El Único y su Propiedad :1
Introducción
Yo he basado mi causa sobre nada
¿Qué causa es la que voy a defender? Ante todo, mi causa es la buena causa, es la causa de Dios, de la verdad, de la libertad, de la humanidad, de la justicia; luego, la de mi príncipe, la de mi Pueblo, la de mi Patria; más tarde será la del Espíritu, y después otras mil... ¡Pero la causa que yo defiendo no es mi causa! "¡Abomino del egoísta que no piensa más que en sí!"
¿Pero estos cuyos intereses son sagrados, esos por quienes debemos decidirnos y entusiasmarnos, cómo entienden su causa? Veámoslo.
Vosotros que sabéis de Dios tantas y tan profundas cosas; vosotros que durante siglos habéis "explorado las profundidades de la divinidad" y habéis penetrado con vuestras miradas hasta el fondo de su corazón, ¿podéis decirme cómo entiende Dios la "causa divina" que estamos llamados a servir. No nos ocultéis los designios del Señor. ¿Qué quiere? ¿Qué persigue? ¿Ha abrazado, como a nosotros se nos prescribe, una causa ajena y se ha hecho el campeón de la verdad y del amor? Este absurdo subleva; enseñáis que siendo Dios mismo todo amor y todo verdad, la causa de la verdad y la del amor se confunden con la suya y le son consustanciales. Os repugna admitir que Dios pueda, como nosotros, hacer suya la causa de otro. "¿Pero abrazaría Dios la causa de la verdad, si no fuese él mismo la verdad?" Dios no se ocupa más que de su causa, sólo él es todo en todo, de suerte que todo es su causa. Pero nosotros no somos todo en todo, y nuestra causa es bien mezquina, bien despreciable; así, debemos "servir a una causa superior". Más claro: Dios no se inquieta más que de lo suyo, Dios no se ocupa más que de sí mismo, no piensa más que en sí mismo y no pone sus miras fuera de sí mismo; ¡ay de lo que contraríe sus designios!. No sirve a nada superior y no trata nada más que de satisface. La causa que defiende es puramente ¡egoísta! Dios es un ególatra.
¿Y la humanidad, cuyos intereses debemos también defender como nuestros, qué causa defiende? ¿La de otro? ¿Una superior? No. La humanidad no se ve más que a sí misma, la humanidad no tiene otro objeto que la humanidad; su causa es ella misma. Con tal que ella de desenvuelva, poco le importa que los individuos y los pueblos sucumban; saca de ellos lo que puede sacar, y cuando han cumplido la tarea que de ellos reclamaba, los echa al cesto de papeles inservibles de la Historia. ¿La causa que defiende la Humanidad no es puramente egoísta? Inútil es proseguir y demostrar cómo cada una de esas cosas, Dios, Humanidad, etc., tratan tan sólo de su bien y no del nuestro. Pasad revista a las demás, y decid si la verdad, la libertad, la justicia, etc., se preocupan de vosotros más que para reclamar vuestro entusiasmo y vuestros servicios. Que seáis servidores celosos, que les rindáis homenaje, es todo lo que os piden.
Mirad a un pueblo redimido por nobles patriotas; los patriotas caen en la batalla o revientan de hambre y de miseria; ¿qué dice el pueblo? ¡Abonado con sus cadáveres se hace "floreciente"! Mueren los individuos "por la gran causa del Pueblo", que se conforma con dedicarles alguna que otra lamentable frase de reconocimiento y que guarda para sí todo el provecho. Eso me parece un egoísmo demasiado lucrativo.
Pues contemplad ahora a ese sultán que cuida tan tiernamente a "los suyos". ¿No es la imagen de la más pura abnegación, y no es su vida un perpetuo sacrificio? ¡Sí, por "los suyos"! ¿Quieres hacer un ensayo? Muestra que no eres "el suyo", sino "el tuyo"; rehúsate a su egoísmo y serás perseguido, encarcelado, atormentado. El sultán no ha basado su causa sobre nada más que sobre sí mismo; es todo en todo, es el único, y no permite a nadie que no sea uno de "los suyos".
¿No os sugieren nada estos ejemplos? ¿No os invitan a pensar que el egoísta tiene razón? Yo, al menos, aprendo de ellos, y en vez de continuar sirviendo con desinterés a esos grandes egoístas, seré yo mismo el egoísta.
Dios y la humanidad no han basado su causa sobre nada, sobre nada más que sobre ellos mismos. Yo basaré, pues, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo demás, soy para mi todo, soy el único.
Si Dios y la humanidad son poderosos con lo que contienen, hasta el punto que para ellos mismos todo está en todo, yo advierto que me falta a mí mucho menos todavía, y que no tengo que quejarme de mi "vanidad". Yo no soy nada, en el sentido de que "todo es vanidad"; pero soy la nada creadora, la nada de la que saco todo.
¡Mal haya, pues, toda causa que no es entera y exclusivamente la mía! Mi causa, pensaréis, debería ser al menos la "buena causa". ¿Qué es bueno, qué es malo? Yo mismo soy mi causa, y no soy ni bueno ni malo; ésas no son, para mí, más que palabras.
Lo divino mira a Dios; lo humano mira al hombre. Mi causa no es divina ni humana, no es ni lo verdadero, ni lo bueno, ni lo justo, ni lo libre, es lo mío; no es general, sino única, como soy único.
Nada está, para mí, por encima de mí.