Discurso de todos los diablos/Censuras
Censuras
CENSURAS
Censura al Libro que ha Estampado en Gerona, Año de 1628, Don Francisco de Quevedo, cuyo Título es «Discurso de Todos los Diablos, o Infierno Emendado» [1]
Mándame V. E. Ilsma. diga qué siento del libelo, o librillo (todo es uno, porque este librillo es libelo) que ha dado a la estampa don Francisco de Quevedo con el título de Discurso de todos los diablos, o Infierno emendado. En ejecución de su mandato de V. S. Ilsma. significación de mi obediencia, protestación de la fe católica que professo, defensa de sus verdades, que por especial título debo defender, digo por mayor que el asumpto de la obra de Todos los diablos es sátira; su principal artificio, hablar del infierno como cosa de burla, como de lugar donde los condenados dicen chistes, gracejan y se entretienen Esto tiene conocido escándalo, no sólo para los ignorantes, sino para los doctos. Para doctos, viendo que se permite en la Iglesia de Dios hacer donaire de lo que es castigo de los malos, freno de los buenos; debe ser escarmiento de todos los que viven: es pena preparada por el mismo Dios para los demonios y sus imitadores, viendo que haya un católico que le haga tan poca disonancia a la voluntad y al entendimiento el lugar donde perpetuamente se carece de la vista de Dios y que juegue con él, se entretenga, le tome por instrumento de manifestar sus conceptos burlescos, como pudiera de lo que fuera burla o juego. Aunque, para explicar conceptos tan infernales, ¿qué instrumento se podía tomar sino el infierno, si no fuera católico el que los explica?
Es escándalo a ignorantes, porque creerán que en el infierno pasa así todo lo que aquí dice este autor; que no son las penas como nos enseña la fe, pues les dan lugar a los condenados a tales conversaciones; que hay estado peor que el infierno, y se puede apetecer éste mejor que otros.
Es todo el tratado injurioso a los más principales estados de la República christiana, pues no es más que una sátira impía y escandalosa de todos en general, sin exceptar alguno de todos, ni a uno de cada estado en particular. Particularizando las proposiciones y cláusulas del libelo, comienzo por el título, que es Discurso de todos los diablos, o Infierno emendado. Lo que quiere decir este título se colige del contexto del librilio; es decir, que estaban mal ordenados los castigos y penas del infierno; se ordenaron mejor; se castigaron con penas más ajustadas a las culpas. Consta ser este el pensamiento del folio 4, página 2, donde, después de haber satirizado a los jueces y letrados, dice que repartió Lucifer a los senadores entre Minos y Rodamanio, para que fuesen asesores de los demonios, dividiendo el infierno en chancillerías.
Fol. 6, pág. 1. Que «los casados los mandó llevar al Jarama del infierno».
Y así de todos estados.
Decir que se enmiendan las penas por Lucifer, es decir que están mal ordenadas; que él tiene autoridad en ellas. Ambas proposiciones son errores en la fe. Porque las penas de fe católicas las ordenó Dios con suma sabiduría y justicia. Nadie puede arbitrar en ellas; el demonio es condenado y ministro atormentador de los hombres que se condenan, deputado por Dios sin más autoridad en las penas que obedecerle.
La aprobación de fray Ramón Roviroll confiesa que el título escandaliza. Eso basta para que no se permita, aunque no contenga doctrina contra la fe y buenas costumbres. Juzgo que es supuesta esta aprobación, por no sentir lo mismo de un religioso que del autor.
El prólogo, que llama «Delantal del libro», habla con menosprecio indecente de los doctores y sabios de la Iglesia que califican las proposiciones arrojadas y licenciosas, escarneciéndolos porque las califican. Debe ser sentimiento de las que le condenaron en otro librillo semejante a éste, que intituló Política de Dios y tiranía de Satanás.
En este prólogo dice le pueden hacer un argumento contra el título del libro los calificadores, y que remite la absolución a Lucifer. Los argumentos que se pueden hacer ya quedan hechos en la censura del título. No se le debieron ofrecer, que a ofrecérsele, no diera un católico tal título a obra suya. Si se le ofrecieron, disimulólos mal con el donaire que dijo contra los calificadores.
Juzgo que se puede presumir quiere seguir toda la doctrina del demonio, quien da por defensa de sus escritos, por solución a los argumentos que los sabios de la Iglesia le hicieren, lo que el demonio responde a ella y a ellos. Fol. 1, pág. 1. Dice que «los demonios no se conocían». Es contra el común sentir de los padres y santos, que afirman no perdieron los ángeles malos nada de lo natural; y así, que se conocen unos a otros.
En la misma pág. 1. Que el infierno es «casa revuelta y confusa». Trae el lugar de Job: ibi nullus est ordo. No lo entiende, porque los demonios tienen sus órdenes y jerarquías; las penas su orden y concierto, pues determinó Dios los castigos a la medida de los pecados. Quien no sabe la Escritura, no se le ha de consentir juegue con ella. En el mismo fol., pág. 2. Que «mire por si Satanás, que le quieren quitar al diablazgo». Satanás no es nombre particular de Lucifer, sino común a hombres y a demonios: quiere decir el que contradice. Y aunque en nuestro vulgar está recibido llamar así a todo demonio, nótase para que se vea que erró este autor en todo. Decir «adiablazgo» es irrisión de lo que se debe temer. En la misma pág. 2. «¡Ermitaño, letrado, médicos y tiranos, qué confección para reventar una resma de infiernos!» Injurioso a los tres estados, que de suyo son buenos y aprobados, decir que son los que bastan a descomponer el infierno en cuanto es malo y nocivo. La mesma injuria es igualarlos con los tiranos. «Resma de infiernos», impropiedad burladora. En la misma pág. 2. «Algunos trataban de huirse del infierno.» Es dar a entender a los ignorantes que puede ser. Es contra la fe. Fol. 2, pág. 1. Que tiene Lucifer «guarda de tudescos y alemanes»; que el Entremetido hacía cortesías a las almas en el infierno y se voseaba con ellas. Todo es irrisión de los castigos de Dios: ocasión que los tengan por burla los ignorantes.
Pág. 2, el mismo fol. Que se condenó un hombre, por no ver otro entremetido. Encarecimiento necio; en materia de salvación, escandaloso; que pues no hay pena mayor que condenarse. Los demás de esa plana todo es irrisión de las penas del infierno.
En la misma pág. 2. Que un Emperador «tenía el cuerpo lleno de heridas y la cabeza de sangre». Si éste fuera sueño como otros que ha tenido su autor, mal pensados y peor consentidos, pudiera pasar decir que había visto cuerpos en el infierno; pero, en realidad de verdad, no se puede decir, pues no los puede haber de ley ordinaria hasta la universal resurrección.
Fol. 3 y 4. Desde donde comienza a hablar Julio César, hasta donde dice que «Lucifer dividió el Infierno en Chancillerías», es una sátira osada, injuriosa, escandalosa, mal sonante de los letrados, tribunales, leyes, jueces, sin distinción de personas. Ocasión al pueblo de menospreciar los superiores, oponerse al estilo de Dios y de los hombres justos, pues Él manda y ellos ejecutan juzgar por las leyes, sin que haya otro modo más ajustado a las de Dios administrar justicia.
Dicho este Discurso en una conversación particular, es digno de grave enmienda. ¿Que será impreso en lengua vulgar? Mal se queja de leyes y jueces quien gana dineros a imprimir contra ellos. Fol. 6, pág. 2. Que un marido echaba la culpa de los excesos de su mujer a los frailes. Escandaloso, injurioso a todo el estado.
Fol. 6, pág. 1. Que echaron a los maridos que habían sido ofendidos de sus mujeres «al Jarama del Infierno». Irrisión de las penas.
En la misma página. Que los vengativos, invidiosos y presumidos decían que si volvieran a nacer, o a la vida, se enmendaran.
Es dar a entender que en el infierno hay algún género de arrepentimiento.
Es error en la fe. Porque ésta enseña que en el infierno no puede haber amor de Dios, ni del prójimo, sino obstinación perpetua y aborrecimiento continuo de Dios.
Fol. 6, pág. 2. hasta fol. 9, pág. 1. Discurre que es mejor ser condenado que volver a nacer, y lo afirma tres veces. Parece que se ríe del infierno, o no cree que le hay, quien tal dice. Por lo menos, ignora que dijo Cristo que es mejor no nacer, que condenarse un ser el no ser desdicha sobre todas las naturales. Es discurso gentílico, herético, asquerosamente discurrido y hablado.
Fol. 9, pág. 2. «Clavar espinas en un Eccehomo», «Paternostres molidos».
Irreverencia gentílica hablar de las cosas divinas y sus representaciones como de las humanas más indecentes.
Fol. 11, pág. 1. «óigame vuestra diablencia.» Mucho juega con los demonios.
Puédese temer que han de jugar allá mucho con él.
Pero si le sucede, allá verá que no es juego.
En el mismo fol., pág. 2. Que a un diablo que no supo tentar, «lo pongan en casa de un juez para que aprenda a condenar». Injurioso.
En el mismo fol., pág. 2, hasta fol. 18. Todo el discurso de los príncipes y privados es sátira contra ellos, bañada en lisonja.
Lisonja torpe. Satiriza atrevido; y, si bien, dicho con modestia en un tratado grave pudiera enseñar, dicho en lengua vulgar, el estilo civil, en unas relaciones entremesadas, escandaloso y sedicioso.
Fol. 18, pág. 2, hasta fol. 20. «Oyóse una voz de un espíritu que decía estas palabras de Habacuc hablando con los poderosos.»
Y trae dos lugares de este profeta. O las dijo algún espíritu bueno, o alguno de los condenados. Cualquier cosa destas que confiese es falsedad; es mostrar la osadía que tiene de tratar las cosas asgradas, pues usa dellas para indecencias tan inútiles. El espíritu bueno no puede decirlas en el infierno, ni había para qué; porque lo que dice en ellas el profeta es quejarse Dios de las tiranías de un poderoso insolente. Esto, ¿a qué propósito se había de hacer en el infierno, cuando el infierno, murmurando, las acaba de referir? Y más siendo el sentir de los condenados acerca dellas tan encontrado con el de los justos. Espíritu malo no podía decirlas, pues no les duele a los que están condenados que los príncipes procedan mal, que la ley no se cumpla, que no se haga justicia; y si no les duele, ¿de qué se habían de quejar? ¡Y dice, ay, que las almas las repetían! El segundo lugar que trae del cap. 2, del mesmo profeta, dice que le dijo el espíritu «para consolar las almas del infierno».
El lugar a la letra contiene los castigos que Dios ha de hacer a los poderosos que oprimieron a los buenos. Decir que esto se dice a los condenados para consolarlos, es ignorancia. Ellos no pueden tener consuelo, ni alivio. Saber que otros han de ser castigados como ellos, no se les puede dar, antes si con su mal ejemplo pecaron, aumentárseles pena accidental. Lo que juzgo desto es, que por atreverse a todo este autor, se atreve a la Sagrada Escritura, tanto que la llena de infierno para murmurar con ella y mancillarla.
Fol. 20, pág. 2. Comienza con un «hondos gemidos» donde dice la enmienda que dio Lucifer a príncipes y privados, ordenando que vayan unos al cuartel de la perlesía, otros al de las mujeres hermosas. Allí se verá el donaire que hace de las penas del infierno, y en qué ocasión tan grave trajo los lugares de la Escritura antecedentes.
Parece tiene la Escritura Sagrada por patraña, el infierno por sueño, quien había ansí de cosas tan formidable la una, tan venerable la otra. Fol. 21 hasta 23. Condena la loable costumbre, santa obligación de hacer testamento. Es discurso escandaloso, pues reprueba lo que la Iglesia Santa tiene recebido y aconseja para bien de las almas; doctrina impía y sediciosa a los fieles, que se abrazará más que otras, pues aún muy persuadidos de las consecuencias que tiene cumplir esta obligación, no la ejecutan.
Fol. 23 hasta 26. Entremés ridículo.
Fol. 26 hasta 32. Murmuración de príncipes; que puesto que el vulgo lo aplica a los que de presente gobiernan, es injurioso y mal permitido.
Fol. 32 y 33. Sátira disimulada de religiosos, pues murmura de los tres votos, y de dejar el mundo.
Fol. 33, pág. 2. Dice que van contentas al infierno las mujeres.
Si lo dice de veras, es error; si por donaire, irrisión de las penas, engaño de los ignorantes.
En la misma página. Que un pregonero a la puerta del infierno decía: Ibi erit fletus, et stridor dentiun, y que las mujeres dijeron:
«NO habla con nosotras, que no los tenemos.» Si es veras, es herejía decir que no habla con todos los condenados. Si es burla y juego, es ireverencia blasfema y heretical interpretar así las palabras que dijo él mismo Jesucristo: Matth. 8, v. 12.
Fol. 34, pág. 1. Habla de materias muy laxas con metáforas eclesiásticas y del oficio divino. «Ofrecer paliza de difuntos», y cosas así. Es irisión de las cosas divinas.
Todo lo restante y antecedente es una sátira de los más principales estados de. la Iglesia, sin perdonar religiosos, sacerdotes y confesores. Es conocido escándalo del pueblo cristiano, porque le enseña a pecar y a desenfrenarse (que el decir que se hacen en la República todos pecados, es dar aliento para hacerlos, aun dicho con mucho espíritu en un púlpito, ¿qué será en una fábula entremesada y malsonante?); hacer donaire el pecar; menospreciar los superiores, con ocasión de saber que pecan en todo; hacer descarados a los que pecan, pues impresos y hechos entremés sus pecados, ni aun de recatarse en ellos cuidarán.
Juzgo que este autor es digno de enmienda; de que se le prohíba escribir en todas materias; que lo que ha escrito se sepulte todo; que no se admita aun después de expurgado, pues dejar correr escritos corregidos, es privilegio de los que estándolo de lo que tienen contra fe y buenas costumbres, enseñan algo de lo que se debe saber y edifican los fieles. Pero los deste autor, cuando más azarandados, siempre son ofensa de los más principales estados de la República cristiana, enseñanza de todo mal, y pecar al pueblo.
La salida que tiene el autor para disculpar el libelo, es decir, que es discurso enigmático y figurativo para significar su concepto; que la realidad, la verdad, no se menoscaba por él, se queda entera y en su lugar. Esto no lo saben los ignorantes, antes creerán que pasa así en el infierno. No dice fue sueño, ni que es parábola, sino que pasa así como lo cuenta.
Y cuando hiciera esa salva, juzgo escándalo, impiedad, irreverencia, injuria de la Iglesia, blasfemia de la justicia de Dios, irrisión de sus castigos, hacerlos instrumentos de murmuraciones atrevidas, valerse dellos para la explicación de pensamientos mundanos, indecentemente satíricos y sangrientamente infamadores de las cabezas de la República cristiana.
Esto es lo que me parece, salvo meliore judicio.
En primero de julio de 1629.
- ↑ En algunas versiones aparece titulado como «El peor escondrijo de la muerte» y, a partir de 1631, en la versión expurgada de «Juguetes de la niñez», dónde aparecen también expurgados los «Sueños», muda título por «El entremetido y la dueña y el soplón».