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El héroe/Primor VII

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Primor VII

Excelencia de primero


Hubieran sido algunos fénix en los empleos, a no irles otros delante. Gran ventaja el ser primero, y si con eminencia, doblada. Gana en igualdad el que ganó de mano.

Son tenidos por imitadores de los pasados los que les siguen y, por más que suden, no pueden purgar la presunción de imitación.

Álzanse los primeros con el mayorazgo de la fama, y quedan para los segundos mal pagados alimentos.

Dejó de estimar la novelera gentilidad a los inventores de las artes, y pasó a venerarlos. Trocó la estima en culto, ordinario error, pero que exagera lo que vale una primería.

Mas no consiste la gala en ser primero en tiempo, sino en ser el primero en la eminencia.

Es la pluralidad descrédito de sí misma, aun en preciosos quilates; y, al contrario, la raridad encarece la moderada perfección.

Es, pues, destreza no común inventar nueva senda para la excelencia, descubrir moderno rumbo para la celebridad. Son multiplicados los caminos que llevan a la singularidad, no todos sendereados. Los más nuevos, aunque arduos, suelen ser atajos para la grandeza.

Echó sabiamente Salomón por lo pacífico, cediéndole a su padre lo guerrero. Mudó el rumbo y llegó con menos dificultad al predicamento de los héroes.

Afectó Tiberio conseguir por lo político lo que Augusto por lo magnánimo.

Y nuestro gran Filipo gobernó desde el trono de su prudencia todo el mundo, con pasmo de todos los siglos; y si el César, su invicto padre, fue un prodigio de esfuerzo, Filipo lo fue de la prudencia.

Ascendieron con este aviso muchos de los soles de la Iglesia al cénid de la celebridad. Unos por lo eminente santo, otros por lo sumamente docto; cuál por la magnificencia en las fábricas, y cuál por saber realzar la dignidad.

Con esta novedad de asumptos se hicieron lugar siempre los advertidos en la matrícula de los magnos.

Sin salir del arte, sabe el ingenio salir de lo ordinario y hallar en la encanecida profesión nuevo paso para la eminencia. Cediole Horacio lo heroico a Virgilio, y Marcial lo lírico a Horacio. Dio por lo cómico Terencio, por lo satírico Persio, aspirando todos a la ufanía de primeros en su género. Que el alentado capricho nunca se rindió a la fácil imitación.

Vio el otro galante pintor que le habían cogido la delantera el Ticiano, Rafael y otros. Estaba más viva la fama cuando muertos ellos; valiose de su invencible inventiva. Dio en pintar a lo valentón; objetáronle algunos el no pintar a lo suave y pulido, en que podía emular al Ticiano, y satisfizo galantemente que quería más ser primero en aquella grosería que segundo en la delicadeza.

Estiéndase el ejemplo a todo empleo, y todo varón raro entienda bien la treta, que en la eminente novedad sabrá hallar estravagante rumbo para la grandeza.