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El Santo Rey Don Fernando (primera parte)/Auto

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El Santo Rey Don Fernando (primera parte)
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

Sale el ALCORÁN, vestido de moro con un azadón; el HEBRAÍSMO, de judío, con otro; RÚSTICO, villano, con otro; y representan los primeros versos, como en acción de estar cavando.
ALCORÁN:

¿No habrá alivio para mí,
mientras del cielo no caiga
un rayo que me destruya?

HEBRAÍSMO:

¿Mientras la tierra no abra
su centro que me sepulte,
no habrá consuelo en mis ansias?

RÚSTICO:

¡Que este moro y este hebreo
no den una azadonada,
el uno sin un zalá,
y el otro sin una guaya!

ALCORÁN:

¿Qué hace tu profeta, Alá,
que ni me vale ni ampara?

RÚSTICO:

Estará comiendo setas,
que es el fruto de sus plantas.

HEBRAÍSMO:

¿Qué hace, oh gran Dios de Israel,
tu piedad, que tanto tarda?

RÚSTICO:

Tan bien contigo le fue
una vez que vino...

ALCORÁN:

Calla,
loco.

HEBRAÍSMO:

Calla, vil.

RÚSTICO:

¿No es bueno
que nunca nos falte gana,
a mí de darles mohína,
y a ellos de darme puñadas?
(Atropellándole.)

HEBRAÍSMO Y ALCORÁN:

A otra parte a trabajar
lejos de los dos te aparta.

RÚSTICO:

Sí haré; y si mal no me salen
los versos de cierta traza,
los bien vengados cachetes
se ha de intitular mi farsa.

(Vase, y ellos vuelven a trabajar.)
ALCORÁN:

¡Oh gran profeta de Alá!

HEBRAÍSMO:

¡Oh gran Dios de las batallas!

ALCORÁN:

¡Duélate que abriendo peñas
está tu nación esclava!

HEBRAÍSMO:

¡Duélate que fugitivo
tu pueblo rompa montañas!

ALCORÁN:

Y más al ver que no es
el afán el que la agravia.

HEBRAÍSMO:

Y más cuando la fatiga
no es la que le oprime y cansa.

LOS DOS:

Pues el ser en tu desprecio,
este templo que se labra
es mi angustia.

HEBRAÍSMO:

Es mi dolor.

ALCORÁN:

¡Oh, ira!

HEBRAÍSMO:

¡Oh, pena!

ALCORÁN:

¡Oh, muerte!

HEBRAÍSMO:

¡Oh, rabia!

LOS DOS:

¿Cuándo has de acabar conmigo?

(Ruido, y dice dentro la APOSTASÍA.)
APOSTASÍA:

Cuando en el abismo caigas,
a tu centro, ¡oh bruto!, corres.

ALCORÁN:

¿Qué es esto?

HEBRAÍSMO:

Del monte baja
un caballo, que a su dueño
desesperado le arrastra.

ALCORÁN:

Lleguemos, por si es posible,
a socorrerle.

(Éntrase, y vuelve con él en brazos.)
HEBRAÍSMO:

Mis canas
no son tan veloces.

ALCORÁN:

Hombre,
quienquiera que eres, levanta
en mis brazos.

APOSTASÍA:

¡Harto es,
que piedad para mí haya
en ningún humano pecho!

ALCORÁN:

Cobra el aliento y descansa,
ya que el cielo te permite
la vida.

APOSTASÍA:

Esa es mi desgracia;
porque vida aborrecida
no sé para qué la guarda.

HEBRAÍSMO:

Si desesperado vives,
¡buen consuelo en los dos hallas!

ALCORÁN:

Sí, si es que es verdad aquel
bárbaro adagio que entabla
que es consuelo el mal de muchos.

APOSTASÍA:

Pues ¿quién sois, para que haga
alivio de vuestras penas?

HEBRAÍSMO:

Si eso puede consolarlas,
yo soy un hebreo, que hoy
sin domicilio, sin casa,
sin sinagoga, sin templo,
sin sacrificio y sin ara,
vago y prófugo, viviendo
siempre por ajenas patrias,
a Castilla aporté, donde
a merced de aquesta azada,
tolerado de sus reyes
pobre me sustento, hasta
que el Dios de Israel, que espero,
la vida y salud me traiga,
tantas veces prometida
a mis profetas y tantas
creída de mí, que mi pueblo
viendo que con las lejanas
noticias de sus levitas
el tiempo consume y gasta
lo ceremonial, en tropos
de retórica me llama
su Hebraísmo, por no haber,
si mis prédicas les faltan,
otro rabino que hoy sepa
su Levítico.

ALCORÁN:

Y añada
tu consuelo el que también
soy yo de aquella africana
ley que dominó a Castilla,
a quien la fortuna varia
desmayó para perderla
después que alentó a ganarla.
Avasallado, como otros,
en ella quedé, y a falta
de más medios, también vivo
a merced de la labranza,
no con séquito menor,
pues entre mis gentes varias,
vivo Alcorán de Mahoma
me nombra la antonomasia.

HEBRAÍSMO:

Dinos tú agora quién eres,
pues es merecida paga
al retorno de una pena
el consuelo de dos ansias.

APOSTASÍA:

Si haré, pues entre dos leyes,
al católico contrarias,
en hablar claro la mía
nada aventura, y descansa.
Albiga, llamada hoy
Albí, ciudad que fundada
en una de cuatro partes
yace en la céltica Galia,
por quien en su lugdunense,
provincia, a sus hijos llaman,
del Albiga deducidos,
albigenses, fue mi patria.

APOSTASÍA:

Dejo si fue tan gloriosa
un tiempo, que las campañas
inundó de Aragón, pero
quede aquí esta hoja doblada,
que quizá volveré a ella
antes que del caso salga.
En Albí, pues, nací, donde
profesé la reformada
religión de quien sustenta
el que las almas se pasan
de un cuerpo en otro, sin otros
principios; de que no haya
en el Pan del Sacramento
vivo cuerpo en hostia blanca.

APOSTASÍA:

Luis, a quien no sólo nombra
cristianísimo la Fama,
por cognomento de todos
los altos reyes de Francia,
pero por particulares
virtudes suyas, con tanta
fe, con tanto celo, y tanto
fervor, castigarnos trata
que nos obliga a salir
huyendo de nuestras casas,
conque viéndome obligado
a peregrinar, a causa
de llamarme sus pregones
apóstata heresiarca,
puse en España la mira,
por saber que hay en España...

APOSTASÍA:

(volvamos a la hoja, pues
ya es tiempo de desdoblarla)...
puse en España la mira,
por saber que hay en España,
de aquella invasión prendida,
las raíces que sembradas
dejaron los albigenses,
conque es bien que me persuada
a que hallando mis doctrinas,
hallaré en ellas fundadas
mis conveniencias, que engendra
mucho amor la semejanza,
mayormente si se juntan
la religión y la patria.

APOSTASÍA:

Y como las grandes cortes
son las que abrigan y amparan
a los extranjeros, y es
Toledo la celebrada
corte de Europa, a valerme
della vengo: bien, que ingrata
me recibe, pues apenas
desde esa opuesta montaña
de quien la divide el Tajo,
saludé sus torres altas,
cuando el caballo en sus breñas,
mal firme la huella estampa,
despeñándose conmigo,
azar en que me amenaza
no sé qué fatal agüero
del fin que en ella me aguarda.

ALCORÁN:

Si un cristianísimo rey
huyendo vienes, muy mala
elección hiciste, puesto
que también el que hoy nos manda
es católico, y no menos
su fe, celo y vigilancia,
en mantener de su ley
el culto, honor y observancia,
que si a los dos nos permite
es porque al Hebraísmo halla
tolerado de otros reyes,
en cuyo hospedaje paga
ciertos tributos, y a mí,
en fee de la real palabra
de Alfonso, que conquistó
a Toledo, y él la guarda,
conservándonos en nuestra
ley, el vasallaje y parias
que ofrecimos a su abuelo.

APOSTASÍA:

Ya que tanto agrado hallan
en vosotros mis fortunas,
porque entero juicio haga
de si me conviene que
aquí quede u de aquí vaya
a otros reinos, os suplico
me informéis de cuanto pasa
muy por menor en Castilla.

ALCORÁN:

Sí haré.

HEBRAÍSMO:

Yo en tanto que hablas
despacio con él, porque
no hagamos entrambos falta
a la tarea de hoy,
por los dos iré a acabarlas.

(Vase.)
APOSTASÍA:

Sepa, pues, las novedades
que en ella hay.

ALCORÁN:

Oye, y sabráslas.
Fernando... ¡torpe la lengua
a la primera palabra
tropieza en su misma voz!
Mas ¿qué me admira y espanta,
el que por decir Fernando,
fe dando diga?, si es tanta
la fee con que nuestra ley
estrecha y la suya ensancha,
que no fue error a dos luces
equivocarme mis ansias,
pues todo es uno, según
que a propias gentes y extrañas,
con victorias y virtudes
fe dando Fernando anda.

ALCORÁN:

Fernando, pues, de Castilla
Tercero, cuya prosapia,
como nieto del segundo
Fernando de León y Urraca
de Portugal, y también
como nieto de la alta
estirpe de Alfonso Octavo,
que fue el campión de las Navas,
y Leonor de Ingalaterra,
concurriendo en él entrambas
líneas, por Alfonso Nono
en Castilla, y por la clara
Berenguela en León, logró
ver desde su tierna infancia
de castillos y leones
orlar su escudo las armas.

ALCORÁN:

En tutela de su madre,
y dos veces madre, a causa
de que le crió a sus pechos,
bien como su hermana Blanca
en Francia a Luis, porque el mundo
vea en estas dos hermanas
cuánto de la noble sangre
aprovecha la crianza,
pues tales son hoy Fernando
y Luis en Castilla y Francia,
en tutela de su madre
se crió, que ilustre, santa,
y generosa, con ser
la heredera propietaria
de León, renunció en él
el reino. ¡Oh felice España!
¡Que nunca en menor edad
prudente reina te falta!

ALCORÁN:

Sus virtudes...; no, no extrañes
en mis labios su alabanza,
que el espíritu que mueve
mi voz y tras sí me arrastra
quizá es superior decreto,
que adelante ha de ilustrarlas
y quiere que desde agora
por mí a lo público salgan,
o porque decirlas yo
más crédito las añada,
o porque añada al sentirlas
el dolor de pronunciarlas...,
sus virtudes, desde niño
le adornan y le acompañan
tan iguales, como ser
en una misma balanza,
detenido a la justicia,
y liberal a la gracia.

ALCORÁN:

Su afabilidad, su agrado,
su clemencia, su constancia,
su saber premiar las letras,
su saber honrar las armas,
y en fin, su saber mostrar
tan siempre una misma cara
a pobre y rico, que ni este
alienta, ni aquel desmaya,
conviniendo en un semblante
dos acciones tan contrarias
como gratitud temida,
y severidad amada.
Amado y temido a un tiempo,
le aplauden, en enseñanza
de que no reina en las vidas
el que no reina en las almas.

ALCORÁN:

Casó en su joven edad
con Feliz..., aquí turbada,
con un áspid en el pecho,
con un nudo en la garganta,
vuelve a tropezar la voz,
pues por decir Beatriz, se halla
en los labios con Feliz,
tanto es el horror que causa,
(no sé por qué) el ser (¡ay triste!)
hija de Felipe de Austria,
y temo que aquesta unión
de Castilla y de Alemania,
ha de ser mi última ruina,
y más al ver cuán amada
dél, en sucesión dichosa,
lo que le debe le paga,
con que hallándose con tres
príncipes ya y dos infantas,
asegurados sus reinos,

ALCORÁN:

seguir las conquistas trata
de Pelayo, a cuyo efecto,
dejando de Guadarrama
atrás los montes, trocar
intenta sus cumbres blancas
a los arrugados ceños
de Sierra Morena, valla
de los campos andaluces,
conque quedándose en guarda
de ambas coronas, en Burgos
su prudente madre, se halla
hoy en Toledo; mas ¿cuándo
él no fué la plaza de armas
de sus reyes? ¡Oh Toledo,
siempre a mi nación contraria!

ALCORÁN:

Aquí, pues, en tanto que
convocatorias despacha
a los militares maestres
de Santiago y Calatrava,
Alcántara y grandes cruces
de San Juan, sin otras cartas
a los prelados, porque él
más se mueve en confianza
del ministro que celebra
que el soldado que batalla.
Por no estar ocioso el tiempo
que se compone la masa
del ejército, notando
el que no era digna estancia
para sagrario de aquel
gran sacramento que ensalza,
y una imagen de María,

ALCORÁN:

-mayormente soberana,
tanto, como ellos la creen,
pues creen que de sus sagradas
esferas bajando a honrar
ella misma en cuerpo y alma
a Ildefonso, se detuvo
sobre una piedra a abrazarla,
de que inmemorial testigo
es la huella de su estampa-,
notando, en fin, como dije,
el que no era digna estancia
la que ayer mezquita era
de dos reliquias tan santas,
hasta su último cimiento
toda mandó derribarla,
a fin de labrar en ella
tan eclesiástico alcázar
de la fe, que venga a ser
primado de las Españas.

ALCORÁN:

Apenas corrió sus líneas
la arquitectura en su planta,
cuando la primera piedra
puso en su primera zanja,
y con deseo de que,
ya que no pueda acabarla,
quede a lo menos antes de irse
cuanto pueda adelantada,
con tanto celo la asiste,
y con tanta vigilancia,
que más parece entre el polvo
sobrestante que monarca.
No hay instante que a su mira
no esté, tanto que si pasa
(que suele ser muchas veces)
por estos montes a caza,
se detiene entretenido
en ver qué piedras se sacan,
de qué manera se cortan,
y de qué suerte se cargan,
pasándolas a la fuste
la elevación de la cabria.

ALCORÁN:

Este día es de gran gozo
a todos los que trabajan,
porque a honor de que él lo mira,
doblar el sueldo nos manda;
tan benigno entre nosotros
conversa, que veces varias
nos ha obligado a decirle...

(Sale el HEBRAÍSMO alborotado, con un libro de tablas.)
HEBRAÍSMO:

¡El Dios de Israel me valga!

ALCORÁN:

¿Qué es esto?

HEBRAÍSMO:

No sé.

APOSTASÍA:

¿Qué traes?

HEBRAÍSMO:

No sé.

ALCORÁN:

No te turbes.

APOSTASÍA:

Habla.

HEBRAÍSMO:

No puedo.

ALCORÁN:

Pues ¿qué hay?

HEBRAÍSMO:

No sé.

LOS DOS:

Mira.

HEBRAÍSMO:

No me digáis nada,
hasta ver si el desaliento
encuentra con las palabras,
prosiguiendo en la fatiga,
que había dejado empezada,
de desmontar una peña
de su centro para...

DENTRO:

Para.

ALCORÁN:

El rey a mirar se apea,
como otras veces, las cavas
que van dejando en los montes
los peñascos que se arrancan.

(Dentro, voces y ruido; sale el REY y acompañamiento.)
APOSTASÍA:

¡Qué amable presencia tiene!

REY:

¡Qué es esto, amigos? ¡Pues tanta
ociosidad! Mal cumplís
lo que mi amor os encarga;
pero no quiero reñiros,
que ya veo que la humana
flaqueza habrá menester
términos en qué aliviarla.

REY:

No os retiréis, ni penséis
que ha de faltaros la paga
hoy de los doblados sueldos,
que es en mí la tolerancia
de vuestros trabajos tal,
que aunque a la tarde la azada
toméis, os pagarán como
al que desde la mañana
trabajado hubiere, puesto
que lo que el afán no gana,
para haberlo merecido
el veros pobres me basta:
llegad, no os retireis.

APOSTASÍA:

¡Cielos!;
¿cómo a costa de mi saña
puedo, a costa de mi ciencia,
siendo el templo que se labra
heredad de Dios, dejar
de entrar en la semejanza
de aquel padre de familias
que con sus obreros anda
tan piadoso, que a la tarde
les da los sueldos del alba?

ALCORÁN:

No es, señor, ociosidad
el espacio en que nos hallas,
sino procurar saber
lo que a ese hebreo le pasa,
que fuera de sí, cual ves,
se eleva, suspende y pasma.

REY:

Ven acá, amigo, ¿qué tienes?,
¿qué has menester?, ¿qué te falta?

HEBRAÍSMO:

Si un asombro era, señor,
el que hasta aquí me turbaba,
¿qué harán agora respeto,
y asombro?

REY:

No temas nada;
di, ¿qué tienes?

HEBRAÍSMO:

Sí haré, si es
que puedo cobrar el habla.
Prosiguiendo en la fatiga
que había dejado empezada,
de desmontar esa peña,
señor, de su centro, para
que la hallase desprendida
el que viniese a cortarla,
sin haber notado en ella
un resquicio, quiebra o raja,
que la hiciese menos dura,
ya que no fuese más blanda,
a un pequeño golpe vi,
que estremecida temblaba,
y rasgándose las fieras,
empedernidas entrañas,
hallé, que contenía dentro
de madera aquestas tablas
hechas en forma de libro,
siendo la no menos rara
maravilla que madera
sin carcomerse encerrada
está, y más sin saber cómo
entre allí ni de allí salga.
Tres hojas tiene, que escritas
están en tres lenguas varias,
y no atreviéndome a leerlas
aún no he hecho más que mirarlas.

(Dale el libro.)
REY:

Con los principios que yo
tengo de letras humanas,
los caracteres conozco,
y no más; esta es romana
forma y su frase latina;
esta es griega y esta hebraica.
Volveré en busca de aquella
joven religión sagrada,
que a dos luces se interpreta
dominica; una, fundada
en ser el domingo día
de Dios, pues en él descansa;
y otra en que fuese Domingo
de Guzmán su patriarca;
conque debajo del nombre
de religión, se retratan
historia y alegoría,
y pues uniéndose ambas,
se entiende que el que habla hoy
en común con ella habla
con él en particular,
como cabeza que ampara
debajo del manto negro
y de la túnica blanca,
toda su familia, bien
fío que en su ciencia sabia
hallaré la inteligencia
aun de escrituras más altas,
y así, vuelva en busca suya.

APOSTASÍA:

Si en eso el gusto adelantas,
de la latina pudiera
ser, señor, que declarara
yo la tradución.

REY:

¿Quién eres?

APOSTASÍA:

Un extranjero que pasa
a Toledo, donde vine
a efecto de unas cobranzas.
Detúvome en este monte
la venturosa desgracia
de una caída, pues fue
para ponerme a tus plantas.

(Sale la FE, y hace como que ella le encamina al libro sin verla nadie.)
REY:

Ya que aquí te hallaste, llega.

FE:

Llega, que me importa que haga
un acto de fe contigo.

APOSTASÍA:

Voluntario a leer llegaba,
y en un instante parece
que hay violencia que me arrastra.

REY:

Lee, pues, y ve traduciendo.

APOSTASÍA:

(Lee.)
Para redimir las almas,
que a gloria o pena inmortales
Dios hizo a su semejanza,
Cristo nacerá...

REY:

Prosigue.

APOSTASÍA:

(Lee.)
...de una virgen soberana
antes del parto, en el parto,
y después del parto intacta.

REY:

¿De qué te espantas y admiras?

APOSTASÍA:

¿Tan gran prodigio no es para
admirar y espantar?

REY:

No,
que doctrina tan cristiana,
a quien como yo la cree,
ni le admira ni le espanta.
¿Qué novedad es que un risco,
hoy en loores de Dios abra
el seno, si cada día
la Iglesia en sus laudes canta
que bendicen al Señor
en tierra, aire, fuego y agua,
cielo, sol, luna y estrellas,
nieves, granizos y escarchas,
aves, fieras, brutos, peces,
árboles, flores y plantas?

REY:

Nada yo a este libro debo,
pues que no me enseña nada,
que yo no sepa: tan fijas
en mi corazón se estampan
sus verdades, que me quita
la admiración de que haya
peñascos que las confiesen.
Y pues para mí no rasgan
sus senos, porque de mí
sé, que más firme las graba
en mis entrañas la Fe
que la peña en sus entrañas,
toma allá, hebreo, tu libro,
de mis ojos me le aparta;
pues que tú le has menester,
tenle tú.

FE:

¡Cuánto me ensalza
tan heroico acto de fe,
que deseche circustancias
tan graves, por ya creídas!

REY:

Pero vuelve, espera, aguarda;
no por mí, sino por ti,
lee la letra hebrea a que pasa,
puesto que es natural lengua
que no puedes tú ignorarla.

(Sale la CARIDAD, y hace lo mismo que la FE.)
CARIDAD:

Lee, porque de caridad
resulte en mí otra alabanza.

HEBRAÍSMO:

¡Con qué temor a leer llego
que aunque es el rey quien me llama,
parece que otro poder
más superior me lo manda!

HEBRAÍSMO:

Tras decir que nacerá
Cristo de virgen intacta...
(Lee.)
prosigue... y padecerá
muerte y pasión a la saña
del hebreo pueblo, siendo
su sangre infinita paga
de su infinito delito...

REY:

¿Ves cómo contigo habla,
y no conmigo? Y pues quiso
Dios que no acaso te traiga
a ti un monte el libro, no
desprecies su aviso, trata
de que no ablande una peña
el pecho que tú no ablandas.
No me respondas agora,
sino pondera y repara
su verdad, y veme luego,
que es bien que te satisfaga
el hallazgo deste libro.
¡Oh quién redujese un alma
a vuestro gremio, Señor!
Que más su triunfo estimara,
que el de la mayor victoria,
que pueden darme las armas.

CARIDAD:

Ya el acto de fe en mí crece,
pues el objeto en Dios ama
más al prójimo que a sí.

REY:

La letra griega que falta,
me dirá la Religión.

ALCORÁN:

Si me atreveré a explicarla
yo...; pero no la sé bien.

(Sale la ESPERANZA y hace lo mismo.)
ESPERANZA:

Tras una Fe confirmada,
y una Caridad movida,
entra agora la Esperanza:
atrévete, que bien puedes.

ALCORÁN:

Mas aunque esto me acobarda,
por otra parte me anima.
No sin saberla te vayas,
que con los muchos comercios
que por toda la africana
costa tenemos en Grecia,
no hay moro que algo no alcanza
de su idioma y podrá ser
que acierte yo a declararla.

REY:

Poco en que pruebes se pierde.

ALCORÁN:

Tras que en virgen madre, humana
carne Cristo tomará,
y padecerá, remata
(Lee.)
su lección en decir... y esta
profecía en mis entrañas
ocultaré hasta que un rey
Fernando en Castilla nazca.

REY:

¿Qué dices?

ALCORÁN:

Lo que la letra
griega dice.

REY:

¿Luego habla
también la peña conmigo?
¡Oh, no peligre en jactancia
que sea el que nazca yo
y sea ella la que para!
Señor, si es esto empeñarme
en que prosiga en las ansias
que tengo de restaurar
vuestros templos de tirana
esclavitud; si es ponerme
en deuda de que a sus aras
restituya vuestro alto
sacramento, y las estatuas
de imágenes de María,
siendo yo de quien aguardan
su libertad, ¿por qué vos
en las criaturas más flacas
ostentáis vuestro poder?
Menor prodigio me basta,
pues vos sabéis que las levas
que hago son segundas causas
que aplico como hombre, en fee
de que habéis vos de ampararlas
como Dios, pues sólo en vos
llevo puesta la esperanza.

ESPERANZA:

Ya veis si resulta en mí
la ejercitación de entrambas,
puesta su esperanza en Dios.

REY:

Divina Religión santa,
ya sé la letra; a saber
tu sentido iré.

(Sale DOMINGO, de estudiante.)
RELIGIÓN:

No vayas,
que la Religión no espera
que la busque quien la llama.

REY:

Tú seas muy bien venida,
que aunque aquí no has hecho falta,
te deseaba.

RELIGIÓN:

Los desvelos
de argüir contra esta falsa
seta de los albigenses,
tanto las horas me gastan,
que una a la dicha no dejan
de estar yo contigo.

REY:

Aguarda,
que más esa ocupación
que tu asistencia, me agrada.

RELIGIÓN:

Ya el rato que me da treguas
vengo en tu busca. ¿Qué mandas?,
que me ha puesto en confusión
el decir que me deseabas.

REY:

Ese libro te lo diga,
léele despacio y repara,
que es aborto de una peña,
un hebreo quien le halla,
un extraño quien le entiende,
un moro quien le declara,
y que habla de mí, porque
con aquestas circunstancias
hablemos de espacio en él,
por si por dicha dél saca
ejercitar mi tibieza,
ya que en tres lenguas me hablan
extranjero, judío y moro,
fe, caridad y esperanza.
(Vanse.)

CARIDAD:

Hasta aquí iguales las tres
estamos.

ESPERANZA:

Si nos enlaza
un amor, ¿qué mucho?

FE:

Es cierto;
porque presumir que pasa
nuestra competencia a más,
que a acrisolar que se exaltan
en Fernando las virtudes,
si no error, será ignorancia.

(Vanse.)
APOSTASÍA:

¿Cristo nacerá de virgen,
porque inmortales las almas
vivan a gloria o a pena?

HEBRAÍSMO:

¿Cristo morirá a la saña
del hebreo?

ALCORÁN:

¿Cuando un rey
Fernando en Castilla nazca,
se hallará esta profecía?

APOSTASÍA:

¡Qué asombro!

HEBRAÍSMO:

¡Qué horror!

ALCORÁN:

¡Qué ansia!

APOSTASÍA:

Israelita.

HEBRAÍSMO:

¿Qué me quieres?

APOSTASÍA:

Africano.

ALCORÁN:

¿Qué me mandas?

APOSTASÍA:

Que ya que nuestros sucesos,
el día que a ti te aclaman
Hebraísmo, a ti Alcorán,
y a mí Apostasía, se pasan
desde historia a alegoría,
procuremos apurarla.
Tres profecías que a un tiempo
nuestros tres dogmas agravian,
tres virtudes en Fernando
los méritos adelantan;
tres vicios somos: entremos
en la desigual batalla,
tomando, cuando no en él,
en sus gentes la venganza.

HEBRAÍSMO:

Dices bien, y la licencia
usando de que no haya
de ser siempre alegoría,
ni siempre historia, pues basta
que el retrato que no puede
caber entero en la tabla,
quepa en medio cuerpo, yo,
a quien el libro disfama
de que di muerte al Mesías,
moveré mis asechanzas
contra la Caridad, que es
el amor con que le aman.

ALCORÁN:

A mí me ofende en la parte
que mis ruinas amenaza,
previniendo triunfos cuando
Fernando en Castilla haya.
Y así, pues el aparato
que mueve de gentes y armas
es por quitarme los templos
que ya en su monte restaura,
carteándome con Sevilla,
con Córdoba y con Granada,
a fin de que se prevengan,
iré contra la Esperanza.

APOSTASÍA:

Pues yo, sembrando en la mies
de la Iglesia la cizaña
de mis doctos argumentos,
y mis opiniones sabias,
negaré contra la Fe,
(sobre heredarse las almas)
en el pan real asistencia.

LOS DOS:

¡Pues al arma!

APOSTASÍA:

¡Pues al arma!

ALCORÁN:

Quedo, quedo, porque vuelve
quien es toda su privanza.

(Sale DOMINGO.)
RELIGIÓN:

Amigos, puesto que el rey
os deja siempre que pasa
algún socorro, y hoy
el cuidado que llevaba
le divirtió, porque no
le perdáis, volver me manda
a repartirle; tomad.

LOS DOS:

Él y vos edades largas
viváis.

RELIGIÓN:

¿No llegáis vos?

APOSTASÍA:

No.

(Sale RÚSTICO.)
RÚSTICO:

Yo sí, que a esto el buscón llama
llegar en buena ocasión.

RELIGIÓN:

Tomad, y delante aparta;
pues ¿por qué vos no llegáis?

APOSTASÍA:

Porque yo no pido nada.

RELIGIÓN:

Mirad que es misericordia
que usa con todos; tomadla.

APOSTASÍA:

No pido misericordia
yo, porque a mí no me falta
caudal para no pedirla.

RELIGIÓN:

Esa es señal de no darla;
no desprecies los socorros
de un rey soberano.

APOSTASÍA:

Basta
que diga que no la quiero.

RELIGIÓN:

Ved que, aunque yo la reparta,
limosna es suya, y de un rey
puede el más noble tomarla.

APOSTASÍA:

Ved vos que es esa porfía
inútil, y no me haga
su instancia fuerza a que diga
que me asombra ver que haya
quien con la misericordia
ruegue, cuya acción me saca
tan fuera de mí, que creo
que aunque son vuestras palabras
tan dulces que me parece
que algún enjambre las labra
en vuestros labios, no deja
una estrella en vuestra cara
de despedir rayos que
dentro del pecho me abrasan
el corazón, que en cenizas
fuego enciende y humo exhala.
¿Quién eres, deidad? ¿Quién eres?
¿Que viendo acciones contrarias,
ruegas con misericordias
y con incendios espantas?
(Vase.)

RELIGIÓN:

Este hombre importa seguir
y saber su nombre y patria,
su oficio, vida y costumbres.

(Vase.)
RÚSTICO:

Aquí los dos camaradas,
íntimos amigos míos,
que de matarme a patadas
me hacen merced cada día,
solos quedan: va de traza,
por si consigo que ellos
consigo me den venganza.
(Al HEBRAÍSMO.)
Dichoso yo, que merezco
haber llegado a tus plantas;
déjame, que a ellos mil veces
me arroje.

HEBRAÍSMO:

¿Cómo con tanta
humildad vuelves ahora?

RÚSTICO:

Como al oír que tú hallas
el escondido tesoro
que el cielo en sus peñas guarda,
me he persuadido a que es buena
tu Ley, y me ha dado gana
de venerarla y seguirla,
y como me satisfagas
a una duda sola, que es
la que me hace repugnancia,
seré tu menor jodío.

HEBRAÍSMO:

Una y mil veces me abraza.
Di la duda, que no puede
tener duda tu ignorancia
a que no responda yo.

RÚSTICO:

Pues si es con toda eficacia
ha de haber juez que lo juzgue.

HEBRAÍSMO:

Si es cristiano, cosa es clara
que será contra mí.

RÚSTICO:

Y si es
jodío contra mí.

HEBRAÍSMO:

Pues haya
juez que ni uno ni otro sea.

RÚSTICO:

Ya que presente se halla,
séalo el moro, que es
independiente de ambas
leyes.

ALCORÁN:

Yo os haré justicia.

RÚSTICO:

Pues vaya de duda.

HEBRAÍSMO:

Vaya.

RÚSTICO:

¿Cuántos profetas mayores
hay?

HEBRAÍSMO:

Diez.

RÚSTICO:

Ves ahí que me engañas,
que son once.

HEBRAÍSMO:

¿Cómo puedo
yo engañarme en tan usada
cuestión?

RÚSTICO:

¿Hay más de contarlos?

HEBRAÍSMO:

Moisés, David, Elías...

RÚSTICO:

Pasa
adelante.

HEBRAÍSMO:

Samuel,
Ezequiel, Baruc...

RÚSTICO:

¿Qué tardas?

HEBRAÍSMO:

Eliseo, Jeremías,
Daniel y Esaías: repara
si son diez.

RÚSTICO:

Pues falta uno.

HEBRAÍSMO:

Di tú, ¿qué profeta falta?

RÚSTICO:

El gran profeta Mahoma,
mira si son once.

HEBRAÍSMO:

Calla,
bárbaro, que Mahoma no
es profeta.

ALCORÁN:

Pues ¿qué es?

HEBRAÍSMO:

Nada:
¿cómo quieres que Mahoma
sea profeta?

ALCORÁN:

¿Cómo hablas
tú así del mayor que tuvo
Alá?

RÚSTICO:

Ya están en la trampa.

HEBRAÍSMO:

Si Alá es Dios, Mahoma no fue
profeta suyo.

ALCORÁN:

Mil almas
te sacaré, si eso asientas.

HEBRAÍSMO:

Yo mil vidas, si eso entablas.

RÚSTICO:

¡Ay, señores, qué contento
es el ver cómo se cascan!

(Luchan.)
ALCORÁN:

Vil nación hebrea, a mis manos
morirás.

HEBRAÍSMO:

Torpe canalla,
tú morirás a las mías.

RÚSTICO:

Barrabás lleve mi alma
si yo los pusiere en paz.

DENTRO:

Corred todos, que se matan
dos hombres.

ALCORÁN:

¡Si no viniera
gente...!

HEBRAÍSMO:

¡Pues si no llegara...!

ALCORÁN:

Otro día nos veremos.

HEBRAÍSMO:

Norabuena.

RÚSTICO:

Una palabra
antes de irse.

LOS DOS:

¿Qué es?

RÚSTICO:

Que miren
qué hermosísimas puñadas
echaban a mal en mí
pudiendo en sí aprovecharlas.

ALCORÁN:

¡Oh infame!

HEBRAÍSMO:

¡Oh villano!

LOS DOS:

Tú lo pagarás.

RÚSTICO:

Si me alcanzan.

(Vanse los tres. Salen el REY y DOMINGO.)
REY:

Ya que el libro has leído,
y que en su tradución has convenido,
dime, ¿qué sientes dél?, ¿qué te parece?

RELIGIÓN:

La admiración con el discurso crece:
antes de la venida
de Cristo profecía prevenida,
profecía después della guardada,
oculta y encerrada,
sin saber cómo dentro de una peña;
profecía, en efeto, que por seña
trae que estuvo esperando,
habiendo habido dos, tercer Fernando,
no sé qué pueda ser, sino que el cielo
fía de tu fervor, tu fe, tu celo,
la gran propagación de su honra y gloria,
porque hacerte memoria
de que antes que naciera
de siempre virgen madre, y padeciera,
había previsto en ti...Religión:
La admiración con el discurso crece:
antes de la venida
de Cristo profecía prevenida,
profecía después della guardada,
oculta y encerrada,
sin saber cómo dentro de una peña;
profecía, en efeto, que por seña
trae que estuvo esperando,
habiendo habido dos, tercer Fernando,
no sé qué pueda ser, sino que el cielo
fía de tu fervor, tu fe, tu celo,
la gran propagación de su honra y gloria,
porque hacerte memoria
de que antes que naciera
de siempre virgen madre, y padeciera,
había previsto en ti...

REY:

No me lo digas,
que al temor, más que al ánimo me obligas;
pues con el mismo extremo
que amo su honor mi insuficiencia temo.

RELIGIÓN:

Si tu modestia desto hablar no gusta,
a otra plática iré no menos justa.
Esta falsa doctrina,
que en España dejó la fatal ruina
sacrílega de aquella
invasión que hizo en ella
el albigense ejército, a porfía
va echando más raíces cada día.
Jurisdición me has dado
de conocer sus causas; mi cuidado
reconoce también su insuficiencia,
y así...

REY:

Mira si hay quien pida audiencia.

RELIGIÓN:

Con no darte, señor, por entendido,
harto en no responder has respondido.

(Vase.)
REY:

¡Oh, Señor, si a tu suma providencia
tal vez rastreara el hombre los motivos,
y abiertos de tu seno los archivos
leyera un punto el libro de tu ciencia,
con cuánta luz hallara su imprudencia,
que los decretos más ejecutivos
que a nuestro ver rigores son esquivos,
son piedades de oculta conveniencia.
No infausto, pues, te desconsuele el día
que ves, ¡oh España!, en lágrimas bañada,
Hebraísmo, Alcorán y Apostasía,
si en fe, esperanza y caridad fundada,
pendes de otra, con quien tu monarquía
es viento, es polvo, es humo, es sombra, es nada.

RELIGIÓN:

(Sale.)
Aquel hebreo, señor,
para quien se abrió la peña,
dice que tú le mandaste
que viniese a tu presencia.

REY:

Dile, que entre. Aquí, Señor,
de la gran caridad vuestra,
dadme espíritu, con que
reducir un alma pueda
a vuestro gremio, ya que
hay prodigio que me alienta
a hablar a este más que a otros,
que vos sabéis si quisiera,
no a otros y este, sino a todos,
con la sangre de mis venas
comprar para vos: moved
mis labios, regid mi lengua,
que yo os ofrezco, Señor,
porque un alma se os convierta,
toda mi vida de ayunos,
silicios y penitencias.

CARIDAD:

(Dentro.)
¡Alerta al triunfo de Caridad!

TODA LA MÚSICA:

¡Alerta!

(Salen el HEBRAÍSMO y DOMINGO.)
REY:

Seas, amigo, bien venido.

HEBRAÍSMO:

Forzoso es serlo, quien besa
la tierra a tus pies.

REY:

Levanta,
dame los brazos.

HEBRAÍSMO:

Que adviertas
te suplico, que no es
capaz, señor, la bajeza
de un mísero hebreo, de tanto
supremo honor.

REY:

Llega, llega,
que mejor eres que yo;
dígalo la consecuencia:
a ti te revela Dios
secretos que me revelas
tú a mí; luego más te quiere,
pues te habla desde más cerca;
quiérete más, luego eres
mejor; conque si pudiera
trocar mi estado contigo,
tú fueras el rey, yo fuera
el que me echara a tus plantas.

HEBRAÍSMO:

Señor, ¿qué acciones son estas?

MÚSICA:

¡Alerta al triunfo de Caridad, alerta!

REY:

Amigo, hermano..., seamos,
si no mejores, siquiera
menos malos: yo por ti
a Dios rogaré, tú ruega
por mí, y vete en paz; mas no
por miserable me tengas
en no darte un gran tesoro
en hallazgo de igual prenda,
que bien rica joya es
el desengaño que llevas
si usas bien del desengaño,
y no quiero que se entienda
que te mueve el interés
de dádivas y promesas.
Voluntario has de venir,
el día que a la Fe vengas,
que no han de decir que puse
yo a la Caridad en venta.

MÚSICA:

¡Alerta al triunfo de Caridad, alerta!

REY:

Vete pues.

HEBRAÍSMO:

Tanto, señor,
tus acciones me penetran
el alma, tanto tus voces
dentro del pecho me estrechan
el corazón, y en fin, tanto
mueven las lágrimas tiernas
asomadas a tus ojos,
sobre una verdad tan cierta
que ha podido abrir los míos,
que no tengo otra respuesta
sino pedir el bautismo
a voces; y porque sea,
pues fue público mi error,
pública mi penitencia,
por las calles y las plazas,
iré diciendo a la hebrea
nación, de quien maestro fui,
que es verdad que Cristo era,
el verdadero Mesías
que por siglos vive y reina.

(Vase.)
REY:

Religión, síguele y tráele
contigo al punto a la Iglesia,
donde seas su ministro
y yo su padrino sea.

RELIGIÓN:

¿Quién vio acto de caridad
tan heroico que le deba
lágrimas a un rey?

REY:

¿Qué mucho,
cuando un alma se granjea,
que a mí lágrimas me cueste
si a Cristo sangre le cuesta?

(Vanse.)
MÚSICA:

¡Alerta al triunfo de Caridad, alerta!

(Sale la APOSTASÍA.)
TODOS:

(Dentro.)
Cristo es el Dios verdadero,
que por siglos vive y reina.

APOSTASÍA:

«Cristo es el Dios verdadero,
que por siglos vive y reina»,
el eco repite a voces;
¿qué novedad será esta,
que el vulgo en confusas tropas
corre desalado a verla?

RÚSTICO:

(Sale.)
No dejaré de ir allá,
y hallarme en cuanto soceda,
si me diese dos mil palos
la guarda.

APOSTASÍA:

Villano, espera,
y di qué tumulto es ese,
que tras sí plebe y nobleza
de Toledo arrastra.

RÚSTICO:

Es que un anciano hebreo, que era
en su ley dotirrabillo,
halló un libro de madera,
y como a los niños suelen
poner el Cristus en ella,
él en ella aprendió el Cristus.

APOSTASÍA:

¿Qué es lo que oigo?

RÚSTICO:

De manera,
que a voces pide el bautismo,
y como ya dije era
entre ellos el más sabio
testigo de la ley vieja,
hombres, mujeres y niños
le siguen, y porque sepan
todos los que van tras ellos,
quién la toma y quién la deja,
los que la dejan, pidiendo
bautismo, en sus manos llevan
como símbolo de paz,
un ramo de oliva en muestra
de que son los convertidos.
Y viendo con la clemencia
que el rey va a ser su padrino,
aunque yo lo estoy, quijera
volverme a bautizar, que
será grande preeminencia
decir a un Rey: «¿qué hay, compadre?»

RÚSTICO:

Y pues de aquí ver se deja
de su caridad el triunfo,
vuesarced no me detenga,
que mijor se lo dirán
que yo esas voces diversas,
que repiten, ya en confusos
ecos, ya en cláusulas tiernas...

MÚSICA:

¡Alerta al triunfo de Caridad, alerta!

APOSTASÍA:

¡Oh infame hebreo! ¿Esta fue
la unión que dejamos hecha?

TODOS:

(Dentro.)
Cristo es el Dios verdadero,
que por siglos vive y reina.

MÚSICA:

¡Alerta al triunfo de Caridad, alerta!

(Tócanse chirimías, y sale la CARIDAD delante, con un ramo de oliva en la mano; detrás de ella el JUDAÍSMO, con toda la Música, y hombres y mujeres que puedan, todos vestidos a lo judío, con ramos en las manos; detrás el REY, y por otra parte sale DOMINGO.)
CARIDAD:

¡Abrid las puertas, abrid!

MÚSICA:

¡Abrid las puertas!

CARIDAD:

Y aun las del cielo, pues es
la Iglesia cielo en la tierra.

MÚSICA:

¡Abrid las puertas!

CARIDAD:

Abrid, que es la caridad
de un rey la que llama a ellas,
para que al príncipe vuestro
aún pueda decir la letra.

MÚSICA:

¡Abrid las puertas!

CARIDAD:

Abrid al Rey de la Gloria
que hoy la caridad ostenta,
pues hoy de la Caridad
el triunfo es que se celebra.

MÚSICA:

¡Abrid las puertas!

RELIGIÓN:

¿Cuándo las tuvo cerradas
a la Caridad la Iglesia?
Entrad, que yo en nombre suyo,
ya a todos las tengo abiertas.

REY:

¡Oh, Señor! ¡Qué feliz día
fuera para mí, si fuera
el universo el que hoy
pusiese a las plantas vuestras;
no porque le dominase
mi majestad, mas porque ella,
en culto de vuestro amor
fuese la primer ofrenda!

HEBRAÍSMO:

Todos, mientras el rey pasa,
poned la rodilla en tierra,
y postrados, las olivas,
que son pacíficas señas
de la vitoria que tuvo
de las ignorancias nuestras,
echad a sus pies, diciendo
conmigo en primer protesta:
Cristo es el Dios verdadero.

TODO Y MÚSICAS:

Cristo es el Dios verdadero.

HEBRAÍSMO:

Que por siglos vive y reina.

TODOS Y MÚSICA:

Que por siglos vive y reina.

HEBRAÍSMO:

Para que mejor digamos,
ya en el umbral de su Iglesia:
¡abrid las puertas!

TODOS Y MÚSICA:

¡Abrid las puertas!;
abrid, que es la caridad
de un rey la que llama a ellas,
para que al príncipe vuestro
aún pueda decir la letra:
¡abrid las puertas, abrid las puertas!
(Con esta repetición, cantando y representando, se ponen en dos alas, arrojando a sus pies los ramos, si no es la CARIDAD, que irá delante dél. El rey pasa entre todos y al mismo tiempo que representa y canta, tocarán atabalillos, trompetas y chirimías.)

APOSTASÍA:

¡Cielos! ¿Qué rasgo, qué viso,
qué luz, qué sombra, qué idea
es la que en mi fantasía
imagen se representa
de aquel triunfo? ¿Pero qué
razón hay de que yo sienta,
que el Domingo de los Ramos,
hoy otro Domingo tenga?
Supuesto que en Cristo yo
de las dos naturalezas
la hipostática unión no
la niego, que de la Iglesia
hijo bautizado soy,
en que solo me hace fuerza
la inmortalidad del alma...
Mas, ¡ay!, que no sé que opuesta
aversión a esta deidad
cobré a la vista primera,
que sobre ser el hebreo
el que su triunfo celebra
contra aquella fe jurada
a la caridad opuesta,
lo que siento es que un Domingo,
otro Domingo me acuerda.

(Sale RÚSTICO.)
RÚSTICO:

Lindamente lo vi todo,
sin aventurar, que fuera
pecado el rebautizarme.

APOSTASÍA:

Pues de allá sales, espera,
y dime lo que ha pasado.

RÚSTICO:

Hombre, ¿has tomado por tema
pensar de mí que soy yo
el ciego de las gacetas
para que lo cuente todo?
Déjame, por Dios, y de esa
gente que ya dividida
va cada uno por su senda,
puedes informarte.

(Vase y sale el HEBRAÍSMO.)
HEBRAÍSMO:

Gracias os doy, Señor, de que sea
ya en vuestro rebaño yo
aquella perdida oveja
que vos llevasteis en hombros
al redil de la ley vuestra.

APOSTASÍA:

Decidme vos: mas... ¡qué miro!
Caduco hebreo, ¿fue esta
la fe que a los dos juraste?
(Maltrátale.)
¿Cómo de la liga nuestra
tan presto el lazo desatas,
y no solo, infame, de ella
perjuro te sales, pero
al romano rito llevas
tras ti tantas gentes?

HEBRAÍSMO:

Como el cielo para mí ordena,
que se abra un risco, que el risco
dé un libro, y que el libro venga
a manos de un rey, y el rey
de sus auxilios me advierta.
Y así, cumpliendo con todo,
rey y libro y risco...

APOSTASÍA:

Cesa,
que porque de aquese hallazgo,
risco, libro ni rey tenga
el logro, sabré quitarte
la vida.

(Saca el puñal, detiénele el brazo y salen algunos y después el REY, DOMINGO y la CARIDAD.)
HEBRAÍSMO:

Pues defenderla
sin armas no puedo, el ruido
de las voces me defienda;
¡favor, cielos, que me matan!

RELIGIÓN:

Acudid todos apriesa.

UNOS:

Teneos.

OTROS:

¿Tal atrevimiento,
hallándose el rey tan cerca?

REY:

¿Qué es eso?

HEBRAÍSMO:

Aquese albigense...

RELIGIÓN:

¿Qué veo? Él es.

HEBRAÍSMO:

Con ira ciega,
porque he dejado mi ley,
quitarme la vida intenta.
(Vase.)

APOSTASÍA:

¡Ay de mí, infeliz!

REY:

¿Qué escucho?
¿Albigense eres?

APOSTASÍA:

¡Qué pena!

REY:

Habla.

APOSTASÍA:

¡Qué asombro!

REY:

¿Qué aguardas?

APOSTASÍA:

¡Qué sentimiento!

REY:

¿Qué esperas,
preguntándote yo?

APOSTASÍA:

¡Qué ansia!

REY:

¿En vez de responder, tiemblas?
¿Eres albigense?

APOSTASÍA:

Sí.

REY:

¿De su depravada seta
sigues la doctrina?

APOSTASÍA:

No lo he de negar, aunque pierda
una y mil veces la vida
de su verdad en defensa:
albigense soy, y soy
quien sus doctrinas sustenta,
y en públicas conclusiones
se atreverá a defenderlas.

REY:

Para esas cuestiones, nunca
daré en mis reinos licencia,
que a la Fe cerrar los ojos,
y al hereje las orejas.

(Sale la FE.)
CARIDAD:

Aquí de la Caridad
quedó la oliva suspensa.

FE:

Y aquí de la Fe la cruz
a lograr su triunfo empieza.

REY:

¡Quitadme ese horror, quitadme
ese vestiglo, esa fiera,
de delante de mí, no
le escuche yo, no le vea!,
que es basilisco que mata
con la vista, que es sirena
que mata con la voz, y es
peste que con aire infesta.
Sean su prisión obscura
las exteriores tinieblas
del que sin ropa nupcial
entró a sentarse a la mesa
de gran padre de familias.
Llevadle, pues.

APOSTASÍA:

Aunque muera
no he de dejar de seguir
verdades tan manifiestas.
(Llévanle.)

REY:

Religión, ¿qué haremos para
que esta alma no se nos pierda?

CARIDAD:

Aún dura en mi Caridad.

(Vuélvense a trocar, FE y CARIDAD.)
FE:

Tiempo habrá en que a mí se vuelva.

REY:

Ve tras él, que tus estudios
no dudo que le convenzan,
y si no bastaren, hazle
una, dos y tres protestas
de que es mi misericordia
tal, que ni quiere ni intenta
la muerte del pecador,
sino antes que se arrepienta
y viva.

RELIGIÓN:

Tras él iré,
y haré que se le requiera
primero con dos edictos,
después con una anatema.

(Vase.)
CARIDAD:

La Caridad va contigo,
pues vas tú a rogar con ella.

(Vase.)
FE:

Ve, que no harás falta, pues
la Fe con Fernando queda.

REY:

¡Señor, muera yo y no haya
quien en mi Reino os ofenda!

(Sale RÚSTICO con un palo.)
RÚSTICO:

¿Adónde está aqueste hereje,
que inmortal al alma niega?

REY:

¿A dónde, villano, vas?

RÚSTICO:

A hacerle una consecuencia,
llevando por sinlogismo
este garrote; a él atienda:
majadero, ¿si no hay
más que esta vida, simpreza,
no es porfiar en abreviarla?
¿Mijor no te está que seas
con el cristiano, cristiano;
y desa misma manera,
que con el jodío, jodío,
con el moro, moro? Deja,
que dure lo que durare,
y no en argüir te metas,
que es muy grande bobería
no haber otra y perder esta,
y en habiéndole esto dicho,
un palmito de la oreja,
zas, darle con el garrote.
(Vase.)

REY:

De la verdad es la fuerza
tal, que aun dicha de un villano,
sabe volver por sí mesma.
Mas, ¡ay!, que por justos juicios
de Dios, es nuestra miseria
tal, que es capaz de incurrir
en tan bárbaras, tan ciegas
proposiciones: ¡Señor,
haced que sobre sí vuelva!

FE:

¡Haced, Señor, que la Fe
su triunfo en Fernando tenga!

(Sale DOMINGO.)
RELIGIÓN:

Ni argumentos, ni razones
son mis ruegos, ni protestas
bastantes a reducirle;
y antes haciendo mis ciencias
inquisición de sus dogmas,
de una en otra conferencia
he venido a apurar que
no tan solamente niega
la pena o gloria del alma,
pero la real asistencia
de Cristo sacramentado.

REY:

No lo digas, cesa, cesa,
porque es rayo en el oído
lo que aún no es voz en la lengua.
Si tuviera la virtud
cuerpo, que miro dijera
llorar a la Fe; mas ¿qué
importaque no lo vea,
si basta que lo imagine
para llorar yo con ella?

FE:

¡Ay de ti, Fe, a no tener
rey que tus agravios sienta!

REY:

¿Hemos hecho, di, Domingo,
(que bien ya desta manera
puedo nombrarte, supuesto,
que te hablo como cabeza
de Religión) hemos hecho
cuanto a la caridad nuestra
toca en su reparo?

RELIGIÓN:

Sí, señor, pero está tan terca
su obstinada rebeldía,
que ni caridad acepta,
ni pide misericordia.

REY:

Pues ¿qué aguardas? Pues ¿qué esperas,
si obró ya la Caridad,
a que obre la Fe? Lo que era
hasta aquí misericordia,
en justicia se convierta.
Sustancia la causa tú,
ya que apostólicas letras
te dan la jurisdición,
mientras Dios no nos provea
de supremo tribunal
cuyo santo oficio sea
extirpación de rebeldes
enemigos de la Iglesia.
Este lo es, y más que otros,
contra quien no tengo fuerza;
porque sujetos no están
a las sacras llaves della.

REY:

Y siendo, como es, ladrón
de casa, no le consientas,
que el doméstico enemigo
es el peor; la sentencia
pronuncia, y siendo de muerte,
al brazo seglar le entrega,
advirtiendo en su castigo,
que del cuerpo de la Iglesia
este es nervio cancerado,
y así es forzoso que sea
su cura el fuego, que el cáncer
solo el fuego le remedia.
El primer auto de fe
que público el mundo vea
éste ha de ser: tú el primero
inquisidor que le ejerza,
y yo el primero ministro
que le asista, pues... Mas estas
resoluciones no son
para dichas antes que hechas,
y así basta que te diga
que yo encenderé la hoguera,
a cuyo fuego, si este
brazo (lo que Dios no quiera)
ves Domingo, que delinque,
este brazo corta y quema.
No me dejes, Fe, pues ves,
que a vengar voy tus ofensas.
(Vase.)

FE:

¿Cómo te puedo dejar,
si en el corazón me llevas
con resolución tan rara,
tan fervorosa y tan nueva,
que habrá quien la dude, pero
sea ella verdad y tenga,
si herejes que la dudaren,
católicos que la crean.
(Vase.)

RELIGIÓN:

¿Qué acción será esta? ¿Mas quién
podrá discurrir en ella,
si hay cosas que imaginarlas
aún dan más pasmo que verlas?
Y así, acuda yo a mi oficio
y deje a las venideras
edades, que diga el tiempo,
todo alas y todo lenguas...

(Vase.)
MÚSICA:

¡Alerta al primer triunfo suyo, alerta!
¡Viva la Fe y el albigense muera!


(Sale el ALCORÁN.)

ALCORÁN:

¿«Viva la Fe y el albigense muera»?
¿Dónde corre mi recelo,
si a cada paso que yerra
toda es sepulcros la tierra
y todo rayos el cielo?
Eclipsado me parece
que miro al sol, si al sol miro;
el aire en cada suspiro,
infestado, me estremece;
si huir quiero de la ciudad,
de su helado seno frío,
temo que rebalse el río
la undosa velocidad,
para sepultarme; y si
vencido él, a otro horizonte
trasciendo, temo que el monte
se despeñe sobre mí.

ALCORÁN:

Tal el pasmo, el susto es,
con que en culto de su Dios,
Fernando arrancó a los dos
de la liga de los tres.
Pero ¿qué digo? Que aunque
vea mi temeridad
que a uno da la Caridad
vida, a otro muerte la Fe,
de ningún triunfo me alcanza
peligro que temer pueda,
pues en mis reyes me queda
valor contra la Esperanza.
Y así, prosiga mi fiera
obstinación contra él,
pues piadoso, ni cruel
me importa, aunque decir quiera...

MÚSICA:

¡Viva la Fe y el albigense muera!

ALCORÁN:

Mas ¡ay! Que aunque no dé asombro
a la invasión de mi ley,
da admiración ver a un rey
cargar con la leña al hombro.
¿Qué imágines serán estas,
(¡oh Alcorán!) que ciego ves,
ayer ramos a sus pies,
y hoy dellos el tronco a cuestas?
Pero en vano en mí concierta
en tan nunca vista acción
mejorar la admiración
por más que la Fe me advierta.

MÚSICA:

¡Alerta al alto triunfo suyo, alerta!

VOZ:

¡Lucid, estrellas, lucid!

MÚSICA:

¡Lucid, estrellas!

VOZ:

Y pues sois hijas del fuego,
que el sol de justicia engendra...

MÚSICA:

¡Lucid, estrellas!

VOZ:

¡Lucid!, que es la voz de un rey
la que por ser virtud ciega,
ha menester quien la guíe
a la luz de la luz vuestra.

MÚSICA:

¡Lucid, estrellas!

VOZ:

¡Lucid!, que de vuestra lumbre
necesita su clemencia,
y es bien que en triunfos de Fe,
fuego del cielo descienda.

MÚSICA:

¡Lucid, estrellas!

(Sale la FE, delante de todos, con una cruz verde, y después el REY, con un haz de leña, y todos los músicos y demás compañeros con sus haces al hombro.)
FE:

Mortales, pues os enseña
en estos extremos dos,
que, jornalero de un Dios,
sabe un rey acarrear leña,
mirad en lo que os empeña
su ejemplo, y pues la primera
antorcha que arda en mi hoguera
es la lumbre de su Fe,
¿qué mucho que digáis que...

MÚSICA Y TODOS:

¡Viva la Fe y el albigense muera!

REY:

Si mi ejemplar os obliga
a honor de la Fe, en igual
triunfo suyo, cada cual
tome su leño y me siga.
Ninguno que es nueva diga
esta acción, pues cuando van
a fajina los que están
en militar disciplina,
carga el haz de la fajina
el primero el capitán.
Pues si en la humana milicia
es honor, para labrar
fortificaciones, dar
el que más fama codicia
el ejemplar, bien se indicia
darle yo a mi sucesión,
en católico blasón
de la divina, el día que
voy a labrar a la Fe
nueva fortificación.

REY:

Seguidme, seréis testigos
de que entre heréticas nieblas,
aun no pisaréis tinieblas,
siendo en tan justos castigos
mis familiares amigos.
Y pues sin obras es cierta
cosa que la fe es fe muerta,
para que viva, labrad
esta obra y publicad,
porque más la Fe lo advierta:

MÚSICA Y TODOS:

¡Alerta al alto triunfo suyo, alerta!

REY:

¡Alerta pues, y en encendida hoguera...

TODOS:

¡Viva la Fe y el albigense muera!
(Tocan chirimías y vanse.)

ALCORÁN:

¡Oh, qué de cosas me advierte
ver como en profundo sueño,
que nazcan de un mismo leño
ramas de vida y de muerte!
Haz que mi airada malicia
venció ayer y hoy vence; haz
ayer símbolo de paz,
hoy símbolo de justicia,
mucho dice a la turbada
ceguedad con que yo lucho:
mas ¿qué importa decir mucho,
si yo no le entiendo nada?
Y pues a honor de mi ley,
también yo soy doble espía
de toda el Andalucía,
¿quién me vencerá a mí?

(Sale un VIEJO venerable, de camino.)
VIEJO:

¿El rey,
sabréisme decir si acaso
ha de volver por aquí?

ALCORÁN:

¿Qué sé yo? Mas ¿cómo así
de un fácil proverbio caso
hace la gran confianza
que tengo y debo tener
de que por mí no ha de haber
triunfo para la Esperanza?

VIEJO:

Con notable ceguedad
me habéis respondido, y yo
lo he sufrido, mientras no
dé el cielo otra majestad
que en edades más felices,
con general expulsión,
arranque a vuestra nación
las mal brotadas raíces.

ALCORÁN:

Si el rey no viniera...

VIEJO:

Pues si tardara...

(Ruido, y sale el REY, con capa.)
REY:

Uno que sea
su ministro; otro que vea
su espectáculo.

VIEJO:

Los pies
me dad, señor, a besar.

REY:

¿Quién sois?
(Dale una carta, y hace que la lee.)

VIEJO:

Esta carta diga
quién soy, y lo que me obliga
con tanta priesa a no dar
espacio a que en otra audiencia
hable, por ser importante
que no se pierda un instante.

REY:

Esta carta es de creencia,
remitiéndose don Arias,
arzobispo, a que de vos
me informe; decid.

VIEJO:

¡Ay Dios!

REY:

¿Qué os suspendéis?

VIEJO:

Son tan varias
las nuevas, señor, que no
quisiera de paso en ellas
hablar.

REY:

Esa de sabellas
también el deseo abrevió;
decid, que de paso oiré,
sin perder tiempo.

VIEJO:

Almanzor,
rey de Córdoba, señor,
contra la jurada fee
de la tregua, de Galicia
las campañas ha corrido,
asolado y destruido,
hasta llegar su codicia
a la ciudad de Santiago,
donde no sólo en sitiarla,
en rendirla y saquearla,
cebó el furor, pues su estrago
hasta la iglesia pasó
del grande patrón de España,
cuyo sepulcro su saña
aun no perdonó, pues no
dejaron por más pesares,
sus sacrílegos despechos,
ni una lámpara en sus techos
ni un blandón en sus altares.

VIEJO:

De sus sacros ornamentos
(¡ay despojos infelices!)
a sus caballos terlices
hicieron, y no contentos,
pasó a tanto su interés,
que sin perdonar en tal
saco nada de metal,
aun de sus torres después
hizo bajar las campanas,
llevándolas con esquivos
yugos uncidos cautivos
a Córdoba. En tan tiranas
ruinas, pobre y afligido,
su prelado se consuela
conque a tu piedad apela
para ver restituido
el templo a su lustre, y...

REY:

No más; yo responderé
al punto, y después iré
yo a responder (¡ay de mí!)
de otra suerte, en confianza
de que el patrón me dará
su favor.

(Vase el REY, y sale la ESPERANZA.)
ESPERANZA:

Conque tendrá
su triunfo allá la Esperanza.

ALCORÁN:

Si supiera que traías
tales nuevas, nunca yo
descortés te hablara.

VIEJO:

No
importa, que en breves días
podrá ser que tome el cielo
de todo justa venganza.
(Vase.)

ALCORÁN:

Porque con esa esperanza
no vuelvas a dar consuelo
a tu patria en su conflicto
que te doy muerte verás.

ESPERANZA:

Mal la esperanza podrás
quitarle, si yo te quito
las armas.
(Quítale la espada.)

ALCORÁN:

Mas (¡ay de mí!)
la espada se me cayó
¿cómo, sin sentirlo yo,
de la vaina la perdí
y sin haberla hasta ahora
echado menos?... iré
a buscar...; mas no, no sé
por dónde, según ignora
mi misma razón de mí,
volviendo al asombro fiero
que me enajenó primero,
y más agora que allí
me parece que la veo,
sin ver más que a ella, blandida
al aire contra mi vida.
Ilusión o devaneo,
basta el amago, detén
el golpe y dimequién eres.
¿Qué me afliges, qué me quieres?
(Vase.)

ESPERANZA:

Presto sabrás que soy quien
(pues el Alcorán no alcanza
más estudios que lidiar)
piensa en la espada fundar
los triunfos de la Esperanza.

(Vase. Ábrese el carro, y vése en él el REY, sentado en una silla, escribiendo sobre un bufete en que habrá luces.)
REY:

Ya que en público, Señor,
con lágrimas responder
no pude a la lastimosa
infausta nueva de aquel
mensajero, ahora que a solas
con Vos estoy, bien podré,
sin empacho de que el llanto
flaqueza diga, romper
su presa, pues sabéis Vos,
(¡y cómo que lo sabéis!)
que con la lástima debe
llorar el valor tal vez.

REY:

¿Qué razones de consuelo,
u de esperanza daré
a un afligido prelado,
que sean en su vejez,
de disculpa para mí
y de alivio para él?
Dictádmelas Vos, Señor,
que bien será menester
que sean vuestras; y este espacio
que aguardo a que las dictéis,
no es presumpción de pensar
que las merezco, mas es
conveniencia de la pluma
porque está esperando a que
lo suspirado la enjugue
lo humedecido al papel.

REY:

Mas, ¡ay!, que segunda causa,
sin duda debe de ser
la que me suspende, puesto
que arrebatado, no sé
si es sueño o pasmo el que rinde
mis sentidos; ¡oh desdén
mortal! Déjame el oír,
ya que me quitas el ver.

(Tocan chirimías, quédase dormido y salen en otro carro SAN ISIDORO y SAN LEANDRO, vestidos de pontifical, con báculos pastorales.)
LEANDRO:

Si para hablar a un prelado
ofendido, has menester
quien te dicte las razones,
invicto Fernando, ¿quién
hoy podrá mejor que otros
dos prelados que se ven
ofendidos de las sañas
del torpe Alcorán también?

REY:

¿Quién sois, quién sois, venerables
ancianos, que me ponéis,
cuando os oigo en gran pesar,
cuando os miro en gran placer?

ISIDORO:

Leandro y Isidoro somos;
cuya iglesia, que antes fue
esposa en dos tiempos de ambos,
hoy profanada posee
rey de Sevilla, el tirano
y bárbaro Abenyucef.

LEANDRO:

Si a fin de desagraviar
la de Santiago te ves
tan fervoroso, no olvides
la de Sevilla, que aunque
sepulcro de su patrón,
deberte ese afecto es bien,
la de Sevilla sepulcro,
entre otros mil santos, fue
de Hermenegildo, y te toca
por lo santo y por lo rey.

REY:

Para tan altas empresas
como ambos me proponéis,
¿qué méritos hay en mí?,
¿quién me ha de favorecer?

ISIDORO:

Tus virtudes, que ellas son
el más superior poder
de las armas.

REY:

¿Qué virtudes
hay en mí, si a conocer
llego cuán ingrato a Dios
agradecerle no sé
yo lo que él me sufre?

LOS DOS:

A eso
a ellas toca el responder.

(En otro carro, las Virtudes, con la oliva, la cruz y la espada.)
CARIDAD:

Yo, que soy la Caridad,
primera virtud, en quien
ejercitaste el afecto,
de convertir y atraer
tanta parte del hebreo
bando a católica ley,
dejando por la de Cristo
la bandera de Moisés,
de la pacífica oliva,
para tus sienes haré
guirnalda, que será en ellas
oliva a un tiempo y laurel.

FE:

Yo de aqueste verde tronco,
de cuyas ramas ayer
el haz que al hombro llevaste
vara de justicia fue,
reservando para el Juicio
Final ser vara otra vez,
en tanto para tus glorias
el trono fabricaré,
que a un rey católico no
hay silla, estrado u dosel,
como la cruz que preside
al tribunal de la Fe.

ESPERANZA:

Yo, como Esperanza, no
te puedo ahora ofrecer
más que esta espada, que en sombras
imaginadas quité
de la mano al Alcorán,
por dar mejor a entender
que desarmarle es lo mismo
que ponértele a los pies.
Esta es la que perdió a España
y esta la que ha de volver
a restaurarla en tu mano,
y aunque ahora sus triunfos den
la Fe y la Caridad, yo
reservo el mío, porque
la Esperanza siempre guarda
sus triunfos para después.

CARIDAD:

Nunca será igual al mío.

ESPERANZA:

Quizá mayor.

CARIDAD:

Esto no es
lidiar, sino competir;
¿cómo mayor puede ser,
que el desta oliva?

ESPERANZA:

Acudiendo
el desta espada.

FE:

Tened
la acción, y advertid que desta
imaginada lid es
arco de paz de la cruz,
verde y rojo el rosicler.
(Forman las tres las armas de la Inquisición.)

REY:

¿Qué jeroglífico es, cielos,
formado en el aire aquel,
que de espada, cruz y oliva,
uniéndose todas tres,
me proponen la Esperanza,
la Caridad y la Fe?

(DOMINGO en el carro del jardín.)
RELIGIÓN:

Yo te responderé a eso,
desde este nuevo vergel
que a la Iglesia he fabricado,
en cuya variada tez
de flores se significan
que en su centro hayan de ser
mártires y confesores
la azucena y el clavel,
a cuyas sagradas puertas,
porque nunca su plantel
entrar pueda Apostasía,
ni Hebraísmo, ni otro infiel,
espantará a su ladrido
el blanco y negro lebrel,
que con el hacha en la boca
luz a todo el mundo dé.
Y aquel rasgo que en el aire
formado ahora se ve,
serán armas que guarnezcan
de mi escudo el coronel.

LOS DOS:

Conque en los dos animado...

LAS TRES:

Conque inspirado en las tres...

RELIGIÓN:

Podremos todos a un tiempo
decir:

TODOS:

¡Ven Fernando...!

MÚSICA:

¡Ven...!

TODOS:

¡A lograr en los triunfos de la Esperanza,
méritos que adquirieron Caridad y Fe!
¡Al arma, pues, al arma, pues!

(Cajas y trompetas.)
REY:

¿Qué nuevo rumor de cajas
y trompas pudo romper
con militares estruendos
el alegre sueño en que
tan bien hallado me vía?

(Sale el ALCORÁN.)
ALCORÁN:

¿Dónde esconderme podré,
si no cobrada la espada,
me asusta segunda vez
este repetido acento,
mezclándose a un tiempo en él,
de lo horroroso y lo dulce,
lo apacible y lo cruel,
diciendo...

TODOS:

¡Al arma, pues, al arma, pues!

REY:

Hola, ¿qué trompas, qué cajas
son estas? ¿Qué es eso?

(Sale el HEBRAÍSMO.)
HEBRAÍSMO:

Es
que van llegando las tropas,
señor, que has mandado hacer.

(Sale el VIEJO.)
VIEJO:

Los Maestres de las tres cruces
militares, y también
bailíos y comendadores
de San Juan, en parabién
de su llegada, te hacen
esta salva.

(Sale RÚSTICO.)
RÚSTICO:

Desta vez
dejo el azadón, y trueco
el sayo por el arnés.

REY:

¡A qué buen tiempo han venido!
Gran patrón, yo vengaré
en Córdoba tus agravios;
santos prelados, yo iré
en vuestro nombre a Sevilla;
Domingo, tu oración dé
a mi ejército valor;
Virtudes, no me dejéis,
aunque indigno de vosotras...

RELIGIÓN:

¿Quién te ha de faltar, si ves,
que todos en tu Esperanza
decimos?

TODOS:

¡Fernando, ven!

REY:

¡Al arma, pues!

TODOS:

¡Al arma, pues,
a lograr en los triunfos de la Esperanza,
méritos que adquirieron Caridad y Fe!

ALCORÁN:

¿Qué triunfos ha de lograr,
si enviaré delante dél,
valiéndose mis hechizos
del diabólico poder,
en el traje de sultana,
todo el horror de mi ley,
para que halle prevenidos
a Almanzor y Abenyucef,
que su ejército destruya?

RÚSTICO:

Eso ha de decirlo...

ALCORÁN:

¿Quién?

RÚSTICO:

En segunda parte el auto
que se ha de seguir después,
repitiendo agora en este
el eco una y otra vez,
mientras se pone su autor,
siempre humilde a vuestros pies:

MÚSICA Y TODOS:

¡Ven, Fernando, ven
a lograr en los triunfos de la Esperanza,
méritos que adquirieron Caridad y Fe!