Los complementarios es algo original. No hay nada que pueda comparársele en la literatura ni pasada ni contemporánea (nada que ver con Pessoa, por ejemplo). El hecho de que sea original es la primera dificultad para su comprensión (precisamente una característica de la originalidad es la dificultad en reconocerla). Sobre los complementarios, evidentemente, puede escribirse un libro, pero no resisto la tentación de apuntar algo que puede parecer un poco chocante: y es que los complementarios, en puridad, no pueden ser más que tres. Machado elaboró dos (Abel Martín y Juan de Mairena, y un tercero —e hizo bien—, Pedro de Zúñiga, se quedó nonato). En este sentido, los complementarios tienen algo asimilable —con todas las reservas, claro— al concepto teológico de la Trinidad, pero con el añadido de una cierta dimensión «temporal»: no se trata sólo de individuos, sino de «sujetos históricos», o «sujetos colectivos», y por tanto queda subsumida en ellos cierta temporalidad. Todo lo real está en un espacio y un tiempo y a Machado le preocupa —y ocupa— lo real
Carta de Jordi Domenech a Victor García de la Concha
Afirmó Pessoa que el poeta era un fingidor de sí mismo y toda su obra se concibe como un "drama en gente" en que dialogan diversas voces o heterónimos (equivalentes a los "complementarios" de Antonio Machado)
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