El castigo de Dios

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El Castigo de Dios

Vamos a pasar diez años, en cuyo lapso, han ocurrido diversos acontecimientos políticos que no se relacionan con el asunto que motiva este imperfecto y humilde trabajo. La historia de los crímenes de Rosas es muy vasta. Compuesta en su mayor parte de elementos heterogéneos, sería muy difícil presentar un trabajo acabado: no obstante, dia llegará en que debido á la paciencia y laboriosidad de los hombres de letras, se reúnan esos elementos dispersos, que servirán para el complemento de la historia.....

El 3 de Febrero de 1852, quedó sepultada en Caseros, la tiranía mas espantosa de que haya ejemplo en la historia. Allí fue la tumba del despotismo y la cuna de la libertad. Una nueva era de paz y de ventura se abrió para el pueblo de Buenos Aires, y con ella entró en el uso de sus derechos e instituciones, merced a los esfuerzos de los héroes que componían el Ejército Libertador. El tirano huyó despavorido a ocultarse en un buque inglés, y desde la cubierta pudo observar, sin duda alguna, el embanderamiento con que la ciudad, su víctima, celebraba su derrota.

En los días que sucedieron al memorable 3 de Febrero, hubo una afluencia inmensa de las personas que se hallaban en la emigración. Hubo padres que no conocían a sus hijos, efecto de la larga separación en que habían vivido.

La opinión pública, señaló a los asesinos del año 40, pidiendo justicia y no venganza, pero estos corrieron a postrarse de hinojos ante el General en Jefe del ejército que acababa de vencer a Rosas. No tan solo alcanzaron perdón, sino que se les facultó para que repelieran la fuerza con la fuerza.

A manera que se fue calmando la efervescencia, fueron apareciendo esos hombres funestos al rededor de otros, que por generosidad u otras circunstancias les servían de égido. La prensa sostuvo con energía y firmeza la necesidad que había de reparar los males inmensos inferidos al pueblo víctima; y pedía que los asesinos fueran juzgados, y expiasen en un patíbulo los crímenes inauditos que habían cometido. No pedía venganza sino justicia. Así se pasó desde el mes de Febrero hasta el 1°. de Diciembre de 1852, en que estalló una sublevación en la campaña, encabezada por el ex-coronel Lagos. No se hicieron esperar los asesinos, y en el mismo día en que se hallaban militando bajo las banderas de la rebelión. Continuaron portándose como antes, y aun con mas furor. El célebre Troncoso volvió al Puente de Barracas, y ejerció sus venganzas, castigando a unos e insultando a otros. Pero la Divina Providencia en sus designios inescrutables, permitió que esos hombres viniesen para que expiasen sus crímenes a la faz del pueblo que se los vio cometer, y que sufría en silencio vilipendio tanto.

En efecto el 14 de Julio de 1853, el pueblo de Buenos Aires, se entregó al mas viro regocijo por la feliz terminación del asedio, y el triunfo de la noble causa.

Al día siguiente fueron capturados por nuestras fuerzas algunos de los asesinos famosos de los años 40 y 42, y sucesivamente la justicia de Dios, hizo que salvo muy corto número cayesen los demás criminales. La cárcel de Buenos Aires recibió en los calabozos a Ciriaco Cuitiño, Leandro Alen, Silverio Badía, Manuel Troncoso, Fermín Suárez, Antonino Reyes y varios otros que tenían mas o menos delitos. La justicia entró a ejercer sus funciones, sin coacción, y aunque habían algunos que querían conmutar la pena capital por la de destierro, no obstante, al fin se sentenciaron a muerte.

El 17 de Octubre del mismo año en que se concluyó el sitio, fueron ejecutados en la Plaza del "25 de Mayo", los reos Silverio Badía y Manuel Troncoso. El 31 del misno sufrió la pena de muerte Fermín Suárez con suspensión del cadáver en la horca. El 29 de Diciembre del mismo, fueron ejecutados Ciríaco Cuitiño y Leandro Alen, quedando sus cadáveres suspendidos por espacio de cuatro horas a la expectación pública. Así concluyeron unos hombres que llenaron de luto y dejaron en la miseria a mil familias.