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Discurso: 9 de abril de 2005

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Buenos Días. Esta semana estuve en Roma para asistir a la Misa de funeral para el Papa Juan Pablo II. Las ceremonias fueron un recordatorio poderoso y conmovedor del profundo impacto que este Papa tuvo sobre nuestro mundo. Y en nombre de Estados Unidos, Laura y yo nos sentimos muy honrados de rendirle homenaje a este hombre bueno y santo.

Durante casi tres décadas en la silla de San Pedro este Papa llevó el mensaje de Dios de esperanza y amor y libertad a los lugares más remotos de la tierra. Y en esta última semana, millones de personas de todo el mundo devolvieron el regalo del Papa con un derrame de afecto que va más allá de la nacionalidad, el idioma y la religión.

El llamado a la libertad que definió su pontificado fue forjado en las experiencias de la propia vida del Papa Juan Pablo. Se hizo hombre durante la ocupación Nazi de su amada Polonia, donde evadió a la Gestapo para asistir a un seminario clandestino. Más adelante, cuando fue nombrado el obispo más joven de Polonia, se enfrentó con otro gran totalitarismo del siglo XX: el Comunismo. Y pronto les enseño a los líderes comunistas de Varsovia y Moscú que la verdad moral tiene sus legiones propias - y una fuerza superior a la de sus ejércitos y policías secretas.

Esa convicción moral le dio al hombre de Cracovia una confianza que inspiró a millones. En 1978, al mirar a la muchedumbre frente a la basílica de San Pedro como su nuevo Papa, en la plaza resonaron sus palabras "No Teman". Dondequiera que iba, el Papa predicaba que el llamado de la libertad está dirigido a cada miembro de la familia humana ya que el Autor de la Vida lo hizo parte de nuestra naturaleza humana. Muchos en el Occidente subestimaron la influencia del Papa. Pero no así aquellos detrás de la Cortina de Hierro, y a fin de cuentas hasta el Muro de Berlín no pudo resistir la enorme fuerza de este Papa polaco.

El Papa tenía un cariño especial para Estados Unidos. Durante sus muchas visitas a nuestro país, habló de nuestra Constitución "providencial", de las verdades evidentes sobre la dignidad humana consagradas en nuestra Declaración de Independencia, y de las "bendiciones de la libertad" que emanan de ellas. Son estas verdades sobre el ser humano consagradas durante nuestra fundación, dijo el Papa, que han llevado a las personas amantes de la libertad en todo el mundo a mirar hacia Estados Unidos con esperanza y respeto. Y retó a Estados Unidos a siempre estar a la altura de su eminente llamado.

El Papa nos enseñó que la base de la libertad humana es el respeto universal por la dignidad humana. En todos sus viajes, Juan Pablo predicó que incluso los más insignificantes entre nosotros llevan la imagen de nuestro Creador - de modo que debemos dedicarnos a construir una sociedad donde los más vulnerables de nosotros tengan el mayor derecho a su protección. Y por su propio ejemplo valiente ante la enfermedad y el sufrimiento, nos mostró el camino hacia una cultura de la vida, donde la dignidad de todo ser humano se respeta y la vida humana en todas sus etapas se venera y aprecia.

A medida que el Papa se debilitó físicamente, su lazo espiritual con los jóvenes se hizo más fuerte. Ellos afluyeron hacia él en sus últimos momentos, acudiendo a su ventana para rezar y cantar himnos y encender velas. Con ellos, honramos a este hijo de Polonia que llegó a ser el Obispo de Roma y un héroe para todos los tiempos.

Gracias por escuchar.


Este documento pertenece al Gobierno de los Estados Unidos de América y se encuentra en dominio público.