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Dos rosas y dos rosales: 14

De Wikisource, la biblioteca libre.
Dos rosas y dos rosales
de José Zorrilla
Historia de la primera Rosa: capítulo III, VII

VII.

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Hasta que al veinteno dia
En que con método tal,
Ya Don Carlos parecia,
Si no en su juicio cabal,
Libre al fin dé su manía:

El médico resolvió
Poner en planta un proyecto
Que con calma meditó,
Y cuyo seguro efecto
Con paciencia preparó.

Y en dulce conversación
Estando de sobre mesa
Con Don Carlos y el barón,
De este con harta sorpresa
Hizo esta proposición:

“Don Carlos, largo tiempo há
“Que hundido en vuestro aposento
“Ni el aire ni el sol os dá,
“Y os hace gran falta ya
“Aire, luz y movimiento.

“Debéis, á mi parecer,
“Salir del campo á gozar;
“Su estenso horizonte á ver,
“Sus sanas yerbas á oler
“Y su ambiente á respirar.

“Oid: al pié del castillo,
“Sobre una loma que alfombra
“El ya espigado tomillo,
“Sentada á la doble sombra
“De un huerto y un bosquecillo,

“Hay una blanca casita.
“Donde un amigo, á quien quiero
“Desde mi niñez, habita.
“¿Queréis ser mi compañero?
“Le haremos una visita.

“No os pesará del paseo,
“Pues su casa es un museo
“Lleno de ricas pinturas,
“Armas, libros y esculturas,
“Que os llenarán el deseo.

“Mas lo que posee mejor,
“Es la niña mas hermosa
“Que engendrar supo el amor;
“Venid, veréis al doctor
“Mi amigo, y á su hija Rosa."

Don Carlos habia escuchado
Lo de la casa-museo
Como artista enamorado
De las artes, dilatado
El corazón de deseo,

Pronto á aceptar y á seguir
Consejo tan seductor
Y á aquella casita á ir;
Mas de Rosa y del doctor
Los dos nombres al oir,
Púsose espantado en pié,

Y echando el cuerpo hacia atrás
Esclamó como quien vé
Un espectro ante él: “¡jamás
Iré á su casa!”

DOCTOR. ¿Por qué?



D. CARLOS. —Ese doctor vuestro amigo

Es mi mayor enemigo;
Y os advierto que esa Rosa
Que me decís que consigo
Tiene, será una engañosa

Imagen que él habrá hecho,
Y con su ciencia maldita
La habrá metido en el pecho
Algún ánima precita.
No; Rosa está allí, en su lecho:

Yo soy quien cuerpo la di;
Yo soy quien de su alma en pós
Subiré á los cielos, y
El alma de Rosa á mí
Me la devolverá Dios.

Pero la voy á tapar,
Porque si él llega á saber
Que yo la he vuelto á crear,
En donde la alcance á ver
Me la volverá á matar.



Dijo el mozo y se metió
En su salón: de su amada
Rosa la imagen cubrió
Con un lienzo y se encerró
Soltando una carcajada.

De asombro el barón estático
Dijo: “¿qué es esto, doctor?”
Y este, continuando apático
Su misterio sistemático
Dijo: “¿y quién sabe, señor?”

Al ver semejante calma
Sintió el buen barón que el alma
Se le volvia veneno;
Y de su izquierda la palma
Asentando sobre el seno

Del doctor, y adelantando
El puño diestro á sus ojos,
Uno en calma, otro temblando,
Dijéronse así, esplicando
Su impaciencia y sus enojos:

BARON. —Me revienta el corazón

De ira, y me siento con gana
De ahogaros.

DOCTOR. ——Tendréis razón

Si no le curo, barón;
Pero aguardad á mañana.



¡Mañana! esclamó el anciano
Moderándose, y del pecho
Del doctor la osada mano
Quitó, como arrojo insano
Considerando tal hecho.

El doctor, como si no
Hubiera visto y sentido
La mano que él retiró,
Sin darse por ofendido
Tranquilo le preguntó:

DOCTOR. —¿Tiene el salón otra entrada

Por Don Carlos no guardada
Que paso á él me pueda dar?

BARON. —Sí, pero está condenada.
DOCTOR. —Pues hacédmela franquear

Para mañana.

BARON. —Mas no

Podrá ser sin que él lo sienta:
A mas de que es obra lenta.

DOCTOR. —Eso corre de mi cuenta,

Si no os enoja que yo
En el castillo me aloje
Por esta noche con vos.

BARON. —No hay doctor porqué me enoje;

Obrad como se os antoje.

DOCTOR. —Pues vóime y vuelvo.
BARON. —Id con Dios.


Y aquí el médico, volviendo
Las espaldas, echó á anclar,
Y el barón quedó diciendo:
“¡Lléveme el diablo si entiendo
“Su manera de curar!”