El estío (Marchena)
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Del álamo frondoso las verdes hojas ya se han marchitado; el segador cansado en mitad de la mies toma reposo. Por aquí un arroyuelo bullicioso con aguas cristalinas corrió antes, ora un aire inflamado y de la seca arena el polvo ardiente enciende al fatigado pasajero. Un delicioso otero del Tormes rodeado con su sombra suave nos convida, do el aromado ambiente del céfiro empapado en olores fragantes de millares de flores su blando soplo espira a los amantes. Todo respira amores; las tiernas palomillas con ardientes arrullos repetidos muestran su amor; las tristes tortolillas con profundos gemidos. Allí, mi bella Emilia, viviremos lejos del mundo, libres de cuidados; las vacas por el día ordeñaremos; ornaré yo tus sienes de azucenas y rosas, y en amantes delicias anegados de la vida las sendas espinosas sembraremos de bienes. Emilia, bella Emilia, ¿qué tardamos? Huye la vida, y vuela presurosa; antes que nos sepulte eterno sueño ¡ay! ¿por qué los placeres no gustamos? Olvidemos la ciencia fastidiosa, depongamos el ceño, a Amor sacrifiquemos y sus dulces deleites ¡ay! gocemos.