El contrato social: Libro Cuarto: Capítulo II

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CAPÍTULO II.
De los votos.

Hemos visto en el precedente capítulo el modo de tratar los negocios generales, puede dar un indicio bastante seguro del estado actual de las costumbres y de la salud del cuerpo político. Cuanta mas conformidad reine en las asambleas; esto es, cuanto mas se acerquen las decisiones á la unanimidad, tanto mas dominante será tambien la voluntad general; y al contrario, los largos debates, las disensiones y el tumulto anuncian el ascendiente de los intereses particulares y la decadencia del estado.

No parece esto tan evidente cuando dos ó mas clases entran en su constitucion, como en Roma los patricios y los plebeyos, cuyas contiendas perturbaron á menudo los comicios, aun en los tiempos mas prósperos de la república: pero esta escepcion mas bien es aparente que real; porque entonces, á causa del vicio inherente al cuerpo político, hay, por decirlo asi, dos estados en uno, y lo que no es cierto de los dos juntos lo es de cada uno en particular. Y en efecto, hasta en los tiempos mas borrascosos, los plebiscitos del pueblo, cuando no se metia en ellos el senado, pasaban siempre tranquilamente y por una gran pluralidad de votos: no teniendo los ciudadanos mas que un solo interés, tampoco el pueblo tenia mas que una voluntad.

En la otra estremidad del círculo se halla tambien la unanimidad; y es cuando los ciudadanos, habiendo caido en la esclavitud, ya no tienen libertad ni voluntad. Entonces el miedo y la adulacion mudan los votos en aclamacion; ya no se delibera, sino que se adora ó se maldice. Tal era el vil modo de opinar del senado en tiempo de los emperadores. Hacíase esto á veces con precauciones ridículas. Tácito observa que en el reinado de Othon, los senadores, llenando de ecsecraciones á Vitelio, procuraban hacer al mismo tiempo un ruido espantoso, á fin de que si por casualidad llegaba este al imperio, no pudiese saber lo que cada uno de ellos habia dicho.

De estas diferentes consideraciones nacen las máximas que han de determinar el modo de contar los votos y de comparar las opiniones, segun se pueda con mas ó menos facilidad conocer la voluntad general y segun la mayor ó menor decadencia del estado.

Una sola ley ecsije por su naturaleza un consentimiento unánime, y es el pacto social; porque la asociacion civil es el acto mas voluntario de todos: habiendo nacido todos los hombres libres y dueños de sí mismos, nadie puede, bajo ningun pretexto, sujetarlos sin su consentimiento. Decidir que el hijo de una esclava nace esclavo, es decidir que no nace hombre.

Luego sí, cuando se hace el pacto social, encuentra opositores, esta oposicion no anula el contrato; solo impide que los que se han opuesto estén comprendidos en él; hace que estos sean unos estranjeros en medio de los ciudadanos. Cuando el estado se halla constituido, la residencia prueba el consentimiento, y habitar el terreno, es someterse á la soberanía [1].

Á escepcion de este primitivo contrato, la voz de la pluralidad obliga siempre á todos los demas, lo que es una consecuencia del mismo contrato. Pregúntase empero, como puede un hombre ser libre, y verse al mismo tiempo obligado á conformarse con una voluntad que no es la suya? ¿Como los que se oponen son libres, si han de sujetarse á leyes que no consintieron?

Respondo á esta cuestion diciendo que está mal sentada. El ciudadano accede á todas las leyes, aun á las que se aprueban á pesar suyo, y hasta á las que le castigan cuando se atreve á violar alguna. La voluntad constante de todos los miembros del estado es la voluntad general, y por esta son ciudadanos y libres [2]. Cuando se propone una ley en la asamblea popular, lo que se pide al pueblo no es precisamente si aprueba ó desecha la proposicion, sino si es ó no conforme con la voluntad general que es la suya: cada cual, al dar su voto, dice su parecer sobre el particular, y del cálculo de los votos se saca la declaracion de la voluntad general. Luego cuando prevalece un dictamen contrario al mio, esto no prueba sino que yo me habia engañado, y que lo que creia que era la voluntad general, no lo era en realidad. Si mi parecer particular hubiese ganado, hubiera yo hecho en este caso una cosa contraria á la que habia querido hacer; entonces es cuando no hubiera sido libre.

Esto supone, es verdad, que todos los caractéres de la voluntad general se hallan aun en la pluralidad: cuando deja de ser asi, cualquiera que sea el partido que uno tome, ya no hay libertad.

Cuando he demostrado como se sustituyen las voluntades particulares á la general en las deliberaciones públicas, he indicado suficientemente los medios que se pueden practicar para evitar este abuso, y todavía hablaré de ellos mas adelante. En cuanto al número proporcional de votos para declarar esta voluntad, he indicado tambien los principios sobre los que puede fijarse. La diferencia de una sola voz rompe la igualdad, y un solo opositor destruye la unanimidad: pero entre la unanimidad y la igualdad hay muchas divisiones desiguales, á cada una de las cuales puede fijarse este número segun el estado y las necesidades del cuerpo político.

Dos máximas generales pueden servir para determinar estas relaciones: la una, que cuanto mas importantes y graves sean las deliberaciones, tanto mas debe acercarse á la unanimidad el parecer que prevalezca; y la otra, que cuanto mas celeridad exija el negocio de que se trata, tanto mas debe limitarse la diferencia prescrita en el repartimiento de los votos: en las deliberaciones que se han de concluir al instante, el esceso de un solo voto debe bastar. La primera de estas máximas parece que conviene mas á las leyes, y la segunda á los negocios. De todos modos, por una prudente combinacion se deben establecer las mejores relaciones que se pueden dar á la pluralidad para pronunciar.

  1. Esto debe entenderse siempre de un estado libre; porque por otra parte la familia, los bienes, la falta de asilo, la necesidad, la violencia pueden hacer quedar á un habitante en el pais á pesar suyo: y en tal caso su sola morada ya no supone su consentimiento al contrato ó á la violacion de este.
  2. En Génova, se lee en la portada de las prisiones y en los grilletes de los galeotes la palabra Libertas. Esta aplicacion de la divisa es hermosa y justa. En efecto, en todos los estados solo los malhechores impiden al ciudadano que sea libre. En un pais en el cual toda esta gente estuviese en las galeras, se disfrutaria de la mas perfecta tranquilidad.