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Nuevas fábulasNuevas fábulasFelipe Jacinto Sala
Debido a su propio ardor,
el cohete volador,
levantándose del suelo,
se coronó de esplendor
casi a las puertas del cielo.
Bienhaya el noble mortal
que cual cohete esplendente,
a su esfuerzo solamente
debe el laurel inmortal
que ciñe el genio a su frente.