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El desafío del diablo: 05

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III
Primera parte de El desafío del diablo (leyenda tradicional, 1845)
de José Zorrilla
IV
V


IV.

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¿Es cierto? y aquel hombre que sentado
con Beatriz estuvo fue el bandido?
¿es á quien tanto Carlos ha ultrajado
y á quien tanto el Doctor ha defendido?

Infame desertor de sus banderas,
jugador, libertino y pendenciero,
lleva sobre él las leyes mas severas…
y parece no obstante un caballero.

Es buen mozo y galan con las mujeres
segun dice el Doctor, y en desafios
siempre triunfante; en varios pareceres
puede andar su virtud, mas no sus brios.

Quiérenle sus soldados, le respetan
los mismos que condenan sus extrañas
proezas: los bandidos se sujetan
á obedecer su voz en las montañas.

Valiente en el ejército, valiente
ante el severo juez que le condena,
mira el peligro con serena frente,
y aguarda el porvenir con faz serena.

Mas si un dia, Beatriz, os veis acaso
en un trance fatal, pedidme ayuda;
si un hombre os puede echar de este mal paso
no faltará jamás quien os acuda.

Tal oferta á Beatriz hizo partiendo
por el sendero que á los montes guia,
si su suerte se cambia prometiendo
volver ante sus ojos algun dia.

Su semblante no vió con el embozo
Beatriz, ¿mas qué importa su semblante?
si ya la inclina hácia el gallardo mozo
su oferta liberal y su talante.

No fuérais al convento la previene
á poder yo estorbarlo: y el convento
asi sin fuerzas ni salud la tiene,
y es á él volverla de su Padre intento.

Luego el único ser que la es extraño,
el solo que la dan por enemigo
el solo es que se duele de su daño,
y se la ofrece valedor y amigo.

¿Y qué estrella fatal ponerla pudo
al claustro destinada aun no nacida?
¿Tiene ella un corazon seco y desnudo
de afecciones al mundo y á la vida?

Tal en su lecho Beatriz pensaba
y en tales reflexiones se perdia,
y mas la idea del convento odiaba
cuanto el tornar á él más cerca vía.

Y en estos pensamientos
su espíritu embebido,
cayó del sueño en brazos
la triste Beatriz:
y entre sus negras sombras
la sombra del bandido
se muestra, de ventura
cual precursor feliz.

Los pálidos fantasmas
de sus penosos sueños,
que en pesadilla odiosa
la asaltan en tropel,
se tornan en alegres
espíritus risueños,
que giran y que bullen
en derredor de aquel.

No alcanza su semblante
por bajo del embozo,
mas sus brillantes ojos
sobre el embozo ve,
y al fuego de sus rayos,
henchido de alborozo,
el corazón la late
cobrando nueva fe.

La oferta generosa
que con osado aliento
la hizo al despedirse,
su acento varonil
resuena en sus oidos
como de manso viento
el plácido murmullo
en el pintado abril.

Ya en sueños imagina
que espuesta en el desierto,
y abandonada y triste,
y descarriada va,
y en el lejano monte
por el camino cierto
la sombra bienhechora
para guiarla está.

Ya sueña que á la orilla
de rápido torrente
la tienen los bandidos
para arrojarla en él
y en medio de la turba
parece de repente,
y tórnanse las peñas
magnífico verjel.

Y ¡ay triste de la hermosa
que en los delirios fia
de sueños que embelesan
su mente juvenil!
de su soñado cielo
la arrojan algun dia
en el hediondo cieno
del apetito vil.

¡Ay triste de la niña
que confiada adora
el ídolo que crea
su ardiente corazon!
El frio desengaño
bajo su templo mora,
y seca con su soplo
la bella creacion.

Amor entra en su alma
como galan rendido
un porvenir mintiendo
pacífico y feliz;
mas de ella apoderado
se torna en un bandido…
¡ay! ciérrale tu alma
¡oh hermosa Beatriz!

Un vago pensamiento
que sin violencia nace
en hondo sentimiento
trasfórmase traidor.
Despues deseo ardiente,
si se desprecia se hace,
y al fin concluye siendo
desatinado amor.