El aspereza de mis males quiero
Apariencia
El aspereza de mis males quiero que se muestre también en mis razones, como ya en los efetos se ha mostrado; Lloraré de mi mal las ocasiones, sabrá el mundo la causa porque muero, y moriré a lo menos confesado, Pues soy por los cabellos arrastrado de un tan desatinado pensamiento que por agudas peñas peligrosas, por matas espinosas, corre con ligereza más que el viento, bañando de mi sangre la carrera. y para más despacio atormentarme, llévame alguna vez por entre flores, a do de mis tormentos y dolores descanso y dellos vengo a no acordarme; mas él a más descanso no me espera: antes, como me ve desta manera, con un nuevo furor y desatino torna a seguir el áspero camino. No vine por mis pies a tantos daños: fuerzas de mi destino me trajeron y a la que me atormenta me entregaron. Mi razón y juicio bien creyeron guardarme como en los pasados años de otros graves peligros me guardaron, mas cuando los pasados compararon con los que venir vieron, no sabían lo que hacer de sí ni dó meterse, que luego empezó a verse la fuerza y el rigor con que venían. Mas de pura vergüenza costreñida, con tardo paso y corazón medroso al fin ya mi razón salió al camino; Cuanto era el enemigo más vecino, tanto más el recelo temeroso le mostraba el peligro de su vida; Pensar en el dolor de ser vencida la sangre alguna vez le calentaba, mas el mismo temor se la enfriaba. Estaba yo a mirar, y peleando en mi defensa, mi razón estaba cansada y en mil partes ya herida, y sin ver yo quien dentro me incitaba ni saber cómo, estaba deseando que allí quedase mi razón vencida Nunca en todo el proceso de mi vida cosa se me cumplió que desease tan presto como aquesta, que a la hora se rindió la señora y al siervo consintió que gobernase y usase de la ley del vencimiento. Entonces yo sentíme salteado de una vergüenza libre y generosa; corríme gravemente que una cosa tan sin razón hubiese así pasado; Luego siguió el dolor al corrimiento de ver mi reino en mano de quien cuento, que me da vida y muerte cada día, y es la más moderada tiranía. Los ojos, cuya lumbre bien pudiera tornar clara la noche tenebrosa y escurecer el sol a mediodía, me convirtieron luego en otra cosa, En volviéndose a mí la vez primera con la calor del rayo que salía de su vista, que en mí se difundía; y de mis ojos la abundante vena de lágrimas, al sol que me inflamaba, no menos ayudaba a hacer mi natura en todo ajena de lo que era primero. Corromperse sentí el sosiego y libertad pasada, y el mal de que muriendo estó engendrarse, y en tierra sus raíces ahondarse tanto cuanto su cima levantada sobre cualquier altura hace verse; El fruto que de aquí suele cogerse mil es amargo, alguna vez sabroso, mas mortífero siempre y ponzoñoso. De mí agora huyendo, voy buscando a quien huye de mí como enemiga, que al un error añado el otro yerro, y en medio del trabajo y la fatiga estoy cantando yo, y está sonando de mis atados pies el grave hierro. Mas poco dura el canto si me encierro acá dentro de mí, porque allí veo un campo lleno de desconfianza: Muéstrame la esperanza de lejos su vestido y su meneo, mas ver su rostro nunca me consiente; torno a llorar mis daños, porque entiendo que es un crudo linaje de tormento para matar aquel que está sediento mostralle el agua por que está muriendo, de la cual el cuitado juntamente la claridad contempla, el ruido siente, mas cuando llega ya para bebella, gran espacio se halla lejos della. De los cabellos de oro fue tejida la red que fabricó mi sentimiento, do mi razón, revuelta y enredada, con gran vergüenza suya y corrimiento, sujeta al apetito y sometida, en público adulterio fue tomada, del cielo y de la tierra contemplada. Mas ya no es tiempo de mirar yo en esto, pues no tengo con qué considerallo, y en tal punto me hallo que estoy sin armas en el campo puesto, y el paso ya cerrado y la huida. ¿Quién no se espantará de lo que digo?, Que es cierto que he venido a tal estremo que del grave dolor que huyo y temo me hallo algunas veces tan amigo que en medio de él, si vuelvo a ver la vida de libertad, la juzgo por perdida, y maldigo las horas y momentos gastadas mal en libres pensamientos. No reina siempre aquesta fantasía, que en imaginación tan variable no se reposa un hora el pensamiento: viene con un rigor tan intratable a tiempos el dolor que al alma mía desampara, huyendo, el sufrimiento. Lo que dura la furia del tormento, no hay parte en mí que no se me trastorne y que en torno de mí no esté llorando, de nuevo protestando que de la vía espantosa atrás me torne. Esto ya por razón no va fundado, ni le dan parte dello a mi juicio, que este discurso todo es ya perdido, mas es en tanto daño del sentido este dolor, y en tanto perjuicio, que todo lo sensible atormentado, del bien, si alguno tuvo, ya olvidado está de todo punto, y sólo siente la furia y el rigor del mal presente. En medio de la fuerza del tormento una sombra de bien se me presenta, do el fiero ardor un poco se mitiga: Figúraseme cierto a mí que sienta alguna parte de lo que yo siento aquella tan amada mi enemiga (es tan incomportable la fatiga que si con algo yo no me engañase para poder llevalla, moriría y así me acabaría sin que de mí en el mundo se hablase), Así que del estado más perdido saco algún bien. Mas luego en mí la suerte trueca y revuelve el orden: que algún hora si el mal acaso un poco en mí mejora, aquel descanso luego se convierte en un temor que me ha puesto en olvido aquélla por quien sola me he perdido, Así del bien que un rato satisface nace el dolor que el alma me deshace. Canción, si quien te viere se espantare de la instabilidad y ligereza y revuelta del vago pensamiento, estable, grave y firme es el tormento, le di, que es causa cuya fortaleza es tal que cualquier parte en que tocare la hará revolver hasta que pare en aquel fin de lo terrible y fuerte que todo el mundo afirma que es la muerte.