Discurso sobre la educación: XVI

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​Discurso sobre la educación popular sobre los artesanos y su fomento​ de Pedro Rodríguez de Campomanes
Capítulo XVI


XVI - Del fomento inmediato de las artes y oficios: reducido a axiomas generales, con alguna explicación, por vía de claridad al discurso[editar]

Todos los fomentos, que necesitan las artes y oficios, se pueden reducir a pocas máximas, que se deducen sustancialmente de los principios, que se han ido adoptando en este discurso; y ahora se van a resumir, con las advertencias convenientes, a fin de que se retenga con claridad el sistema, que me he propuesto; y puedan los lectores corregirle, y ampliarle a su satisfación en beneficio del público: que es lo único en que he pensado, cuando en las presentes vacaciones de navidad emprendí este trabajo, por vía de ampliación del anterior discurso sobre la industria popular, o dispersa.


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Todo arte, u oficio ha de tener por basa el arreglo del tiempo determinado, y preciso de enseñanza, a los que se dedican a él; ya en calidad de aprendices, o de oficiales.

Este arreglo, según queda advertido, es muy diferente, mediante la variedad de oficios; por la facilidad, o dificultad en aprenderlos; o por las mayores, o menores fuerzas del que se dedica a él.

En el primer caso de ser el oficio fácil, se encuentran en todas partes los maestros, y celebran los ajustes por menos tiempo, y con unos partidos asequibles a ambas las partes: por cuanto el aprendiz puede hacerse oficial más prontamente, y ganar su jornal.

Este género de oficios fáciles son convenientes, para destinar huérfanos, y pobres de solemnidad, quienes de esta manera podrán más prontamente salir de la miseria.

Algunas faenas, aunque parecen oficios, y en la sustancia lo son, no necesitan tantas formalidades, como el molinero, tahonero, molendero de chocolate, confitero, pastelero, colchonero, y otros trabajos, que en muchas provincias ejercen las mujeres por pura imitación, y sin aprendizaje o examen formal. Sería muy conveniente, que así lo hiciesen en todas partes, como se dirá más adelante.

Tan lejos está, de que la formación de gremios de semejantes oficios con formalidades, sea útil y conveniente al público, que antes bien sólo conduce a causar estanco, y exacciones en aquellos, que quieren dentro de sus casas aplicarse a tales industrias, fáciles y comunes.

En los oficios dificultosos, y largos de aprender, tarda proporcionalmente el discípulo en ganar jornal, y este mayor espacio de tiempo, hay que mantenerle. Por lo cual es preciso indemnizar al maestro de tanto aumento de gasto con el aprendiz: bien sea por vía de paga mensual, o por recompensa pactada con los parientes o tutores; dejando a su maestro, cuando llegue a oficial, algo de sus jornales por todo el tiempo, que convinieren las partes: en el supuesto de que hallándose ya de oficial, es preciso acudirle con el resto. De suerte que tenga algún alivio y estímulo al trabajo; guardadas en este caso las precauciones, que van propuestas, en lo que se ha tratado respecto al uso, que de sus jornales deben hacer los oficiales, bajo la dirección de sus padres, o maestros.

Este arbitrio es el único, que pueden emplear los padres, o tutores de los huérfanos, para que sus hijos y pupilos aprendan oficio: lo cual no podrían hacer, si estuviesen precisados a aprontar dinero de contado, o por meses.

Los maestros no deben excusarse a admitir aprendices; por ser razonable, que ellos favorezcan a la juventud, y concurran a retribuirle la enseñanza, que ellos mismos debieron a sus propios maestros. Cuando indebidamente lo resistan, pueden y deben ser compelidos por la Justicia ordinaria; o cuando pretendan una remuneración excesiva, por el trabajo de la enseñanza: arreglándose a lo justo con parecer de dos maestros hábiles, e imparciales del arte, o a lo menos de uno. Lo que se determinare, debería tener ejecución, sin perjuicio del legítimo recurso, para contener las voluntariedades, y que no se dilate la enseñanza: entendiéndose este medio, ínterin las ordenanzas del arte prescriben lo que deba contribuirse precisamente, y no más por razón de la enseñanza.

Los hospicios están obligados a educar a los pobres de solemnidad. Estas casas deben ser escuelas caritativas de los desvalidos, y de aquellos que de otro modo no podrían aprender con perfección las artes. Guardarse ha en todos los hospicios el mismo rigor, regla, y gradual enseñanza, que se prescriba a los talleres de maestros particulares; y estos maestros deben estar sujetos a las reglas comunes del arte, y contribución del monte-pío, erigido legalmente.

Los discípulos del hospicio deben observar las graduaciones, de aprendices y oficiales.

Luego que hayan cumplido su tiempo, han de salir a ejercer su oficio, y recibirse de maestros, para propagar las artes en el Reino, sin perpetuarse en el hospicio contra el derecho, que les corresponde de tomar estado, y trabajar de por sí; dejando hueco a otros pobres y huérfanos.

Esta policía de los hospicios, si no se nivela con la educación de los demás artesanos, estancaría en ellos la industria, con daño conocido de los artesanos; teniendo mayores auxilios de vender más barato, si se gobiernan bien.

En el tercer caso los oficios, que requieran mucha robustez, se necesitan aprender de mayor edad. Porque los niños tiernos se hallan incapaces de manejarlos, aun en la clase de aprendices por falta de fuerza; y son por lo común tales ejercicios fáciles de enseñar. Así aunque los tomen de más edad, no hay inconveniente. Son a propósito por lo común, para emplear en ellos a los más rudos. Cuando este destino depende de los Magistrados con muchachos viciosos, o díscolos, tendrán un modo constante de aplicar útilmente los vagos: pues en cuanto a padres y tutores, la elección enteramente debe quedar a su arbitrio.

No es justo, entre tanto que adquieren fuerza para los oficios rudos, que estén ociosos los niños. Pueden aprender muy bien la doctrina cristiana, y las primeras-letras: con lo cual evitan la ociosidad, y los resabios que de ordinario la acompañan.

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Este arreglo de tiempo y método para la enseñanza de aprendices y oficiales, se debe añadir a las ordenanzas de cada oficio. Se ha de distribuir en ellas cada materia, o parte de la misma enseñanza, por años menudamente, con prohibición de que sin grave causa no puedan alterarla los maestros, ni enseñar con variedad, y diminución. Esto no debe impedir, que aumenten la instrucción, porque sería contra el progreso de las artes, ponerles estorbos.

La distinción gradual de la enseñanza sirve, para que los parientes y tutores, o los que dirijan los hospicios, vean lo que adelantan los aprendices; y puedan por sí mismos hacerse cargo, de si cumplen con lo que deben los maestros, a fin de representarlo, o corregirlo con tiempo y sin confusión.

La restricción, que va puesta al fin del axioma, hace ver, que en la invención, ni en el modo de enseñar, no conviene poner trabas a los maestros hábiles.


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La distribución antecedente se ha de hacer con miramiento, a que sea completa la enseñanza. Se ha de atender también, a que no impida las instrucciones contemporáneas, e indispensables a todo aprendiz: conviene a saber, de la doctrina cristina, de las primeras letras, y del diseño, por la forma ya expresada en sus lugares.

No hay para que detenerse ahora en estos tres objetos de la educación; porque van en quanto a ellos suficientemente dadas las razones, que prueban su necesidad, y el modo de aprovechar el tiempo los aprendices y oficiales en su estudio, sin descuidar el importante sistema de perfeccionarles las costumbres, el conocimiento de la religión, y el modo de llevar cuenta y razón en el manejo de sus oficios.


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Las mujeres deberían ocuparse en muchos oficios, que emplean hombres. Esa mayor ventaja sacaría el Estado de un sexo, cuyos individuos viven en gran parte, sin modo de ganar recogidamente el sustento.

Tal es el bordado; muchos géneros de tejidos; algunos ramos de la sastrería, y otras varias cosas, para que tienen mayor disposición que los hombres, y más facilidad de aprenderlas: a que debe agregarse la preparación de muchas primeras materias.

En una palabra las artes sedentarias, en que no es necesario gran esfuerzo corporal, y piden aseo; tal vez son más a propósito las mujeres. Sólo los géneros de calle mayor pueden dar una considerable ventaja al Reino; si ellas se dedican con aplicación y gusto a trabajarlos, y a hacer este bien a su nación.

La erección de los gremios de artesanos ha sido causa de excluir a las mujeres de esta clase de trabajos y obras. De donde ha resultado encarecerse, por ser incomparablemente mayor el jornal de un oficial o maestro, que el de una mujer. Esta con sus hijas, o criadas puede tener un obrador ventajoso, o trabajar para sí misma; sin arruinar a su marido comprando frioleras, que ella sabrá hacer fácilmente con muy poca tarea.

Es un asunto muy importante, ir aplicando las mujeres a toda esta clase de ocupación, y apartando de ella a los hombres, que se deben dedicar a artes más activas y complicadas; o a trabajar en el campo, y a la guerra.

En las tiendas de mercería y otras, en que se vende por menor, sería loable método el de emplear las mujeres generalmente como se hace en algunas provincias de España, y casi en toda Francia. Este pensamiento en todas sus partes merece gran atención, y conviene que se reforme en las ordenanzas gremiales, cuanto se oponga a su establecimiento. Así trataré de él más de intento en el párrafo siguiente, porque no se confundan las razones, que le apoyan.


- 5 -[editar]

Los premios, que se destinaren a los aprendices y oficiales, que más se distingan en un asunto dado, han de ser a costa del fondo de los gremios; de los caudales públicos, o por diligencia de las sociedades económicas. Estimularán notablemente la aplicación; distribuyéndose por una especie de exposición pública de las obras. Las mujeres deben ser comprendidas igualmente en estos premios, si los merecen; y es el modo de animar sólidamente su aplicación.

Del fondo de las cofradías gremiales, y aun de las otras, que se supriman legalmente, se pueden dotar premios ciertos y anuales.

Mientras no los haya, es de recelar, que el progreso de los oficios no tome todo aquel impulso, que conviene al bien general de España; y al mantenimiento de tantas familias, abatidas de la miseria.


- 6 -[editar]

La perfección de los instrumentos y máquinas, para poner en el método más ventajoso los oficios, es de una suma necesidad, e importancia. Los gremios de una provincia deben concurrir al salario de un maquinista, verdaderamente hábil y diestro.

Este auxilio resultará del progreso de las demás artes, cuyo objeto en parte es labrar estos instrumentos y máquinas.

Los socios protectores de las artes deben examinar: cuáles son los que usan los maestros de cada oficio, su distribución en las diferentes maniobras; y cuáles no conocen todavía, para procurar que se fabriquen y hagan a toda perfección; trayéndose modelos, que imitar. Cuidarán también, de que los maestros se enteren con reflexión analítica de su utilidad y manejo; como también de que los pongan de manifiesto a todos. No harán un misterio de su uso, a fin de que se vuelva común, y general el manejo en los individuos del arte, y todos se aprovechen de este bien. El célebre D. Diego Rostriaga ha dado pruebas, de lo que se puede adelantar; fomentando semejantes habilidades.


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La exposición al público de las obras más difíciles de cada arte, o delante de las sociedades económicas, que se establezcan; y el examen analítico de las piezas y partes de que se componen, haciendo comparecer en las sociedades a los maestros, que las trabajen, y a los más sobresalientes profesores del arte, a que se destinan; para que las prueben, reparen, expliquen, diseñen, y adicionen: es un medio seguro de desengañar a algunos artistas presumidos, y a otras personas, que están siempre avizoradas contra todo lo nuevo. De esta manera se convencerán por sus propios ojos, de la imperfección de una gran parte de sus instrumentos actuales; y de la ventaja, que les ofrece su mejoramiento, para sacar obras, acabadas y perfectas.

Cuando el diseño sea general en todos los artistas, con facilidad se enviarán copias a todas partes, de los instrumentos o máquinas, con escala, cortes y perfiles. Entonces se reunirá la fuerza del dibujo; se conocerá cuanto importa y vale a la nación su enseñanza. La consecuencia segura de tales medios es, que harán rápidos progresos hacia su perfección los oficios en España.

Así los inventores, como los que introducen tales utensilios, deben tener su premio; depositando diseños, y aun ejemplares, en la academia o sociedad económica. De cuya forma se perpetúa su conocimiento, y los socios en sus actas darán al público estos diseños, y los harán comunes en el Reino, a los que no puedas adquirirlos de otra suerte. Tal es el método, que ha observado la utilísima, y diligente sociedad de Dublin en Irlanda, donde promiscuamente se premia la aplicación de hombres, y mujeres.


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Debe también conservarse, y hacerse honorífica memoria, en las actas de las sociedades económicas, de cuantos artesanos adelantaren su oficio, con expresión clara de sus descubrimientos: ora sean los presentes, o los que les precedieron. Por este medio adquieren honor, celebridad, y aprecio nuestros artistas antiguos, y modernos.

El efecto de estos merecidos elogios, es infalible en una nación honrada, a la cual hacen mucha impresión todas las señales de la estimación pública, que ahora es menos frecuente por el poco conocimiento, que había de los medios de perfeccionar los oficios.

Aunque no sean del arte semejantes inventores, no han de carecer del mismo aprecio, y memoria pública.

En Francia ha publicado Mr. Denos una noticia de los comerciantes, y artesanos más célebres, que hay actualmente en París, con un resumen abreviado de la erección de los cuerpos y gremios. Por esta forma se ponen en crédito y estimación tan útiles vecinos. Lo mismo convendría hacer en Madrid, y demás ciudades principales del Reino.


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Deben ser admitidos, como socios por mérito y de justicia, en las sociedades económicas de cada provincia, aquellos artistas, que más se distingan en su respectivo oficio. Han de tener asiento y voto, igual a todos los demás, en la sociedad. Aunque no deben contribuir si voluntariamente no quisieren, o no pudieren.

Cualquiera diferencia odiosa, o exclusiva de estos honrados profesores contribuiría a aumentar en el vulgo la poca estimación, que se hacía de las artes. Por el contrario una distinción de esta especie, a favor de los artífices beneméritos, dará grande impulso, y sólido método de poner en honra el trabajo y aplicación; viendo el caso, que se hace de los artistas hábiles y aplicados.

Por otro lado sus luces en las sociedades,. cuando la educación se halle bien establecida en los oficios, serán de un gran uso, para obrar con inteligencia de la parte técnica, que nunca puede ser tan profunda en los demás socios aficionados.

La orden de San Miguel en Francia contribuyó mucho a restablecer la estimación de ciertos artes y maestros. Nuestros Soberanos han concedido la hidalguía a algunos profesores, sobresalientes de las artes en España.

En el axioma 21 se hablará de la distinción, que convendría arreglar a su favor, con la parsimonia que es necesaria; por que no se vulgaricen los honores.

Las ordenanzas o estatutos, contrarios a este sistema, importa mucho, que se examinen y corrijan; o que se tome alguna forma de honrar las artes; sin preferirlas nunca a la agricultura, cuyo ramo jamás ha de decaer, para poblar los oficios.

De este equilibrio se tratará a su tiempo con particularidad, en el discurso de la agricultura, al cual pertenece su plena explicación.

Las artes en España han carecido de la conveniente estimación. Los labradores, aunque conservan este buen nombre, les falta la protección necesaria.

Estos son los dos puntos de vista, que nunca han de olvidar los que raciocinen, sobre nuestra labranza e industria.

Las artes suelen ser contrastadas por los comerciantes, así naturales, como extranjeros.

Los labradores no pocas veces reciben agravio de los ganaderos; y ya es querella, casi coetánea al género humano. Volvamos ahora a proseguir el hilo de este párrafo, en las muchas partes, que comprehende, y piden gran atención.


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Los socios, para poder conferir, y discurrir fundadamente de las artes, y promoverlas, conviene se apliquen, siendo jóvenes, al diseño; y que traten de visitar los talleres, y obradores de los artesanos. Especialmente deberían instruirse en el conocimiento de aquellos oficios, sobre que estén respectivamente encargados, o de que desearen encargarse; para poder hablar de ellos, con propiedad en la academia, y en sus conversaciones, descritos que produjeren.

Es cosa a la verdad incivil, tratar de las cosas, que materialmente no se conocen; ni disciernen todavía los sentidos de aquel, que las intenta explicar, o proponer; o de que se ignoran acaso hasta los nombres técnicos, de que usa nuestro idioma español.

Este conocimiento individual, debe ser el estudio de los socios amigos del país, para poder llegar un día a discernir el mérito, o inutilidad total, o parcial de lo que se proyecte de nuevo, respecto a las artes y oficios.

Contribuirá también semejante instrucción parcial, y distributiva entre los socios, a comprender bien todas las artes y oficios; haciendo el socio encargado listas de las palabras, tocantes a cada uno, según la expresión usada en la provincia; imprimiéndose tales nomenclaturas con las actas de la sociedad.

La ignorancia del valor de estas voces, impide poder escribir con ideas, bastantemente claras, en cosas de los oficios, y el darse suficientemente a entender a los Magistrados, y demás personas de letras, que han de extender los reglamentos y ordenanzas, o decidir los recursos de los artesanos.

Estas listas impresas, facilitarán la formación de un diccionario de artes y oficios; y se aseguraría su utilidad, diseñando en cada palabra el instrumento, operación, o cosa que determina la voz. De suerte que la vista juzgáse al mismo tiempo, de la material configuración de la cosa significada.

Un diccionario de esta especie, sería un curso completo de las artes y oficios, que aprovecharía a todas las clases del Estado. Ignóranse en el día por los más instruidos, dos tercias partes de la lengua propia. Pues a este numero ascenderán las palabras de artes, y las de historia natural de los tres reinos; contentándonos ahora con las voces familiares, o forenses de continuo, e indispensable uso, para existir.

Si no se emprende por partes, y personas expertas, no se llegará a lograr el fin. En el apéndice pondré una lista de voces de relojería, para que sirva en parte de modelo en las sociedades, a la formación de listas de las palabras facultativas.


- 11 -[editar]

La aplicación de obras-pías, fundaciones, y limosnas de prelados a dotes para las muchachas, que casaren con artesanos, es otro fomento sustancial, y una digna inversión de muchas fundaciones. De ellas se debe tomar noticia por las justicias y ayuntamientos; concurriendo en lo que les parezca, a tan saludable objeto de Ordinarios diocesanos.

Serán ciertamente tales dotaciones unas limosnas, muy ventajosas; y en que se podrán conmutar otras obras-pías, según la calidad de su fundación.

En las sociedades económicas de los amigos del país, es muy del caso, para lograr las conmutaciones, y aplicaciones que van indicadas, que haya individuos quienes tomen noticia, y razón de todas las que puedan descubrir, en un libro, que habrá en la sociedad, destinado e este intento, y al cargo de los socios, que promuevan este ramo. Convendría autorizarles el Consejo, para que puedan pedir, y se les den las noticias o copias, que necesitaren. Sin esto nada pueden promover con el debido conocimiento; antes experimentarán continuas resistencias de administradores y patronos; cuyo ejercicio no perderían estos, por la conmutación; arreglándose a ella en las presentaciones, o nombramientos, que les correspondan.


- 12 -[editar]

Es necesario propagar, y sacar colonias de artesanos de la capital o pueblo, en que estén bien instruidos, y puestos en la debida manera de educación, que se intenta entablar, a los demás parajes de la provincia, que sean a propósito. A tales artífices, debe ayudarles el público, para establecerse en los lugares, a que fueren destinados; y protegerles contra las envidias, que suelen excitarse de ordinario a todo lo nuevo.

De los hospicios, y de los talleres u obradores particulares, se pueden sacar los maestros recién-examinados, que no hallen ocupación en la capital, para extender los oficios. Porque si todos subsisten en los pueblos principales, o de mayor vecindario, no se podrán mantener tantos a cierto tiempo; y se harán recíprocamente mala-obra. El consumo limita el numero de los artesanos, cuando no haya extracción para fuera de la provincia, e ilimitada. Los hospicios principalmente son las escuelas caritativas, que pueden subministrar las colonias de artistas.