El caballero de graciaEl caballero de graciaTirso de MolinaActo I
Acto I
Sale el CABALLERO de Gracia
y LAMBERTO, su cuñado
LAMBERTO:
Pues a mi cargo has quedado,
tu remedio está a mi cuenta,
y así quiero darte estado.
CABALLERO:
Si tu amor honrarme intenta,
trueca el nombre de cuñado
en el de hermano apacible;
no fuerces mi inclinación,
mira que es cosa terrible,
sabiendo mi condición,
casarme.
LAMBERTO:
Ya es imposible
deshacerse este concierto.
CABALLERO:
¿No ves que ya mi edad pasa
de los límites, Lamberto,
que piden bodas?
LAMBERTO:
Tu casa,
como sin hijos han muerto
tus padres, reduce en ti
mi nobleza y sucesión.
Palabra a Jacobo di
de casarte, y no es razón
no cumplirla.
CABALLERO:
Resistí
a mis padres tantos años
el peso del casamiento,
Argel de penas y engaños,
sirviéndome de escarmiento
sucesos propios y extraños
que ya en mis amigos veo,
ya entre mis parientes toco,
ya en varias historias leo,
¿y quieres volverme loco
violentando mi deseo?
LAMBERTO:
Lo que no pudieron ellos
podrá hoy mi autoridad.
CABALLERO:
Nunca enlaza amor dos cuellos
por fuerza, ni hay voluntad
que vaya por los cabellos.
LAMBERTO:
En individuos tributo,
¿será bien que tú seas menos
que un roble tosco, que un bruto?
.................... [ -enos]
.................... [ -uto].
CABALLERO:
Ya que tú casado estás
con Isabela, mi hermana,
el ser resucitarás
de nuestra casa.
LAMBERTO:
¡Qué vana
excusa a mis ruegos das!
No se estima por mujer
la línea que ilustra al hombre
y da al hijo todo el ser,
pues del padre toma el nombre
quien se quiere ennoblecer.
Deja de filosofar
y advierte que me encargó
que te obligase a casar
tu padre, cuando murió.
Y que a Sabina has de dar,
mi hermana, la mano y si,
pues de Ferrara ha venido
sólo a este efecto, o de aquí
has de irte.
CABALLERO:
No es mal partido
el último para mí;
pues si es el conyugal peso
de los cuerdos tan rehusado
y a tantos priva del seso,
más vale estar desterrado
que no vivir siempre preso.
Mi natural es más quieto,
pues a la iglesia me inclino;
déjame, si eres discreto,
seguir aqueste camino,
más seguro y más perfeto.
LAMBERTO:
Sabina es noble y honesta,
y en fin, mi hermana, que basta;
a mi gusto está dispuesta;
la mujer ilustre y casta
ni es liviana ni es molesta.
De la tuya soy esposo,
si tú lo eres de la mía,
y a su dote caudaloso
juntas tu hacienda, sería
un parentesco dichoso
el nuestro, y no habrá poder
que en Módena nos iguale.
Esto, Jacobo, ha de ser.
CABALLERO:
La hacienda, hermano, ¿qué vale
en manos de una mujer?
Gózala toda, y no intentes
cautivar mi voluntad
con tantos inconvenientes.
LAMBERTO:
Cuando mires su beldad,
sus costumbres excelentes,
su discreción y valor,
aunque un mármol fueses frío,
te has de abrasar en su amor.
Jacobo, éste es gusto mío,
no provoques mi rigor,
en una quinta te espera,
hoy las vistas han de ser;
imita a la primavera
en galas, porque es mujer
de buen gusto, y no quisiera
que en ti hallase imperfección
que su amor desazonase.
Háblala con discreción
y finge, aunque no te abrase,
que eres de su sol Faetón;
no apartes los ojos de ella,
suspira de cuando en cuando,
tómala la mano bella.
Si estás con otros hablando,
hazla entender que, por ella,
ni en lo que dices estás
ni a propósito respondes,
y de esta suerte verás
qué presto en tu pecho escondes
el gmór que huyendo vas
y que empiezas a adorar
lo que, por no conocer,
hasta aquí te dio pesar;
que esto de amar y comer
no está en más que en comenzar.
Voy a llamar quien te vista
de vistas, porque has de ir luego.
Vase LAMBERTO
CABALLERO:
Mejor me fuera el ir ciego
que a tales vistas con vista.
Cielos, para que resista
tal violencia, dadme fuerza
antes que Lamberto tuerza
mi inclinación y la doble,
que no es la voluntad roble
que ha de dar fruto por fuerza.
Yo estoy contento, mi Dios,
con mi quieta soledad.
¡Aquí de Dios! Libertad,
¿por qué no volvéis por vos?
Mas diréisme que entre dos
conserva el Amor su estado,
que la soledad da enfado;
mas sólo da luz Apolo,
que más vale vivir solo
que no mal acompañado.
Sale RICOTE con una fuente,
capa y gorra con plumas,
y aderezo de espada dorada
RICOTE:
El novio recoleto
a vistas, Amor te llama;
gorra con plumas, la fama
te ofrece calza y coleto.
Módena te espera toda
con la novia en una quinta
donde el abril mayos pinta;
goza del pan de la boda
que te amasa la belleza
de una mujer, que ahora es
miga toda, aunque después
se te ha de volver corteza.
Busca dientes de diamante,
porque las mujeres son,
por lo dulce, de turrón;
por lo duro, de Alicante,
y buen provecho te haga.
CABALLERO:
¡Ah, Ricote, que haya dado
en casarme mi cuñado!
RICOTE:
El nombre te satisfaga
y haz lo que manda, no gruña,
que es cuñado con ventaja,
y en fe de serlo te encaja
su hermana en lugar de cuña.
Vístete si has de ir allá.
CABALLERO:
Bien sabes tú cuán pesado
tiene de serme este estado.
RICOTE:
Si un yugo por premió da,
ya sospecho las molestias
de una mujer que es verdugo,
que nunca se pone el yugo
si no es para domar bestias.
Diérante a ti andar de día
de jubileo en sermón,
no dejar congregación,
no perdonar obra pía,
disminuyendo procesos,
consultando confesores,
reprehendiendo jugadores,
pagando deudas a presos,
y de noche en hospitales,
entre humildes ejercicios,
desopilando servicios
y bazucando orinales.
En oyendo el esquilón,
a pesar del lodo y vientos,
acompañar sacramentos,
dar a pobres tu ración.
Volver a casa desnudo
y rezando Ave Marías,
cenar dos lechugas frías
y un huevo entre asado y crudo.
Dormir sobre una tarima,
poco y mal, y cuando al alba
hacen los pájaros salva,
tener ya rezada prima.
Que en este entretenimiento,
que otros llamarán castigo,
no estimarás en un higo
el más rico casamiento.
CABALLERO:
Eso, Ricote, apetezco,
y sin ello me hallo mal;
mi inclinación natural
es, poco en ello merezco;
pero, en fin, me dan mujer.
RICOTE:
Casarte y tener paciencia,
que no es mala penitencia
si la acostumbras a hacer;
que, en fe de lo que aprovecha,
puedes hacer, si te casas,
cuenta, señor, que te pasas
a religión más estrecha.
CABALLERO:
Más con eso me molestas.
RICOTE:
Vístete si habemos de ir.
CABALLERO:
¿Cómo he de poder sufrir
tan terrible peso a cuestas?
RICOTE:
Como quien lleva la cruz
del matrimonio, excelente;
tú serás el penitente
y yo el cofrade de luz.
Mas mira: si al fin te casas
y vivir seguro quieres,
haz cuenta que las mujeres
son castañas en las brasas
--regalarlas y quererlas--
mas, si en fe de tus amores,
se te suben a mayores
porque no falten morderlas,
ni tanta mano les des
que vengan a ser cabeza,
ni muestres tanta aspereza
que las trates como a pies.
Si de estos extremos dos
quieres hallar el remedio,
la virtud consiste en medio,
que no sin misterio Dios,
cuando a la mujer ser da,
en fe de esta maravilla
la formó de una costilla
que en medio del cuerpo está.
Y con esto emplúmaté,
pues ya te has puesto- las galas.
CABALLERO:
¡Ay plumas, servidme de alas,
y de una mujer huiré!
RICOTE:
No me espanto que te pese,
que es carga de ganapán,
y si Dios se la dio a Adán
aguardó que se durmiese.
Salen SABINA, ISABELA y CAMILO
SABINA:
¡Bella quinta!
CAMILO:
¡Deleitosa!
En ella la primavera,
que en estas bodas espera
verte de Jacobo esposa,
también hace ostentación
de sus galas al Abril.
ISABELA:
Mira en tazas de marfil
brindar la murmuración
de estas fuentes a la risa,
que cuando a la sed provocas
por ti se hace todas bocas.
CAMILO:
Mientras murmura te avisa,
si no es que te reprehende,
del mal pago que a Conrado
con esta mudanza has dado.
SABINA:
Mi hermano su amor ofende,
que a casarme me ha traído
y es fuerza el obedecerle
si por padre he de tenerle.
Sabe Dios que he resistido
su voluntad hasta aquí;
está mi dote a su cuenta.
¿Qué he de hacer?
ISABELA:
Mi esposo intenta,
juntando tu hacienda ansí
con la de mi hermano, hacer
de todas cuatro una casa.
CAMILO:
Cuando sepa lo que pasa,
Conrado ha de enloquecer
de pena y celos.
SABINA:
No hay ya
quien de celos pierda el seso.
CAMILO:
Que te adora te confieso.
SABINA:
La ausencia le curará;
que en Ferrara hay medicina
y contrahierba de amor.
CAMILO:
Aunque el médico mejor
es el tiempo, en fin, Sabina,
si es amor enfermedad,
mientras sus términos pasan,
¿qué ha de hacer cuando le abrasan
memorias de tu beldad?
Si él supiera que venías
a más que a ver a tu hermano,
y que usurparle la mano
que suya juzgó querías,
a otro Ariosto diera copia
para escribir sus locuras.
SABINA:
Orlando hacerle procuras,
aunque en mí es la historia impropia,
que ni Angélica me llamo
ni le dejo por un moro,
pues ni es, Jacobo, Medoro,
ni con liviandad le amo.
A vistas vengo, ¿qué quieres?
Lícito es ver.
CAMILO:
Es verdad;
mas tenéis la voluntad
en los ojos las mujeres.
No saldrás libre de aquí;
avisar quiero a Conrado,
aunque si él fuera avisado
no se apartara de ti;
porque es la mujer, en suma,
como el pájaro liviano,
que en abriéndole la mano
vuela, y si deja algo es pluma.
Vase
SABINA:
En fin, Isabela hermosa,
¿tengo de ser tu cuñada?
ISABELA:
Y aunque en el nombre pesada
en las obras amorosa.
SABINA:
¿Jacobo de Gracia es
discreto, cuerdo, apacible?
¿Es riguroso o terrible,
conversable o descortés?
Que habiendo de vivir tanto,
con él, justo es que me informe
si es a mi gusto conforme.
ISABELA:
Mi hermano es, amiga, un santo.
No te pueden dar los cielos
más segura compañía;
no, temas, Sabina mía,
que te desvele con celos;
que jugándote tu dote
tus joyas empeñe o venda;
que desperdicie tu hacienda,
que tus deudos alborote,
porque no es de aqueste mundo,
y aunque a su simplicidad
dan nombre de necedad,
cortesanos en quien fundo
todo el caudal en engaños,
en las cosas de importancia
es cuerdo, aunque la ignorancia
hace burla de sus años.
Él, en fin, es importante
para ser de ti querido
y mejor para marido,
hermana, que para amante.
SABINA:
Con eso me has enfriado
el alma. ¡Jesús mil veces!
¿Marido santo me ofreces?
Simple, hermana, le has llamado.
Si he de creer a la fama
ya sé que, subiendo el precio,
apacible nombra al necio
y sencillo al bobo llama.
Él será, a lo que imagino,
algún Junípero llano,
mentecato por lo humano,
devoto por lo divino.
Que andará desatinado,
y dirá que es por llaneza;
traerá baja la cabeza,
el cuello tuerto o bajado,
y dirá que es vanidad
lo que el uso galas llama.
Y si en muestras que me ama
saca a luz la voluntad,
que no será en todos días,
sino la Pascua de Flores,
en vez de decirme amores
me rezará Ave Marías.
¡Buena vida me prometo!
ISABELA:
¡Por ser compuesto ha perdido!
SABINA:
Compuesto para marido,
mejor es para soneto.
Quien no ha sido buen amante
mal buen marido será.
Amor, aunque atado está
al matrimonio constante,
no pierde su inclinación,
antes con él se aquilata.
Sabrosos regalos trata,
las galas su esfera son
con que alivia los enojos
que el enfado solicita,
ya su esposa necesita
a no apartar de él los ojos.
ISABELA:
De tu condición me espanto.
SABINA:
Viviré triste en extremo
si por marido le temo
y le respeto por santo.
Sale el CABALLERO de Gracia,
muy galán, RICOTE, LAMBERTO
y ESPERANZA
LAMBERTO:
Por mostraros, mi Sabina,
que en todo soy vuestro hermano,
un esposo de mi mano
daros mi amor determina.
Que si en el vuestro se abrasa
y os recibe por mujer,
vendremos los dos a hacer
una hacienda y una casa.
Estimadle, que yo espero,
si el sí y la mano le dais,
que por él no maldigáis
Jamás al casamentero.
Turbada estaréis, ¿quién duda,
que, como hoy las vistas son,
en la novia es discreción
de turbarse y el ser muda?
Si no os ciega beldad tanta
el ser cortés os inclina. Al CABALLERO
Hablad, Jacobo, a Sabina.
CABALLERO:
Dios, señora, os haga santa.
SABINA:
¿Por santidades comienza?
RICOTE:
Devota salutación
para entrada de un sermón.
LAMBERTO:
El novio tiene vergüenza,.
su turbación perdonad;
que el más discreto, cuando ama,
la primer vez que a su dama,
ve, dice una necedad.
RICOTE:
¿Una? El dirá más de ciento.
CABALLERO:
¿Por necedad juzgáis vos
el rogar, hermano, a Dios,
que le haga santa?
LAMBERTO:
El intento
es bueno, pero no viene
a propósito.
CABALLERO:
Confuso
estoy.
LAMBERTO:
El amor y el uso
su idioma y estilo tiene.
CABALLERO:
Pues ¿qué había de decilla
a fuer de los cortesanos?
LAMBERTO:
"Bésoos, señora, las manos,"
y luego arrastrar la silla
y preguntar, "¿cómo estáis?"
que es el común abecé.
CABALLERO:
"Bésoos las manos?" ¿por qué?
Necedad en mí llamáis
el decir que la haga santa
Dios, ¿y en el mundo no veis
.................. [ -eis]
si su mal uso os espanta?
Estornuda un caballero,
y los que le corresponden,
"bésoos las manos," responden,
en pie, quitado el sombrero.
Y los que Dios os ayude
dicen, ¿no son cortesanos,
en fin, que besan las manos
al otro porque estornude?
Miren qué merced les hace:
traen luces cuando anochece,
y descortés les parece
el cuerdo que satisface
con decir que Dios les dé
buenas noches; solamente
al besamanos consiente
el uso necio, ¿por qué,
si tú la luz no has criado,
besarte es bien que permitas
las manos y a Dios le quitas
las gracias, que te ha alumbrado?
LAMBERTO:
Calla, y la costumbre admite,
que esto se usa en nuestro idioma.
CABALLERO:
Y será ley de Mahoma,
que disputas no permite.
Yo no nací para esto;
sácame, hermano, de aquí,
y cásese otro por mí.
LAMBERTO:
Jacobo, no seas molesto;
ya has venido, no es razón,
si cortesano te llamas,
que quedes entre las damas
en mala reputación.
No desdice el ser cortés
de la virtud que te inclina;
siéntate junto a Sabina;
dile amoroso después
la buena suerte y ventura
que se te sigue de vella,
que estás perdido por ella,
que al sol vence su hermosura,
que su discreción te admira.
CABALLERO:
¿Eso he de decirle?
LAMBERTO:
Pues.
CABALLERO:
Tú debes de ignorar que es
pecado el decir mentira.
LAMBERTO:
Eso es encarecimiento
que usa el amor de ordinario.
CABALLERO:
Afirmando lo contrario
de lo que imagino, miento.
Si yo por mujer la tengo,
¿por qué sol la he de llamar,
ni cómo podré afirmar
que a verla perdido vengo,
si no es porque el tiempo pierdo
de que a Dios he de dar cuenta?
Mentir un noble es afrenta;
téngame por necio o cuerdo,
cáusela gusto o enfado,
mal o bien conmigo esté,
porque yo no mentiré
por cuanto Dios ha criado.
LAMBERTO:
Anda, hipócrita, que están
por ti en pie, siéntate allí;
lo que te enseño la di;
sé cortesano y galán,
que ¡vive Dios! si en desprecio
de lo que mando que digas
con amores no la obligas
y te confirma por necio,
que sí hará, porque es discreta,
que en Módena no has de estar
un hora, ni has de gozar
tu herencia.
CABALLERO:
Poco me inquieta
la codicia de mi hacienda;
pero voy por no enojarte.
ISABELA:
Si basta, hermana, a obligarte
mi amistad, aunque te ofenda
el poco curso que tiene
mi hermano en cosa de amores,
házmele muchos favores;
enamórale, pues viene
a domesticarse un bruto
con la costumbre suave,
que, si lo que es amor sabe,
tú verás, Sabina, el fruto
que sacas de ser su esposa,
y la vida que gozamos
si juntas las dos estamos.
SABINA:
Por darte, Isabel hermosa,
gusto, y agradar a mi hermano,
lo que mandas quiero hacer;
el galán tengo de ser
esta vez, por lo que gano
de estar en tu compañía.
Toma esta silla, señor.
RICOTE:
(Albarda fuera mejor.) (-Aparte-)
SABINA:
Asentaos, por vida mía.
CABALLERO:
No haré cierto,. yo estoy bien,
sentaos, mi señora, vos.
(Sacadme de esto, mi Dios.) (-Aparte-)
Sentaos, Lamberto, aquí.
LAMBERTO:
Bien.
No soy yo el que a vistas vengo,
aquése es vuestro lugar
y éste el mío, porque hablar
un poco a mi esposa tengo.
SABINA:
Por mi vida, que os sentéis.
CABALLERO:
Dos veces habéis jurado.
¡Jesús! Yo ya estoy sentado
a trueco que no juréis. Siéntase
Y si se hace el casamiento,
quiéroos, señora, avisar
que nunca habéis de jurar,
porque es contra el mandamiento
segundo.
SABINA:
(¡Pobre de mi! (-Aparte-)
¿Esto escucho y no me muero?)
En muestra de lo que os quiero
yo juro cumplirlo ansí.
CABALLERO:
Pues no juréis otra vez.
SABINA:
(¡Qué necio y qué escrupuloso! (-Aparte-)
Libertad, con tal esposo
ya desearéis mi viudez.)
Hablan aparte ESPERANZA y RICOTE
ESPERANZA:
Y él, ¿cómo ha callado tanto?
RICOTE:
No sé por dónde empezar
contigo, Esperanza, a hablar.
ESPERANZA:
Pues qué, ¿da también en santo?
RICOTE:
No; mas un poeta amigo,
que en la corte de Castilla
es águila y maravilla,
hablando una vez conmigo,
me dijo, viendo el ensayo
de una comedia famosa,
"Ya, hermano, es cansada cosa
que entre fregona y lacayo
siempre empiecen su papel
con esto. ¿Y él no habla nada?
¿Y ella es soltera o casada?
Porque esto de y ella y él
era sagrado y chorrillo
de toda plebeya masa,
y ya en la corte no pasa
lacayo con estribillo,
y temo, si así le trato
y allá me ven algún día,
la grita y silbatería."
ESPERANZA:
Líbrenos Dios de un silbato.
Hablan aparte LAMBERTO e ISABELA
LAMBERTO:
¡Que se haya un hombre criado
en mitad de Italia, que es
madre del trato cortés,
y que liciones ha dado
a mil bárbaras naciones
que su imperio han adquirido,
y en más estima han tenido
que sus ricas posesiones
la urbanidad y crianza
que de su trato sacaron
y a sus patrias trasladaron
con que el ser de hombres se alcanza,
y que este bruto, Isabela,
criado en la policia
de vuestra casa y caricia,
y en Módena, que es escuela
del estilo y discreción,
hablar con una mujer
no sepa!
ISABELA:
Si es menester
trato y comunicación
para cualquier arte y ciencia,
y aunque en el siglo ha vivido
Jacobo, nunca ha tenido
de sus cosas experiencia.
La cortedad no os espante;
tratadle en cosas de Dios,
y veréis que quedáis vos
torpe con él e ignorante.
Cásese él, que esos extremos
el tiempo los vencerá.
LAMBERTO:
Hablando con él está,
lo que le dice escuchemos.
SABINA:
En fin, ¿no me decís nada?
CABALLERO:
Nada os digo, pues que callo;
yo os prometo que no hallo
cosa, señora cuñada,
que deciros de momento.
SABINA:
Créolo, que amor desnudo
a los principios es mudo,
y el propio efeto en mí siento,
que estoy muy enamorada,
señor Jacobo, de vos.
CABALLERO:
Más vale estarlo de Dios,
que yo no os importo nada.
SABINA:
Amaros para marido
no es con intento liviano.
Dadme, Jácobo, esa mano.
CABALLERO:
¡Jesús! ¿la mano?
SABINA:
Encogido
sois, dadle acá.
CABALLERO:
No hay que hablar,
o estas son vistas o no.
SABINA:
Sólo a veros vengo yo.
CABALLERO:
Pues ver, pero no tocar.
SABINA:
Mal debo de pareceros.
CABALLERO:
No me parecéis muy bien.
SABINA:
Grosero sois.
CABALLERO:
Hago bien.
SABINA:
Criado entre caballeros
poco su trato se os luce. Levántanse
¡Quitaos allá, descortés!
Si con vos el interés
que toda Italia produce
me dieran, no os estimara
para calzarme el chapín.
Tosco. ¡Miren a qué fin
me trajeron de Ferrara!
Cuando a vuestro cargo esté,
Lamberto, el darme marido,
porque vuestra hermana he sido
--que desde hoy no lo seré--
haced de mí más caudal
que el que aquí os he visto hacer;
el matrimonio ha de ser
en los consortes igual
cuando no se menosprecia,
y quien a un necio me da
por marido, claro está
que me ha tenido por necia;
y eso en mí es injuria al doble,
sabiendo quién es Sabina.
Buscad, Lamberto, una encina
con quien casar este roble,
y hacedle antes desbastar,
que se está con su corteza
y no podrá la riqueza
sobre ella un tronco dorar.
Que, puesto que vine en vano,
casarme a mi gusto espero,
pues para casamentero
tenéis tan pesada mano.
Vase
ISABELA:
Enojada, y con razón,
va Sabina, hermana mía.
¡Qué necio es el que porfía
forzar una inclinación! Vase
LAMBERTO:
Si hallara capacidad
en ti para reprehenderte,
castigárate de suerte
que de tu rusticidad
quedaras arrepentido;
pero no lo sentirás,
porque tan bozal estás
que te falta hasta el sentido.
Pero a las obras remito
lo que excuso de razones,
si más en Módena pones
los pies, si de este distrito
no te vas, ¡viven los cielos!
que como loco he de hacer
que te salgan a correr
los muchachos. Pagarélos
para que en calles y plazas
te persigan. Comunica,
rústicos, en quien si aplica
el vil natural que abrazas.
Por la caperuza trueca
las plumas, galas del noble;
hiere con el hacha el roble,
derriba su leña seca,
y vendiéndola, sustenta
tu bárbara vida, ansí,
porque, si vuelves aquí
en tu daño y en mi afrenta,
yo vengaré el menosprecio
que hoy con mi hermana has tenido
con el castigo debido
que se suele dar a un necio.
Vase
ESPERANZA:
Ricote, adiós.
RICOTE:
Esperanza,
¿es amarme el irte ansí?
ESPERANZA:
Ya no la tengas de mí,
pues por aquí va la danza;
participas de tu amo
la poca dicha, perdona.
La maza va con la mona,
necio es el necio y el amo.
Mientras con él estuvieres
necias serán tus demandas
que, en fin, dime con quién andas...
RICOTE:
Vaya.
ESPERANZA:
...y diréte quién eres. Vase
RICOTE:
¡Buenos habemos quedado!
¿Qué habemos de hacer, señor?
CABALLERO:
Libróse del cazador
el pájaro, el sentenciado
del riguroso verdugo,
del naufragio el marinero,
del lobo el manso cordero,
la libre cerviz del yugo,
del pirata el mercader,
y aún mayor mi dicha ha sido
pues que librarme he podido,
Ricote, de una mujer.
¡Oh, qué peso me han quitado
de encima del corazón!
RICOTE:
Dicen que en cierta nación
era por rey adorado
aquel que a cuestas tenía
la cosa de mayor peso,
saliendo con el suceso
quien más tiempo le sufría.
Una vez se convocó
al pueblo a elegir cabeza,
y hubo quien tal fortaleza
entre los demás mostró,
que un enano, entero tuvo
día y medio, sin que hubiese
quien competir se atreviese
con él; y al tiempo que estuvo
casi el reino en su poder
y el pueblo le engrandecía,
salió otro que traía
a cuestas a su mujer,
y la gente convocada
en su favor sentenció,
que con la mujer no halló
otra cosa más pesada.
Mas si toca Dios de un hueso,
¿dónde piensas ir?
CABALLERO:
No sé.
RICOTE:
Con capa y gorra y a pie,
¿qué dirán de nuestro seso?
Si tomas mi parecer,
vuélvete, señor, a casa,
que todo enojo se pasa.
CABALLERO:
Casa que huele a mujer
no me la mientes, Ricote.
RICOTE:
Casarte han querido en ella,
mas dan dineros con ella,
que no hay esposa sin dote.
Sólo a quien casarse atreve
dineros y hacienda dan,
que es pagar al ganapán
la carga, por que la lleve.
CABALLERO:
Deudos en Bolonia tengo,
a estudiar y a conocellos
iré.
RICOTE:
¿Deudos? ¡Fuego en ellos!
Mal los conoces; no vengo
en eso, aunque seguir quiero
tu buena o mala fortuna.
CABALLERO:
Este traje me importuna.
RICOTE:
Una capa y un sombrero
tengo allí, con ella irás
mejor, si hemos de ir a pie;
ven por ella.
CABALLERO:
¡Que hoy libré!
Voluntad, ya os tengo en más;
que, aunque en tan terrible trance
me habéis costado mi hacienda,
bien podré, preciosa prenda,
decir que os compré de lance.
Salen LAMBERTO, CONRADO, ISABELA y SABINA
LAMBERTO:
Yo solo en vuestros celos soy culpado;
como Jacobo corre por mi cuenta,
su hacienda trajo, y siendo su cuñado,
por mi industria y gobierno se acrecienta.
Parecióme, poniéndole en estado
y dándole a Sabina, que su renta
junta a la mía, la aumentara doble,
y una casa fundara rica y noble.
Ni Jacobo ha tenido entendimiento
para estimar la dicha de este día,
ni yo noticia del honesto intento
que os ha obligado a honrar la sangre mía.
Mi hermana, con el mismo pensamiento,
a mis consejos resistencia hacía,
y aunque su honestidad cuerda callaba,
sus ojos me decían que os amaba.
Yo alabo su elección, y que os escoja
por dueño suyo, sosegaos con esto.
CONRADO:
Si por esto Amor, por ser niño, se enoja,
también, Lamberto; se apacigua presto.
Sacóme de Ferrara la congoja
furiosa de los celos que me han puesto
en términos de hacer un desatino;
mas tras la tempestad el iris vino.
Yo os perdono mi agravio.
SABINA:
Y yo os adoro
con más estima agora que primero,
que poco precia, mi Conrado, el oro
quien no conoce el hierro y el acero.
Quien nunca empobreció no ama el tesoro,
más ejemplos aplicarme quiero,
que si los ojos hoy en otro he puesto,
más claro sale el sol junto a su opuesto.
CONRADO:
En fin, ¿Jacobo me hizo competencia?
ISABELA:
Pluguiera a Dios que fuera para tanto.
CONRADO:
Yo, a lo menos envidio su inocencia.
LAMBERTO:
Que es un bruto.
CONRADO:
Mejor diréis un santo
¿Qué es de él?
LAMBERTO:
¿Había de venir en mi presencia?
De Módena le eché.
CONRADO:
De vos me espanto.
LAMBERTO:
Hágase hombre, si en su esfera cabe;
sepa del mundo, que harto de Dios sabe.
No me ha de entrar en casa en todo este año.
CONRADO:
Pues sabed que acusaros he venido
de un huésped que os tendréis, si no me engañó,
de no poco valor. Hoy ha partido
veinte millas de aquí Julio Cataño,
estimado en Italia y conocido
en Roma por sus letras, sangre y celo;
su tío es Cardenal de San Marcelo,
Juan Cataño.
LAMBERTO:
Éste es en quien ha puesto
la silla de San Pedro su esperanza.
Si muere Sixto quinto es manifiesto
que le ha de suceder.
CONRADO:
En su privanza
presumo entrar, porque ha vacado un puesto
que, si mi dicha y el favor le alcanza
y con Sabina desposado quedo,
enriquecer vuestros parientes puedo.
Fáltale el secretario, y como supe
que a Roma se partía, convidarle
con esta quinta quise.
LAMBERTO:
Desocupe
su espacio nuestro amor para hospedarle.
CONRADO:
Primero que otro aquesta plaza ocupe,
si os parece, Lamberto, pienso hablarle
esta noche.
LAMBERTO:
Haréis bien, que la tardanza,
como el provecho vuela, no le alcanza.
¿Vas, Isabela, a prevenir la cena?
ISABELA:
Pavos hay y capones.
LAMBERTO:
Esta sala
cuelguen de telas, que es capaz y buena.
CONRADO:
En esta quinta no hay ninguna mala.
LAMBERTO:
Maten vitelas.
CONRADO:
En la casa llena
fácilmente se sirve y se regala
a un príncipe, aunque venga de repente.
LAMBERTO:
Camas ahí prevenid para la gente.
Vase ISABELA.
Sale RICOTE, después un CRIADO
RICOTE:
Lamberto, caballeros, dad ayuda
a Jacobo de Gracia, que, salteado
de bandoleros, morirá sin duda,
no siendo de vosotros ayudado;
su bárbara codicia le desnuda
y a un roble tosco de ese monte atado
los dineros le piden que no tiene;
huyendo mi temor la muerte viene.
¿Qué aguardáis? Cerca está, si tardáis tanto,
dadle por muerto. Vamos, caballeros.
LAMBERTO:
O es hipócrita Jacobo o es santo.
Si es santo, ¿de qué teme bandoleros?
Dios volverá por él, causando espanto
a ese escuadrón de salteadores fieros;
si es hipócrita, pague con la vida
lo que merece su virtud fingida.
CRIADO:
Monseñor está en casa.
LAMBERTO:
Pues salgamos
a recibirle.
RICOTE:
¡Que obligar no puede
vuestra crueldad!
CONRADO:
A socorrerle vamos.
LAMBERTO:
Dios le socorrerá, no tengáis miedo.
SABINA:
Más razón es que a Julio recibamos.
LAMBERTO:
(Ojalá le matasen, pues heredo (-Aparte-)
por mi mujer su hacienda.)
RICOTE:
(¡Al fin, cuñado!) (-Aparte-)
SABINA:
(De su desprecio el cielo me ha vengado.) (-Aparte-) Vanse si no es RICOTE
RICOTE:
Miren qué hay que esperar de aquesta gente.
¡Maldiga Dios quien en cuñados fía,
viles madrastras cree, suegras consiente;
que estos tres hacen una cofradía! Sale el CABALLERO de Gracia, desnudo
CABALLERO:
Ricote ¿estás ahí?
RICOTE:
Señor.
CABALLERO:
Detente
y no des voces, que excusar querría
las injurias y enojo de Lamberto,
que, si me ve cual vengo, será cierto.
RICOTE:
¿Que, en fin, te desnudaron?
CABALLERO:
Harto ha sido
dejarme vivo; ser piedad confieso.
RICOTE:
¿Piedad cuando te quitan el vestido?
CABALLERO:
¿Qué quieres? ¿no ves tú que viven de eso?
RICOTE:
Discúlpalos también.
CABALLERO:
Agradecido
a quien le libra debe ser el preso.
RICOTE:
Donosa flema; no has de ser tan bueno
que te dejes echarla silla y freno.
CABALLERO:
Dame esa capa, cúbreme y avisa
a mi hermana, si puedes, en secreto
de mi desgracia.
RICOTE:
Si está en camisa
Lamberto, mala noche te prometo.
CABALLERO:
Haz tú que no lo sepa y vuelve aprisa,
mientras aquí me escondo.
RICOTE:
Eres discreto,
que en viéndote Sabina repudiada,
fiestas les ha de hacer tu encamisada. Vase. Salen JULIO del cobertizo del camino, LAMBERTO y CONRADO, y velos
JULIO:
Bien sabéis obligar, señor Lamberto
al hospedaje quedo agradecido.
LAMBERTO:
No ha un hora, Monseñor, que estaba incierto
de esta dicha, que hubiera prevenido
con la casa que ofrece este desierto,
y regalos de Módena, el debido
hospicio que se os debe y era justo.
JULIO:
Lo que no se previene da más gusto.
¡Agradable jardín! Yo no he rezado
algunas Horas. Mientras se adereza
la cena quiero echar este cuidado
aparte.
LAMBERTO:
¿No le habláis?
CONRADO:
¿Cómo, si reza?
JULIO:
Déjenme solo.
CRIADO:
Todo está aprestado.
CONRADO:
¿Adónde ha de dormir?
LAMBERTO:
En esta pieza.
CONRADO:
(Si me acomoda Julio con su tio (-Aparte-)
y sale Papa, enriquecer confío.) Vanse. JULIO empieza a rezar santiguándose, y responde el CABALLERO de Gracia desde donde está escondido
JULIO:
Deus in adjutorium meum intende.
CABALLERO:
Domine ad adjuvandum me festina.
JULIO:
¿Quién respondió? ¿qué es esto?
CABALLERO:
(¿Qué pretende; (-Aparte-)
cielos, mi natural que a esto me inclina?
Sin querer respondí; mas, si se ofende
y hacerme dar castigo determina,
viéndome así, ¿con qué disculpa intento
disminuir mi necio atrevimiento?)
JULIO:
¿Quién es el que está escondido
tras esta murta?
CABALLERO:
(¿En qué dudo?) (-Aparte-)
Un hombre, señor, desnudo
del ingenio y del vestido.
No mirando lo que hacía,
cuando comenzó a rezar
respondí, sin reparar
que era vuestra señoria
el que estaba aquí, llevado
de un natural, que me obliga
que cosas devotas siga.
JULIO:
¿Cómo estáis ansí?
CABALLERO:
Un cuñado,
que sabe mirar mejor
por mi bien que yo estimalle,
es causa que de este talle
me esconda de su rigor.
JULIO:
¿Quién es ése?
CABALLERO:
Es Lamberto.
JULIO:
¿Y él os hizo desnudar?
CABALLERO:
Quísome, señor, casar,
que es peor; soy poco experto
en materia de querer,
trájome a vistas aquí,
no se contentó de mí
la buena de la mujer;
riñó Lamberto conmigo,
de casa me desterró
y el cielo, que conoció
cuán digno soy de castigo,
me entregó a unos bandoleros,
a quien quedo agradecido,
pues, quitándome el vestido
y unos pocos de dineros,
me dejaron con la vida.
Volvíme aquí despojado,
y entretanto que un criado
envío para que pida
otro vestido a mi hermana,
aquí me quise ocultar
de Lamberto y excusar
de su cólera inhumana
el enojo y la pasión.
Salió vuestra señoria,
y cuando rezar quería,
llevóme mi inclinación
tras sí, y aunque sea verdad,
que no es fuerte esta disculpa,
perdóneme, que no hay culpa
donde falta voluntad.
JULIO:
Yo os la he cobrado notable.
(¡Qué apacible sencillez) (-Aparte-)
No hagáis temor que esta vez
Lamberto enojado os hable;
remediar esta desgracia
quiero.
CABALLERO:
Del cielo tengáis
el premio.
JULIO:
¿Cómo os llamáis?
CABALLERO:
Señor, Jacobo de Gracia.
JULIO:
¿Noble sois?
CABALLERO:
Bueno quisiera
saber ser, que es de estimarse,
que sólo el saber salvarse
es nobleza verdadera.
JULIO:
Tal sea mi vida. ¿Habéis
estudiado?
CABALLERO:
Señor, sí;
artes en Bolonia oí.
JULIO:
Bueno, y ¿qué pluma tenéis?
CABALLERO:
Razonable, aunque alabada
de algunos que bien me quieren,
que siempre amigos prefieren
lo que vale poco o nada.
JULIO:
Huélgome de saber eso.
¿Gustaréis de estar conmigo?
CABALLERO:
Yo, Monseñor, soy amigo
de hablar verdades. Confieso
lo bien que me puede estar
el serviros y estimaros;
pero no sabré adularos,
porque ni sé lisonjear,
ni dejaré reprehender
lo que mal me pareciere
por cuanto tesoro adquiere
todo el humano poder.
Querránme mal los criados,
que mi buen ánimo ignoran,
porque en palacio desdoran
a quien no dora pecados,
y quien vicios no consiente
mal con señores lo pasa.
JULIO:
Este servicio a mi casa
le faltaba solamente,
y vos le habéis de ocupar.
Reprehéndeme a mí el primero,
que eso busco y eso quiero.
Un hombre deseo hallar
que las verdades me diga.
¡Hola!
Sale DECIO
DECIO:
Monseñor.
JULIO:
Vestid
este hombre; un baúl abrid.
Escuchad.
CABALLERO:
(¡Que me persiga (-Aparte-)
la inquietud de esta manera!
Libréme de ser casado
y del palacio el cuidado,
agora, cielos, me altera.
¿Qué he de hacer si Dios lo quiere?
Él me tenga de su mano.) Háblale JULIO al oído de DECIO
JULIO:
Un vestido de mi hermano
le dad, y cuando estuviere
en el traje que es decente,
me avisaréis.
CABALLERO:
(¿En efeto (-Aparte-)
he de servir?)
JULIO:
En secreto
le tendréis, que es conveniente
por agora.
DECIO:
Harélo ansí.
JULIO:
Idos con ese criado,
secretario.
CABALLERO:
(Buen cuidado (-Aparte-)
llevo. ¿Secretario a mí?
¿Qué pretendéis, vanidades?)
JULIO:
Andad, que si sois discreto,
yo os confiaré mi secreto,
y vos me diréis verdades. Vanse. Sale ISABELA
ISABELA:
Bien puede vueseñoría
cenar, si ha rezado ya.
JULIO:
Quien en vuestra casa está,
señora, excusar podía
el camino, que ya siento,
pues, según me han regalado,
por no ir mal enseñado,
en ella quedarme intento. Salen CONRADO y LAMBERTO
ISABELA:
Pluguiera a Dios, monseñor,
que, como lo encarecéis,
os sirviéramos.
CONRADO:
¿Queréis
que, por no darle favor,
muera Jacobo en desprecio
de quien sois?
LAMBERTO:
Impertinente
estáis. ¿Quién hay tan valiente
que pueda matar a un necio?
JULIO:
¿Es hora ya de cenar?
LAMBERTO:
Presto lo poco se guisa.
JULIO:
La jornada me da prisa;
yo suelo siempre pagar
la posada adelantado,
y así quisiera hacerlo hoy.
A Roma, cual sabéis, voy,
no poco de ésta obligado,
como tengáis en su corte
los dos pleito o pretensión
y en ella mi intercesión
alguna cosa os importe,
contento haré la jornada,
y si no, saldré corrido
cual huésped que no ha tenido
con qué pagar la posada.
CONRADO:
Buena ocasión se me ofrece,
que le habléis por mí me importa.
LAMBERTO:
Aunque siendo ésta tan corta
tanta merced no merece,
quien pretende de ordinario
no pierde tiempo o favor.
Conrado sabe, señor,
que buscáis un secretario,
y porque para este oficio
sé lo que es bien que presuma
de su ingenio y de su pluma,
estando en vuestro servicio
quedaremos él y yo
obligados. Determina
ser de mi hermana Sabina
esposo, y no se atrevió,
si no es por mi, a suplicaros
que esta merced nos hagáis.
JULIO:
Tarde, Conrado, llegáís;
no puedo en eso ocuparos,
pero mejoraros si
con dueño más principal.
De mi tío el Cardenal
de San Marcelo entendí
que desea acrecentar
su casa. Ya sabéis que es
en nobleza ginovés
y en opinión singular,
y que le han pronosticado
que a Sixto ha de suceder;
pues le voy agora a ver,
yo haré de suerte, Conrado,
que su secretario os haga,
y a Lamberto, camarero,
que así el hospedaje quiero
satisfacer.
LAMBERTO:
Si ansí paga,
monseñor, vueseñoría
de dos horas el hospicio,
¿qué espera el que en su servicio
su aumento y vida confía?
JULIO:
Al secretario llamad,
Decio.
DECIO:
Voy, señor, por él.
Vase
JULIO:
Negociad los dos con él
y una memoria le dad
para que me acuerde en Roma
lo que los dos pretendéis,
que presto lo alcanzaréis
si él a su cargo lo toma. Sale RICOTE; después el CABALLERO de Gracia con otro vestido
RICOTE:
.................. [ -í]
Tras mi desnudo escondido
ando, y se ha desparecido.
Mas ¿Monseñor está aquí?
CABALLERO:
¿Qué manda vueseñoría?
LAMBERTO:
¿Qué es lo que vemos, Conrado?
CONRADO:
Jacobo es, vuestro cuñado.
LAMBERTO:
¡Mi cuñado!
CONRADO:
No desvaría
la vista que en él me pinta
su imagen.
LAMBERTO:
Bueno por Dios:
locos estamos los dos.
No ha un hora que de la quinta
le eché, y avísannos luego
que le roban salteadores,
¿y había de ser él?
CONRADO:
Favores
son de su virtud, no niego
lo que decís; mas tampoco
lo que veo oso negar.
RICOTE:
Mi amo es éste a pesar
de bellacos, o estoy loco.
JULIO:
Jacobo de Gracia, ved
lo que Lamberto y Conrado
os dicen.
CONRADO:
¿Veislo?
LAMBERTO:
Encantado
estoy.
JULIO:
Y cuenta tened
de avisármelo después.
LAMBERTO:
¿Qué es esto? ¡Fortuna escasa!
JULIO:
Aunque mal tendrá en su casa
el cardenal a quien es
en la suya tan avaro,
que a vos de ella echaros pudo,
y cuando volvéis desnudo
no le osáis pedir amparo.
Los dos vuestra pretensión
le referid, si os agrada,
porque no saldréis con nada
si no es por su intercesión,
que me he inclinado a quererle,
al paso que vos, Lamberto,
le aborrecéis, y estad cierto
que en agradarle y creerle
consiste el favor y gracia
que buscáis, y no la espere
en mí a quien no se la hiciere
el Caballero de Gracia.
Vase
CABALLERO:
No estéis, hermano y señor,
de verme, triste y confuso.
Dios estas cosas dispuso,
tercero y intercesor.
Con monseñor diligente
prometo ser, sin venderos
embelecos por dineros,
mohatras del pretendiente;
pues, contra las vanidades
con que la mentira vive,
hoy monseñor me recibe
para decir las verdades,
y porque a cenar se asienta,
los brazos, hermano, os pido.
Vamos.
LAMBERTO:
De puro corrido...
CABALLERO:
Callad, no hagáis de eso cuenta.
Dichosa fue mi desgracia;
gracias a Dios puedo dar.
RICOTE:
Y desde hoy te has de llamar
el Caballero de Gracia.