El Manzanares
río de alegres sonatas,
río de hermosas verbenas,
río de graciosas danzas,
claro espejo de la Corte,
paraíso de las almas,
edén de dulces coloquios,
ilusión de las tapadas,
arboleda de las musas
de la lira castellana,
sitio de bellas intrigas,
de caballerescos dramas.
Río que durmiendo corres,
que deslizándote cantas,
que bellos nombres invocas,
que repites mil hazañas,
que viste tus reyes moros
sin corona y cimitarra,
las glorias de los Felipes,
mil lujosas cabalgatas,
que San Antonio te vela,
que un rico puente te abraza:
¿Qué resta de tu poesía,
que fué el encanto de España?
En tus márgenes no escribe
Ruiz de Alarcón sus dramas,
ni las redes del amor
prepara Villamediana;
ni en la noche misteriosa
el recatado monarca
al pie de tus alamedas
de dulces amores trata;
ni los aceros se cruzan,
ni las mozas se desmayan,
ni se escuchan juramentos,
ni los preludios del arpa.
En tu florida alameda,
como un nido entre las ramas,
no tiene Goya su estudio;
aquella preciosa casa,
que tanto misterio encierra,
que tanto secreto guarda,
gruta de bellas ondinas
de rica y crujiente falda,
que el rumboso don Francisco
en querubes trasformaba,
poniendo el sol en sus ojos
y en sus bellos cuerpos alas.
No recorre tus orillas,
cuando el claro sol desmaya,
Máiquez, solo con su pena,
Máiquez, solo con su fama,
y airado, fiero y celoso
por desdenes que le matan,
recita con todo el fuego
que ha puesto Dios en su alma
el Otello, maldiciendo
á bella y voluble dama,
que le arrojó de la cima
del cielo de su esperanza.
Ya don Ramón de la Cruz,
con su capa que se escapa,
forma corro con chisperos,
se codea con las majas,
habla el lenguaje del pueblo,
toma parte en su algazara,
reza en la devota ermita
con toda la fe del alma,
recorre tus alamedas
en la alegre sanjuanada,
y al arrullo de tus ondas
medita, escribe y descansa.
No se escucha junto al puente
la melodiosa guitarra
de Antón el de los cantares,
que con delirio ensalzaba
la bella Virgen del Puerto,
tus fiestas y alegres danzas,
las devotas romerías,
las amantes serenatas,
la niña de ojos azules
que en la Almudena lloraba
pidiendo con puro acento
dulce amor y no venganza.
Hoy no bajan á tu orilla
la Corte ni ilustres damas,
artistas, corregidores,
vates de renombre y fama,
y sólo en la primavera
el pueblo en tu vega canta,
bailando con alborozo
la jota, vito y tiranas,
al son de los organillos,
que los oídos desgarran.