El criterio:10

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El criterio de Jaime Balmes
Capítulo 10: Relaciones de viaje


I - Dos partes muy diferentes en las relaciones de viajes[editar]

En esta clase de escritos deben distinguirse dos partes: las descripciones de objetos que ha visto o escenas que ha presenciado el viajero y las demás noticias y observaciones de que llena su obra. Por lo tocante a lo primero, conviene recordar lo que se ha dicho sobre la veracidad, añadiéndose dos advertencias: 1ª. Que la desconfianza de la fidelidad de los cuadros debe guardar alguna proporción con la distancia del lugar de la escena, por aquello: «De luengas tierras, luengas mentiras». 2ª. Que los viajeros corren riesgo de exagerar, desfigurar y hasta fingir, haciendo formar ideas muy equivocadas sobre el país que describen por el vanidoso prurito de hacerse interesantes y de darse importancia contando peregrinas aventuras.

En cuanto a las demás noticias y observaciones no es dable reducir a reglas fijas el modo de distinguir la verdad del error, mayormente siendo imposible esta tarea en muchísimos casos. Pero será bien presentar reflexiones que llenen de algún modo el vacío de las reglas, inspirando prudente desconfianza y manteniendo en guardia a los inexpertos e incautos.



II - Origen y formación de algunas relaciones de viajes[editar]

¿Cómo se hacen la mayor parte de los viajes? Pasando no más que por los lugares más famosos, deteniéndose algún tanto los puntos principales y atravesando el país intermedio tan rápidamente como es posible, pues a ello instigan tres causas poderosas: ahorrar tiempo, economizar dinero y disminuir la molestia. Si el país es culto, con buenos caminos, con canales, ríos y costas de pronta navegación, el viajero salta de una capital a otra disparándose como una flecha; dormitando con el mecimiento del coche o de la nave y asomando la cabeza por la portezuela para recrearse con la vista de algún bello paisaje o paseándose sobre cubierta contemplando las orillas del río, cuya corriente le arrebata. Resulta de ahí que todo el país intermedio queda completamente desconocido, en cuanto concierne a ideas, religión, usos y costumbres. Algo ve sobre la calidad del terreno y los trajes de los moradores, porque ambos objetos se le ofrecen a los ojos; pero, hasta en estas cosas, si el viajero no es cauto y pretende hablar en general, podrá dar a sus lectores las noticias más falsas y extravagantes. Si de aquí a algunos años logramos navegar por el Ebro desde Zaragoza a Tortosa, el viajero que pintase el terreno y los trajes de Aragón y Cataluña ateniéndose a lo que hubiese visto en la ribera del río, por cierto que les proporcionaría a sus lectores copia desbaratada.

Ahora reflexione el aficionado a relaciones de viajes el caso que debe hacer de las detalladas noticias sobre un país de muchos millares de leguas cuadradas descrito por un viajero que le ha observado de la susodicha manera. «El que lo ha visto de cerca lo dice; así será, sin asomo de duda»; de esta suerte hablas, ¡oh crédulo lector!, pensando que en recoger aquellas noticias ha puesto tu guía gran trabajo y cuidado, pues yo te diré lo que podría muy bien haber sucedido, y otra vez no te dejarás engañar con tanta facilidad.

Llegado el viajero a la capital, tal vez con escaso conocimiento de la lengua, y quizá con ninguno, habrá andado atolondrado y confuso algunos días en el laberinto de calles y plazas, desplegando a menudo el plano de la ciudad, preguntando a cada esquina y saliendo del paso del mejor modo posible para encontrar la oficina de pasaportes, la casa de la Embajada y los sujetos para quienes lleva carta de recomendación. Este tiempo no es muy a propósito para observar, y si a ratos toma coche para librarse de cansancio y evitar extravío, tanto peor para los apuntes de su cartera; todo desfila a sus ojos con mucha rapidez; como linterna mágica, las ilusiones de los cuadros; recogerá muy gratas sensaciones pero no muchas noticias. Viene en seguida la visita de los principales edificios, monumentos, bellezas y preciosidades, cuyo índice encuentra en la guía; y o la capital no ha de ser de las mayores o se le han pasado muchos días en la expresada tarea. La estación se adelanta, es preciso todavía visitar otras ciudades, acudir a los baños, presenciar tal o cual escena en un punto lejano; el viajero ha de tomar la posta y correr a ejecutar en otra parte lo que acaba de practicar allí. A los pocos meses de su partida del suelo natal está ya de vuelta, y ordena durante el invierno sus apuntes, y en la primavera se halla de venta un abultado tomo sobre el viaje. Agricultura, artes, comercio, ciencia, política, ideas populares, religión, usos, costumbres, carácter, todo lo ha observado de cerca el afortunado viajero; en su libro se halla la estadística universal del país; creedle sobre su palabra y podréis ahorraros el trabajo de salir de vuestro gabinete sin que ignoréis los más pequeños y delicados pormenores.

¿Cómo ha podido adquirir tanta copia de noticias? Un Argos no bastara para ver y notar tanto en tan breve tiempo, y, además, ¿cómo habrá sabido lo que pasaba allí donde no ha estado, es decir, a centenares de leguas a derecha e izquierda de la carretera, canal o río por donde viajaba? Helo aquí. Cuando al dar los primeros rayos del sol a la portezuela del coche se habrá despertado y bostezando, y desperezándose habrá echado una ojeada sobre el país, que no se parece ya a lo que era el de anoche cruzando y arreglando las piernas, con el caballero de enfrente habrá trabado quizá la siguiente conversación:

-¿Usted conoce el país éste?

-Un poco.

-El pueblo aquél, ¿cómo se llama?

-Si mal no recuerdo es N.

-¿Los principales productos del país?

-N.

-¿La industria?

-N.

-¿Carácter?

-Flemático como el postillón.

-¿Riqueza?

-Como judíos.

Entretanto llega el coche al parador; el de las respuestas se marcha quizá sin despedirse, y sus informes, que se ignora de quién sean, figurarán cual datos positivos entre los apuntes del observador, que tendrá la humorada de afirmar que cuenta lo que ha visto.

Pero como estos recursos no son suficientes, y dejarían muy incompleta la descripción, recogerá cuidadosamente los trajes extraños, los edificios irregulares, las danzas grotescas que se le hayan ofrecido al paso, y heos aquí un cuadro de costumbres generales que nada dejará que desear. Sin embargo, aun hay otra mina que explotará el viajero y de donde sacará tal vez el principal tesoro. En los periódicos y en las guías encontrará en crecido número las noticias que ha meneste para formar su estadística; con los datos que de allí saque, puestos en orden diferente, intercalando alguna cosa de lo que ha visto u oído o conjeturado, resultará un todo, que se hará circular como fruto de los trabajos investigadores del viajero y en substancia no será más, en su mayor parte, que cuentos de un cualquiera y traducciones y plagios de periódicos y obras.

Para que no se extrañe la severidad con que trato a los autores de viajes, sin que por esto me proponga rebajar el mérito dondequiera que se halle, bastará recordar las necedades y disparates que han publicado algunos extranjeros que han viajado por España. Lo que a nosotros nos ha sucedido puede muy bien acontecer a otros pueblos, saliendo bien o mal parados, aplaudidos con exageración o criticados con injusticia, según el humor, las ideas y otras cualidades del ligero pintor que se empeñaba en sacar copia de originales que no había visto.



III - Modo de estudiar un país[editar]

La razón y la experiencia enseñan que para formar cabal concepto de una pequeña comarca y poderla describir tal como es, desde el aspecto material y el moral, es necesario estar familiarizado con la lengua, pasar allí larga temporada, abundar de relaciones, estar en trato continuo, sin cansarse de preguntar y observar. No creo que haya otro medio de adquirir noticias exactas y formar acertado juicio; lo demás es andarse en generalidades y llenar la cabeza de errores e inexactitudes. Hasta que se estudien los países de esta manera, hasta que se forme de esta suerte su estadística material y moral, no serán bien conocidos. Estarán pintados en los libros, como en los mapas muy pequeños que nos ofrecen a la vista dilatadas regiones: todo está cubierto de nombres, y de círculos, y de crucecitas, y de cordilleras de montañas, y de corrientes de ríos; pero medid con el compás las distancias y andaos por el mundo sin otra regla; a menudo creeréis estar muy cerca de una ciudad, de un río, de un monte que distan, sin embargo, nada menos que cien leguas.

En suma: ¿queréis adquirir noticias exactas sobre un país y formar de su estado concepto verdadero y cabal? Estudiadlo de la manera sobredicha o leed a quien hubiese estudiado de esta suerte: Y si no tuviereis proporción para ello, contentaos con cuatro cosas generales, que os sacarán airoso de una conversación con vuestros iguales en aquella clase de conocimientos; pero guardaos de asentar sobre estos datos un sistema filosófico, político o económico, y andad con tiento en lucir vuestra ciencia si os encontrarais con algún natural del país y no queréis exponeros a ser objeto de risa.