El arenal de Sevilla/Acto I

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Elenco
El arenal de Sevilla
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

DOÑA LAURA y URBANA ,
su tía, con mantos.
LAURA:

  Famoso está el arenal.

URBANA:

¿Cuándo lo dejó de ser?

LAURA:

No tiene, a mi parecer,
todo el mundo vista igual;
  tanta galera y navío
mucho al Betis engrandece.

URBANA:

Otra Sevilla parece
que está fundada en el río.

LAURA:

  Como llegan a Trïana,
pudieran servir de puentes.

URBANA:

No le he visto con más gente.

LAURA:

¿Quieres que me siente, Urbana?

URBANA:

  Mejor será que lleguemos
hasta la Torre del Oro,
y todo ese gran tesoro
que va a las Indias veremos.

LAURA:

  Como cubierto se embarca,
no mueve mis pasos tardos.
¿De qué sirve el ver en fardos
tanta cifra y tanta marca?

URBANA:

  Notable es la confusión.

LAURA:

Lo que es más razón que alabes
es ver salir destas naves
tanta diversa nación;
  las cosas que desembarcan,
el salir y entrar en ellas
y el volver después a ellas
con otras muchas que embarcan.
  Por cuchillos, el francés,
mercerías y ruán,
lleva aceite; el alemán
trae lienzo, fustán, llantés...,
  carga vino de Alanís;
hierro trae el vizcaíno,
el cuartón, el tiro, el pino;
el indiano, el ámbar gris,
  la perla, el oro, la plata,
palo de Campeche, cueros...;
toda esta arena es dineros.

URBANA:

Un mundo en cifra retrata.

LAURA:

  Los barcos de Gibraltar
traen pescado cada día,
aunque suele Berbería
algunos dellos pescar.

URBANA:

  Es cosa de admiración
ver los que vienen y van.

LAURA:

Los que en el pasaje están
en grande número son.

URBANA:

  Por aquí viene la fruta,
la cal, el trigo, hasta el barro.

(Sale DON LOPE , forastero,
y TOLEDO , criado.)
LAURA:

¡Gallardo mozo!

URBANA:

¡Bizarro!
Echa el manto, el rostro enluta.

LAURA:

  ¿Qué importa, cuando me vea
un forastero?

[A DON LOPE .]
URBANA:

Es galán.

[A URBANA .]
TOLEDO:

Ya, señor, todos se van.

[A TOLEDO .]
LAURA:

Gallardamente pasea.

DON LOPE:

  Dícenme que está el piloto
en Trïana; hablarle quiero.

TOLEDO:

Fletemos barco primero,
que, con el mucho alboroto
  de que se parte la flota,
podrá ser que no le hallemos.

DON LOPE:

Busca un barco que fletemos.

TOLEDO:

Allí te mira una sota.

DON LOPE:

  No es tiempo de eso, Toledo.
Embarquemos nuestra ropa.
Ruega a Dios por viento en popa.

TOLEDO:

En viendo carne, no puedo
  dejar de pedir un cuarto
al precio que sale el todo.

DON LOPE:

Toledo, ya voy de modo
que de ocasiones me aparto.
  Salí de mi tierra, en fin,
por causa de una mujer;
yo las debo aborrecer.

TOLEDO:

¡Por Dios que es un serafín!

DON LOPE:

  Taparme quiero los ojos;
hago mil veces la cruz.

TOLEDO:

Dándote en ellos su luz,
debe de causarte enojos.

DON LOPE:

  No quiero luz de mujer,
que es la misma escuridad.

TOLEDO:

¿Tan presto el sol de tu edad,
señor, se quiere poner?
  ¿No estás en la primavera
y ya tratas del estío?

DON LOPE:

Pierden mis años el brío
a manos de aquella fiera.
  Púsome en tal ocasión
que tengo por mí que Alberto
ya será muerto.

TOLEDO:

Si es muerto,
Dios le haya dado perdón.
  Ya estás en salvo y te vas
a las Indias.

DON LOPE:

¿Y eso es poco?

TOLEDO:

Ella fue libre y él loco;
tú no pudiste hacer más.

DON LOPE:

  Abreviar es menester,
que ya se quieren partir.
¡Oh, qué vitoria es huir
las armas de una mujer!
  Dícenme que el General,
un mancebo a quien la fama
don Jerónimo le llama
de Córdoba y Portugal,
  es ido a embarcarse ya,
que don Francisco Duarte
le llama aprisa.

TOLEDO:

¿En qué parte?

DON LOPE:

¡Necio! En Sanlúcar está.

TOLEDO:

  ¿Y la flota?

DON LOPE:

Está en bonanza.

TOLEDO:

¿Qué es bonanza?

DON LOPE:

Donde el río
entra en el mar.

TOLEDO:

Señor mío,
mucho la experiencia alcanza.
  Desta vez soy marinero.

DON LOPE:

Yo he de ir en la capitana,
si es que el pasaje me allana
por cartas de un caballero,
  que es muy cercano pariente
del padre del General.

TOLEDO:

Un hombre tan principal
haralo famosamente.
  ¿Quién es su padre, don Lope?

DON LOPE:

Es el Conde de Villar.
Ojalá que, al embarcar,
si no es partido, le tope,
  porque las cartas le dé.

TOLEDO:

¿Darate su mesa?

DON LOPE:

Es llano,
que es un Alejandro Magno.

TOLEDO:

Toda su vida lo fue,
  según en este arenal
me dijo ayer un crïado
que con su ropa ha quedado
y es el alguacil real.

DON LOPE:

  Ya le conozco.

TOLEDO:

Sirvió
don Jerónimo este oficio
otra vez.

DON LOPE:

Por este indicio
su Majestad se le dio.
  En Indias fue general.

TOLEDO:

Todavía estas mujeres
te miran.

DON LOPE:

¡Qué necio eres!

TOLEDO:

No he visto mudanza igual.
  Míralas, que no es veneno.

DON LOPE:

De pensarlo me desmayo.
He sido herido de rayo
y espántame cualquier trueno.
  Entra en un barco y pasemos
a hablar aqueste piloto
a Trïana.

TOLEDO:

De mi voto,
primero el barco fletemos.

[A URBANA .]
DON LOPE:

  Tanta ropa nos ahoga;
que en los barcos del alijo
no podrá ir.

[A DON LOPE .]
LAURA:

¿Qué le dijo?

[A LAURA .]
TOLEDO:

Entra en este, que ya boga.

URBANA:

  No sé; de embarcarse tratan.
Sin duda a las Indias va.

(Véanse unas proas de barcos con ramos
y dos o tres Arraeces con remos.)
[ARRÁEZ] .1º:

Entren en este.

[ARRÁEZ] .2º:

Llegue acá.

LAURA:

Si un día el irse dilatan,
  he de hablar este mancebo.

[ARRÁEZ] .3º:

Aquí, que nos vamos; entre.

URBANA:

¿Quién ha de haber que le encuentre?

LAURA:

Yo sabré ponerle un cebo
  con que él me vaya a buscar.
Entra en el barco con él,
que, estando tan cerca dél,
le daré ocasión de hablar.

[ARRÁEZ] .2º:

  ¡Aquí, señoras, aquí!

LAURA:

¡Arráez!

[ARRÁEZ] .3º:

Señora...

LAURA:

Quedo,
tened la plancha.

DON LOPE:

Toledo,
estas se vienen tras mí.

TOLEDO:

  Piensan que eres moscatel.

DON LOPE:

Tendranme por perulero.

TOLEDO:

¡Bueno...!

DON LOPE:

Santiguarme quiero,
que va el diablo en el batel.

TOLEDO:

  ¿Un ángel te lo parece?

DON LOPE:

Sí, que del cielo cayó
cuando la ocasión me dio;
con que este nombre merece.
  Pasa y salgámonos luego,
que esperar es desvarío.

TOLEDO:

Calla, que dentro del río
no puede quemar el fuego.

(Salen una MULATA con una merienda
y dos criados: SERVANDO y FELICIO .)
SERVANDO:

  Di que vienes muy cansada.

MULATA:

¿No es nada hasta el arenal?

FELICIO:

¡Perra! En la Puerta Real
estuvo un hora asentada.

MULATA:

  Y hasta allí desde la Feria,
¿también es poco el camino?

SERVANDO:

¡Mal haya un hacha y tocino!

MULATA:

¡Quite allá! Que, de miseria
  de no lo querer gastar,
el amo que Dios nos dio,
como he de morir, sé yo
que no me querrá pringar.

FELICIO:

  Siéntese a aguardar aquí
mientras vienen, y yo voy
por una guitarra.

MULATA:

¡Estoy
de rabia fuera de mí!

SERVANDO:

  ¡Quedo, señora mulata!

MULATA:

¡Con mil honras, feo bergante!
¿No venga quien le quebrante
los huesos...?

SERVANDO:

Diga, patata:
  ¿será el membrillo cocido
lacayo del Veinticuatro?
Porque desos no hay en cuatro,
si le desnudo el vestido
  a la de me fecit Joanes,
para hacer cribas.

MULATA:

¡Qué bien!
Menester será que den
aviso a los sacristanes.

FELICIO:

  Déjala, que es una loca.
¡Hola, arráez! A San Juan
de Alfarache [a] cenar van
mis amos.

[ARRÁEZ] .2º:

¡Calle la boca
  y en este barco se meta!

FELICIO:

¿Qué he de dar?

[ARRÁEZ] .2º:

Doce reales.
No es mucho, que en tiempos tales
los dan hasta la Barqueta.

FELICIO:

  Ocho está bien.

[ARRÁEZ] .2º:

Con la flota
no se va por eso.

[ARRÁEZ] .1º:

Aquí
tenéis quien vaya.

[ARRÁEZ] .2º:

Eso sí.
¡Qué presto que os alborota,
  Cristóbal, cualquier ganancia!
¡Voto al hijo de mi abuelo
que dais ocasión...! ¿Direlo?

[ARRÁEZ] .1º:

El hablar no es de importancia,
  sino el her lo que han de her
los hombres.

SERVANDO:

¡Téngase allá!

[ARRÁEZ] .2º:

¡Por vida de...!

FELICIO:

Bueno está.
Y no hay más que responder,
  que está enmedio gente honrada.

[ARRÁEZ] 2º:

¿Por un real tengo de ir?

SERVANDO:

Bien os podéis prevenir.

[ARRÁEZ] 2º:

Hablar y hablar, todo es nada.

SERVANDO:

  Compadre, bueno está ya.
Mientras venimos, poned
arco y toldo a punto.

FELICIO:

Haced
lo que importa.

[ARRÁEZ] 2º:

A punto está.

(Váyanse, y salga un rebozado
con la espada a lo valiente.)
GARRIDO:

  ¿De qué está triste?

MULATA:

No sé.

GARRIDO:

¡Habla, digo!

MULATA:

Hablar quisiera.

GARRIDO:

¿Cómo está desa manera?
¿Es porque el galán se fue?

MULATA:

  Dejadme estar en buen hora,
Garrido, pues no sois hombre
más que en las barbas y el nombre.

GARRIDO:

Habla bajo. ¿Por qué llora?

MULATA:

  Saben el hombre que trato;
cualquiera me trata ansí.

GARRIDO:

Si en ausencia hablan de mí,
no me ofende en el zapato;
  y ella, por su mala lengua,
había de estar no más...

MULATA:

Con tales hombres, jamás
saldrá una mujer de mengua.
  Estos que de aquí se van
no me han ofendido a mí;
mas de porque él... ¡Basta ansí!

GARRIDO:

Dilo, Juana.

MULATA:

Es mi galán.

GARRIDO:

  Yo buscaré esos dos hombres,
y no más.

MULATA:

¡Quién te fïara
cosas de su gusto!

GARRIDO:

¡Para!
O ensartarete más nombres
  que caben en tus vertudes,
que ya digo que yo iré
y que a esos hombres veré,
y no más.

MULATA:

Siempre me acudes
  como Santelmo en la gavia.

GARRIDO:

Pues, mulata historiadora,
¿es porque la sufra agora
que me muerda con la rabia?
  ¡Por vida de...!

MULATA:

¡Ten la mano!

GARRIDO:

Ya sabe que soy Garrido,
y no más.

MULATA:

Quien me ha ofendido
merece esa furia, hermano.

GARRIDO:

  Yo le toparé, y no más.

MULATA:

Mis amos vienen.

GARRIDO:

Adiós.
¿Cuándo te veré?

MULATA:

A las dos;
por donde sueles vendrás.

GARRIDO:

  Pues no me dé más enojos.

MULATA:

Digo que tuya seré.

GARRIDO:

Mire que la mataré,
y no más.

MULATA:

Adiós, mis ojos.

(Salen dos Turcos de galera
con sus almillas y grillos
y una tienda de lienzo,
un SARGENTO y cuatro Soldados
con arcabuces.)
SARGENTO:

  ¡Poned, moros, esa tienda!

MORO [1.º] :

Ya al armar no damos prisa.

CARREÑO:

¡Bien haya el que tierra pisa
con cuatro blancas de hacienda!

GUILLÉN:

  No sé a quién parece bien
la vida de la galera.

ALVARADO:

Como si en ella naciera
me agrada, ¡por Dios!, Guillén.

MORO 2.º:

  Ya el tenda estamos armada.

SARGENTO:

Pues pon esa mesa, moro.

ORTIZ:

Pues, señor Carreño, ¿hay oro?

CARREÑO:

Oro, Ortiz, a la trocada.

SARGENTO:

  Arrimen los arcabuces.

ORTIZ:

¡Qué gentil cuerpo de guarda!

MORO 1.º:

Tomar, Mostafá, el albarda,
que ser diablos andaluces.

GUILLÉN:

  ¿No jugamos, Alvarado?

ALVARADO:

Tiendan los huesos ahí,
y lo que me come aquí
lo lleve el primer soldado.

CARREÑO:

  ¿Y en perdiendo?

ALVARADO:

Echar al cuello
la cuerda de la pretina.

GUILLÉN:

A diez.

ALVARADO:

Estoy con mohína.

CARREÑO:

No juguéis.

ALVARADO:

Quiero perdello.

MORO 2.º:

  El calza que haber acabado
en el talega meter.

MORO 1.º:

E vós, ¿qué pensalde hacer?

MORO 2.º:

Saber que tener pensado
  enganiar un bacarilio
destos que andar por el playa;
despos decelde que vaya
a cobrar el dinerilio.

MORO 1.º:

  ¿Cómo hacer?

MORO 2.º:

Merá: metemus
el calza en este talega
e enseñamus cuando llega,
e logo aquel escondemus,
  e sacando el parecido
lleno de trapos, hacer
que lievar, pensando ser
el que tenelde vendido.

(Sale un FORASTERO .)
FORASTERO:

  Después que en Sevilla estoy
no he visto máquina igual.
¡Tiendas en el arenal!
Sin duda hay juego: allá voy.
  No han llegado las galeras
de Nápoles más gallardas.

MORO 1.º:

Salir al contro. ¿Qué tardas?

MORO 2.º:

¡Ah, hedalgo! ¿Comprar tejeras,
  navajas, peines, cochilios,
medias bonas...?

FORASTERO:

¡Tened paso!
¿Hay buenas medias acaso?

MORO 2.º:

Coger este, picarilios;
  abrir el ojo e merar
qué media estar estas dos.
La lana estar, ¡joro a Dios!,
de ovejas.

FORASTERO:

No hay qué dudar.

MORO 2.º:

  ¿No poder ser de carneros?

FORASTERO:

Pudiera.

MORO 2.º:

Merarla ben.
Este guadrado tan ben
estar vara caballeros.

FORASTERO:

  ¿Cuánto quieres?

MORO 2.º:

Doce reales.

FORASTERO:

¿Quieres ocho?

MORO 2.º:

Dar acá.
¿No ver el férez que está
debajo aquelios tendales?
  Que quitar logo el dinero
e, si replicar, mandar
zotar al cómitre.

FORASTERO:

[Aparte.]
Es dar
una blanca; darlos quiero.
[Al MORO 2.º .]
  Toma.

MORO 2.º:

Mostralde y adiós.
Hüir, Mostafá, a galera.

FORASTERO:

Quiero ver la media afuera.
¡Oh, si comprara otras dos!
  ¡Ay de mí! ¿Qué es lo que saco?
Trapos y papeles son.
¿Hay tan estraña invención?

(Los Moros de lejos.)


MORO:

¡Ah, cristianilio! ¡Ah, beliaco!
  ¿Qué te parecer el media?

FORASTERO:

¡Perros! ¡A galera iré!

MORO:

Entrar acá, bona fe.

FORASTERO:

¡Si el capitán no remedia
  tan grande bellaquería...!

CARREÑO:

¡Quedo! Gatazo le han dado.

ORTIZ:

¿Qué es esto, señor soldado?
¡No haya más, por vida mía!

FORASTERO:

  Compré unas medias a un moro
y el bellaco, en un momento,
me las voló por el viento.

ALVARADO:

Eso sábenlo de coro.

FORASTERO:

  Y en otra talega igual
me dio los trapos que veis.

ORTIZ:

Muy buen recado tenéis.

CARREÑO:

El hombre es algo pardal.

ALVARADO:

  ¿Esta treta no entendistes?

FORASTERO:

Soy de Castilla, señor.
Entrar quiero allá.

ORTIZ:

Es peor,
que os matarán.

CARREÑO:

¿Qué le distes?

FORASTERO:

  Ocho reales.

CARREÑO:

De importancia
os habrá de ser sufrir.

ORTIZ:

Ojos que los vieron ir
no los verán más en Francia.
  Y no entréis en la galera,
que habrá culebra espantosa.

FORASTERO:

Ya viene.

ALVARADO:

Es segura cosa
que le miréis desde afuera.

(Salgan los MOROS de galera
que puedan con sus berradas
a hacer agua, sus capas y grillos,
y un SOLDADO detrás con un arcabuz.)
FORASTERO:

  ¿Dónde van estos ansí?

CARREÑO:

A hacer agua a San Francisco.

FORASTERO:

Él es un gentil aprisco.

MORO:

El gatazo estar alí.

SOLDADO:

  Vayan, señores perrazos,
sin hurtar cosa ninguna.

MORO:

Al porta hortamos cetuna
aunque romper corpo e brazos.

FORASTERO:

  ¿Esto hay en el arenal?
¡Oh, gran máquina Sevilla!

ALVARADO:

¿Esto solo os maravilla?

FORASTERO:

Es a Babilonia igual.

ALVARADO:

  Pues aguardad una flota
y veréis toda esta arena
de carros de plata llena,
que imaginarlo alborota.

FORASTERO:

  Préciese de su edificio
Zaragoza eternamente,
Segovia de su gran puente,
Toledo de su artificio;
  Barcelona del tesoro,
Valencia de su hermosura,
la Corte de su ventura
y de sus almenas Toro;
  Burgos, del antigua espada
del Cid, por tantos escrita;
Córdoba de su Mezquita
y de su Alhambra Granada;
  de sus sepulcros León,
Ávila del fuerte suelo,
Madrid de su hermoso cielo,
salud y buena opinión;
  y de su hermoso Arenal
solo se precia Sevilla,
que es otava maravilla
y una plaza universal.

(Váyase.)
ALVARADO:

  Fuese el hombre, y de manera
que va de contento loco.

ORTIZ:

Cuanto ha encarecido es poco:
no tiene el mar tal ribera.
  Esta es una puerta indiana
que pare tantos millones,
puerto de varias naciones,
puerta para todos llana.
  Toda España, Italia y Francia
vive por este arenal,
porque es plaza general
de todo trato y ganancia.

CARREÑO:

  ¿Cuchilladas son aquellas?

GUILLÉN:

Soldados son que pelean
con los corchetes.

ALVARADO:

Que sean;
no nos metamos en ellas.

GUILLÉN:

  Nunca esta contienda fiera
acaban de reducilla
los corchetes de Sevilla
y soldados de galera.

CARREÑO:

  Es, como en los animales,
secreta naturaleza.

(Sale un HOMBRE huyendo
y un ALGUACIL tras él.)
HOMBRE:

Echareme de cabeza
en estos blandos cristales.

ALGUACIL:

  ¡Tengan al ladrón!

ALVARADO:

Yo fío
que no le coja esta vez.

GUILLÉN:

¡Qué salto dio!

ORTIZ:

Como un pez
se arrojó dentro del río.

CARREÑO:

  Ya le acogen en galera.

ALVARADO:

No le sacarán de allí.

(Sale un AGUADOR con un cántaro
y su cestilla de anís.)
AGUADOR:

¡Agua y anís!

GUILLÉN:

Eso sí.
¿Queréis beber?

ALVARADO:

¡Bien quisiera!

GUILLÉN:

  Echad, buen hombre, una jarra.

ALVARADO:

Si fuera en esta ocasión
el anís que dice, ¡ostión!,
y el agua zumo de parra...
  No la echéis.

AGUADOR:

¡Agua y anís!

(Salen dos capitanes:
FAJARDO y CASTELLANOS .)
FAJARDO:

¿Eso pasa?

CASTELLANOS:

Esto se escribe,
y que venir se apercibe
al puerto.

FAJARDO:

¿Qué me decís?

CASTELLANOS:

  Digo que es nueva muy cierta
que al Conde de Niebla han hecho
general, y que sospecho
que jornada se concierta.

FAJARDO:

  Sucede al Adelantado
como nuevo sol que viene,
que de su puesto sol tiene
de ser el conde sol dado.
  La noche de la tiniebla
que su ausencia nos dejó,
cuando su sol se eclipsó,
deshace el Conde de Niebla.
  Partiose el Adelantado,
y el Conde se adelantó
por llegar donde llegó
el sol de tan gran soldado.
  De tal Niebla sale el sol,
que el África, aunque abrasada,
teme el rayo de la espada
del nuevo conde español;
  que la espada del Padilla
que la solía allanar
dio al pez espada del mar
en herencia esta cuchilla.
  ¡Contento estará su padre,
Guzmán Bueno entre los buenos!

CASTELLANOS:

No pienso que lo está menos
su excelentísima madre.
  Agora podrá mirar,
pues con sus ventanas rifa,
que la daga de Tarifa
se ha vuelto espada en el mar.

FAJARDO:

  En fin, las de España tiene
el Conde.

CASTELLANOS:

Suspenso quedo
de no ver al gran Toledo.

FAJARDO:

¿Quién a las de Italia viene?

CASTELLANOS:

  No sé, mas tengo entendido
que vendrá el de Santa Cruz,
que tal rayo de la luz
de su muerto padre ha sido.
  Aquel heroico Bazán
que, en la gran casa del Viso,
que hablen las paredes quiso
con historias que allí están.

FAJARDO:

  Bien lo dirán los fanales
de Francia, de Ingalaterra
y Berbería.

CASTELLANOS:

La guerra
no ha tenido hombres iguales;
  de mil banderas se ve
toda su iglesia entoldada.

FAJARDO:

Del Duque de Alba la espada
en tierra otro rayo fue,
  y así en San Leonardo de Alba
muestran trofeos, que el sol
deste Alejandro español
fue de la milicia el alba.

CASTELLANOS:

  ¿Vós iréis esta jornada?

FAJARDO:

Si tal soldado comienza,
paréceme que es vergüenza
tener la espada envainada.
  Hoy quiero dormir en tierra;
la galera me perdone.

CASTELLANOS:

Quedo, que enmedio se pone
quien ese camino os cierra.
(Disparen una pieza.)
  Una pieza han disparado.

FAJARDO:

¿Si es salva?

CASTELLANOS:

No, sino leva.

FAJARDO:

Entre sus ecos me lleva
un pensamiento burlado.

CASTELLANOS:

  Avisados nos tenía
la bandera en el garcés.

FAJARDO:

Esa pusieron después
que fue la esperanza mía
  donde vós sabéis que está.

(Sale[n] el SARGENTO y dos Moros.)
SARGENTO:

Ea, señores soldados,
¿cómo no están aprestados?
La capitana se va.
  ¡Leva tienda! ¡Leva, perros!
¿He de doblar una soga?
¿No ven que la chusma boga?,
¿no ven que zarpan los ferros?
  ¡Acosta, moro, el batel!
¡Llega tú el hombro!

ORTIZ:

Alvarado,
esto es hecho

ALVARADO:

Hame pesado.

ORTIZ:

Dicen que hemos de ir a Argel.

(Váyanse los Soldados
y queden los Capitanes.)
CASTELLANOS:

  En fin, ¿os queréis quedar?

FAJARDO:

Es fuerza quedarme en tierra;
que también en tierra hay guerra,
más que la guerra del mar.
  Adoro aquella mujer;
no escuso esta noche el vella.

CASTELLANOS:

Hacéis muy poco en querella.

FAJARDO:

Ella se deja querer.
  ¡Ah, desdicha el ser soldado!
En habiendo pensamiento
que haya de tener contento,
no le falta algún nublado.
  Luego hay leva, luego hay salva,
luego hay señal de partenza;
ya jornada se comienza,
ya es a la noche, ya al alba,
  ya suena el pito, ya parte.
¡Oh, soldados de la mar!
¡Quién pudiera imaginar
que andaba en el agua Marte!

CASTELLANOS:

  Estraño monstro de guerra
es el que en la mar seguimos.
Como las nutras vivimos,
ya en el agua, ya en la tierra;
  mas, siendo del mar soldados,
puesto en razón ha de estar
que los soldados del mar
tengan los gustos aguados.

FAJARDO:

  ¡Vayan con Dios las galeras!
Yo me iré mañana al puerto,
o el lunes, a lo más cierto.

CASTELLANOS:

¿Que la queréis tan de veras?

FAJARDO:

  Estoy loco; estoy de suerte,
¡oh, capitán Castellanos!,
que, entre pensamientos vanos,
voy caminando a la muerte.
  Debajo de que los dos
estamos ya reformados,
dejemos de ser soldados
y quedaos aquí, ¡por Dios!
  Pasemos este verano
en esta hermosa ciudad
que compite en majestad
con el aplauso troyano;
  que si el Conde viene y sale
a jornada, tiempo habrá.
Todos iremos allá,
aunque a ninguno señale.
  Si don Pedro de Toledo
volviere, ya vós sabéis
que nos honra. ¿Qué teméis?

CASTELLANOS:

A la opinión tengo miedo.
  Don Pedro no ha de volver,
que dicen que va a Milán,
pero el Toledo o Bazán
nos han de favorecer.
  Quiéroos servir y quedarme;
y creed, Fajardo, en esto,
que a gran peligro me he puesto
por serviros.

FAJARDO:

Por honrarme.
  Pero, ¡pesia tal! ¡Teneos!
Doña Laura viene aquí.
¿Es forastero aquel?

CASTELLANOS:

Sí.

FAJARDO:

¡Oh, infierno de mis deseos!
  ¡Siempre celos, siempre enojos!

CASTELLANOS:

Del río salen.

FAJARDO:

Vendrán
de Trïana, que no están
un hora libres tus ojos.
  ¿Llegaré?

(Salen DOÑA LAURA , URBANA ,
DON LOPE y TOLEDO .)
CASTELLANOS:

No me parece
que estará puesto en razón,
que el barco dio la ocasión
y su talle lo merece.
  ¿Qué importa que la haya hablado
y que agora la acompañe?

DON LOPE:

Siempre he visto que, al fin, dañe
no estorbar lo comenzado.

LAURA:

  Tengo a mucha cortesía
que me hagáis este favor.

DON LOPE:

El vuestro es tanto mayor
cuanto hay de la noche al día.
  Solo pensé que era llana
vuestra gente de Castilla.

LAURA:

Todo el cuerpo de Sevilla
es un alma castellana.
  También hay blandura acá.

DON LOPE:

Adonde hay tanta hermosura,
por fuerza ha de haber blandura.

LAURA:

Enterneciéndose va.

DON LOPE:

  Desde que en el barco os vi,
siento con vuestra belleza
aliviada una tristeza
que me dio cuando partí,
  y deste dichoso efeto
tengo ya tal esperanza
que, si el pensamiento alcanza,
un alto bien me prometo.

LAURA:

  Que en algo os haya servido
tengo a notable ventura.

DON LOPE:

De hoy más a vuestra hermosura
llamaré río de olvido,
  pues en su serena calma
dejaré desde este día
una memoria baldía
que me mataba en el alma.

LAURA:

  ¿Dejaréis en vuestra tierra
alguna prenda?

DON LOPE:

Dejé
una prenda que empeñé
a un tirano que la encierra.
  Costome algunos suspiros
seguir sus vanos placeres,
que las más de las mujeres
al mejor tiempo hacen tiros;
  y como estaba engañada
el alma que satisfizo
de los tiros que me hizo,
hube de sacar la espada.
  Saquela para un hidalgo,
noble por cierto, que es justo
honrar al que da disgusto
si un hombre se tiene en algo,
  que afrentar, aunque sea un loco
ausente, al que se atrevió
a ofenderos pienso yo
que es tenerse un hombre en poco.
  Digo, en fin, que la saqué,
y que con ella le herí,
y, por lo que toca a mí,
bien satisfecho quedé.
  Mis padres (gracias a Dios,
que aún los tengo y que Él los guarde)
quisiéranme más cobarde.
Sospecho que os canso a vós;
  hablemos en otra cosa.

LAURA:

Proseguid, que gusto deso.

DON LOPE:

Sintieron con grande exceso
el ver mi ausencia forzosa;
  pero, por librar mi vida
de deudos que, al fin, lo son
y mi cuerpo de prisión,
ordenaron mi partida.
  Quieren que a las Indias pase
(porque tengo un deudo en Lima,
que es lo más que los anima),
y que allá me muera o case,
  que todo pienso que es uno
si no acierto. Aquí he llegado
a tiempo que no ha quedado
piloto o soldado alguno
  de los que en la flota van;
ya están en Sanlúcar todos,
donde, por diversos modos,
o se embarcan o lo están.
  Fuese el General también,
y don Francisco Duarte
daprisa, y dicen que parte
la flota (y parta con bien)
  dentro de dos o tres días.
Vine esta tarde a fletar
un barco para alijar
algunas cosillas mías.
  Pasé por Triana, en quien vive
un piloto, y mi cuidado,
como quien sobre borrado
nuevo pensamiento escribe,
  ha quedado tan escuro
que, siendo el alma el papel,
vós sola escribís en él
cifras que saber procuro.
  ¡Mirad vós qué confusión:
estar yo tan de partida
y llevarme vós la vida!

LAURA:

Cosas diferentes son.

FAJARDO:

  Mucho se alargan. Presumo
que tarde al remedio llego;
sin duda se enciende el fuego,
pues acá me ha dado el humo.

CASTELLANOS:

  De llegar, podría ser
que resultase disgusto.
No pongáis riendas al gusto
de la más cuerda mujer,
  porque no saben de freno
y, en queriéndosele echar,
o siempre habéis de trocar
o quedaros al sereno.

LAURA:

  Si vós os vais, mi señor,
a una tan larga jornada,
no tenéis que temer nada
de un recién nacido amor.
  Cuando salgáis de Trïana,
el río abajo veréis
un templo donde tendréis
cierta vista y salud llana;
  los Remedios es su nombre.
Remediad ese rigor
y creed que, con amor,
no pasa a las Indias hombre.

DON LOPE:

  Decís bien, que no es posible
que, quien tiene amor presente,
jornada tan larga intente,
porque es ánimo terrible.

LAURA:

  Lo que puede hacer por vós,
caballero, una mujer
que hoy os vio y no os ha de ver
es rogar por vós a Dios.
  Este os guarde, y solo os digo
que me pesa de que os vais.

DON LOPE:

No me iré si vós gustáis
que me quede.

LAURA:

No me obligo
  a poder tanto con vós.

DON LOPE:

Vós sola podréis, señora,
detenerme.

FAJARDO:

¿Ves agora
cómo se acercan los dos?

DON LOPE:

  Esperad. ¿Dónde vivís?

LAURA:

¡Jesús! ¡Decir no lo quiero!

DON LOPE:

Mirad, mi bien, que me muero.

LAURA:

Sin duda alguna os morís,
  y en una razón lo fundo:...

DON LOPE:

Vuestra hermosura será.

LAURA:

...que quien a las Indias va,
dicen que va al otro mundo.

DON LOPE:

  ¿Queréis saber mi afición,
aunque sea liviandad?
Alguna prenda me dad
y, en prenda de obligación,
  os daré cuantas traía
de mis pasados deseos
porque gocéis los trofeos
de vitoria que fue mía.

LAURA:

  ¿Qué os daré?

DON LOPE:

Una cinta en prenda.

LAURA:

De valor no la pidáis,
que, si al otro mundo os vais,
no es bien que llevéis mi hacienda,
  que pues con hacienda ajena
os morís, como decís,
si no la restituís,
andará vuestra alma en pena.

DON LOPE:

  Por fuerza lo habrá de andar.

LAURA:

Esta es la cinta; tened.

DON LOPE:

En pago desta merced
os quiero un retrato dar,
  que os juro que no ha podido
sacármele un padre viejo.

LAURA:

La carta de San Alejo
habrá este retrato sido.
  ¡Oh, qué divina mujer!
¿Es viva como pintada?

DON LOPE:

Para mí pintada es nada,
y viva no tiene ser.

LAURA:

  ¿Y téngole de guardar
hasta que volváis?

DON LOPE:

Pues, ¿no
si llevo esta cinta yo
para reliquia en la mar?

LAURA:

  Adiós, señor.

DON LOPE:

Él os guarde.
[Aparte.]
¡Que esto me suceda agora...!

URBANA:

Vamos, que es tarde, señora.

LAURA:

Vamos, Urbana, que es tarde.

(Llegue FAJARDO .)
FAJARDO:

  ¿No tendrá necesidad
vuesa merced de escudero?

LAURA:

Antes es noche, y le espero.

FAJARDO:

Segura está la ciudad,
  que ya se van las galeras.

LAURA:

¿Y vós no os vais?

FAJARDO:

Quedo aquí
en otra mayor.

LAURA:

¿Por mí
lo decís?

FAJARDO:

Sí, a fe.

LAURA:

¿De veras?

FAJARDO:

  Tan de veras, que el respeto
que os guardo me ha detenido.
Bien os habrá entretenido
si es, como galán, discreto.

LAURA:

  Hasta en casa de una amiga
quiero que me acompañéis.

FAJARDO:

Pues que no me respondéis,
alguna causa os obliga.

(Vayan delante.)
LAURA:

(Aparte.)
No lo conozco, ¡por Dios!
En ese barco le hallé.
¿Fuese, Urbana?

URBANA:

No se fue;
parados están los dos.

[LAURA] :

  No le pregunté, turbada,
dónde posaba.

URBANA:

¿Qué importa?

[LAURA] :

¡Ay, Urbana! ¡Que no corta
en todos brazos la espada!
  Este hombre sabe una treta
con que ha podido matarme;
mal hice en no declararme.

URBANA:

Antes has sido discreta;
  que parece hombre de bien
y de muy poco dinero.

(Váyanse las dos.)
DON LOPE:

Digo que por ella muero
aunque mil muertes me den.

TOLEDO:

  Vamos, don Lope, de aquí;
lleve el diablo la mujer.
¿Quiéreste echar a perder?

DON LOPE:

Cuando la vi, me perdí.

(Fisgue.)
TOLEDO:

  Taparme quiero los ojos;
hago mil veces la cruz.

DON LOPE:

Aquel donaire andaluz,
¿a quién no causara antojos?
  Pienso que me he de perder.
Toledo, vela a seguir.

(Fisgue.)
TOLEDO:

¡Oh, qué vitoria es hüir
las armas de una mujer!

DON LOPE:

  No te burles; ve corriendo.

TOLEDO:

¿Para qué? Si a tercer alba
hacen en la flota salva,
ya de la barra saliendo.

DON LOPE:

  ¡Bestia! Si no vas tras ella,
¡vive el cielo que te mate!

TOLEDO:

¿Tú no ves que es disparate?

DON LOPE:

No es elección, que es estrella;
  esto es amor, no es antojo;
amor es correspondencia,
esto es fuerza de influencia
y sangre dulce en los ojos.
  Espíritus son, Toledo;
Toledo, ¡espíritus son!

TOLEDO:

Sean con la maldición,
que bien se ve en el enredo.
  Si aquellos dos capitanes
no me dan dos cintarazos,
mis pies burlarán sus brazos.
¿Son deudos o son galanes?

DON LOPE:

  ¡Son el diablo que te lleve!

TOLEDO:

La puerta del arenal
no han pasado.

DON LOPE:

¿Hay cosa igual?

TOLEDO:

Alguna furia le mueve.

(Váyase.)


DON LOPE:

  Sembrando en tu arenal mis esperanzas,
¡oh, Sevilla!, ¿qué fruto será el mío,
que ni del llanto bastará el rocío
ni del ligero tiempo las mudanzas?
¡Oh, tú, que del ocaso al norte alcanzas
pensamiento menor que el desvarío!,
si en el arena siembras deste río,
tu cosecha será desconfianzas.
Si comparas tu arena con mis males,
tú ni la Libia de montañas llena
tenéis bastante copia de arenales.
¡Oh, principio terrible de mi pena!
Si en él son las arenas desiguales,
¿qué fin espero de sembrar tu arena?

(Salen Cuatro Embozados.)
[EMBOZADO] 1.º:

  ¡Ah, gentil hombre!

DON LOPE:

¿Quién llama?

[EMBOZADO]] 2.º:

¿No lo ve? Cuatro hombres son.

DON LOPE:

Pues, ¿a mí por qué razón?
Aparte
Deudos son de aquella dama;
  sin duda se han ofendido.
¿Qué quieren?

[EMBOZADO]] 3.º:

Comer.

DON LOPE:

¿Comer?
Pues, ¿yo qué tengo que ver
con hombres que no han comido?
  ¿Querranme comer a mí?
¿Son Caribes, por ventura?
Aparte
Arenal y noche escura,
¡por mi mal, Sevilla, os vi!
  Si acaso basta un doblón;
que ese tengo les confieso.

[EMBOZADO] 4.º:

No hacemos nada con eso,
y tiene poca razón:
  que somos los cuatro honrados
y no lo habemos de hurtar.

DON LOPE:

Por serlo, yo quise dar
esos dineros prestados.
  Llévenle, que en un doblón
bien hay para vino y pan.

[EMBOZADO] 3.º:

Eso a pobretos lo dan,
y tiene poca razón.

DON LOPE:

  Según estoy obligado
a la merced que me han hecho,
que lo pago mal sospecho.

[EMBOZADO] 2.º:

Vuarced es hidalgo honrado.
  Mire que es corta ración.
Cuando añadiera otros nueve...

[EMBOZADO] 1.º:

Yo sé que hará lo que debe,
y tiene poca razón.

DON LOPE:

  Deben de pensar que yo
nací con hora menguada.

[EMBOZADO] 2.º:

¡Suelte la capa y la espada!

(Acuchíllenle.)
DON LOPE:

¡Oh, perros!

[EMBOZADO] 3.º:

¡Dale!

[EMBOZADO] 4.º:

¡Cayó!

DON LOPE:

  ¡Muerto me han, que cuatro a uno
tiene imposible defensa!

(Salen TOLEDO , DOÑA LAURA y URBANA .)
TOLEDO:

Está de suerte que piensa
que no habrá remedio alguno.

LAURA:

  Si él quedó desconsolado,
Toledo, más lo fui yo.

TOLEDO:

¿Cómo el soldado os dejó?

LAURA:

Porque yo engañé al soldado.

TOLEDO:

  Aquí quedó; mal lo ha hecho,
que por mi fe que se ha ido.

DON LOPE:

¡Ay, Dios!

LAURA:

¿No sientes ruido?

TOLEDO:

Mayor desdicha sospecho.

DON LOPE:

  ¿Si me podré levantar?

TOLEDO:

La voz es de mi señor.
¡Señor!

DON LOPE:

¡Espera, traidor,
si me vienes a matar!

LAURA:

  ¡Triste de mí! ¡Si está herido!

TOLEDO:

¿Qué tienes, señor?

DON LOPE:

Toledo,
¿eres tú?

TOLEDO:

Ya de mi miedo
miro el agüero cumplido.
  Doña Laura viene aquí.

LAURA:

Señor, ¿qué desdicha es esta?

DON LOPE:

Es lo que el veros me cuesta,
y aun es poco, pues os vi.
  Cuatro embozados han hecho
esta hazaña.

LAURA:

¡Muerta soy!

DON LOPE:

No, mi bien, que vivo estoy
solo en tocando ese pecho.

URBANA:

  ¡Ah, señora! ¡Vuelve en ti!

LAURA:

Urbana, quieras o no
este hombre he de curar yo,
pues le han herido por mí.

URBANA:

  ¿Por ti, siendo unos ladrones?

LAURA:

Sí, por esperarme ha sido;
por mí está don Lope herido.

URBANA:

A gran peligro te pones.

DON LOPE:

  No presumo que es mortal
la herida.

LAURA:

¿No? Pues yo vivo;
que en el alma la recibo
y tiene vida inmortal.
  Entre los dos poco a poco
a mi casa le llevad.

DON LOPE:

Señora, ¿tanta piedad?

TOLEDO:

¡Estoy de coraje loco!
  ¡Que no llegara a ocasión...!

DON LOPE:

Ya nuestra indiana jornada
paró en el eco, que es nada.

TOLEDO:

Mira por ti, que es razón,
  y déjate de pensar
en las Indias, que la vida
es temerosa partida
y la muerte el mayor mar.

URBANA:

  Mira que es libertad esta
contra tu honor y quietud.

LAURA:

Procuraré su salud
si dos mil vidas me cuesta.

URBANA:

  ¿Quieres que en casa le tope
el Capitán?

LAURA:

Solo estimo
mi gusto. Di que es mi primo.

DON LOPE:

¡Ay, doña Laura!

LAURA:

¡Ay, don Lope!