El ajuste doble
A casa de una moza un estudiante
llegó, pobre y tunante,
y por poco dinero
le pidió algún carnal desaguadero.
-No puedo socorrerle en ese apuro,
ella le dijo, sin que pague un duro;
no lo hago más barato
porque anda malo el tiempo y malo el trato.
Llevaba el estudiante únicamente
el duro que la moza le pedía,
mas no le convenía
gastarle en un desagüe solamente,
y así la respondió: -Por el dinero
no habrá dificultad; pero primero
haga la diligencia
menor en su orinal a mi presencia;
que yo, viendo su liquida corriente,
conozco si el rincón está doliente.
-En eso no hay reparo,
la moza replicó; luego, la hizo,
y el estudiante avaro
con esto su deseo satisfizo,
porque, una tercia y algo más sacando
y el orinal alzando
empuñó la cualquiera,
diciendo en su función pasamanera:
-Con caldo se contentan mis culadas,
porque valen muy caro las tajadas.
La moza, de la treta arrepentida,
le dijo: -No prosiga, por su vida,
que yo no tengo el corazón tan duro
y se lo empuñaré por medio duro.
Al punto el estudiante, alborozado,
el partido aceptó, y en el estrado
junto a ella se coloca,
a su arbitrio dejando la bicoca.
La moza, con despejo,
ya le afloja o aprieta,
ya le pliega el pellejo,
y en sus pasavolantes
también dio en trastear con los colgantes.
En tanto que él se holgaba,
ella atenta observaba
el crítico momento
de la expulsión; y a cierto movimiento
que hizo el pobre estudiante indicativo,
tapando el agujero expeditivo
le dijo: -Señor guapo,
si no me dais un duro, no destapo.
El, viéndose burlado en tal aprieto,
la dijo: -Te lo doy si te lo meto,
pues el ajuste doble que propones
no es justo si debajo no te pones.
La moza, que lo mismo deseaba
para probar la pieza que empuñaba,
se convino al instante
a la proposición del estudiante,
y quitóse la ropa
en una santiguada,
y, cogiendo la paga deseada,
tendióse y la metió bajo su popa,
y se prestó después al regodeo
de su carnal deseo; y en tanto que retoza
y en ondulantes giros se alboroza,
el estudiante, que acabó primero,
cogió con disimulo su dinero;
mas, cuando iba a marcharse,
le echó menos la moza al levantarse
y le dijo: -Detente,
porque se me ha perdido
el duro que me diste;
ayúdame a buscarle.
A que él repuso: -En ti podrás hallarle,
pues como con tal furia te moviste,
si bajo las nalgas le has metido,
le encontrarás en ellas derretido.