El comendador Mendoza: 16
Capítulo XV
Al volver aquella noche a la ciudad, el Comendador tuvo que sufrir un interrogatorio en regla de su sobrina, que era la muchacha más curiosa y preguntona de toda la comarca. Tenía además un estilo de preguntar, afirmando ya lo mismo de que anhelaba cerciorarse, que hacía ineficaz la doctrina del P. Jacinto de callar la verdad sin decir la mentira. O había que mentir o había que declarar: no quedaba término medio.
-Tío -dijo Lucía apenas le vio a solas-, V. ha estado en Villabermeja.
-Sí... he estado.
-¿A qué ha ido V. por allí? ¡Si le traerán a usted entusiasmado los divinos ojos de Nicolasa!
-No conozco a esa Nicolasa.
-¿Que no la conoce V.?... ¡Bah!... ¿Quién no conoce a Nicolasa? Es un prodigio de bonita. Muchos hidalgos y ricachos la han pretendido ya.
-Pues yo no me cuento en ese número. Te repito que no la conozco.
-Calle V., tío... ¿Cómo quiere V. hacerme creer que no conoce a la hija de su amigo el tío Gorico?
-Pues digo por tercera vez que no la conozco.
-Entonces, ¿qué hay que ver en Villabermeja? ¿Ha estado V. para visitar a la chacha Ramoncica?
El Comendador tuvo que responder francamente.
-No la he visitado.
-Vamos, ya caigo. ¡Qué bueno es V.!
-¿Por qué soy bueno?... ¿Porque no he visitado a la chacha Ramoncica, que me quiere tanto?
-No, tío. Es V. bueno... En primer lugar porque no es V. malo.
-Lindo y discreto razonamiento.
-Quiero decir que es V. bueno, porque no es como otros caballeros, que por más que estén ya con un pie en el sepulcro, de lo que dista V. mucho, a Dios gracias, andan siempre galanteando y soliviantando a las hijas de los artesanos y jornaleros. Ahora no... por el noviazgo; pero antes... bien visitaba D. Casimiro a Nicolasa.
-Pues yo no la he visitado.
-Pues esa es la primera razón por la que digo que es V. bueno. Nicolasa es una muchacha honrada... y no está bien que los caballeros traten de levantarla de cascos...
-Apruebo tu rigidez. Y la segunda razón por la cual soy bueno, ¿quieres decírmela?
-La segunda razón es, que no habiendo ido V. ni a ver a Nicolasa ni a ver la chacha Ramoncica, ¿a qué había V. de haber ido tan a escape como no fuese a ver al P. Jacinto y a tratar de ganarle en favor de Mirtilo y de Clori? ¿Vaya que ha ido V. a eso?
-No puedo negártelo.
-Gracias, tío. No es V. capaz de encarecer bastante lo orgullosa que estoy.
-¿Y por qué?
-Toma... porque, por muy afectuoso que sea V. con todos, al fin no se interesaría tanto por dos personas que le son casi extrañas, si no fuese por el cariño que tiene V. a su sobrinita, que desea proteger a esas dos personas.
-Así es la verdad, -dijo el Comendador, dejando escapar una mentira oficiosa, a pesar de la teoría del P. Jacinto.
Lucía se puso colorada de orgullo y de satisfacción, y siguió hablando:
-Apostaré a que ha ganado V. la voluntad del reverendo. ¿Está ya de nuestra parte?
-Sí, sobrina, está de nuestra parte; pero, por amor de Dios, calla, que importa el secreto. Ya que lo adivinas todo, procura ser sigilosa.
-No tendrá V. que censurarme. Seré sigilosa. V., en cambio, me tendrá al corriente de todo. ¿Es verdad que me lo dirá V. todo?
-Sí, -dijo el Comendador teniendo que mentir por segunda vez. Luego prosiguió:
-Lucía, tú has dicho una cosa que me interesa. ¿Qué clase de amoríos das a entender que hubo o hay entre D. Casimiro y esa bella Nicolasa?
-Nada, tío... ¿No lo he dicho ya? Fueron antes del noviazgo con Clarita. D. Casimiro no iba con buen fin... y Nicolasa le desdeñó siempre; pero de esto informará a V. mejor que yo el P. Jacinto. Yo lo único que añadiré es que el tal D. Casimiro me parece un hipocritón y un bribón redomado.
-No es malo saberlo -pensó el Comendador.
-¡Ah! diga V., tío. Ya sé que se fue a Sevilla D. Carlos. Envió recado despidiéndose y excusándose de no haberlo hecho en persona por la priesa. Es evidente que V. le ha hablado al alma y le ha convencido para que se vaya, asegurándole que esto convenía al logro de nuestro propósito. ¿No es así, tío?
-Así es, sobrina -respondió el Comendador-. Veo que nada se te oculta.