El caballo enriquecido
Cultivando tierra virgen se enriqueció un caballo; y para disfrutar su fortuna como la gente, resolvió proteger a los artistas.
Se rodeó de cantores y los probó con mucha paciencia, acabando por desechar a los que, como la cabecita negra, cantaban tan finito que apenas se oían, para quedarse con una orquesta de urracas y chimangos, que siquiera con sus gritos suplían perfectamente la conversación... y también cobraban menos.
Mandó llamar a los tapiceros para adornar su casa, y después de enojarse con la chinchilla porque le pedía un precio loco por cada metro cuadrado, trató con la vizcacha que, por muchísima menos plata le hizo un trabajo muy bueno, a su parecer.
Hizo venir a la mariposa; y quería que le pintase toda una pared con dibujitos iguales al de sus alas, prometiendo pagarle bien. La mariposa se rió y le hizo un cálculo de lo que podría valer que lo dejó pasmado.
Y nunca pudo comprender que ciertos artistas fueran tan exigentes por obras tan pequeñas, cuando tantos, por mucho menos, hacen trabajos de gran tamaño.