El contrabandista
El contrabandista
[editar]Subiendo la negra roca
de embarazosa montaña,
contrabandista español
bridón andaluz cabalga.
Lleva el trabuco a su lado,
el cuchillo entre la faja,
y con el humo del puro
su voz varonil levanta.
«Que brame en la peña el viento,
que se arda el monte vecino,
que rompa el enhiesto pino
el aquilón violento.
Yo desprecio sus furores;
y aquí solo, sin señores,
de pesadumbres ajeno,
oigo el huracán sereno
y canto al crujir del trueno
mis amores.»
«El albor de la mañana,
en sus matices de rosa,
me trae la imagen graciosa
de mi maja sevillana,
y en sus variados colores
me pinta las lindas flores
del suelo donde nací,
donde inocente reí,
donde primero sentí
mis amores.»
«Cuando la enemiga bala
chilla medrosa a mi oído,
ya mi contrario caído
el alma rabioso ecsala.
¡Qué me importan vengadores
cien fusiles matadores
que amenacen mi cabeza!
con mi Moro y mi destreza
yo les canto en la maleza
mis amores.»
«Sienta yo el pujante brío
del galope de mi Moro,
y el trabucazo sonoro
de algún compañero mío;
y que vengan triunfadores
los caballeros mejores
que empuñaron lanza o freno.
Yo de temerles ajeno
cantaré libre y sereno
mis amores.»
Tranquilo el contrabandista
aquí del canto llegaba,
cuando un acento francés
«¡Fuego!» a su lado gritaba.
Sobre su frente pasaron
con rudo silbar las balas,
y gendarmes le acometen
diciendo «¡Ríndete a Francia!»
Y entonces él —«No se rinden
los que nacen en España»,
y contra el jefe enemigo
su ancho trabuco descarga.
Cayeron dos, como arbusto
que el cierzo en pos arrebata.
En impetuosa carrera
el bruto gallardo arranca;
y por sobre los peñascos
que en rápida fuga salva,
cantando va el español
al trasponer la montaña:
«Vivir en los Pirineos,
pero morir en Granada.»