El estado plurinacional y las autonomías en Bolivia, 4 de junio de 2010. Parte II
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¿Qué aspectos negativos considera que deberían evitarse en el caso de una aplicación de las autonomías en Bolivia?
Veamos que junto con la instauración de las autonomías en Bolivia, los manipuladores de esta situación, han provocado artificialmente los enfrentamientos entre La Paz y Sucre; así como la confrontación regionalista entre el oriente y el occidente, en concordancia con el incentivo del odio racial entre los bolivianos. También observemos que la neo oligarquía partidocrática en el oriente, quiso utilizar el camino de la sedición, con el grupo de Eduardo Rozsa, por ejemplo; para llevar a cabo sus propósitos separatistas, que tantas veces ha declarado con descaro.
Estando ya en proceso el problema de las autonomías, es preciso que en Bolivia sea generada una nueva conciencia nacional, que trabaje por la erradicación de los vicios de disgregación nacional, que describo en el anterior párrafo.
Lo anteriormente dicho nos conduce, asimismo, a concluir que Bolivia corre el peligro de ser la víctima de las fuerzas sectarias de oficialismo y oposición; quienes ya en toda la vida política del país demostraron su carácter corruptible y antinacional; una conducta que, por supuesto, no nos garantiza que fuera a ser diferente en la siguiente etapa de gobiernos autonómicos. Por ello, los vicios en la aplicación de las autonomías regionales, conllevaría los siguientes riesgos para el país:
Feudos económicos locales. Llevar a la conversión de cada departamento o región autonomizados, en feudos económicos controlados por las oligarquías o caciques sindicales locales, los cuales actuarían en correspondencia con la partidocracia dominante del lugar, bajo la protección del gobierno prefectoral departamental o la entidad regional de que se trate. Esto puede incluir la explotación empresarial sobre los trabajadores con protección prefectoral, y un mismo tipo de explotación, como la que aún no halla solución gubernamental, en el área agrícola de ciertas zonas del trópico, que ha sido callado una vez más.
La verdadera cara del llamado poder local. Que la toma de gobiernos departamentales y regionales autónomos, sean en realidad una nueva forma de convertirse en un botín político y económico. En el anterior régimen centralizado, las prefecturas constituían un objetivo codiciable en las elecciones generales; porque mediante las alianzas políticas nacionales, los vencedores lograban acomodarse en las instituciones públicas locales y obtener cuotas de poder, para beneficiar los intereses personales y sectarios que estuvieran de turno; pero, eso si, regidos por el gobierno central al cual estuvieren sujetos, como resultado de los comicios. En cambio hoy, la nueva situación les ofrece otra manera de lograr acceder al control de las prefecturas y sus respectivas regiones, constituyéndose en un nuevo tipo de poder localista.
Poder local sin poder nacional. En Bolivia no se ha construido el poder nacional, el cual, en términos de geopolítica, significa ejercer el dominio sobre el propio territorio nacional y generar transformaciones en el empleo de sus recursos naturales, para elevar la calidad de vida de la población y repercutir en el campo internacional; así pues, el poder nacional se expresa en el orden interno y externo. Es decir, que, el actual gobierno y los regímenes anteriores, no fueron capaces de generar este poder nacional, o no lo quisieron hacer; dejándonos una Nación en estado de peligrosa debilidad interior y exterior.
En contraposición, lo que se está cometiendo es la demagogia de generar un llamado poder departamental, regional, e, incluso, étnico, exclusivamente político; que no está basado en el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas de la población local y que no alentará la productividad.
Esto significa que la partidocracia de izquierda y derecha nos estaría convirtiendo en un conglomerado de departamentos y regiones retrasadas económicamente, con gobiernos autónomos a cargo de pobladores en estado de ignorancia y pobreza; y a esto se le ha dado el gran nombre de “poder regional”. Lo que nos llevaría a una situación peligrosa, en que este “poder local” desafiaría a cualquier gobierno nacional, como ya comenzó a ocurrir con los casos de la denominada “media luna” o el aún más reciente, como fue el asesinato de cuatro policías por los comunarios de Uncía, en Potosí. Como no se ha edificado el Poder Nacional, este está siendo reemplazado por un poder local que ya aprovecha de la corrupción funcionaria, el subdesarrollo y de la pobreza socioeconómica reinante en nuestro país.
Frente a ello, en términos geopolíticos, un Nuevo Estado Boliviano debe generar el poder nacional; es decir, el Poder Boliviano, que nos asegure el forjamiento de una Nación integrada, fortalecida y renovada; para trascender en la historia y en el concierto internacional.
Corrupción sin control estatal. Una tendencia que ha sido evidente en las jornadas de agitación y violencia para promover las autonomías departamentales en Tarija y el oriente boliviano; es la de dirigir los gobiernos autónomos departamentales, por parte de sus administradores, sin que se admita la fiscalización del gobierno central. No se puede aceptar que se desarrollen las funciones prefectorales sin un gobierno que controle y fiscalice sus actividades; porque ello no es más que aspirar a desatar un mayor estado de corrupción funcionaria descontrolada, con su correspondiente efecto en el desarrollo de una clase oligárquica partidista cada vez más enriquecida; pero, con una población local que permanece con una economía de subsistencia apenas básica y con una Nación estancada en el subdesarrollo; como viene aconteciendo desde el siglo XIX. Lo que equivale a nuevos instrumentos de enriquecimiento ilícito, a semejanza de lo que ellos mismos hacían con sus partidos neoliberales en los regímenes que fueron centralistas.
Debemos considerar que esta enumeración descrita se suscitará inmediatamente, según el caso del que se trate, o bien puede degenerar a futuro; como podría ocurrir si el gobierno del MAS, que se encuentra en la actual competencia, dejara el control del poder y en su lugar asumiese el gobierno otro partido político de derecha; o, si el mismo régimen de Evo Morales conciliara sus intereses con los gobiernos prefectorales.
Ninguno de los actores políticos ha hecho méritos para suponer que no será así; y lo serán, por supuesto, también con las autonomías.
¿Considera viable la coexistencia de dos administradores de justicia, la comunitaria y la actual, sin que conlleve a una intolerancia de roles?
La realidad, no sólo en Bolivia, sino también en las demás naciones del mundo, es que el sistema de administración de la justicia siempre ha de ser el de uno solo, que está determinado por un poder judicial central. Es indudable, que la existencia de dos administradores de justicia, creará un paralelismo de competencia completamente inconveniente para la impartición del derecho en una sociedad.
Diré, por ello, que la invención de una justicia comunitaria, para actuar en las áreas rurales, no es más que una operación demagógica; que pretende distraer la atención del público de las verdaderas causas de la corrupción en el poder judicial y la decadencia moral generada en los demás poderes públicos. Es una suerte de novedad que se presenta para impactar psicológicamente en un público que es víctima del actual sistema político; pero, que solamente ha ocasionado que, a nombre de “justicia comunitaria”, se imponga la prepotencia de los caciques sindicales de una localidad e impere más injusticia, con la aplicación de linchamientos sin juicios, o, por lo menos, con sainetes de juicios. Con ello, se nos está introduciendo en un tipo de mayor barbarie, de la que ya estamos llevando, con la inseguridad ciudadana y las convulsiones sociales y políticas.
A su entender ¿no será la autonomía una corriente que nos lleve a la división y muerte de nuestro país?
A partir de los elementos incluidos en la exposición que acabo de realizar en esta entrevista, quiero presentar una visión general del proceso plurinacional y autonómico en Bolivia y sus antecedentes, como fenómeno disgregador de nuestra nacionalidad; con el fin de que sea mejor comprendido, a través de la presentación de estos puntos.
La doctrina de la polonización de Bolivia. El término de “polonización” aplicado a Bolivia, evoca el reparto que, entre los siglos XVIII y XIX, hicieron los imperios vecinos Rusia, Austria y Prusia, tomando los territorios de Polonia, eliminando su existencia como Nación del mapa. Luego de muchas revoluciones independentistas, por parte de los polacos y de una serie de sucesos históricos, este país recuperó su independencia nacional, entre 1918 y 1919. Aunque en septiembre de 1939, con el inicio de la segunda guerra mundial, los alemanes y soviéticos volvieron a repartirse el país; el cual recuperó nuevamente su existencia nacional en 1939.
En el caso de Bolivia, el término de polonización fue empleado oficialmente por el ministro chileno en el Perú Manuel Salinas, en 1898, durante la presidencia de Federico Errázuriz Echaurren de Chile. En aquella oportunidad, se planteó la desaparición de nuestro país, repartiendo las porciones de su territorio y riquezas naturales entre los países vecinos. Antes y después de 1898, diversos políticos, pertenecientes a la oligarquía chilena, se plantearon este reparto; junto con una corriente de sistemática negación de Bolivia. Entre esos personajes, encontramos a quienes hicieron de esta corriente negadora y polonizadora, toda una doctrina geopolítica antiboliviana; tales como el mismo venezolano Andrés Bello, Mariano Egaña, Diego Portales, Benjamín Vicuña Mackenna, o, en el siglo XX, al Presidente Carlos Ibáñez del Campo y el General Augusto Pinochet Ugarte, quien trazara el Plan Alpaca, sobre el desmembramiento de Bolivia. Afines a la doctrina Salinas de la polonización boliviana, también fueron los geopolíticos de Argentina y Brasil, e, inclusive, el historiador español Badia Malagrida, que fue quien formuló aquella falacia de que Bolivia era un “absurdo geográfico”.
La toma del anillo exterior territorial boliviano. Ya se dieron intentos de invasión de nuestro país, por parte de Brasil, antes de nuestra fundación como nuevo Estado, el 6 de agosto de 1825. Después de la fundación de Bolivia, también lo hicieron Perú, Argentina y Chile. Intentos de cercenamiento territorial que fracasaron, debido a que nuestra Nación todavía se mantenía fuerte en el orden interno. Sin embargo, instigados también por los intereses británicos, comenzaron a tener éxito, a partir del progresivo debilitamiento interno, que comenzó a tener efecto desde el régimen despótico del Presidente Mariano Melgarejo.
El proceso de la toma del anillo exterior territorial boliviano comienza en el año de 1879, con la invasión chilena a nuestro territorio marítimo del Litoral; esto logra, no sólo arrebatarnos las riquezas en huano y salitre de la zona, sino también, cumplir con el principal objetivo de cerrarnos el acceso al Océano Pacífico. De modo que Bolivia quede enclaustrada, en calidad de país mediterráneo, para ocasionarle grandes daños económicos de manera permanente.
Luego de esta operación, que logra la deliberada asfixia geográfica boliviana; veremos que se suceden las capturas del resto de los territorios del anillo exterior, mediante tratados de entreguismo y guerras; como son los casos del Matto Grosso y el Acre para el Brasil; Amarumayu para el Perú; el Chaco Central, la Puna de Atacama y los territorios del sur tarijeño para la Argentina, y, finalmente, el círculo se cierra, con la toma del último territorio boliviano del anillo exterior, como fue la región del Chaco Boreal, con el ataque de Paraguay, en la guerra del Chaco, librada entre 1932 y 1935. Notemos que, detrás de las invasiones de Chile, en 1879 y la de Paraguay en 1935; es decir, la primera y la última invasión, se encuentran los intereses que los espolearon, como fue el de las empresas británicas. El cumplimiento del plan polonizador de captura del anillo exterior territorial quedó realizado cabalmente.
La captura del núcleo interior territorial boliviano. Los primeros gobiernos bolivianos, presididos por el Mariscal Antonio José de Sucre, el Libertador Simón Bolívar, el Mariscal Andrés Santa Cruz y el Mariscal José de Ballivián; dieron a Bolivia una vida inicial de progreso económico y los primeros pasos para la industrialización. Sin embargo, los gobiernos posteriores, con muy pocas excepciones en el siglo XIX, fueron sucedidos de una serie de regímenes que se encargaron de introducir a la Nación en un proceso de decadencia, que, por supuesto, también le costó la pérdida de territorios. A partir del gobierno de Manuel Isidoro Belzu, hasta el presente, se ha mantenido al país en un estado de estancamiento económico, y debacle social, con una tendencia permanente de no industrializar nuestros recursos naturales y sosteniendo una economía eminentemente extractiva. Con ello, también se ha mantenido un desigual desarrollo de los departamentos de Bolivia y sus regiones, sin lograr la articulación e integración de nuestro territorio.
Como una continuación de esta línea histórica de decadencia nacional; se produce en 1952, el inicio de una siguiente etapa, con el nacimiento de una nueva oligarquía que desplaza a la anterior oligarquía minera y feudal. Esta neo oligarquía, empoderada mediante la corrupción funcionaria y el entreguismo de nuestras empresas estatales, así como con el financiamiento y protección de los Estados Unidos, inicia el Proceso Destructivo Nacional, que, en una progresión continua, genera las siguientes etapas de este proceso. Así, el Proceso Destructivo Nacional continuó con las etapas 1952-1964, con el régimen dictatorial del MNR; después, entre 1964-1985, mediante dictaduras militares y alternancias democráticas; más tarde, desde 1985, instauran el modelo neoliberal, que continúa hasta ahora; pero, a partir del año 2005, se introduce a Bolivia en una siguiente etapa, que es la del modelo neoliberal plurinacional y autonómico. Esto quiere decir que, después de la toma del anillo territorial externo boliviano, por medio de tratados y guerras, hoy se está operando la captura del núcleo interior territorial boliviano; mediante un trabajo de disgregación interna, que está aplicando la doctrina chilena sobre la polonización de Bolivia, efectuada mediante el estado plurinacional y autonómico.
Centralismo del poder mundial y la atomización de las sociedades. El mundo está dirigido por las potencias centrales europeas, presididas por los Estados Unidos de América. En tal condición, crearon y controlan las organizaciones mundialistas, como la ONU, BM, FMI, BID, G-8, etc.; lo que les permite dirigir la política internacional y manipular la política interior de los países subdesarrollados, y, aún de otras naciones fuertes. Asimismo, han logrado crear organizaciones de empresas transnacionales y fuerzas políticas dominantes, junto con las cuales coordinan el dominio mundial. Estas agrupaciones de empresas transnacionales son dos, como es el grupo Bilderberg, que reúne a empresarios y políticos con preeminencia norteamericana, sucedidos de sus colegas ingleses y europeos; la otra, es una ampliación del grupo Bilderberg, llamada la Comisión Trilateral, que, además de la supremacía euronorteamericana, está acompañada de la presencia de empresarios y políticos japoneses y coreanos, entre otros.
Con este despliegue de poder, son, desde luego, capaces de proyectar una ideología de dominación, consistente en constituirse en un super estado que se imponga sobre los demás estados nacionales. Es por ello, que este poder mundial promueve, dentro de su ideología hegemonista, otros puntos como la desfronterización, que es la desaparición de las fronteras nacionales; asimismo, la cesión de las soberanías nacionales, por la que un Estado cede la posesión de parte o la totalidad de su territorio al control de los organismos internacionales, o su entrega a las corporaciones multinacionales; otro punto es que los estados deben descentralizarse, para permitir que las entidades extranjeras operen en aquellas áreas que estos estados les entreguen. Ahora bien, esta ideología universalista también postula la desaparición venidera del Estado-Nación, como si se tratase de algo inútil y ya obsoleto, para dar lugar a lo que ellos llaman la soberanía de empresas y organizaciones globales; junto con estos lineamientos, también propugnan que las sociedades nacionales deben “atomizarse” interiormente; es decir, que sus constituciones deben ser reformadas para permitir que sus regiones sean gobernadas por personeros que actúen de manera independiente del Estado central. Este es uno de los verdaderos móviles que inspiran a las autonomías regionales y departamentales en Bolivia; que nuestra Nación sea atomizada y luego desmembrada para eliminarla.
El reemplazo del Estado Nación, dirigiría hacia un proceso en el cual se realice, lo que los círculos de poder euronorteamericano llaman el estado región; el cual, a su vez, sea llevado en el futuro a constituir el estado mundo. Esto se enseña en las carreras relacionadas con el tema de la política mundial, en las universidades norteamericanas, por lo menos desde los años cincuenta. Esto significa que, mientras una Nación como Bolivia es descentralizada, autonomizada y, por consiguiente, atomizada; en cambio, el régimen de dirección mundial se centraliza cada vez más y aumenta un poder abusivo de control sobre una Nación en estado de dispersión.
Por estas razones, diversos portavoces nacionales y extranjeros, han declarado, en el pasado y el presente, contra la soberanía nacional y, aun contra la misma existencia de Bolivia. Esto sucedió con un Presidente Víctor Paz Estenssoro, quien, al inaugurar el modelo neoliberal dijo “Bolivia se nos muere”, dejando la constancia de sus actos destructivos de nuestra nacionalidad. Gonzalo Sánchez de Lozada, también en su primer mandato, calificó a nuestro país que “Bolivia es un país inviable”; o, como cuando el Presidente reemplazante de Hugo Banzer, Jorge Quiroga Ramírez, afirmó, en la XI Cumbre de países latinoamericanos, que, “El concepto de soberanía es un asunto obsoleto”. Junto con ellos, los dirigentes del autonomismo también proclamaron la independencia de las regiones y aún atacaron la existencia nacional. Esta misma clase partidista también promovió la idea de que “en Bolivia no se ha construido un Estado Nacional” o que “en Bolivia no existe Estado”. Continuando con esta doctrina de la polonización de Bolivia, los analistas argentinos, chilenos y brasileros dijeron, en diferentes oportunidades, que Bolivia “es un Estado no logrado”.
Estas frases de agentes nacionales y extranjeros, no casualmente, son las mismas que también pronunciara, en diversas oportunidades, la señora Condolezza Rice, que fuera la Secretaria de Estado del Gobierno de George Bush. Así, pues, lo que ha sucedido en el proceso anticonstitucional 2005-2010, es la aplicación de esa tendencia globalista de dominación sobre las naciones.
Un estado plurinacional y autonómico polonizador. El significado de “plurinacional” es el de varias naciones; así como, el significado de autonomía es el de gobierno propio. La nueva Constitución Política del Estado, aprobada el año 2009, nos indica en sus artículos 1, 2, 8 y 30, que cada una de las 36 etnias, aunque tengan pocos miembros, son una nación individual. Esto lleva a la conclusión que, cada una de estas, representaría una micronación dentro de una Nación que es Bolivia, y, además, que cada una de estas micronaciones debe regirse por un gobierno autónomo. Eso no significa otra cosa que Bolivia está siendo subdividida en 36 pedazos. A esto, sumamos que las autonomías conllevan el riesgo de un gobierno propio que podría desligarse, por el separatismo, del Estado central. Una ecuación de carácter político y jurídico, nos lleva a la conclusión de que, las plurinacionalidades, sumadas a los gobiernos autónomos departamentales, dan por resultado una Bolivia fraccionada meticulosamente en 45 pedazos.
Este fraccionamiento de Bolivia es, por lo tanto, el cumplimiento de la doctrina chilena polonizadora de Bolivia, ya propugnada por Manuel Salinas en 1898. Las autonomías son una exigencia extranjera, en su relación con el estado plurinacional y las 36 etnias. De manera que, la constitución masista, con 36 micronaciones y más, consagra nuestra desarticulación en lo presente y futuro. Observemos que este fraccionamiento ni siquiera se había dado con los países como Yugoslavia y la URSS, que, de origen eran, por lo menos, estados independientes, antes de federarse.
Para llevar a su consumación la desarticulación nacional, el proyecto de constitución que el MAS presentó a su Asamblea Constituyente y al Congreso Nacional, ya eliminaba la condición de Nación y República que tenía Bolivia, pues no la mencionaba en parte alguna de su texto; de manera que sus dirigentes intentaban ya convertir a nuestro país en un simple conglomerado plurinacional de 36 etnias. Sin embargo, en las deliberaciones realizadas en el Congreso Nacional, de todas maneras hubo congresistas que reclamaron por esta pretensión destructora de la bolivianidad, y, no tuvieron más opción que, por lo menos, reformar los artículos 3 y 11 del proyecto oficialista de la nueva CPE. De este modo, por lo menos; se indica, en la nueva CPE, en el artículo 1, la expresión “Nación boliviana” y, en el artículo 11, dice “La República de Bolivia”. Entre todas las contradicciones jurídicas que contiene esta nueva CPE, señalaré que, por esas objeciones congresales, ha quedado una situación de contradicción, entre un artículo 1, que señala a Bolivia como un estado plurinacional y un artículo 3, que habla de una Nación boliviana; así como el del mismo estado plurinacional, en contradicción con la calidad de República, que menciona el artículo 11.
En conclusión, los bolivianos podemos continuar aún reclamando por estas contradicciones, y, que, en materia constitucional, de derecho y política, todavía debemos buscar la implantación de un Nuevo Estado y lograr reformas constitucionales coherentes, para cambiar la actual CPE incoherente, contradictoria, con vicios legales y divisionista. Porque Bolivia no fue de origen, en su constitución como nuevo Estado, una pluralidad de estados, naciones ni estados étnicos.
¿Considera que la población boliviana está preparada social, económica e interculturalmente para la implementación de la autonomía?
Los actos delictivos de los cuales estuvo rodeado todo el proceso constituyente y autonómico, perpetrados por los miembros del oficialismo y la oposición; que nos trajo lo que ya había apuntado; como los actos terroristas; fraudes electorales; violaciones de los derechos humanos; convulsiones sociales; utilización de turbas por ambas partes, con prácticas de intimidación y violencia contra sus respectivos adversarios; nos demuestran que existe una clase política que no cuenta con la integridad y madurez política como para conducir las autonomías hacia un destino acorde con las necesidades económicas y sociales de la población boliviana.
Los actos referendarios y la implantación de las autonomías han representado un gran derroche de dinero, que pudo emplearse, más bien, para efectuar políticas de soluciones económicas y sociales para la urgente pobreza que afecta el agro y a las mismas urbes. La misma pobreza causará una explosión social que será aprovechada por los autonomistas separatistas. Las autonomías no serán otra cosa que la administración regionalizada de la pobreza del país, sin beneficio de índole alguna; como no sea para los dirigentes y autoridades del autonomismo, que es en realidad, para cuyo beneficio personal se han realizado las autonomías regionalistas. Por estas razones, aseguro que las autonomías departamentales y regionales jamás serán convenientes para la Nación boliviana.
Según su criterio ¿qué clase de autonomía es más recomendable para Bolivia?
Debo decir que, fundamentado en las respuestas que di a las preguntas anteriores, nuestro país presenta una realidad histórica, geopolítica y actual, en que no existe clase alguna de autonomías que fuera conveniente para el; pues significa un riesgo inminente para su propia existencia, a causa de la fragmentación nacional que representa.
Comentarios y/o sugerencias que desee formular sobre el tema
Como parte de los comentarios que incluyo a lo largo de esta entrevista, observaré que aún queda por realizar la aspiración nacional de construir el Nuevo Estado Boliviano. En este sentido, debemos proyectar soluciones nacionales que ya no pueden provenir de la improvisación. Lamentablemente, incluso hoy tenemos una Constitución improvisada, que es un resultado de tantos decenios de políticas nacionales sin planes ni proyecciones.
Considerando los factores históricos y geopolíticos para la existencia trascendental de Bolivia, estas bases deberían servirnos para la construcción de un nuevo sistema político y económico en Bolivia, que nos lleve a salir del subdesarrollo. Estos factores son los que debemos analizar para proyectar la política nacional y arribar a la realización de mejores trabajos que nos lleven a reformular otra Constitución Política del Estado, que nos sirva como puntal para edificar una Nación unida y con futuro, para una sociedad con realizaciones en materia de solidaridad y justicia social. Esto debe dirigirnos a generar el Poder Boliviano, el Nuevo Estado Boliviano, el Nuevo Estado Geopolítico; bajo una conciencia bolivianista, sustentada en una ideología nacionalista, no comprometida con consigna extranjera alguna; sino como un resultado de una visión de nuestra propia autenticidad nacional. Y que este camino sea basado en fundamentos cristianos que nos lleven a construir la nueva Nación boliviana sin anarquía, sobre basamentos del derecho y la justicia.
La Paz, 4 de junio de 2010
Sergio Portugal Joffre