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El Angel de la Sombra/LXXXIII

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El Angel de la Sombra
de Leopoldo Lugones
Capítulo LXXXIII

LXXXIII


Había insistido, sin embargo, en partir, por deber de prudencia; pero Luisa reclamaba, precisamente, las lecciones que iban a quedarte como única distracción.

Pues durante muchos días, quizá el resto de la temporada, no podría salir.

La persistencia del temporal acarreaba ya desapacible frío. Fácil era prever que al disiparse, sobrevendría con el cambio de viento una temperatura casi invernal.

Además, dos circunstancias contribuían a aumentar su ai slamiento: don Tristán debió ausentarse a la campaña, donde la inundación acababa de perjudicar gravemente una de sus más importantes posesiones; y casi al mismo tiempo, en forma inesperada, el compromiso de Toto se rompió.

Para colmar la aflicción de doña Irene, el doctor hallábase también en la Capital, aunque una vez arreglada la suplencia del consultorio, regresaría lo más pronto posible, con el fin de tomar, ya continuas, sus vacaciones.