El Criticón (Primera parte)/Preliminares

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CENSURA

Del padre don Antonio Liperí, clérigo regular, doctor en Teología y en ambos Derechos.Por comisión del excelentísimo señor conde de Lemos y de Castro, Virrey y Capitán General deste Reyno

He leído con atención, según la orden de V. E., el libro intitulado El Criticón, y su primera parte, En la primavera de la niñez y en el estío de la juventud, compuesto por el licenciado García de Marlones, y en él no he hallado cosa opuesta a las regalías de Su Majestad, ni a las buenas costumbres, ni a la doctrina sana y católica de nuestra santa fe: antes lo en él escrito, muy conforme a todo ello. Contiene muchos y saludables documentos morales, declarados con sutil ingenio y con ingeniosa sutileza, y con un lenguaje gravemente culto y dulcemente picante; y cuanto más picante, más dulce y más provechoso para la buena política y reformación de costumbres, pudiendo preciarse su autor de que miscuit utile dulci, cosas bien dificultosas de juntar. Debajo de una ingeniosa fábula o de una ficción trágica y cómica, introduce a un desdichado padre, a quien muchas y propias desdichas cubrieron anticipadamente de canas de senil prudencia, que sin conocer que fuese hijo suyo propio el con quien dichosamente encontró, atiende a educarle lo más loablemente que puede, enseñándole no sólo a hablar y a estudiar en las ciencias liberales, sino a admirar la bella y armoniosa máquina deste mundo material y su mayor y más bella maravilla, que es el hombre, y la admirable potencia y providencia de su Hacedor. Tras eso, para desviarle de la senda de los vicios en el bivio pitagórico de su edad, los zahiere y muerde con tanta sal y con tan salados, aunque fabulosos, discursos, que la mayor sal y gracia, así de su decir como de su discurrir, demuestra en su más donosa y provechosa mordacidad. Enseña, en fin, a ser una persona en la primavera de su niñez, y a que no se deje abrasar de los ardores sensuales en los estivales incendios de la juventud. Y todo ello, con tan culto y tan claro estilo, y con tan vario artificio y artificiosa y entretenida variedad de cosas, que el que empezare a leer el libro podrá ser que con dificultad le suelte de las manos sin llegar primero a su fin. Así lo siento, y lo firmo de mi mano.

En Zaragoza, 6 de Junio de 1651.
DON ANTONIO LIPERI, Clérigo regular, doctor en Teología y en ambos Derechos.
Imprimatur: Vidit CANALES, Reg.



A DON PABLO DE PARADA

Caballero de Christo, General de la Artillería y Gobernador de Tortosa

Si mi pluma fuera tan bien cortada como la espada de V. S. es cortadora, aun pareciera excusable la ambición del patrocinio: ya que no llegue a tanto, solicita una muy valiente 7defensa. Nació con V. S. el valor en su patria Lisboa, creció en el Brasil entre plausibles bravezas y ha campeado en Cataluña entre célebres victorias. Rechazó V. S. al bravo mariscal de la Mota en los asaltos que dio a Tarragona por el puesto de San Francisco, que V. S. con su tercio y su valor tan bizarramente defendió. Desalojó después al que llamaban el invencible conde de Ancuhurt, sacándole de las trincheras sobre Lérida, acometiendo con su regimiento de la Guarda el fuerte Real, que ocupó y defendió contra el general recelo. Y desta calidad pudiera referir otras muchas facciones, aconsejadas primero de la prudencia militar de V. S. y ejecutadas después de su gran valor. Émula dél la felicidad, le asistió a V. S. siendo general de la flota para que la condujese a España con tanta prosperidad y riqueza: Y de aquí se ha ocasionado aquella altercación entre los grandes Ministros, si es V. S. mejor para las armadas de mar o para las de tierra, siendo eminente en todas. Por no hacer sospechosas estas verdades (aunque tan sabidas) con el afecto de amigo, quisiera hablar por boca de algún enemigo, pero ninguno le hallo a.V. S. Sólo uno que, para desconocer obligaciones, quiso afectarlo, no pudo; pues él mismo decía (brava cosa) que quisiera decir mal deste hombre y no halló qué poder decir. Pero lo que yo más celebro es que, siendo V. S. hombre tan sin embeleco se haya hecho lugar en la mayor estimación de nuestro siglo. El cielo la prospere.

B. L. M. de V. S. su más apasionado.
García de Marlones



A QUIEN LEYERE

Esta filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso, te presento hoy, lector juicioso, no malicioso, y aunque el título está ya provocando ceño, espero que todo entendido se ha de dar por desentendido, no sintiendo mal de sí. He procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la invención, lo picante de la sátira con lo dulce de la épica, por más que el rígido Gracián lo censure juguete de la traza en su más sutil que provechosa Arte de ingenio. En cada uno de los autores de buen genio he atendido a imitar lo que siempre me agradó: las alegorías de Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de Luciano, las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco, los empeños de Heliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del Boquelino y las mordacidades de Barclayo. Si lo habré conseguido, siquiera en sombras, tú lo has de juzgar. Comienzo por la hermosa naturaleza, paso a la primorosa arte y paro en la útil moralidad. He dividido la obra en dos partes, treta de discurrir lo penado, dejando siempre picado el gusto, no molido; si esta primera te contentare, te ofrezco luego la segunda, ya dibujada, ya colorida, pero no retocada, y tanto más crítica cuanto son más juiciosas las otras dos edades de quienes se filosofa en ella.