Don Álvaro de LunaDon Álvaro de LunaAntonio Gil y ZárateActo V
Acto V
El teatro representa una gran sala de la casa que sirve de prision a don Alvaro. En el fondo una ancha ventana gótica que, abriéndose, deja ver la plaza de Valladolid. A la derecha del actor una puerta que conduce fuera del edificio. A la izquierda otras dos puertas: una en el fondo que supone guiar á las piezas interiores, y otra al proscenio que es la del cuarto de don Alvaro. Una mesa y encima un reloj de arena.
ESCENA PRIMERA.
DON ALVARO. MORALES.
(Don Alvaro está sentado junto á la mesa,
la cabeza reclinada en la mano, y durmiendo.)
MORALES:
¡Oh cuán tranquilo reposa!
¿Quién al verle no creyera
que el dulce placer le espera
en vez de suerte horrorosa?
Porque ese, en tan triste suerte,
su postrer sueño será;
y en breve le seguirá
¡ ay! el sueño de la muerte.
Alli el cadalso se eleva
á su víctima esperando,
y ya el pueblo alli gritando
se goza en vista tan nueva.
Ni aquel bárbaro gritar,
ni aun el martilleo horrible,
ese dormir apacible
han conseguido turbar.
Inalterable, sin miedo,
¡con qué pureza respira!
¡ Ah! ¡Qué respeto me inspira!
Postrado á sus plantas quedo.
(Se arrodilla delante de don Alvaro y
le besa la mano. Don Alvaro se despierta.)
ÁLVARO:
¿Quién es?.... ¿Eres tú, hijo mio?
¿Qué haces ahí?
MORALES:
Contemplaba
vuestro rostro y le adoraba.
ÁLVARO:
¡ Ah! Deja ese desvarío.
A Dios solo has de adorar.
MORALES:
El que es de virtud modelo,
su imágen muestra en el suelo.
ÁLVARO:
Virtud no debes llamar
á lo que estás viendo en mí:
amarle es ser virtüoso;
y siendo yo poderoso
hartas veces le ofendí.
Si él es fuerte, tambien sé
que es bueno; y yo, por mi mal,
aspirando á ser su igual,
su bondad nunca imité.
MORALES:
Pero ¿no es él quien os da
esa calma, ese valor?
ÁLVARO:
Lo muerte infunde temor
á quien de ella incierto está;
mas si se muestra segura,
disípase el ruido vano,
y a los ojos del cristiano
no espanta, no, su figura (1).
Pronto á recibirla estoy.
MORALES:
Si puede ser admitida
por vuestra vida mi vida,
señor, gustoso la doy.
ÁLVARO:
¿Qué dices, necio? ¿No ves
que el cambio no fuera igual?
¡Tú en el albor matinal
de la vida! ¡Yo, al revés,
____________
(1) Histórico.
tronco viejo y carcomido
que el tiempo ya destruyó,
y que condenado ó no,
mañana habrá perecido!
A ti dilatados dias
de amor y esperanza llenos
te quedan, dulces, serenos,
entre glorias y alegrías:
a mi un escaso vivir
que atormentára el dolor,
de cuyo fiero rigor
solo el remedio es morir.
Bella flor, la patria en tí
optimos frutos espera:
yo terminé mi carrera:
cuanto puedo ya le di.
MORALES:
Y ¿qué podré hacer por ella,
señor, si pierdo mi guia?
Porque solo en vos veia
mi fiel modelo, mi estrella.
Fijos los ojos en vos,
vuestros hechos estudiaba:
ser sombra vuestra anhelaba;
esto le pedía á Dios.
ÁLVARO:
Pídele solo, hijo mio,
que en ti conserve esa llama
que en santa virtud te infama
é infunde tata noble brio:
entonces no quieras ser
sino lo que te hizo el cielo;
que de virtud el modelo -
en tí mismo podrás ver.
Mas si mi recuerdo acaso
de algo te puede servir,
quiero dejarte al morir
un don.
MORALES:
¡Un don!
ÁLVARO:
Será escaso:
no puede mas mi amistad;
si tuve bienes sin cuento,
hoy hasta mi enterramiento
deberé á la caridad.
Este anillo.
MORALES:
Mucho mas
le aprecio que si me diera
su trono el rey.
ÁLVARO:
Cuando muera
á don Juan le enseñarás;
que él solo decirte puede
la virtud que encierra en sí.
MORALES:
Siendo vuestro, para mí
su valor á todo escede.
ÁLVARO:
Al darte el último adios
tendraslo: guardarlo quiero
hasta mi instante postrero.
MORALES:
¡Ah! Entonces.... ¡Cielos!.... ;Las dos!
(Dan las dos en un relox de torre.)
ÁLVARO:
¿ Por qué te turba el sonido
de esa campana?
MORALES:
Me advierte
que solo hasta vuestra muerte
falta un hora.
ÁLVARO:
Prevenido
estoy: bien puede venir
cuando quiera.
MORALES:
El rey mandó
que al dar las tres el reló
el verdugo os ha de herir.
ÁLVARO:
Aqui es ley su voluntad.
Vuelve ese relox de arena:
contemplaré con serena
vista cual la eternidad
se va acercando.... Está bien.
Ahora algunos instantes
déjame solo.... Pero antes
que marche al suplicio, ven.
(Vase. Morales.)
ESCENA II
DON ÁLVARO, solo.
(Mirando el relox de arena.)
Arena que sin sentir
tan callada vas pasando,
contigo veloz llevando
mi fugitivo existir:
lo que resta á mi vivir
mido ya en ti con certeza;
pues con bárbara presteza,
á impulsas del hado insano,
al caer tu último grano
caerá tambien mi cabeza.
Caerá, cuando alzaba al cielo
mas orgullosa mi frente,
cuando con planta insolente
pisaba el vencido suelo.
A tanto remonté el vuelo
en alas de la ambicion,
que en tan alta elevacion
cercano el sol me abrasára.
¡Que la suerte me faltara
sobrándome corazon!
¡Morir! ¿Qué importa la muerte
cuando con gloria se alcanza,
si viene en pos de una lanza
vibrada por mano fuerte?
Morir debí de esa suerte,
que fuera honroso morir;
¡mas esta infamia sufrir,
yo que de grande blasono!
¡Debiendo subir á un trono,
a un vil cadalso subir!
Y qué, ¿el lustre de mi fama
el cadalso empañará?
No, que antes él brillará
con la luz que ella derrama.
Mas ennoblece que infama
al que es de virtud ejemplo;
y si hora en él me contemplo,
tal vez la posteridad,
obrando con equidad,
hará que se cambie en templo.
Porque en mis hombros robustos
sostuve leal el trono,
guardándolo en su abandono
de contrarios mil injustos.
Débil, sin gloria, entre sustos
yo le di fuerza y quietud;
y un dia con rectitud
la historia á los dos juzgando,
mi lealtad ensalzando,
culpará su ingratitud.
Mas lejos ya tal locura:
grande fui, pequeño soy;
y solo pensemos hoy
en otra mayor ventura.
Sí, que en la celeste altura,
si alcanzarla merecí,
grande seré como aqui;
y esta grandeza falaz,
si en el mundo es tan fugaz,
pura, eterna será allí.
ESCENA III.
DON ALVARO. EL REY. MORALES. Luego PACHECO.
(Salen el rey y Morales con misterio por la última puerta
de la izquierda. El rey estará embozado en una capa. Despues
de dichos los primeros versos, Morales se marcha. Pacheco no
sale hasta mediada ya esta escena, embozado tambien, y se retirará
hacia el fondo, procurando no ser visto del rey y de don Alvaro,
y observándolo todo.)
MORALES:
Vedle allí.—Condestable.
ÁLVARO:
¿Quién?... ¡Fernando!
¿No te dije?....
MORALES:
Señor.... Hay quien os busca,
y hablaros quiere.
ÁLVARO:
¿Dónde está?
MORALES:
(Señalando al rey.) Miradle.
ÁLVARO:
¿Quién es?
REY:
Yo soy. (Desembozándose.)
ÁLVARO:
¡Señor!.... ¡Vos!
REY:
¿Qué te asusta?
Don Alvaro, yo soy
ÁLVARO:
¡Mi rey !
REY:
Tu amigo.
ÁLVARO:
¡Mi amigo!
REY:
Sí.... lo soy.... Qué, ¿por ventura
puedes dudarlo?
ÁLVARO:
¿Yo ?.... Ved do me encuentro,
y luego responded.
REY:
¡ Asi me acusas!
¡Ingrato! ¿Cuándo mi amistad sincera
por ti se desmintió?... Si la ley dura
que ata a los reyes al pesado yugo
de agena voluntad, la muerte tuya
me obligó á decretar, ¿piensas que quiero
que esa sentencia bárbara se cumpla?
No, que mis labios pronunciar anhelan
ansiosos tu perdon; y mi ternura
solo aguardaba que tu humilde ruego
hoy Ilegára á mis pies.... En tristes dudas
los momentos pasaban.... Cada ruido
que en inquieta atencion mi oído escucha,
de ese ruego ¡ay de mí! tan anhelado
pienso que el grato portador me anuncia.
¡Inútil esperar! La hora se acerca....
Nadie parece.... La amistad me impulsa....
Ya no puedo esperar.... Parto ; y yo mismo
soy quien vengo á rogarte en tal angustia
ÁLVARO:
¿Qué escucho? ¿Aun me quereis?
REY:
¿Qué mayor prueba?
ÁLVARO:
Entonces sin pesar bajo á la tumba.
No era el cadalso vil, no era la muerte,
el mayor de los males que me abruman:
era vuestro furor: sola esta idea
heria el corazon con flecha aguda.
REY:
¿Tan cruel me juzgabas, tan ingrato,
que pudiste creerlo? ¿Tal injuria
hacias á tu rey? ¿Pensaste acaso
que yo firmara tu sentencia injusta,
si á firmar tu perdon ya no estuviera
tambien resuelto con la misma pluma?
¿Nada tu pecho te decia, nada?
¡Ah, que esa duda en tí no tiene escusa!
ÁLVARO:
Os engañáis, señor.... Bien lo sabia:
jamas vuestra clemencia puse en duda;
y aun cuando en vuestro amor no confiara
la prenda que aqui veis me la asegura.
(Le enseña el anillo que recibió en el primer acto.)
REY:
¿Mi anillo?
ÁLVARO:
¿ Os acordais?
REY:
Sí , bien me acuerdo.
Prenda de mi amistad que fiel te escuda
contra mi saña atroz.... Pues si la tienes,
¿cómo á usar de ella, di, no te apresuras?
ÁLVARO:
Y ¿á qué quiero un perdon que me condena
a ser del vulgo vil desprecio y burla?
Para el fuerte varon la vida acaba
donde acaba el honor.
REY:
Y ¿te figuras
que lo has perdido?
ÁLVARO:
sobre mi frente
sentencia que mil crímenes me imputa
grabada quedará.
REY:
Borrarla puedo.
ÁLVARO:
No devuelve la honra quien indulta.
Decid:ese perdon tan ponderado,
¿venislo á dar sin condicion ninguna?
REY:
Que lo pidas no mas... Esto le debo
á mi alta dignidad.
ÁLVARO:
Quereis, en suma,
mi humillación, señor.
REY:
¿ Quién humillarse
ante su rey, don Alvaro, rehusa?
ÁLVARO:
No lo rehuyo yo. Mandad que al punto
con ese polvo que pisais confunda
mi frente; asi lo haré.... Mas no, no puedo
aceptar de traidor la horrible culpa
¿Queréisme perdonar cual se perdona
á delincuente vil que se apresura
trocar una muerte que le espanta
por la infamia que imbécil no le turba?
¿No hay acaso mas bienes que la vida
para hombres como yo?....Mirad la altura
do subiera algun dia; esa grandeza,
ese poder cuyo esplendor circunda
mi pasado existir; bienes son esos
á que solo muriendo se renuncia.
¿Me los devolvereis? No; que, cual vasos,
de los reyes las míseras hechuras,
pueden, cuando se rompen, reemplazarse,
pero á su antiguo ser no vuelven nunca.
Si no me es dado ser lo que antes fuera,
¿qué aguardo ahora de la suerte adusta?
¿A qué vivir, á qué? ¿A ser escarnio
de aquellos mismos que en mejor fortuna
miraba yo á mis pies? ¿A que esos nobles
que logré sujetar á la coyunda,
de su antigua opresion se venguen fieros,
mi cuello atando con cadena dura?
No, primero morir: quien tanto ha sido
no penseis que á ser nada se reduzca;
y á tal humillacion, á tal infamia,
no encuentro mas refugio que la tumba.
REY:
Húndete en ella, pues; y hunde contigo,
ingrato, mi poder y mi ventura.
¡Ah! ¿Qué será de mí si me abandonas?
¿Do una mano hallaré que ale conduzca.
del dificil reinar por la árdua senda,
y el cetro tenga que mi mano abruma?
¿Dónde un amigo que en mi triste suerte
valor, consuelo y esperanza infunda;
cuyo pecho mis males compadezca,
cuyo acento disipe su amargura?
Contino allá con mi grandeza á solas,
nadie habrá que mis tédios interrumpa;
ni donde vuelva los dolientes ojos,
quien á secar sus lágrimas acuda.
Buscaré de mi vida al compañero;
al que cual padre me arrulló en la cuna;
al que á domar un potro en la carrera
me enseñó y á blandir la asta robusta;
al que mas tarde en las sangrientas lides
a mi trono prestó su fuerte ayuda;
y no le encontraré.... Veré tan solo
su ensangrentada imagen furibunda,
en torno mio sin cesar vagando,
que de su muerte bárbara me acusa.
ÁLVARO:
¡ Ah! ¿Qué decís?.... Callad.... Cada palabra
abre en mi corazon Ilaga profunda;
y cuando he menester mas fortaleza,
no hagais ¡oh cielos! que el valor sucumba.
Harto lo sé.... Es verdad.... La muerte mia
funesta os debe ser.... Hoy se sepulta
en un mismo sepulcro á par conmigo
el régio honor de vuestra frente augusta,
y aún de los reyes dé Castilla todos
se hunde también la mísera fortuna.
Al caer mi cabeza alzarán fieros
los turbulentos próceres la suya,
y con furia mayor, antiguas guerras
renovarán en crímenes fecundas.
¡ Ah ! Ya los miro que ambiciosos corren,
y en revueltas sin fin á España turban,
y altivos nombran y deponen reyes,
y su alta dignidad torpes insultan,
y haciendo escarnio de corona y cetro,
en su eterno baldon el poder fundan.
REY:
Pues si eso sabes, di, ¿por qué me dejas?
¿por qué, insensato, tu perdon rehusas?
ÁLVARO:
¿ Por qué rompisteis vos el fuerte apoyo
que os diera el cielo en su indulgencia suma?
REY:
¿No respiras aun?
ÁLVARO:
Pero sin fuerza.
Quien desciende cual yo de tanta altura
no vuelve á levantarse; o bien del trono
sobre las ruinas su ambicion le encumbra.
REY:
¿Qué es lo que osas decir?
ÁLVARO:
Ya entre nosotros
ni confianza, ni amor puede haber nunca.
Yo temeré que renoveis lo ofensa,
vos que yo trate de vengar la injuria.
Sin mi antiguo poder vivir no quiero:
teniéndolo, tal vez....¡Ah! Mucho ofuscan
la ambicion, el rencor.... Dejad que muera:
no espongais mi lealtad á pruebas duras,
que es el morir el único servicio
que os puede ya prestar hoy el de Luna.
REY:
Marcha, pues, á morir, pues tú lo quieres.
Como amigo cumplí: fuerza es que cumpla
ahora como rey. Vé, desdichado;
de mi triste mirar, luego te oculta.
ÁLVARO:
Adios; señor, adios.
REY:
¿Qué haces?... ¡D. Alvaro!
ÁLVARO:
Señor....¿qué me mandais?
REY:
¿Tú lo preguntas?
¿Asi te apartas de tu antiguo amigo?
ÁLVARO:
No osaba....
REY:
Ves mis lágrimas, y ¿dudas?
ÁLVARO:
¡Ah !.... Ya muero contento. (Se abrazan.)
REY:
¡Horrible suerte!
¡Triste afan del reinar!.... No.... mi ternura
no permite....
ÁLVARO:
¿Qué haceis?... Señor, calmaos:
considerad quien sois....No tiene escusa
esta flaqueza en vos....Adios; y el cielo
en su bondad os colme de venturas.
(Se arranca de los brazos del rey y vase
precipitado.)
ESCENA IV.
EL REY. PACHECO. ELVIRA. DESTÚÑIGA. MORALES.
(El rey se deja caer afligido en un sillon.)
REY:
Y ¡he de perderle, Dios mio!
Mas ¿qué he de hacer si se obstina?
PACHECO:
(Aparte.) ¡ Ah! ¡Ya del susto salí!
Mi pecho alegre respira.
(Salen Elvira, Destúñiga y Morales.)
DESTÚÑIGA:
Entra, Elvira, ten valor.
MORALES:
Venid.
ELVIRA:
¡Horrible entrevista!
Me faltan las fuerzas.
PACHECO:
¡Cielos!
¡Elvira aqui!
DESTÚÑIGA:
No te aflijas.....
Ven.
ELVIRA:
(Al rey creyendo que es don Alvaro.)
Padre.
REY:
¿Quién es?
ELVIRA:
¡Qué veo!
¡El rey!
DESTÚÑIGA:
¡ El rey!
REY:
¡Dios! ¡Elvira!
¡Esto solo me faltaba!
¿Cómo resistir su vista?
ELVIRA:
(Se echa á los pies del rey.)
Señor, vedme á vuestros pies:
piedad de una infeliz hija.
Volvedme á mi padre, sí,
volvédmele.... Mas....
(Se levanta aterrada, mirando á todas partes.)
REY:
¿Qué miras?
ELVIRA:
¿Dónde está?....¡ Dios! ¡No le veo!
¿ Acaso ya la cuchilla
del verdugo?....
REY:
No.... no temas.
Alli está.... Vive tranquila....
Hora se apartó de mí.
ELVIRA:
¿Le habeis visto?
REY:
Sí, hija mia.
ELVIRA:
¿Luego perdonado está?
REY:
¡ Perdonado!
ELVIRA:
¿A qué vendria
aqui su rey en tal hora
sino a salvarle la vida?
REY:
Tienes razon: á eso vine.
Yo su perdón le traía;
mas él lo rehusa.
ELVIRA:
¡Oh cielos!
Y ¿qué importa? ¿Necesita
vuestra bondad?...
REY:
Mi bondad,
si la clemencia me inclina,
calla cuando mi decoro
á ser severo me obliga.
Para darle su perdon
es fuerza que él me lo pida.
ELVIRA:
¡Ah! Señor, piedad.... Miradme,
yo abrazo vuestras rodillas.
Si como fuerte varon
teme mostrar cobardía,
débil muger, hacer puedo
lo que en él mengua seria.
Ved mis lágrimas.... Tened
compasion de mi desdicha.
Si habeis venido á salvarle,
cumplidlo.... mi padre viva:
que nunca un rey brilla tanto
como si clemente brilla.
REY:
Yo á par de ti lo deseo;
mas si él se resiste.... Mira,
acaso tú....
ELVIRA:
¿Yo?
REY:
Tal vez
tus lágrimas de él consigan
lo que no pudo mi amor.
ELVIRA:
Si.... lo espero.
REY:
Una sortija
lleva, don de mi amistad,
en que su perdon estriba.
Le he prometido firmarlo
si sumiso me la envia.
MORALES:
¡Ah! ¿Qué escucho? Si será....
¿Tiene acaso vuestra cifra?
REY:
Sí tiene.
MORALES:
Ya sé cual es
REY:
No es posible que resista
á tu afliccion, á tus ruego..
Si su obstinacion altiva
logras al cabo vencer,
traeme ese anillo tú misma;
y juro que al punto....
ELVIRA:
Sí,
lo llevaré; pues, benigna,
una voz aquí me dice
que cederá su porfia.
REY:
Adios, pues....En una estancia
que de esta se halla vecina,
y á que se va por allí,
(Señala la puerta de izquierda al foro.)
te espero.
ELVIRA:
El cielo os bendiga.
ESCENA V.
ELVIRA.DESTÚÑIGA MORALES. PACHECO.
PACHECO:
(Aparte y siempre retirado sin que le
vean)
¡Oh rabia!.... ¿Si lograrán?...
Mas observemos.
MORALES:
Albricias.
Vuestro padre está salvado.
ELVIRA:
¿Cómo?
MORALES:
La sortija es mia.
ELVIRA:
¡Tuya!
MORALES:
Sí.... Me ha prometido
dármela.
ELVIRA:
¿Es cierto?
PACHECO:
(Aparte.) ¡Oh desdicha!
MORALES:
Aqui mismo: habrá un instante.
ELVIRA:
Pues no tardes, corre, pídela.
MORALES:
Voy.... Mas ¡oh cielos!... Ya llega
la fúnebre comitiva.
ELVIRA:
¡Triste de mi!
MORALES:
No temais.
ELVIRA:
Quiero abrazar sus rodillas,
rogarle....
MORALES:
No es necesario.
ELVIRA:
Que á lo menos me despida.
MORALES:
¿Para qué, si va á salvarse?
Evitad mas bien su vista.
Dejadme obrar.... Apartaos.
ELVIRA:
En tí mi esperanza fía.
ESCENA VI.
DICHOS. DON ALVARO. ALCALDES. ALGUACILES. SOLDADOS.
CRIADOS DE DON ALVARO. DOS FRAILES. EL VERDUGO.
(Habrán entrado primero dos alcaldes con alguaciles,
los cuales, atravesando el teatro, pasan al cuarto
de don Alvaro. Salen despues con este, y le acompañan
dos frailes y sus criados que muestran mucha aflicción.)
ÁLVARO:
¿ Qué haceis, amigos, qué haceis?
Por Dios, reprimid el llanto....
Mas siento vuestro quebranto
que el estado en que me veis.
¿A qué lamentar la suerte
del que vivió poderoso,
cuando es de un Dios bondadoso
un nuevo favor tal muerte?
Llorárais, sí, con razón,
si con golpe repentino
tuviera fin mi destino
triunfando aun mi ambicion;
mas pues me quiso humillar
el cielo en mi hora postrera,
será porque en su alta esfera
nuevas glorias me va a dar.
Alegre marcho a gozadas;
que eternas, puras serán,
y alli no conseguirán
ni traicion ni envidia ajarlas.
Adios.... Marchemos.—
(Al verdugo, que se acerca á él llevando unas cuerdas en la mano.)
¿Qué intentas?
VERDUGO:
Ataros, señor, las manos.
ÁLVARO:
No hagas tal, que es de villanos.
¡A un noble tales afrentas!
(Desprende de su vestido una cinta y
se la da al verdugo.)
Ata con esto.... y te ruego
mires si bien afilado
está el puñal acerado
porque me despaches luego (1).
(Morales se abre paso por entre los
que rodean á don Alvaro, y se arroja
á sus pies sollozando.)
MORALES:
Señor....
ÁLVARO:
¡Fernando!
MORALES:
A besar
dadme vuestra mano.
ÁLVARO:
Sí
toma.... No llores así,
que tambien me harás llorar.
MORALES:
Ah! Contener no me es dado....
ÁLVARO:
Basta....basta
MORALES:
¡Ay! ¿osaré
recordaros?....
ÁLVARO:
Hijo, ¿qué?
MORALES:
Este anillo....
ÁLVARO:
Sí.... Ha llegado
el fatal momento ya.
Cumplir mi palabra quiero:
toma este don postrimero
que hacerte en mi mano está (2).
(Saca el anillo y se lo da. Morales lo toma:
besa con entusiasmo la mano de don Alvaro;
y alzándose lleno de alegría, corre á
entregárselo á Elvira.)
MORALES:
¡Señor!.... ¡Qué felicidad!
Lo que vale aun no sabeis..
(A Elvira.)
Tomad.... presto.... no tardeis.
__________________
(1) Histórico.
(2) Idem.
(A Elvira.)
ELVIRA:
¡ Oh cielos! ¡ Alas me dad !
{{Pt||( Elvira echa a correr apresuradamente,
llevando el anillo, por la puerta del foro izquierda.
Pacheco, que se habrá acercado confundido
entre la gente, observándolo todo,
muestra su despecho.)
PACHECO:
¡ La esperanza ya perdí !....
(Aparte.) Mas ¡ qué Idea!,.. Sí... corramos.
(Vase precipitadamente)
ÁLVARO:
Adios, pues, amigos... Vamos.
Rogad al cielo por mí.
(Va desfilando todo el acompañamiento.
Destúñiga y Morales quedan solos.)
ESCENA VII.
DESTUÑIGA. MORALES.
Despues que ha salido todo el acompañamiento,
se oye fuera el siguiente pregón.)
PREGON:
Esta es la justicia que manda
hacer el rey nuestro señor á este cruel ti-
rano, usurpador de la corona real, y en pera
de sus maldades , mándanle degollar por ello(1)
MORALES:
¡ Ah! ¿Si habrá tiempo de que Elvira vuelva.
DESTÚÑIGA:
Pues cerca el rey está, tardar no
puede.
MORALES:
¡Quién del séquito fúnebre los pasos
pudiera detener !
DESTÚÑIGA:
Nada receles :
aun se halla lejos el fatal instante.
un cuarto de hora falta, si no miente
el reloj que aqui está.
MORALES:
No, pues volvíle
antes al dar las dos; y caer debe
su última arena cuando allá en la torre
con son tremendo la campana suene.
PREGON:
(Dentro y mas lejos.) Esta es
la justicia que manda hacer el rey nuestro
señor á este cruel tirano, usurpador de la
corona real, y en pena de sus maldades,
mándanle degollar por ello.
DESTÚÑIGA:
Lejos suena el pregon.
(Se acerca a la ventana del fondo y
entreabriéndola, mira por alta.
Morales mira tambien con inquietud
por la puerta por donde debe volver
Elvira.)
¡Ah!.... Ya se acercan
al horrible cadalso.
MORALES:
¡Y aun no viene!
DESTÚÑIGA:
¡Cielos!... Llegaron ya...
Con pasó fime la escalera fatal
sube el maestre. ¡Qué valor !....
MORALES:
¡Cuánto tarda!... El rey acaso
faltando á su palabra...
DESTÚÑIGA:
Y ¿tú lo crees?
No puede ser, jamás.
MORALES:
Pero si Elvira...
Tiemblo... ¡Ah! respiro al fin. ¡ Héla que vuelve!
_________________
(1) Histórico
ESCENA. ULTIMA.
DICHOS. ELVIRA y luego PACHECO.
(Sale Elvira corriendo y llevando en
la mano el pliego en que está el perdon
de don Alvaro.)
ELVIRA:
Vedle... vedle... aquí está.
DESTÚÑIGA:
¿Su perdon ?... Vamos.
MORALES:
No hay tiempo que perder.
ELVIRA:
Corramos.
PACHECO:
Tente.
(Saliendo.)
ELVIRA:
¡Villena!.... ¡ Santo Dios !...
¡Somos perdidos !
PACHECO:
En vano ese perdon...
tiempo no tienes para llevarlo.
ELVIRA:
¿Cómo?
PACHECO:
Oid.
(Suenan las tres del reloj de la torre.)
DESTÚÑIGA:
¡ Oh rabia!. ¡Las tres!
MORALES:
No puede ser... Aun falta en este...
(Mirando el reloj de arena.)
DESTÚÑIGA:
¡Traidor!... Comprendo...
Tú el reloj sin duda has osado avanzar.
PACHECO:
Si.... Ya vengueme.
DESTÚÑIGA:
No lo creas... Venid... Desde esta reja
todos gritemos que el suplicio cese.
ELVIRA:
Sí, si... ¡Perdon ! ¡Perdon !... Mirad...
Teneos...
(Destúñiga y Morales corren á la ventana del fondo
y la abren de par en par. Se ve una plaza , y el
cadalso en que está ya don Alvaro degollado.
Elvira corre hacia la ventana gritando y mostrando
el perdon; pero al ver muerto a su padre,
da un grito y cae desmayada en los brazos
de Destúñiga y Morales.)