Discurso de Cristina en la XXXV cumbre del MERCOSUR
Quiero agradecer a los señores jefes y jefas de Estado; a las delegaciones que los acompañan; darles la bienvenida aquí a esta histórica ciudad de San Miguel de Tucumán; agradecer al señor Gobernador la excelente acogida que hemos tenido todos quienes hemos venido hoy aquí, a este lugar emblemático en la historia, no solamente de los argentinos, sino también de Latinoamérica. Creo que vamos a tener una jornada muy fructífera. Ahí Evo levanta su mano; claro, anoche lo decíamos, también aquí se juró la independencia de Bolivia, entonces era parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Muy bien, Evo, por hacerme acordar.
Darles nuevamente la bienvenida; sé que vamos a tener una jornada de debate y discusión muy fructífera; tenemos un mundo sustancialmente diferente al que teníamos cuando me tocó asumir la Presidencia Pro-Témpore en Montevideo hace apenas 6 meses y medio, así que creo que va a ser muy importante.
Ahora voy a darle la palabra al señor Canciller de la República Argentina, licenciado Jorge Taiana para que lea ante ustedes el informe de ministros, que ha sido redactado por todos ustedes también.
Para dar inicio a esta reunión, a este debate, quisiera formular algunas reflexiones junto a todos ustedes para compartir impresiones de este nuevo escenario internacional y también regional que hoy tenemos.
Parece que aquella reunión que hicimos en Montevideo, donde se me transmitió la Presidencia Pro-Témpore, hubiera sucedido hace muchísimo tiempo por las cosas que han acontecido precisamente en este breve lapso de apenas 6 meses y medio, no solamente en la región sino en todo el mundo.
Los temas de alimentos y energía, creo que han invadido la agenda pública a lo largo y a lo ancho de todos los países.
Muchos de ustedes estuvieron presentes en Buenos Aires el 10 de diciembre cuando me tocó asumir como Presidenta, y yo había señalado que precisamente iban a ser los dos problemas más graves del siglo XXI, los alimentos y la energía.
Debo reconocer que nunca pensé que se disparara tan rápido el problema y con el grado de profundidad que lo está haciendo, pero realmente hemos visto frente al formidable avance tecnológico escenas del medioevo donde gente muere en algún lugar por una revuelta, por un grano de comida, por un pedazo de pan. Hemos visto elevar el precio del petróleo a límites insospechados. Todavía recuerdo, hace 10 años allá en el sur en la Patagonia, cuando el barril llegó a estar 8 dólares y medio. Lo recuerdo muy bien, el ex presidente Kirchner era entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz, que, como ustedes saben, es una provincia hidrocarburífera que vio bajar sus ingresos a niveles prácticamente insostenibles. Lo cierto es que hoy, el precio del barril del petróleo parece no tener fin y también, parece no tener fin el aumento de los alimentos.
Me acaban de informar antes de ingresar a esta reunión, que el precio de la soja por ejemplo, ha llegado a 590 dólares. Hace apenas 20 días o un mes atrás, en discusiones que manteníamos con el sector agropecuario, precisamente por el precio de los alimentos y por nuevas tablas de evaluación de esos precios, se sostenía que cuándo iba a llegar la soja a 600 dólares. En realidad lo que estábamos proponiendo era una ficción; en ese momento el precio de la soja, no hace 4 años, hace menos de un mes estaba 470 dólares; hoy está 590 dólares.
Muchos de ustedes también, como el presidente Lula, asistimos conjuntamente a la Cumbre en Roma que tuvo lugar la Conferencia de la FAO y allí planteamos lo que nosotros entendemos como una de las causas centrales en esta disparada de los precios en materia de alimentos que pone en riesgo, no ya la economía de un país, no ya las reservas de un Banco Central, sino cosas más tangibles y que nos hace a nosotros como gobernantes mucho más responsables que es la mesa de los hombres y mujeres de nuestros pueblos; los alimentos y la soberanía alimentaria de los pueblos, que es, me parece, la nueva discusión y este nuevo debate que no existía hace 7 meses atrás.
Una de las cosas que escuchamos, inclusive de responsables de los programas mundiales de alimentos de la FAO es que, precisamente el precio de los alimentos comenzó a dispararse el año pasado durante el mes de junio. Algunos creían en algunos países que eran fenómenos locales y no fenómenos mundiales, pero podemos advertir que hay una simultaneidad entre la disparada de precios en los alimentos y la crisis en el sector financiero en materia hipotecaria.
Precisamente, cuando los bancos comienzan a hacer agua, cuando ningún banco es confiable, porque todos sabemos que en el col interbancario no llegaron a prestarse por más de 24 horas, porque no se sabía con el tema de la “subprime” cómo estaba calzado cada banco, es cuando comienzan los movimientos especulativos en el sector de los alimentos.
O sea, la economía casino, la economía de la especulación que estaba circunscripta normalmente al ámbito financiero y al mercado del dinero específicamente del crédito, etcétera, comienza a trasladarse al mundo de los alimentos. Hay una expresión muy rioplatense, “timba”, la timba es el juego que hacen los apostadores cuando se juntan, o a los dados; señores de la timba financiera han pasado a la timba de los alimentos.
Antes, estas consecuencias las pagaban las macroeconomías con endeudamiento, con fuertes déficit. Hoy, la van a pagar los hombres de carne y hueso, con el precio del pan, de la carne, de la leche. Esto también tiene que ver con la nueva realidad de nuestra región, porque la región viene de una época de crecimiento inédito económico, que ha permitido que grandes sectores de la población puedan acceder a bienes que antes no tenían.
Quiero dar el ejemplo de mi país, en mi país desde el 25 de mayo de 2003 a la fecha, el consumo de carne vacuna ha crecido por habitante en 30 kilos, el consumo por habitante en pollo está llegando a 25 – 30 kilos. No es que se han decidido a comer de repente los argentinos en los últimos 5 meses; es que con el retorno del trabajo y del salario decente, la gente vuelve a acceder a los bienes básicos para una vida digna.
Muchas veces escucho que uno de los problemas a nivel mundial en materia de comodities alimentarios, es el ingreso también de China y de la India que demandan también más alimentos y lo presentan como un problema. A mí realmente me causa una sensación entre la indignación y la risa, porque pareciera ser que el problema es que mucha gente que antes no comía, o lo hacía mal y una sola vez al día, ahora come decente y dignamente, y esto entonces se convierte en un problema. Cuando en realidad todos sabemos que uno de los problemas claves que estamos teniendo en materia de alimentos, es precisamente esta suerte de especulación que ahora se ha volcado a activos más fijos, más palpables, más seguros que los de un banco por ejemplo.
Yo escuché y lo escuchamos junto con el presidente Lula, hablar del tema de subsidios agrícolas, por ejemplo en la Unión Europea, pero luego cuando se redactó el documento final en materia de conclusiones de aquella conferencia de FAO, no pudimos lograr ni una sola frase en torno a los subsidios agrícolas.
También recuerdo muy bien las palabras del presidente de Brasil ese día, cuando habló de cómo las políticas que se habían dictado desde los centros de poder para la región durante la década de los ’90, era la que había precisamente permitido que muchísimos países, por ejemplo él tomó el caso de Haití como caso emblemático, no se dedicaran más por ejemplo al cultivo del arroz y abandonaran esas tareas. Pasó también en numerosos países de Centro América, él lo relató y lo contó muy bien. Lo que uno observa ahora entonces en el escenario internacional, es que de todos estos desaguisados en materia financiera, en materia de políticas durante la década de los ’90 y sus consecuencias, los responsables pasáramos a ser los países productores de alimentos.
Creo que nos debemos un debate en serio y a fondo sobre estos temas, pero también quiero abordar el problema de cómo nos plantamos aquí en la región, en el MERCOSUR, en América Latina, en la América del Sur, frente a estos problemas. Yo creo, tal cual lo decía anoche en el brindis de bienvenida a todos ustedes, que la independencia y el crecimiento de nuestra región está fuertemente atado al proceso de integración. Si para nosotros la integración antes fue un desafío, ahora es una necesidad y es una necesidad de carácter estratégico, no solamente de crecimiento, sino de defensa de nuestros recursos naturales.
Tengo también muy presente las palabras del señor presidente de la República del Brasil, cuando replicó una crítica que había venido desde Europa, en cuanto a que la amazonía, la amazonia, era patrimonio de la humanidad y no territorio de la República Federativa del Brasil.
Realmente no es que uno crea en teorías conspirativas, pero veo un escenario internacional donde por ejemplo en Europa se centra en los inmigrantes, prácticamente como responsables de las crisis con resoluciones y con políticas francamente inadmisibles que nos remiten a épocas de xenofobia que creíamos alejadas de la historia de la humanidad, y que también creo que debemos hoy analizar y replantear.
Creo que nos debemos también una discusión acerca de nuestras posturas en Doha, tal cual lo manifestó al señor Barroso en la reunión que mantuvimos en Lima. Las negociaciones son eso, negociaciones de intereses. No hay que tener clichés ideológicos frente a negociación económica, simplemente contabilizar en esa negociación que tiene que ser obviamente de carácter, como decimos los abogados, sinalagmático. Ahí me mira Chávez si no sabe bien que es sinalagmático, porque él es un militar y no tiene por qué saber un término jurídico. Pero un contrato sinalagmático es obligaciones de ambas partes.
Entonces, esta negociación debe ser esencialmente de intereses y de contabilizar, de contar qué es lo que se nos pide a nosotros que demos y qué es lo que nos dan a cambio. Esto por supuesto de acuerdo al valor de cada economía, porque si lo medimos en términos absolutos, evidentemente un peso no es lo mismo para la Unión Europea que un peso para el MERCOSUR y para cualquier a de sus países integrantes o asociados.
Está claro que estamos hablando de una negociación de intereses y que entonces lo que habrá que discutir es qué representa en términos de ventajas de trabajo, de mejor calidad de vida para nuestros representados, el acuerdo y en cuánto perjudica el trabajo, la industria y la calidad de vida de nuestros hombres y mujeres.
Esta es la medida que tenemos que tomar los gobernantes. No solamente las condiciones o variables macroeconómicas que suenan bonito en las grandes conferencias; esas condiciones macroeconómicas después tienen efectos concretos sobre la calidad de vida de cada uno de nuestros conciudadanos y de la posibilidad de acceder a los bienes básicos, los alimentos, la salud, la educación y la vivienda.
Creo que este debe ser uno de los parámetros que debemos analizar al momento de decidir nuestra postura frente a Doha; esto y nada más que esto, desprovistos de posturas que puedan aparecer rodeadas de ideologismo o de posiciones absolutamente cerradas o encorsetadas doctrinariamente.
Digo que hoy la integración es para nosotros una necesidad y una oportunidad como nunca antes hemos tenido en nuestra historia. Porque lo que ha sucedido, señoras y señores presidentes, es esencialmente que se han modificado y se están modificando los términos de intercambio comercial. Históricamente parecíamos los países emergentes condenados a ser desfavorecidos en ese término de intercambio. Precisamente, la situación en los precios de alimentos y de energía, nos colocan a la región frente a una oportunidad inédita si sabemos aprovecharla en términos de solidaridad y de integración regional.
Brevemente, países como Venezuela, con absoluta soberanía energética, países como el Brasil, potencia industrial con un gran Know-haw en materia de agregar valor a los productos, es en realidad lo que nosotros necesitamos, agregar más valor a nuestros recursos y a nuestras materias primas; mi país, la República Argentina, exportador neto de alimentos, con soberanía alimentaria total, países como Bolivia, también con recursos energéticos importantes; Chile, con el cobre, también Uruguay con un importante patrimonio en materia de producción de alimentos y ahora me entero, Tabaré estaba muy contento, porque habían encontrado gas y nosotros también nos ponemos muy contentos, porque les vaya bien a los hermanos del Uruguay, pero -digo- tenemos una oportunidad en términos de complementariedad y de integración como nunca antes lo hemos tenido para lograr este crecimiento sostenido que ha tenido la región y que además -creo que no es casualidad, no creo en las casualidades y sobre todo en términos históricos, la casualidad no es una categoría histórica sino la causalidad- ha ido acompañado también por el surgimiento de gobiernos elegidos democráticamente en elecciones libres y sin proscripciones, con una fuerte orientación a hacerse eco de la demanda de sus pueblos y de sus sociedades, cada uno con sus particularidades, cada uno con sus identidades, pero como siempre lo digo, nunca como ahora los gobernantes en América Latina nos hemos parecidos a nuestros gobernados.
Creo que esta es una de las claves en esta etapa de crecimiento y también debemos advertirlo sin preocupación, pero sí con inteligencia, que tal vez el hecho de que haya gobiernos muy comprometidos para que nuestros pueblos sigan comiendo bien y entonces tal vez algunos piensen que seto genera menos excedentes exportables, o que al haber procesos de industrialización y valor agregado, estemos dando salario para que la gente pueda seguir comiendo bien, a lo mejor se ve como obstrucciones.
Lo veo saben por qué, porque a mí me gusta la historia como a muchos de ustedes y recuerdo que mi país hace poco más de 100 años fue el granero del mundo y la séptima economía del mundo. Nos decían que éramos el granero del mundo, porque dábamos alimentos a todo el mundo, pero el pueblo argentino vivía sumido en la miseria, el hambre y la desesperación.
Creo entonces que debemos todos estar muy atentos; creo que todos debemos abocarnos a profundizar esta integración y también a proponer soluciones al resto del mundo, que no son las que muchos creen culpar a los países emergentes de las cosas que suceden, me tocó escucharlo a Lula en una excelente defensa en el tema de biocombustibles.
Creo que todos tenemos que tener muy en claro hoy dónde está la causa precisamente de esta disparada en materia de alimentos y también en precio de energía y proponer soluciones sustentables para todas las sociedades, pero fundamentalmente para aquellas sociedades en las que como las nuestras, todavía tenemos una fuerte deuda social que cumplir.
De esta manera, en este marco y seguramente con todos los aportes que seguiremos haciendo todos, dejo abierta esta reunión para comenzar el diálogo de presidentes.
Muchas gracias.