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El héroe/Primor XVI

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Primor XVI

Renovación de grandeza


Son los primeros empeños examen del valor y un como salir a vistas la fama y el caudal.

No bastan milagros de progresos a realzar ordinarios principios, y cuando mucho, todo esfuerzo después es remiendo de antes.

Un bizarro principio, a más de que pone en subido traste el aplauso, empeña mucho el valor.

Es la sospecha, en materia de reputación a los principios, de condición de precita, que si una vez entra, nunca más sale del desprecio.

Amanezca un héroe con esplendores del sol. Siempre ha de afectar grandes empresas; pero en los principios máximas. Ordinario asumpto no puede conducir estravagante crédito, ni la empresa pigmea puede acreditar de jayán.

Son fianzas de la opinión los aventajados principios, y los de un héroe han de asestar cien estadios más alto que los fines de un común.

Aquel sol de capitanes y general de héroes, el conde heroico de Fuentes, nació al aplauso con rumbos de sol, que nace ya gigante de lucimiento.

Su primera empresa pudo ser non plus ultra de un Marte; no hizo noviciado de fama, sino que el primer día profesó inmortalidad.

Contra el parecer de los más cercó a Cambray, porque era estravagante en la comprehensión como en el valer. Fue antes conocido por héroe que por soldado.

Mucho es menester para desempeñarse de una grande expectación. Concibe altamente el que mira, porque le cuesta menos de imaginar las hazañas que al que ejecuta de obrarlas.

Hazaña no esperada pareció, más que un prodigio prevenido de la expectación.

Crece más en la primera aurora un cedro que un hisopo en todo un lustro, porque robustas primicias amagan gigantez.

Grandes son las consecuencias de una máxima en antecedente; declárase el valimiento de la fortuna, la grandeza del caudal, el aplauso universal y la gracia común.

Pero no bastan alentados principios si son desmayados los progresos. Comenzó Nerón con aplausos de fénix y acabó con desprecios de basilisco.

Desproporcionados estremos, si se juntan, declaran monstruosidad.

Tanta dificultad arguye adelantar el crédito como el comenzarlo. Envejécese la fama y caduca el aplauso, así como todo lo demás; porque leyes del tiempo no conocen excepción.

Al mayor lucimiento, que es el del sol, achacaron vejeces los filósofos y descaecimientos en el brillar.

Es, pues, treta, tanto de águila como de fénix, el renovar la grandeza, el remozar la fama y volver a renacer al aplauso.

Alterna el sol horizontes al resplandor; varía teatros al lucimiento, para que, en el uno la privación y en el otro la novedad, sustenten la admiración y el deseo.

Volvían los Césares de ilustrar el orbe al oriente de su Roma y renacían cada vez a ser monarcas.

El rey de los metales, pasando de un mundo a otro, pasó de un estremo de desprecio a otro de estimación.

La mayor perfección pierde por cotidiana, y los hartazgos de ella enfadan la estimación, empalagan el aprecio.