Discurso de Adolfo López Mateos en la Toma de Protesta como Presidente de la República

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Discurso de Toma de Protesta como Presidente de Adolfo López Mateos. 1 de diciembre de 1958.


Discurso del Lic. Adolfo López Mateos, al protestar como Presidente de la República ante el Congreso de la Unión, el 1 de diciembre de 1958.

He rendido la protesta de ley como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y al asumir la responsabilidad de gobernar al país en cumplimiento del mandato del pueblo, expresado en los comicios de julio último, expongo desde luego los lineamientos que seguirá la Administración Pública, conforme al conocimiento que tenemos sobre lo que en nuestro país y lo que podemos y debemos alcanzar.

En el ámbito internacional, México ha sustentado y seguirá sustentando una posición congruente ante los problemas humanos, y sostiene y sostendrá una doctrina, la doctrina de México sobre las relaciones entre los pueblos: lucha por la concordia, la cooperación y la paz en la justicia por la no intervención y por el respeto recíproco de las naciones.

Nuestra política exterior ha correspondido a nuestra evolución interna; la ratificamos y repetimos que se convertirá en instrumento auxiliar de nuestro desarrollo general, y conscientes de que no vivimos aislados ni podríamos vivir aislados, declaramos que existen en la civilización principios que deben mantenerse: en el mundo, pueblos que deben ayudarse entre sí, y en la sociedad humana derechos que deben alcanzar su plena vigencia.

Seguiremos cumpliendo los compromisos que hemos contraído en uso de nuestra soberanía.

Si las convivencias de México o un claro sentido de la solidaridad humana nos aconsejaran suscribir nuevos instrumentos internacionales, nos ajustaremos invariablemente, estrictamente a lo prescrito por nuestra Constitución.

Como miembro de distintas organizaciones internacionales, México asumirá la parte de responsabilidades que le corresponda en la tarea de estructurar un mundo en que la paz, basada en los más altos valores morales, permita que la colaboración entre los Estados rinda mejores frutos.

El mundo atraviesa una inquietante crisis de crecimiento.

A trece años de distancia nos damos cuenta de que la segunda guerra mundial resolvió apenas algunos de los problemas que la provocaron, pero dejó infortunadamente sin resolución el más grave y profundo de todos: la convivencia en la libertad.

El mundo desde entonces, ha venido avanzando entre dos peligros: o la consolidación de una tregua armada sobre un simple equilibrio militar y político de potencias, o la aceptación de un conflicto bélico universal que podría acabar con la civilización del género humano.

Nuestro país sabe perfectamente lo que cualesquiera de esos peligros representaría para él.

Pacífico por vocación, ha hecho y seguirá haciendo todo lo posible, con la esencial convicción de que la justicia y la independencia para todos es irrenunciable, para que la paz logre organizarse en forma perdurable, sin hegemonías agresivas ni intervencionismos intolerables.

De ahí nuestra decisión de participar, cada vez más intensamente, en el trabajo de las instituciones creadas para instaurar, mantener y promover un régimen de derecho y de progreso colectivo: las Naciones Unidas, y por lo que atañe a nuestro Hemisferio, la Organización de los Estados Americanos.

El programa de nuestra acción ha seguido con igual firmeza desde el día en que nos asociamos a las potencias democráticas del mundo, para ofrecer a todos los pueblos la posibilidad de alcanzar una vida libre de las tiranías, del temor y de la injusticia.

Para nosotros el ideal de cooperación internacional sigue siendo y seguirá siendo el de una ayuda mutua contra esos enemigos comunes del género humano.

La paz es indivisible, pero no sólo es indivisible en lo político, sino también en lo económico, en lo social y en lo cultural.

Consecuentes con esta convicción, procuraremos que sean robustecidos, tanto en el plano universal cuanto en el regional de este Continente, los medios de asistencia recíproca entre los pueblos.

En América, que es nuestro ámbito natural, puede hacerse acaso más, mucho más, que en cualquiera otra parte del mundo, para dar realidad a ese género de asistencia que concebimos fundamentalmente como una garantía de leal solidaridad entre los pueblos.

Abrigamos la certidumbre de que así lo comprendan nuestros vecinos latinos del Sur, con los cuales nos ligan tantas afinidades históricas, morales, sentimentales e intelectuales, y nuestros vecinos anglosajones del Norte, a quienes hemos tendido desde hace tiempo una mano amiga y a quienes reiteramos sinceramente esa amistad.

Nuestra conducta internacional se ajustará, por consiguiente, a dos normas fundamentales: no aceptar nada que vulnere nuestra soberanía, y no negar nuestro concurso a ningún esfuerzo que pueda servir efectivamente para mejorar la concordia de los países y la condición de vida de los hombres.

Estoy seguro que esas normas corresponden fielmente a la voluntad del pueblo de México, que agradece al igual que su Gobierno, la presencia de los representantes de los pueblos y gobiernos amigos en este acto.

Nuestro desarrollo tiende a lograr cada vez más los objetivos de la Revolución Mexicana: elevar constantemente los niveles de vida del pueblo para alcanzar mayor libertad, más cultura y mejor bienestar, como atributos de la dignidad del hombre, que es el objeto esencial de las instituciones sociales.

Los orígenes y los anhelos de nuestro pueblo se hallan en su revolución histórica a partir de la Independencia y hasta nuestro tiempo; precisamente en nuestra Revolución, y solamente en ella.

Diversas etapas ha venido presentando nuestro desarrollo en cuanto a proporción, velocidad y consecuencias.

Es decisión del Gobierno que se mantenga una tasa de crecimiento que absorba la expansión demográfica y que mejore a los sectores que carecen de casi todo.

Para lograr esa tasa debemos sostener la inversión en el momento adecuado y la celeridad conveniente, a fin de que concuerden la distribución de las cargas con la participación en los beneficios, para quienes concurren con su esfuerzo en las tareas de la producción y en la formación del ahorro, reciben la justa y necesaria compensación.

Si los buenos resultados no abarcan al mayor número de habitantes y si las obligaciones no pesan más sobre quienes poseen abundantes recursos, más conocimientos y mejores condiciones de vida, son inconvenientes y adversas una tasa y una velocidad altas que sólo fomentan un crecimiento de sectores privilegiados.

Habremos de lograr los mexicanos el mayor desarrollo con estabilidad monetaria.

Debemos producir y exportar más, vigorizar nuestro comercio exterior, ajustar nuestras importaciones, mantener el equilibrio de nuestro presupuesto y la solidez de nuestro crédito y fortalecer nuestra capacidad de pago externo.

Tenemos que luchar para que el progreso sea general y equilibrado, cuidando que la riqueza no se concentre en pocas manos, en ciertas actividades y en limitadas regiones geográficas.

Conforme a la naturaleza y crecimiento de la población, promoveremos su ocupación progresiva y el aumento de su consumo de acuerdo con sus necesidades.

El trabajo común debe producir ahorros para acrecentar las inversiones e impulsar el proceso expansivo.

Los factores que limitan nuestro desarrollo siguen siendo principalmente nuestra pobreza y nuestra ignorancia.

Nos falta capital suficiente para la explotación productiva de nuestros recursos naturales; sufrimos la carencia parcial de técnicos para alcanzar mayores beneficios en la explotación productiva de nuestros recursos, evitar dispendios y sustentar la abundancia, la cultura y el bienestar social, signos reales de prosperidad.

Son convenientes los capitales que proporcionan fuentes de trabajo y de mayor ocupación; pero no obstante, deben utilizarse con toda mesura.

Hemos de lograr que las utilidades cuantiosas en México se reinviertan para beneficio nacional, por lo que estimularemos constantemente a la iniciativa y al esfuerzo privados que así lo hagan.

Demandamos en esto la colaboración de todos y especialmente de quienes por tener recursos para invertir, tienen el imperativo deber patriótico de hacerlo.

Es menester recordar que cada año hay trescientos mil compatriotas que demandan ocupación, y esa demanda se incrementa anualmente.

Empresas y gobiernos deben coadyuvar en la tarea de proporcionar ocupación creciente a nuestros compatriotas.

La ocupación en ascenso formará, mediante el ahorro, el capital nacional que nuestra inversión exige.

A través de todo los grados de enseñanza, prepararemos mejor a la niñez y a la juventud, para que sepan lo que deben hacer en su propio beneficio y en el de la colectividad, y para que puedan hacerlo bien.

Será meta que habremos de alcanzar, la de proporcionar en nuestro sistema educacional, capacitación técnica para el mayor número y mejoraremos constantemente para ello nuestra actual organización de la enseñanza técnica.

Acentuaremos las tareas educativas en los grados primario y medio, para que llegue a todos, si es posible, la educación elemental y la enseñanza media al mayor número, sin descuidar las formas superiores de la cultura y la investigación.

La Educación Pública es una de las mayores preocupaciones nacionales.

En primer término, y como condición esencial, procuraremos mejorar la calidad de las enseñanzas, adaptando de manera menos teórica los planes de estudio a las necesidades reales de nuestro pueblo, y modernizando en lo posible los métodos y los procedimientos.

Para conseguir buen éxito en esta obra, tendremos que pedir a nuestros maestros, todavía mayor esfuerzo, más disciplina, más competencia y mayor fervor en su misión.

Concederemos especial atención a tres cuestiones urgentes: aumentar el rendimiento de las actuales Escuelas Normales y crear otras en la provincia, para contar cada año con mayor número de profesores bien preparados; desarrollar la capacitación agrícola de los campesinos y acelerar la capacitación técnica de los obreros.

Resulta imprescindible en este sentido, multiplicar los prácticos auxiliares para el trabajo, que está requiriendo la industrialización y el aprovechamiento nacional de nuestros recursos.

Continuaremos aportando un apoyo firme y creciente a la Universidad Nacional Autónoma y al Instituto Politécnico Nacional, que abren perspectivas tan importantes en los campos de la investigación científica, de la enseñanza superior y de la formación técnica de nuestros compatriotas.

Pero al mismo tiempo nos empeñaremos por que el Distrito Federal no absorba al mayor caudal de las vocaciones y a los mejor capacitados.

El país constituye un todo y su progreso debe ser un conjunto armónico.

Buscaremos, por consiguiente, la forma de elevar el nivel académico y técnico de los establecimientos educativos de los Estados.

Hay en nuestra provincia un noble afán de superación y una aptitud creciente para alcanzarla, que estimularemos constante y ascendentemente.

La tarea que incumbe a México en materia educativa es gigantesca.

Será ilusorio creer que podremos realizarla en el término de un sexenio.

Para definir el programa y para comenzar a ejecutarlo, habremos de solicitar la ayuda de todo el país.

Se ha hablado ya de una mayor colaboración de la iniciativa privada.

La recibiremos con agrado, siempre que respete los principios y las disposiciones de nuestra Constitución Política, y no responda exclusivamente a incentivos de lucro explicables en otras actividades, pero no en esta materia, y menos aún en un pueblo como el nuestro, en el que sufren de ignorancia tantos millones de compatriotas. .

Una Educación Nacional exige un esfuerzo de verdadera amplitud nacional.

Todos los mexicanos y en particular los mejor dotados económicamente, deberán atestiguar su civismo haciendo los sacrificios individuales o colectivos que resulten aconsejables para aumentar los elementos que la Administración destine a satisfacer uno de los más grandes derechos de los humanos: el de educarse para vivir.

Al mejorar el sistema de educación capacitando a los alumnos para su inmediato y mejor aprovechamiento, se evitará lo perjudicial que resultan la deserción escolar y la frustración profesional.

Hay que aplicar los medios e instrumentos útiles para cultivar y transmitir la técnica, el saber y la cultura.

Con la colaboración infinita, creciente y patriótica de los padres de familia, difundiremos y consolidaremos la disciplina de educadores y educandos, porque la función que desarrollan en esencial para mejorar los destinos nacionales.

En todo nuestro sistema de enseñanza, cultivaremos el carácter y la voluntad para formar hombres conscientes de sus deberes, responsables para con los demás y para con sus familias y, sobre todo, para con la patria.

Para la eficaz aplicación de nuestros recursos financieros y técnicos, subordinaremos las actividades a una constante planificación regional, que logre el equilibrio y la uniformidad del desarrollo nacional, evitando la inconveniente y a veces exagerada concentración geográfica, económica y política.

La planeación administrativa comprenderá las tareas propias del Gobierno nacional y la interacción de éste con los Gobiernos locales y municipales, cuyo vigor general ha de ser constante.

El sistema federativo es para beneficiar a la población y por eso distribuye las competencias entre las circunscripciones políticas o administrativas en que ella vive: Municipios, Entidades y Federación.

Las diversas regiones nacionales deben integrarse y coordinaremos para ello las tareas administrativas que las afecten.

Mediante una planeación cuidadosa orientaremos la construcción, operación y conservación de las obras públicas de fomento e interés general.

En su construcción procuraremos la armonía entre el motivo social que las demanda, la jerarquía administrativa que las promueva y las circunstancias objetivas en que se realicen: en su operación tendremos el mayor provecho; su conservación y mantenimiento no serán postergados por consideraciones pasajeras.

Con las obras públicas fomentaremos el esfuerzo de los mexicanos para multiplicar las fuentes de trabajo y activar la economía que mejore a la población.

Su beneficio aumentará la capacidad productiva del pueblo, sostendrá una economía rural vigorosa que apoye la industrialización, abastezca el consumo nacional y avive el proceso económico.

Las nuevas zonas o tierras que la Federación abra al cultivo, serán destinadas exclusivamente para beneficio de auténticos campesinos, ejidatarios y pequeños agricultores,

Al planear las labores administrativas, tomaremos en cuenta la orientación, la vigilancia y el control de los recursos que la nación invierta y ha invertido.

Analizaremos las empresas en que el Estado es agente o partícipe principal, para considerar cuidadosamente lo que se haya logrado bien y enmendar lo que no haya sido así.

La Administración Pública, sosteniendo las finalidades específicas de la inversión estatal, cumplirá sus funciones esenciales de coordinación, suplencia y estímulo a los particulares.

Nuestros recursos naturales son patrimonio común; las normas del artículo 27 constitucional deberán regir su explotación plenamente.

Conservaremos imperativamente nuestros limitados recursos naturales, los aprovecharemos mejor y procuraremos siempre los máximos rendimientos.

Usaremos bosques y praderas, suelo y agua, mar y subsuelo, conforme a un sistema integral, Industrias forestales, ganaderas y agrícolas, pesca y minería, son oportunidades que implican responsabilidad general para quienes las aprovechan.

A ellas y a su desarrollo vigoroso, ajustaremos los transportes, el crédito, los seguros y el constante mejoramiento de la técnica.

No abandonaremos los recursos y las zonas de difícil aprovechamiento; la montaña, el desierto, la selva y el caudal impetuoso de las aguas, son estímulos para obtener de ellos innumerables beneficios.

Patriotismo es amar la tierra en que hemos nacido, sin desaliento porque no nos fuera concedida otra mejor; es procurar siempre su grandeza, que alienta en el vigor de la mente, la nobleza del corazón y la eficacia del trabajo de sus hijos.

Muchas tareas concretas nos demanda la montaña; muchas posibilidades nos ofrece el desierto.

La erosión, la sequía, la inundación, podrán ser aminoradas en sus consecuencias desfavorables, si nos guía una amplia visión, si un mismo designio nos concita y si una sola esperanza nos une para integrar, en definitiva, el México que deseamos, que anhelaron los patriotas idos y que lograrán los futuros mexicanos.

Fortaleceremos nuestros sistemas industrial para darle mayor valor al trabajo mexicano e incorporar mayor trabajo en la transformación de nuestras materias primas.

Arraigaremos las industrias, procurando que las básicas sean suficientes para alimentar a las secundarias y que éstas se liguen entre sí, para que el conjunto de las grandes, las medianas y las pequeñas, forme circuitos de fluidez que nos beneficien en su actividad incesante.

Para pasar del auto consumo a una más amplia economía de mercado, debe cuanto antes redistribuirse mejor el ingreso nacional, aumentar el poder de compra interior, otorgar alicientes y muy especialmente mantener el nivel conveniente de la inversión pública.

Tenemos honda, hondísima preocupación por el elevado costo de la vida, problema muy complejo con influencias económicas de los mercados internacionales y de México.

Se ha repetido y lo volveremos a decir, que el sistema que aún perdura para la distribución de los productos, origina la intervención de numerosos, ocho o más intermediarios, que produce efectos de encarecimiento, por la indispensable utilidad de cada uno de ellos requiere para su propia subsistencia, lo cual hace que esas utilidades graviten sobre la economía general.

Ello es consecuencia también del crecimiento demográfico y económico de nuestra patria, que debemos encauzar y dirigir convenientemente para los propios intermediarios y para la exigencia del perfeccionamiento del fenómeno de la distribución que exige esta era de complejas organizaciones como es la importante actividad comercial.

Es inconcuso que el gran crecimiento general del país ha sido en sus comienzos como en todos los países en condiciones análogas, con características imperfectas; pero como en México nuestro desarrollo se halla en plena madurez, es preciso hallar entre todos los dirigentes de la marcha económica, fórmulas equilibradoras entre la agricultura, la industria y el comercio, para lograr con nuestra expresión el desarrollo de las diversas regiones del país y el beneficio de los distintos núcleos de nuestra población, obteniendo a todo trance mayor producción, mejor productividad y elevación de los niveles de vida de los mexicanos.

El Ejecutivo de la Nación ha elaborado un proyecto de acción coordinada entre el Gobierno Federal, de los Estados y de los Municipios y los factores económicos, que realizará a la brevedad mayor y con el concurso de los Consejos de planeación económica.

Es nuestro objetivo crear abundancia, única solución de nuestros problemas económicos y sociales; las restricciones que mantengamos o establezcamos en cualquiera de los grados del progreso económico serán para corregir y encauzar mejor, en favor de las mayorías, la producción, la distribución y el consumo.

Promoveremos reformas a la Administración pública para ponerla en consonancia con la realidad actual del país, enviando desde luego para su conocimiento a las HH. Cámaras legisladoras los proyectos de ley conducentes.

Somos amantes de nuestras tradiciones, mas no simples tradicionalistas.

Hemos heredado un patrimonio ideológico y moral que debemos conservar y acrecentar.

En el acervo de ideas que nos legaron se encuentran los elementos de la continuidad revolucionaria y la decisión nacional para afrontar los nuevos aspectos que ofrecen las realidades creadas por la Revolución Mexicana y muy especialmente las soluciones que actualmente requieren los asuntos agrarios y de los trabajadores en general de nuestro país.

Los derechos que en estas materias ha establecido la Constitución son claros y firmes, y nuestras leyes marcan los caminos para ejercerlos y preservarlos; deben hacerse más provechosos y fecundos, conjugando con ellos las circunstancias reales que no existían cuando la norma constitucional fue elaborada.

La tarea nacional y el esfuerzo que debemos realizar para cubrir las carencias, salvar los obstáculos y sostener nuestro progreso, rebasan la actividad estricta del Gobierno, al que debe unirse el pueblo en su más amplia expresión, conjugando la obra común. Unidos, podremos siempre conciliar diferencias, lograr nuestras finalidades, garantizar los derechos, respetar y oír la crítica auténtica y trabajar con mayor responsabilidad incesantemente, hasta hacer del trabajo una verdadera mística nacional.

Al llevar a cabo el conjunto de las tareas administrativas y propugnar los propósitos que expresamos, sabemos bien que nuestra acción encontrará innumerables obstáculos que disminuyan los frutos del esfuerzo nacional, más ello no debe impedir que sigamos el camino de nuestros designios, que son de superación irrefrenable.

Nuestra obra será humana y, como tal, perfectible, no variamos nunca los objetivos finales, pero acomodaremos constantemente la acción a la realidad para lograr mayor eficacia; las normas que debemos emplear con toda decisión son la tenacidad y la constancia.

Tendremos presente siempre que para un pueblo y su Gobierno unidos, los problemas acortan sus dimensiones, haciendo más fáciles o posibles los resultados que todos anhelamos.

México ha conformado a través de su historia, un ambiente social de concordia, libertad y tranquilidad.

La libertad fructifica conjugada indispensablemente con el orden.

La libertad sin orden, anarquía, y orden sin libertad, es dictadura.

El desorden abunda en un país carente de fe en sí mismo y en sus instrucciones; cuando el pueblo tiene un propósito superior, vive intensamente dentro del orden, sin el enorme perjuicio que causan la anarquía o la violencia.

Compenetrados de que nuestro país marcha unido y entusiasta a la consecución de sus designios el Gobierno que presido, garantizará el orden con la aplicación de la ley que fundamenta la concordia.

Nada haremos ni dejaremos que se haga contra, encima o al margen de las leyes; a ellas deberemos sujetarnos pueblo y Gobierno, pues constituyen la síntesis de nuestra historia, resumen el contenido de nuestras luchas, garantizan nuestro presente y afirma nuestro futuro.

Servir como funcionario es un privilegio que obliga a la entrega total de la persona.

El funcionario es un dirigente responsable, en cuya actividad y conciencia se depositan intereses del pueblo de México según la importancia de su cometido.

El funcionario que no se entrega por entero a su tarea, defrauda al pueblo; el límite de su esfuerzo debe ser sólo el de sus capacidades.

Ejército, Fuerza Aérea y Marina Nacional, son representativos de una parte de nuestras mejores tradiciones.

Nuestros institutos armados recibirán del Gobierno el estímulo y la atención que requieren; no sólo nos interesaremos en el mejoramiento moral, profesional y económico de sus integrantes, sino también en la superación constante de cada equipo y, sobre todo, en su adecuada organización que debe corresponder, por una parte, a las características de nuestro país y, por la otra, a los adelantos de la técnica.

De este modo contribuirán más eficazmente al armonioso desarrollo de la vida general del país y continuarán siendo garantía de la tranquilidad y el orden que demandan las tareas nacionales y custodios del respecto que exige la soberanía de la nación.

También daremos atención creciente para perfeccionar la organización de sus servicios, a nuestras Defensas Rurales, que tanto contribuyen a la tranquilidad en el campo.

Recibimos la jefatura de la Administración Pública del Presidente Adolfo Ruiz Cortines, que marcó a su régimen un ejemplo constante de honestidad, laboriosidad y patriotismo

El pueblo ha sabido expresarle su reconocimiento en calurosas y constantes manifestaciones.

El Gobierno al que sucedemos supo cumplir con eficacia, dignidad y honradez una etapa fecunda en el desarrollo del país.

Nuestro progreso ha sido, es y seguirá siendo obra de todos los mexicanos.

El beneficio social nace del trabajo común; un país que confronta carencia, con el nuestros no pueden aguardar a que el tiempo, operando como inercia, le produzca beneficios.

La distancia que nos separa de las metas debe ser acortada, multiplicando el trabajo.

No debemos esperar provechos espontáneos al margen de nuestra voluntad o de nuestra constancia; funcionarios y particulares, empresarios y obreros, y todos los campesinos, profesionistas, estudiantes, todos los mexicanos, estamos obligados a ofrendar nuestro cabal esfuerzo, con la determinación de que el país alcance, en el menor tiempo, los mayores y mejores resultados.

Desde que empezó la cruzada cívica, expresé que en la mujer y en la juventud mexicana se encuentran los factores más determinantes del futuro.

Una vez más los convoco a sus altos destinos, a que pongan la limpieza de sus miras y la nobleza de su carácter, en la tarea de crear una mística de superación en el trabajo, en la cultura y en el bienestar de los mexicanos.

La Revolución Mexicana que ha creado la grandeza y modernización del México actual, presenta grandes y fecundas perspectivas para apreciar ahora los problemas del país y proyectar sus nuevas soluciones.

Antes que otros pueblos, México encontró en su Revolución las normas de su transformación social y el designio de su gran desarrollo.

Terminada la contienda política, se impone la Unidad Nacional.

En aquella no tuvimos enemigos, sino adversarios ideológicos.

Respetuoso de las opiniones de los demás, al asumir el Poder declaramos nuestra decisión invariable de mantener la concordia entre los mexicanos que amen verdaderamente a la patria y laboren por mejorar sus destinos.

Con los principios de la Revolución en la conciencia y el imperativo de ley en la voluntad, hoy emprendemos la tarea que el pueblo ha puesto en nuestras manos y que cumpliremos con fidelidad hasta el límite de nuestras fuerzas para sumar a todos los mexicanos en una nueva etapa de unión de trabajo y patriotismo.

Fuentes:

1. Los presidentes de México ante la Nación : informes, manifiestos y documentos de 1821 a 1966. Editado por la XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados. 5 tomos. México, Cámara de Diputados, 1966. Tomo 4. Informes y respuestas desde el 30 de noviembre de 1934 hasta el 1 de septiembre de 1966.

Los cinco tomos fueron digitalizados por la Universidad de Texas: http://lanic.utexas.edu/larrp/pm/sample2/mexican/history/index.html

2. http://cronica.diputados.gob.mx/DDebates/44/1er/Ord/19581201.html