El avariento

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​El avariento​ de Manuel de Zequeira y Arango


 De la diestra de Jove altitonante   
 sufrió el mundo la cólera inclemente;   
 Neptuno agitó el mar con su tridente,   
 y a la tierra asustó el noto arrogante:   
 

 de horror entristeciose el navegante,  
 y en su choza el pastor la lluvia siente;   
 pero Iris con sus franjas refulgentes   
 el consuelo y la paz trajo al instante:   
 

 Llenose de verdor toda la tierra,   
 el mar mostró su furia más sumisa,  
 trinan las aves, saltan por la sierra   
 

 los corderos, y todo ostenta risa;   
 y solo queda el avariento en guerra   
 cansado del tesoro que revisa.