Dido abandonada

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Dido abandonada (1792)
de Francisco Durán
SOLILOQUIO TRAGICO

TITULADO:

DIDO ABANDONADA.

DISPUESTO CON VERSOS DE LA TRADUCCION
QUE HIZO DON TOMAS DE IRIARTE DE LOS QUATRO PRIMEROS
LIBROS DE LA ENEYDA DE VIRGILIO.

P O R

DON FRANCISCO DURÁN.


El Teatro representa una magnífica galería del palacio de Dido: los bastidores figuran altares y de Júpiter, de Apolo, de Juno y de Hécate, con sus lámparas y sus aras encendidas; á los pies de Júpiter se ve una naveta de incienso, y una copa dorada con vino; á los de Hécate una hacha de cera negra apagada; en medio del tablado, hácia el foro, se eleva una gran Pira de teas y encina, rodeada de adornos funestos, con graderías á los lados; encima de ella se ve el tálamo real, los vestidos, el retrato y las armas de Enéas; y por las ventanas de la galería el mar, á lo lejos, con una Esquadra.

Introduccion de Música estrepitosa, que al levantarse el telon va disminuyendo hasta finalizar en un piano.

Dido aparece sentada, y apoyada en una de las graderías de la Pira, volviendo poco á poco en sí, de un desmayo que la ha ocasionado la despedida de Enéas, dice blandamente, y con mucho abatimientos.

Enéas, dulce Enéas... tente... oye...
así á tu fina amante desamparas?
en qué brazos me dexas, huésped mio?
Solo doy este título á quien daba
el de consorte! Cómo me abandonas?
A contenerte nuestro amor no basta,
ni el haber hecho ya tuya mi mano,
ni la infelice Dido amenazada
de una muerte cruel; antes las naves
en el invierno rígido preparas,

(tirano!) y quando el cierzo se enfurece,
tan presto al mar deseas confiarlas?
Si como en busca vas de agenas tierras
é incógnitas mansiones, hoy dudára
la antigua Troya, por volver á Troya,
acaso el bravo piélago surcáras?
Huyes de mí? Por este llanto (ay triste!)
y por esa tu diestra ya empeñada,
(Pues todo, si no es ella, lo he perdido)
por nuestras núpcias y empezada alianza,
si algunos beneficios me debiste,
si alguna cosa en mí te ha sido grata,
y algo pueden mis ruegos todavia,
que mires la ruina de mi casa
con lástima, y depongas ese intento.
Las líbicas naciones por tu causa,
los Reyes de los Númidas, los Tirios
me han cobrado aversion: mi virtud casta
por causa tuya pereció igualmente,
y el antiguo decoro que bastaba
á sublimar mi gloria hasta los Cielos.
Quién me socorrerá, si tú me faltas?
mira que sin tu auxilio solo espero
que venga á destruir estas murallas
mi hermano Pigmalion, ó que cautiva
me saque de ellas el getulo Jarbas.
¡Si de tu amor alguna dulce prenda
lográra yo siquiera, antes que partas,
si un pequeñuelo Enéas, copia tuya,
travesease por mi regias salas
(cierto) no tan burlada me creyera,
ni tan enteramente abandonada!

Adagio triste, que concluye con dos ó tres golpes fuertes. Levántase Dido, reconoce con admiracion y desconsuelo la galería, y prosigue.

Qué es esto que me pasa? Ya estoy sola!
cumplió su intento al fin, y desmayada
me ha dexado el infiel! No he merecido
que á mi estancia siquiera me llevára!
Quién creyera de Enéas en el pecho
una fiereza tal, tal inconstancia?

Con furia.

Inhumano traydor! no, no fue Diosa
la que te concibió, ni tu prosapia
de Dárdano procede. Te engendraron
del cáucaso las ásperas montañas
entre sus duras y horrorosas peñas:
leche te dieron, sí, tigres hircanas.

Por qué ya disimulo? Ya, qué espero?
ó qué insulto mayor sufrir me falta?
le ha costado mi llanto algun suspiro?
merecí que la vista á mí inclinára?
derramó alguna lágrima? Rindiose?
ó tuvo de una amante desgraciada,
la menor compasion? No sé quál de estas
debo llamar ofensa mas tirana.
La excelsa Juno y el Saturnio Padre
no, no miran ahora tal infamia
con el justo rigor: ni hay en el mundo
donde poner segura confianza.
Hospedage le di quando el destino
me le conduxo náufrago á estas playas.
(Qué demencia!) Partí con él el Reyno:
yo reparé su destruida armada:
libré á sus compañeros de la muerte.
Ah! las crueles furias me arrebatan!
¡Ahora, por dorar su accion indigna,
intenta suponerme que le mandan
se ausente los Oráculos de Apolo,
licios agüeros, bárbara embaxada
de Jove, que el Intérprete divino
á conducirle por los ayres baxa!
Mucho se empeñan los tranquilos Dioses
en tal ocupacion, mucho se afanan!
pero no seré yo quien le detenga;
ni impugnar quiero sus razones. Parta:
arrostre vientos y olas; y navegue
hácia Italia á reynar. Tengo esperanza
(si algo pueden los Númenes piadosos)
de que entre los escollos ya le aguarda
el castigo; y clamando allí mil veces
á Dido nombrará. Con negras llamas
como Furia, aunque ausente, he de seguirle;
y quando de este cuerpo arranque el alma
la fria muerte, llevará mi sombra
presente de continuo adonde vaya...
Pagarás tus maldades, hombre iniquo,
Y de los Manes en la obscura estancia
á mis oidos llegarán las nuevas.

Repara que los Troyanos andan en la Playa con hachas encendidas, preparando los baxeles para marchar.

Pero qué miro, Dioses! ¡En la Playa
ya todos los Troyanos se congregan,
el viento las tendidas velas llaman,
y adornan los gozosos Marineros
las popas! ¡Ya van botando al agua

las altas naves que la orilla ocupan,
y ya las carenadas quillan nadan!
¡Si yo tan grave mal previsto hubiese,
con menos impaciencia la llevara!
mas supuesto que ya no hay en lo humano
alivio para mí, desventurada!...

Con fervor, inclinando la vista al Cielo.

O soberana Venus! corre, impide
que tan malvada accion Enéas haga:
di que en Aulide nunca con los Griegos
la destruccion de la Nacion Troyana
juré, ni armé contra Ilion vageles:
que no han sido por mí jamás violadas
las cenizas de Anquises, ni sus Manes.
Por qué con tal dureza á mis palabras
oidos niega? Adónde, adóndo huye?
Merézcale una amante desdichada,
por última fineza, que hasta tanto
que los vientos aguarde mas propicios.
No pido que la fe ya quebrantada
del antiguo consorcio restituya;
no pretendo que el reyno de la Italia
y su agradable Lacio desampare.
¡Solo demora pido, y tregua escasa,
para que á tal dolor y abatimiento
me vaya acostumbrando mi desgracia!

Adagio lamentable. Dido se pasea como haciéndose cargo á sí misma.

¿Quién me dixera á mí, que ese perverso
un tan fiero tormento me causara,
quando á ver la Ciudad le conducia
á mi lado, de gozo enagenada?
y quando en los espléndidos banquetes
seducian mi alma sus palabras,
quién sería capaz de persuadirme
que su cariño el mio no igualaba?

Exclamacion fuerte.

¿Por qué no me arrojaste con tu rayo
¡O padre omnipotente! á las tartáreas
pálidas sombras y profunda noche,
antes de ver mi honestidad manchada?
ahora sin honor, y sin consuelo,
qué determinaré? ¿Ver si me amparan
mis primeros amantes, y exponerme
á la irrision? ¿Me ofreceré humillada
por esposa á los Númidas, yo misma
que tantas veces desdeñé su alianza?

¿Seguiré en frigias naves á los Teneros,
sujeta á su dominio como esclava?
sí; que de haberlos dado todo auxilio,
y de la gratitud conque me pagan
aquel bien, satisfecha habré quedado.
Pero demos que yo tal meditára.
Quién de ellos, quando todos me aborrecen,
me admitiria en la orgullosa armada?
Ah, infeliz! Aun no sabes quán perjura
es de Laomedonte la infiel raza?
Pues qué? Con insolentes Marineros
partiré á navegar abandonada?
¿O con todo mi séquito de Tirios
será preciso que tras ellos vaya,
y los que de Sidón dificilmente
saqué, de nuevo por los mares trayga,
y los obligué á dar al viento velas?
Muere antes qual mereces; y una daga
acabe tu dolor. Ah hermana mia!
tú has sido de este mal primera causa:
te dexaste vencer de mis lamentos,
y viendo el desvarío de tu hermana,
entregarla quisiste al enemigo!

Con la mayor afliccion.

¿No pude yo, del tálamo apartada,
y sin culpable error, pasar mis dias,
viviendo como fiera solitaria,
antes que padecer afanes tantos?
¡He guardado muy mal la fe jurada
de Sichêo, mi esposo, á las cenizas!
las cenizas que yo antes veneraba!

Figúrase que oye andar alguien cerca de sí.

Mas quién aquí se acerca? No he mandado
que de noche á este sitio nadie salga?
Pero ay de mí! la imágen de Sichêo
con aspecto horroroso me amenaza!
razon tienes... Castigo mi delito...
de este cuerpo el espíritu desata,
pues no es fácil que Dido á amarte vuelva
con la misma lealtad que antes te amaba.
Mas ay! perdona, esposo, que estas voces
no son mias, del pecho las arranca
una infame pasion. Ya en honor tuyo
derrámo el licor puro antes las Aras.

Largo afectuoso. Dido echa incienso en el fuego de las Aras, toma la copa dorada, y despues de hacer acatamiento á las Estatuas, la derrama, y se horroriza.

Qué asombroso portento es el que advierto!

mi fantasía ahora no me engaña!
el vino en sangre infecta se convierte;
anuncio de mi muerte ya cercana!

Con blandura y afliccion.

Para seguirte, esposo, de antemano
tenia esa gran Pira levantada,
con las armas y ropas que ese monstruo
en mi aposento se dexó olvidadas.
Ya voy á completar el sacrificio
para que á unirse vuelvan nuestras almas.

Con resolucion.

Mas antes, porque todas tus ofensas
y las mias tambien queden vengadas,
con la espada que él mismo se ha dexado,
ir quiero á traspasarle las entrañas.

Presto furioso. Dido sube con precipitacion la gradería de la Píra, toma la espada, repara que marcha la esquadra de Enéas, demuestra afectos de desesperacion, y exclama:

Qué es aquello, ojos mios? qué es aquello?
Estoy despierta?... Es cierto lo que pasa?

Baxa como frenética, da tres ó quatro pasos, vuelve á subir, y continúa.

No es sueño, no, que todos los vageles.
con gran celeridad del puerto marchan!

Baxa é hinca una rodilla ante la estátua de Júpiter.

Ah, gran Jove! Que ese hombre advenedizo
me insulte en mis estados, y al fin parta!

Levántase dando voces.

No habrá en toda la Corte quien le siga?
ninguno que velóz tome las armas,
ó los vageles bote de la arena?
Corred; traed aprisa ardientes llamas;
soltad las velas; impeled los remos...
Qué digo?... dónde estoy?... qué furia insana
me trastorno el discurso? Ay, triste Dido!

Con ironía.

Ahora es quando tú la accion malvada
á conocer empiezas? Conocerla
debias quando el cetro le entregabas.
Esta es la fe y la mano del que dicen
lleva consigo sus deidades patrias,
y que al padre, postrado de los años,
en hombros libertó? Quién me estorbaba

Con arrogancia.

asirle, destrozarle, y por las ondas
sembrar sus miembros? ¿O manchar la espada
en sus Troyanos, en su Ascanio mismo,
- ofrecerle ¿á su padre por vianda?

Mas era aventurada aquella empresa.
Que lo fuese en buen hora. Ya arrestada
á morir, quién pudiera amedrentarme?
Que sus naves entonces no abrasára,
sin que un solo combés se libertase?
Que al padre, al hijo aniquilado no haya.
su nacion, y á mí propia despues de ellos!

Pasa exclamando de un altar á otro.

Sol, que ves con tus rayos quanto pasa
en el Orbe! Tú, Juno, medianera
y cómplice de todas mis desgracias?
Hécate, que en los trivios por las gentes
eres de noche á gritos invocada!
ó vengadoras furias! ó deidades
á quienes moribunda Elisa llama!
Mi voz, mi ruego oid; y el poder vuestro
Justo escarmiento en los impíos haga.
Si es necesario que aquel hombre iniquo
á puerto llegue, y á la orilla salga,
si lo exigen los hados, y si Jove
este firme destino le señala,
á lo menos con armas le persiga
un pueblo belicoso: de su Italia
expelido se vea; y apartado
de los brazos de Ascanio, á pedir vaya
ageno auxilio. Ante sus ojos mueran
indignamente quantos le acompañan;
y quando de una paz ignominiosa
se sujete á las leyes mas tiranas,
ni goce el Reyno, ni la dulce vida,
temprana muerte le acometa, y yazca
su insepulto cadáver en la arena.
Esto pido, y mis últimas palabras
son estas, que prorrumpen con mi sangre.
Y vosotros, Fenicios, tal prosapia
y tal Nacion aborreced por siempre:
ofrenda á mis cenizas, la mas grata
que tributar podeis. Entre ambos pueblos
no haya jamás amor, jamás alianza.
Y tú, Vengador mio, vé (qualquiera
que hayas de ser) de entre mis huesos nazcas,
y á los Colones Teucros extermines
á sangre y fuego. Sobe todos cayga
mi imprecacion: que ahora, en adelante,
y mientras en Cartago fuerzas haya
nuestros mares, las costas y armas nuestras
se opongan á sus mares, costas y armas.

Música marcial ruidora. Dido da un paseo como fuera de sí, se hiere con la espada, enciende luego el hacha y exclama.

O deidades! ¡O cuerpos luminosos,
cómplices de mi muerte desastrada,
del sacrificio que hago sed testigos!

Introduce el hacha en la leña de la Pira, y empieza ésta á arder lentamente, hasta que al decir Dido el último verso del Soliloquio, arde toda de repente, y cae el telon.

¡Númenes, protectores de quien ama
sin la correspondencia merecida,
vuestra justicia imploro! Executadla
en el pérfido Enéas, instrumento
del terrible martirio que me acaba.
Y pues arde ya el fuego de la Pira,
Dadme vigor para subir sus gradas.

Largo muy triste, y piano con flautas y sordinas, que acompañar hasta el fin. Dido sube la gradería de la Pira con fatiga, y al llegar á lo alto se reclina con mucho desconsuelo sobre el tálamo, se levanta dos ó tres veces sosteniéndose en el brazo izquierdo, y con la mano derecha coge el retrato y los vestidos de Enéas, diciendo con la mayor ternura:

¡O dulces prendas, quando Dios y el hado
lo concedian, recibid esta alma,
y de tantos afanes libertadme!
el curso terminé, que señalaba
á mi vida la suerte; y gloriosa
irá mi sombra á la profunda estancia:
fundé á Cartago ilustre: vi sus muros,
en mi hermano traydor dexé vengada
de un esposo la muerte. ¡Quán dichosa
(ay de mí) pude ser, conque mi playa
nunca hubiesen tocado frigias naves,
ó yo estorbado hubiera que tocaran!
Moriré sin vengarme de ese fiero?
Con todo, muera yo, que aun sin venganza
ir quiero al centro obscuro. Con sus ojos
el Troyano cruel vea estas llamas
desde el mar; y el agüero de mi ruina
lleve siempre consigo. Ya... me... falta
el espíritu. O Dioses!... O mugeres!
aprended... con mi exemplo... á ser mas cauta.


CON LICENCIA:
VALENCIA: POR ILDEFONSO MOMPIÉ. 1817.

Se hallará en Valencia, en la librería de los Señores Domingo y Mompié, calle de Caballeros, núm. 48; asimismo otros de diferentes títulos, y un surtido de Comedias y Saynetes, por mayor y á la menuda.