 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/115 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/116 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/117 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/118 Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/119 Página:Diccionario biográfico de Chile - 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