El escultor y la dama

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El escultor y la dama​
 de Felipe Jacinto Sala



Egregia dama, bella mujer
visitó a Fidias en su taller.
-«¿Vos en mi casa? ¡Tanta bondad!»-
-«Busco la estatua de la Amistad;
»ríndola culto con fruición.»-
-«Os llaman buena, no sin razón.»-
-«¿Tenéis alguna?»-
-«Cierto que sí;
»y de buen mármol; vedla, está aquí.»-
-«Mirada triste, fría a la vez;
»ropa abrochada; severa tez;
»pocos encantos, y alguna edad!...
»No, Fidias; esa no es la Amistad.
»Esotra de aire tan juguetón,
»que así vendada rinde al león;
»cuerpo desnudo; talle gentil;
»alas de arcángel; rostro infantil;
»esa prefiero, caro escultor.»-
-«Ved que no es ella; que es el Amor;
»habéis tomado con ceguedad
»al cruel Cupido por la Amistad.»-
La noble dama, que esto escuchó,
se puso triste, palideció.
-«¿Es cierto, Fidias?»
-«¡Oh, sí, es él;
»mirad sus flechas y el arco aquel.»-
-«¡Eternos cielos, qué imprevisión!


Estaba herida del corazón.





No confundamos con la amistad
los vivos fuegos de otra deidad.