El jardín de Falerina/Acto I

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El jardín de Falerina
de Pedro Calderón de la Barca
Acto I

Acto I

Sale por una puerta MARFISA, vestida de mora, y por otra LISIDANTE, ambos con plumas y bengalas, y representando cada uno aparte sin ver al otro.
LISIDANTE:

¡Oh tú, de aquestos montes
que el mar en desiguales horizontes
une y desune, oráculo divino...

MARFISA:

¡Oh tú, destas montañas peregrino
ídolo humano, a cuyo docto anhelo
es el abismo intérprete del cielo...

LISIDANTE:

Tú, que sabia la gran piromancía
escribes en pirámides de fuego.

MARFISA:

Tú, que en el aire a tus conjuros ciego,
das a las aves la heteromancía...

LISIDANTE:

Tú, que en sepulcros la nigromancía
ejecutas...

MARFISA:

Y en agua
la hidromancía, en quien fragua
su asombro.

LISIDANTE:

En quien esmera su portento...

MARFISA:

El cielo.

LISIDANTE:

El mar...

MARFISA:

La tierra.

LISIDANTE:

El fuego.

MARFISA:

El viento.

LISIDANTE:

Tú, que a líneas divides
los ámbitos del sol, que a dedos mides...

MARFISA:

Tú, que a rumbos las sombras de sus huellas
le pisas a la luna, y las estrellas
le cuentas una a una...

LISIDANTE:

Anticipada voz de la fortuna...

MARFISA:

Futuro vaticinio de la fama...

LOS DOS:

¡Mágica Falerina!

(Sale FALERINA vestida de pieles.)
FALERINA:

¿Quién me llama?

LISIDANTE:

Quien, bien en fe de un corazón amante...

MARFISA:

Quien, en fe bien de un ánimo constante...,

LISIDANTE:

...de ti a valerse, ¡oh sabio asombro!, viene.

MARFISA:

...en ti, bello prodigio, hallar previene
la paz de sus sentidos.

FALERINA:

Para nadie piadosos mis oídos,
galán joven, hermosa dama, fueron
de cuantos deste escollo trascendieron
piélagos y montañas,
al duro corazón de sus entrañas,
donde de amor la amenazada ira,
quizá más que mi estudio, me retira...
Pero esto no es de aquí, y así prosigo.
Para nadie, otra vez y otras mil digo,
mis oídos piadosos se mostraron
de cuantos en mi busca penetraron
estos peñascos, más que para aquellos
(o remediallos sea, o no temellos)
cuyos estragos han de amor nacido;
y pues mis sañas solo a este partido
se dan, sepa quién sois, que daros quiero
mi favor. ¿Qué esperáis?

LISIDANTE:

Que hable primero
esa dama; que fuera infiel locura
negar su preeminencia a la hermosura.

MARFISA:

Esa cortés licencia que os permito,
no por hermosa, por mujer, la admito.
(Retirándose LISIDANTE.)
¿Adónde os retiráis?

LISIDANTE:

A no escucharos;
que si en fueros de amor llega a costaros
vergüenza mi atención, a ser vendría
curïosidad, y no cortesía.

MARFISA:

Oíd, esperad, no os vais; que mis pasiones
son tan mías, tan mías mis acciones,
que podréis vós oíllas,
supuesto...

LISIDANTE:

¿Qué?

MARFISA:

Que puedo yo decillas.
Tan hija de la fortuna
vi la luz desde el primero
horóscopo de mi siempre
triste, infausto nacimiento,
que no conocí más padres,
ni aun otros los conocieron.
Según, después que ilustrado
en las escuelas del tiempo
empezó a dar al discurso
lición el entendimiento,
me informaron las noticias
de los que solo supieron
de mí, ser un inconstante
aborto del mar y el viento.

MARFISA:

Un barco, pues, derrotado,
sin vela, jarcia ni remo,
supe que fue mi primera
cuna, entregada al inquieto
arbitrio de olas y embates:
tan infeliz, desde luego,
que ráfagas y bramidos
del mar y del aire fueron
idioma de mis arrullos
y frase de mis gorjeos.
Combatida de las ondas
flutuaba... ¡Oh no pequeño
bien del mar, nacer un triste
tan en las manos del riesgo,
que sepa dél el sentido,
y no sepa el sentimiento!

MARFISA:

Combatida de las ondas
flutuaba, a decir vuelvo,
cuando, de unos pescadores
socorrida, me trajeron
a la orilla en tan felice
ocasión, que en sus desiertos
Aglante, rey africano,
andaba a caza, y oyendo
el no prevenido acaso
de tomar a sus pies puerto
tan contrastada inocencia,
que se hallaba en un momento,
sin saberlo, desdichada,
y dichosa sin saberlo,
me llevó a su corte, adonde
me crió. Quédese esto
aquí por ahora, y vamos
a otra cosa mientras crezco.

MARFISA:

Este día, o ya que no
este, pocos más o menos,
trajeron al rey por rara
maravilla, sus monteros
una parida leona
que encontraron en lo espeso
del bosque, abrigando entre otros
cachorros suyos un bello
infante, a quien como a hijo
alimentaba a sus pechos.
Temiendo que peligrase
humana vida entre ellos,
el día que más crecidos
quisiesen cobrar soberbios
en su alimento lo que él
les quitó de su alimento,
le pusieron tales lazos,

MARFISA:

que sin peligro pudieron
robársele; mas fue tal
de la fiera el sentimiento,
que rotas redes y lazos,
les siguió a la corte, haciendo
con domesticado instinto
tan cariñosos extremos,
que el rey, conmovido aún más
que a la piedad al portento,
curiosamente, no sé
si diga piadoso o fiero,
mandó que los otros hijos
la trujesen, y a un pequeño
albergue las retirasen
con el infante, poniendo
a mí por el mar «Marfisa»
en nombre, y a él, por los fieros
rugidos de la leona
el día que le echó menos
«Rugier», de suerte que, iguales
en hados y en nacimientos,
en influjos, en destinos,
en fortunas y sucesos,
«ambos nos criamos juntos»;

MARFISA:

y como dice el proverbio,
«amor en nuestras niñeces,
(para seguir el concepto)
hirió nuestros corazones»;
pero no prosigo el verso,
«con arpones diferentes»;
pues fue el arpón uno mesmo;
bien que templado en tan dulce
yerba, en tan blando veneno,
que confesándole amor,
no sé qué linaje nuevo
de amor le confiese; pues
entre cariño y respeto,
era amor sin esperanza,
esperanza sin deseo,
deseo sin presunción,

MARFISA:

y presunción sin afecto
de más que amar por amar;
tanto, que asegurar puedo,
porque no se alabe el gusto,
que hubo interés de por medio,
que amándole para todo,
para esposo le aborrezco.
En esta confrontación
de estrellas crecimos, siendo
mi ocupación la asistencia
de Argalía, asombro bello
sobre un espíritu altivo
de la beldad y el ingenio,
hija de Aglante, y la suya,
la del militar manejo
de las armas en que iguales
también corrimos un mesmo
rumbo; pues yo merecí
de Argalía el valimiento,
y él el de Aglante en las lides
que poco antes se movieron
entre él y Carlos de Francia;

MARFISA:

mas ¿qué mucho, si su esfuerzo
mereció regir sus tropas
con el claro nombre excelso
del Paladín Africano,
en oposición de aquellos
que con Carlos en la mesa
redonda tienen asiento?
Pero como en la fortuna
no hay punto fijo, pues vemos
de un instante a otro mudar
la serenidad en ceño.

MARFISA:

Quiso, cansada de haber
contra sus estilos hecho
de un desdichado un dichoso,
sin hacer al mismo tiempo
de un dichoso un desdichado,
que en un atacado encuentro,
muerto el caballo, quedase
de las armas prisionero
de Francia: a cuya ocasión
uno y otro rey, atentos
a sus razones de Estado,
trataron treguas, viniendo
a una suspensión de armas,
en cuyo espacio, no habiendo
plática de un campo a otro,
no se han tratado los medios
de su rescate o su canje:

MARFISA:

su rescate, porque precio
no hay a Rugero en el mundo,
y su canje, porque preso
tampoco hay en él de igual
suposición; conque habiendo
la tregua cumplido el plazo,
y en él faltado el rey nuestro,
vuelve Francia a la campaña,
no sin vanidad, creyendo
que por quedar Argalía
heredera de su reino
será fácil la victoria,
sin atender que no menos
belicosa ella que Aglante,
sabrá salirle al encuentro.

MARFISA:

Dígalo el que persuadida
de su generoso aliento,
pasar a Trinacria quiso,
donde los incultos senos
de los campos de Agramante,
que han sido el alojamiento
y cuartel de sus armadas
huestes, vean que no ha hecho
falta Marte donde queda
Palas para su gobierno.
Embarcose, pues, y apenas,
sacra emulación de Venus,
la vio el mar en sus espumas,
cuando, dudando o creyendo
que era el que iba a litigar
de la hermosura el imperio,
en favor de su deidad
amotinó su elemento,
tan sañudamente airado,
tan airadamente fiero,
que los campos de cristal,
gigantes Flegras de yelo,
se vieron en un instante
montes sobre montes puestos.

MARFISA:

Tal vez vimos su fanal,
estrella del firmamento,
tal pavesa del abismo,
hasta que, piadoso el cielo,
quiso que el pardo celaje
deste obelisco soberbio,
que entre Caribdis y Scila
se deja descollar, siendo
nuestro norte y nuestra aguja,
nos diese prestado puerto,
en tanto que no serene
las arrugas de su ceño
el enojado Neptuno.

MARFISA:

Y siendo así que, sabiendo
antes de ahora de la fama,
y agora de los groseros
moradores deste escollo,
ser tu albergue, a verte vengo
desmandada de las tropas,
por si pudiese mi ruego
obligarte a que me digas,
hermoso, sabio portento,
si Rugero muere o vive,
qué modo de tratamiento
ha tenido en la prisión,
si está afligido o contento,
y, en fin, si de mí se acuerda,
y qué caminos, qué medios
pondré a su libertad, pues
no dudo con tu consejo
y mi fineza, que sean
en los anales del tiempo
prodigiosas las fortunas
de Marfisa y de Rugero.

FALERINA:

Antes que a ti te responda,
prosigue tú, por si puedo,
habiendo escuchado a entrambos,
a entrambos satisfaceros.

LISIDANTE:

Lisidante de Asia, hijo
de Menodante, supremo
soldán, suyo soy; mi padre,
de Carlos parcial, sabiendo
que con Aglante rompía
la guerra, entre otros opuestos
que auxiliares le dispuso,
quiso que fuese el no menos
estimable mi persona,
revalidando los fueros
a la jurada alianza
conmigo de amigo y deudo.

LISIDANTE:

Honrome Carlos, sentado
a su mesa, con que excelso
par de Francia me juró.
Si le pagué o no igual premio,
la fama lo diga en cuantas
ocasiones se ofrecieron
hasta la firmada tregua,
en cuyo ocioso intermedio
no fue para mí la corte
campaña de menos riesgo
que la de Agramante, pues
pasó tan de extremo a extremo
la distancia de una a otra,
cuanto va de vivo a muerto,
de vencedor a vencido,
y de libre a prisionero.

LISIDANTE:

Bradamante de Arles, hija
de sus duques, fue el objeto
en quien lidiaron mis ansias
aquel repetido duelo
a que siempre están retados
amor y aborrecimiento;
pero como la hermosura,
potentada de su imperio,
labra contra sí las armas
de su desdén, pues es cierto
que da armas contra sí
la que desdeñosa al mesmo
que escasea los favores
crece los merecimientos;
no desconfiado a costa
de ansias, penas y desvelos,
siendo gala en ella usarlos,
y gala en mí padecerlos.

LISIDANTE:

Duraba, no en mi esperanza,
sino en mi dolor, a tiempo
que despedidas las tropas
a causa de los pretextos
de la tregua, me fue fuerza
volver a mi patria centro.
¿Quién creerá que hubo quien vuelva
a vivir en él violento?
Si el que más favorecido
se ausenta, peligra, puesto
que ausencia es muerte de amor,
¿qué peligrará el que ajeno
de favor se ausenta? Bien
que le aventaja el consuelo
de no perder la ventura
que no tuvo, con que creo
que, ausente y aborrecido,
llegué a vivir más contento
que favorecido, ausente
viviera, pues por lo menos
es sin aquel sobresalto,
aquel recato, aquel miedo
de que tengo que perder
la esperanza que no tengo.

LISIDANTE:

Hasta aquí fue fuerza darte
cuenta de mis sentimientos,
mas ya desde aquí será
prolija relación, puesto
que desde aquí son tan unos
de Marfisa los sucesos
y los míos, que el contarlos
no importa para saberlos.
La mesma cumplida tregua
que a ella tray en seguimiento
de Argalía, es la que a mí
me tray al pasado empeño;
bien que ahora forzado más
del amor que del esfuerzo.

LISIDANTE:

El mesmo temporal que a ella
trajo abrigar a este puerto,
me trajo a mí. El mismo informe
de huir tú estos desiertos,
que a ella la obliga, me obliga
también a buscarte, y siendo
así que lo que ella dijo
y yo dijera, es lo mismo,
séalo también saber
si en esta ausencia otro afecto
supo servirla mejor;
y ya que a sus ojos vuelvo,
qué género de agasajos,
qué especie de rendimientos,
qué linaje de finezas
en su servicio hacer puedo
que más la obliguen, y en fin,
si por acaso o por yerro,
alhajas de desdichados
a Bradamante la debo,
ya que no para favores,
memoria para desprecios.

FALERINA:

Ya os dije que de amorosas
fortunas me compadezco,
y aun di a entender que tenía
altas causas para hacerlo.
Y no habiendo de salir
aquestas jamás del pecho,
porque, gusanos del alma,
se han de morir a acá dentro;
sus afectos salgan, no
diga amor que le reservo,
avarienta de sus triunfos,
las causas y los efectos.
Ya así, obediente a los dos,
y a mí obedientes aquellos
espíritus que heredados
de Merlín, padre y maestro,
cuyo cadáver, aunque
yace en los campos amenos
de Agramante, desde aquí
me escucha; rasgue sus senos
este risco, y en sus duras
entrañas descubra, dentro
de su pavoroso espacio
de Bradamante y Rugero
la acción en que agora se hallan
entrambos.

(Dentro ruido de terremoto.)
MERLÍN:

Ya te obedezco.

LISIDANTE:

¡Qué asombro!

MARFISA:

¡Qué confusión!

(Con terremoto dentro se corre la cortina, y queda con segunda colgadura el teatro; se ven en él sentados en sillas CARLOS y FLOR DE LIS. Luego, por una banda y otra, Damas y Caballeros en ellas sentadas en almohadas, y ellos hincada la rodilla. La primera, al lado derecho, es BRADAMANTE con RUGERO, y los Músicos, en ala, detrás de todos.)
FALERINA:

¿Qué veis?

LISIDANTE:

El salón excelso
del gran palacio de Carlos,
que de gala y de festejo,
como suele en reales bodas
está, lugares teniendo
los galanes con las damas,
de cuyos altos sujetos,
después de Carlos, Carloto
y Flor de Lis, al derecho
lado sigue Bradamante,
con quien está un caballero,
a quien solamente no
conozco de todos ellos;
bien que de verle tal vez,
como entre sombras, me acuerdo.

MARFISA:

Si es que a contraria razón
valer suele el argumento,
el que desconoces tú,
el que yo conozco es, puesto
que el que con la primer dama
está en lugar, es Rugero;
bien que yo también debiera
desconocerle, si atiendo
que del africano traje
el noble adorno depuesto,
la francesa moda viste.

LISIDANTE:

¿No nos dirás a qué efecto
es el festín?

MARFISA:

¿Y a qué causa,
cuando le juzgaba preso,
triste y afligido, está
tan alegre, tan contento,
y tan hallado en París?

LOS DOS

¿No nos respondes?

FALERINA:

No puedo,
que si habéis visto vosotros
vuestras desdichas, no menos
he visto yo mis desdichas;
y pues que suspensa quedo
más que vosotros, de mí
no hay que esperar el saberlo;
pues mejor os lo dirá
su gozo que mi tormento,
cuando pasando al oído
de los ojos el portento,
a las músicas de allá
repitan aquí los ecos...

MÚSICA:

Reinando en Francia Carlos el primero,
y entrando a ser esposo, sin salir de amante,
así al lado feliz de Bradamante,
vencido de su amor, dijo Rugero.

RUGERO:

Ya, Magno Carlos, ya, invicto,
heroico Delfín excelso,
soberana Flor de Lis,
bellas damas, caballeros
ilustres, que mi fortuna,
mejorando a un mismo tiempo
de religión y de estado,
mereció, sin merecerlo,
de prisionero de Marte
pasarme a ser prisionero
de amor en la esclavitud
del más soberano dueño,
que sin yerros que dorar
doró a mi prisión los yerros;
dadme licencia a que empiece
yo el festín.

CARLOS:

Si consiguiendo
de paladín africano
antes el renombre eterno,
el de francés paladín
hoy conseguís, y el empleo
de mi sobrino, ¿quién puede
competiros ese puesto?

RUGERO:

Con esa licencia, bien
humildemente soberbio,
y soberbiamente humilde,
decir podré, a sus pies puesto...

(Sácala a danzar.)
ÉL y MÚSICA:

Reverencia os hace el alma,
gloria de mi pensamiento...

(Los instrumentos suenan siempre, aunque se represente.)
BRADAMANTE:

Si dispensara el decoro
osadías al respeto,
y hubiera de hablar la voz
donde ha de hablar el silencio,
también os dijera yo
que os veneraba mi afecto...

ELLA y MÚSICA:

Por ídolo de su altar,
por imagen de su templo.

(Danzan todos.)
RUGERO:

No excediérades, señora,
los límites a que atento
ha de vivir el recato
cuando lo dijerais, puesto
que pagarais una fe
verdadera; pues yo, es cierto...

ÉL y MÚSICA:

Por vós, francesa gallarda,
la fe verdadera tengo.

(Culebrilla.)
BRADAMANTE:

No deslucir la fineza
con no conocerla, quiero;
sino antes agradecida
estimaros que de extremo
a extremos pasáis el día
que pasáis de preso a preso.

ELLA y MÚSICA:

Y de caballero moro
sois cristiano caballero.

RUGERO:

Vós, hermosa Flor de Lis,
no tengáis a atrevimiento
el suplicaros, honréis
de mis bodas el festejo;
pues para que a danzar saque
al más divino sujeto...

ÉL y MÚSICA:

Licencia ha dado el amor
que pueda un aventurero.

BRADAMANTE:

Vós, príncipe generoso,
no por mí, mas por vós mesmo
el festín honrad, y sea
vuestro el agradecimiento;
que darle a un gallardo joven
ocasión de parecerlo,
ya es lisonja, pues darle
causa a que pueda discreto...

ELLA y MÚSICA:

En el sarao a su dama
decirla su pensamiento.

FLOR DE LIS:

Cuando por mi prima no
tuviera razón de hacerlo,
por vós, Rugero, saliera,
pues desde hoy el honor vuestro
a cuenta corre de todos.

DELFÍN:

Y a la mía obedeceros,
no por mi interés, sino
por vuestro gusto, creyendo
que mayores obediencias
intentaran mis deseos...

ÉL y MÚSICA:

Si quisiéredes, señora,
(Danse las manos.)
que por el servicio vuestro.

DAMA 1ª:

Ya, los príncipes en pie,
todos estarlo debemos.

(Por de dentro.)
ROLDÁN:

Mas quisiera mi valor,
para llegar a deberos
algún agrado, señora,
merecido del esfuerzo
y no de la gala, que hoy
al son de otros instrumentos...

ÉL y MÚSICA:

En la plaza de París
se celebrase un torneo.

REINALDO:

No le pesará a mi fama,
pues cuando suceda el verlo...

ÉL y MÚSICA:

Yo seré el mantenedor,
y sustentaré que puedo,
atento a vuestros desdenes,
merecer no merecerlos.

DAMA 2ª:

La desconfianza estimo.

RUJERO:

Mayor hiciera el empeño
yo entonces, pues sustentara
que soy solo el que merezco...

ÉL y MÚSICA:

Tener el cielo en mis brazos
después que fuistes mi cielo.

DURANDARTE:

Para cuando se disponga
(Tres cruzados.)
trocar el sarao en duelo...

ÉL y MÚSICA:

Dadme vós vuestras colores,
y veréis qué galán entro.

DAMA 3ª:

Las que al rostro me salen
(Corros.)
como asentara primero
una condición.

DAMA 4ª:

¿Qué fuera?

OLIVEROS:

Que me deis cuantos diversos
matices significaron
ansias, penas y tormentos.

ÉL y MÚSICA:

Como no me deis azul,
(Cara a cara.)
porque significa celos.

LAS DAMAS:

A esa condición a todas
nos tocará responderos.

(Por defuera.)
LOS CABALLEROS:

Y a todos el preguntaros
¿cómo?

LAS DAMAS:

Como el satisfecho...

ELLA y MÚSICA:


GALANES:

¿Por qué se debe culpar
(Paradetas.)
desear huir sin ellos?

ELLA y MÚSICA:

Porque la desconfianza
es madre de los discretos.

(Dentro suenan cajas y trompetas.)
GENTE:

(Dentro.)
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

UNOS:

¡Qué horror!

OTROS:

¡Qué asombro!

CARLOS:

¿Qué estruendo
es este?

ROLDÁN:

Hacia el campo es
de Agramante.

CARLOS:

Acudid presto
todos, y queden por hoy
festín y boda suspensos.

TODOS:

Vamos todos.

GENTE:

(Dentro.)
¡Arma, arma!

RUJERO:

Aunque la dilación siento
de mi dicha, mi valor
quizá agradece el empeño,
por darme un mérito más.

BRADAMANTE:

No sea ventura menos.

(Tocan las cajas y las trompetas, y corre la cortina.)
VOCES:

(Dentro.)
¡Arma! ¡Guerra!

LISIDANTE:

Bello prodigio, ¿qué es esto?

MARFISA:

¿Qué es esto, divino asombro?

FALERINA:

Esto es vengar vuestros celos,
(mejor dijera los míos)
espíritus infundiendo
en Marsilio, que es quien hoy
desde que fue Aglante muerto,
hasta que llegue Argalía
tiene el militar gobierno
de las tropas africanas;
solicitando con eso
que se suspendan las bodas,
para que ambos tengáis tiempo
de llegar, quizá, a impedirlas.

LISIDANTE:

¡Cuánto el favor te agradezco!

MARFISA:

¡Cuánto el amparo te estimo!

FALERINA:

[Aparte.]
¡Ay!, que no sabéis que tengo
más causas para estorbarlas
yo que vosotros, pues fieros
mis hados dieron conmigo,
cuando iba a buscar los vuestros.

ARGALÍA:

(Dentro.)
Marfisa.

MARFISA:

Esta es Argalía,
que viene en mi seguimiento.

OTROS:

(Dentro.)
¡Lisidante!

LISIDANTE:

Y los soldados
que a mí me buscan, son estos.

FALERINA:

Pues ya, serenado el mar,
podéis sulcar. Al encuentro
cada uno a su gente salga,
no a mí me vean.

LISIDANTE:

¡Voy muerto...

MARFISA:

¡Confusa voy...

LISIDANTE:

...de haber visto
en los brazos de otro dueño
a Bradamante!
(Vase.)

MARFISA:

...de haber
visto el rostro a sentimientos,
que no pensé tener nunca!

(Vase.)
FALERINA:

Tampoco pensé tenerlos
yo jamás, y me han venido
a buscar donde más lejos
dellos pensaba ocultarme.
¿Quién creerá que mis agüeros,
para hallarlos como propios,
los buscase como ajenos?
Mas, ¡ay!, que cuantos caminos
intenta el arbitrio nuestro,
para apartar el influjo,
tantos son precisos medios
de adelantarle los pasos.

FALERINA:

Dígalo el infausto sueño
en que vi un gallardo joven
que ensangrentaba en mi pecho
el dorado arpón de aguda
flecha, y escapaba huyendo,
tras quien yo, despavorida,
intenté correr, a tiempo
que a las temerosas voces
de mi mal cobrado aliento,
en los brazos de mi padre
despierta me hallé, que oyendo
la aprehensión del sueño, dijo:
«¡Nunca ese galán mancebo
llegues a ver, plegue al hado!
Pues ese día los ceños
conjurarás contra ti,
del amor y de los celos
en que solo, ¡desdichada!,
te amenazan los soberbios
hados en la esclavitud
de su más tirano imperio.

FALERINA:

Si quieres asegurarlos,
pues dicen que tiene el cuerdo
en las estrellas dominio,
huye a los montes soberbios;
que en ellos no te hallará,
si no le buscas tú en ellos;
y más mientras dure el pacto
que comprometido tengo
en Malgesí, y no descubra
cierta lámina un secreto.»
Tan fija con el asombro,
con el horror, con el miedo,
se grabó en mi fantasía
su imagen, que al ver, ¡ay cielos!,
hoy a Rugero, jurara
estar otra vez durmiendo.

FALERINA:

Y pues no me bastó, ¡ay triste!,
venir a este risco huyendo,
para que, sin que él me busque,
le busque yo, hallando el riesgo
tan no imaginadas sendas
de ejecutar sus decretos;
suelte la rienda al destino,
y corra tras él, haciendo,
ya que el verle tan gallardo
y de dos damas a un tiempo
tan querido es torcedor
de tan contrario veneno,
que entrando a matar en pasmo,
viene acabar en incendio,
que, pues los míos perdí,
no consigan sus deseos,
ni una en amorosos lazos,
ni otra en amantes afectos.

FALERINA:

Y así, valida de mí,
pues yo a mí me basto, tengo
de ver si... Pero mejor
será que lo diga el tiempo,
cuando sol, luna y estrellas,
aire, agua, tierra, fuego,
hombres, aves, peces, fieras,
montes, valles, cumbres, puertos,
hados, influjos, destinos,
vean que a todos opuesto
el valor de Falerina
sabe turbar a portentos,
el amor de Bradamante,
de Marfisa y de Rugero.
(Vase.)

(Tocan arma, y sale por una parte ZULEMILLA moro, y por otra JAQUES francés, armados redículamente.)
VOZ:

(Dentro.)
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!

JAQUES:

¿Adónde podré ocultarme...

ZULEMILLA:

¿Dónde esconderme poder...

JAQUES:

...mientras la batalle pase...

ZULEMILLA:

...mientras durar el batalia...

JAQUES:

...que las iras no me alcancen...

ZULEMILLA:

...que no me alcanzar el furias...

JAQUES:

...destos morillos infames...

ZULEMILLA:

...destos fames cristianilios,

JAQUES:

...que embisten como unos canes?

ZULEMILLA:

...que terar como unos perros?

JAQUES:

Pero allí la boca abre...

ZULEMILLA:

Pero hacia allí abrir el boca...

JAQUES:

...una gruta, a quien mi hambre
está diciendo «comedme».

ZULEMILLA:

...un cuva, que estar bastante
para me tragar.

JAQUES:

En ella
me esconda.

ZULEMILLA:

En elia
me ampare.

(Al entrar los dos, se ven, y tienen miedo uno de otro.)
JAQUES:

[Aparte.]
Mas ¡ay!, que viene tras mí...

ZULEMILLA:

Mas ¡ay!, que venir mi alcance...

JAQUES:

[Aparte.]
...un morillo como un monte.

ZULEMILLA:

[Aparte.]
...un francés como un gigante.

JAQUES:

Señor moro, buen cuartel.

ZULEMILLA:

Monsiur bugre, bon pasaje.

JAQUES:

[Aparte.]
¡Vive el Cielo, que me teme!

ZULEMILLA:

[Aparte.]
¡Por Mahoma, que temblarme!

JAQUES:

Háblame claro, morillo.

ZULEMILLA:

Cristianilio, claro hablalde.

JAQUES:

¿Eres por dicha gallina...

ZULEMILLA:

¿Estar acaso cobarde...

JAQUES:

...que aquí vienes á esconderte?

ZULEMILLA:

...que aquí venir a escaparte?

JAQUES:

Si tú me dices que sí,
yo diré que sí al instante.

ZULEMILLA:

¿Para qué decerlo el voz,
si el temor decirlo antes?

JAQUES:

Pues cállate tú, y callemos.

ZULEMILLA:

Pues caliemus tú, y calialde.

JAQUES:

Y a escondernos...

ZULEMILLA:

Y a ocultarnos...

JAQUES:

...donde el furor no nos halle.

ZULEMILLA:

...donde Marte no poder
nos pegar con la del martes.

JAQUES:

Pase usted señor morillo...

ZULEMILLA:

Seor cristianilio, osted pase...

LOS DOS:

Que sin capitulaciones
firman dos gallinas paces.

TODOS:

¡Arma, arma! ¡Guerra!

(Salen CARLOS, ROLDÁN, OLIVEROS, DURANDARTE, REINALDOS y RUGERO, deteniéndolos CARLOS.)
CARLOS:

No le sigáis el alcance
supuesto que se retiran,
y que ya la noche esparce
sus sombras; que puede ser
que con la fuga nos llamen,
y que siendo aquestos montes
como son, tan formidables,
sea ardid, y que en alguna
emboscada nos aguarden;
que el recato en la milicia,
siempre fue acuerdo importante,
y es pensar lo que yo hiciera,
prevenir lo que ellos hacen.
Y así, a retirar, amigos,
que mañana en los celajes
primeros del alba, pienso
en sus cuarteles pagarles
la visita: no se diga
que vinieron a buscarme
y no fui a buscarles yo.

(Caja y clarín.)
TODOS:

A retirar toca.

(Sale LISIDANTE.)
LISIDANTE:

Dame
tus pies, pues soy tan dichoso,
que al primer paso te halle
en estos montes, que el mar
repetidamente bate,
donde pudo mi fortuna
tomar tierra.

CARLOS:

Lisidante,
¿qué venida es esta?

LISIDANTE:

Habiendo
sabido que ya se acaba
la tregua, vuelvo al honor
de ser tu soldado, y darte
noticias de que Argalía
casi en el mismo paraje,
desde Escila, en que corrimos
unos mismos temporales,
viene a reclutar sus tropas;
tan altiva y arrogante,
que es en valor y hermosura
hija de Venus y Marte.

CARLOS:

Eso habrá más que vencer.
Llegad a todos y dadles
los brazos, pues todos son
en fineza semejante
interesados, teniendo
vuestro esfuerzo de su parte.

LISIDANTE:

Roldán invicto, famoso
Oliveros, Durandarte,
Reinaldos, dadme los brazos.

ROLDÁN:

Seáis muy bien venido.

OLIVEROS:

Edades
eternas viváis.

DURANDARTE:

Los cielos
con bien os traigan.

REINALDO:

Y os guarden.

RUGERO:

Aunque a mí, al lado del César,
vuestras noticias me extrañen,
por las que yo de vós tengo,
no daré ventaja a nadie
en ser vuestro servidor.

CARLOS:

Rugero ya de los pares
es uno más: el general
del ejército de Aglante,
fue a quien prisionero vós
en esta torre dejastes...

LISIDANTE:

Agora reparo en él.

CARLOS:

Que de los duques de Arles,
antiguos alcaides suyos,
es heredado homenaje;
y a quien han sacado della
dos venturas, y tan grandes,
como ser paladín mío
y esposo de Bradamante.

LISIDANTE:

Uno y otro parabién os doy.
[Aparte.] ¿Qué yo, ¡ay de mí!, abrace
a mi enemigo, sin que
entre mis brazos le mate?

RUGERO:

Siempre me tendréis por vuestro.

CARLOS:

Los acentos militares
a retirar toquen. Pero
(Cajas y trompetas. Salen DELFÍN, FLOR DE LIS, BRADAMANTE, y damas.)
¿a quién nueva salva hacen
de cláusulas llenando el aire vano?

DELFÍN:

Permíteme tus pies...

FLOR DE LIS:

Dame tu mano.

CARLOS:

¡Delfín! ¡Flor de Lis bella!
Pues ¿qué venida es esta?

FLOR DE LIS:

De mi estrella
el influjo seguir, con la disculpa
de que nunca el valor pudo ser culpa.
Corriendo ya la voz de que venía
a gobernar su ejército Argalía,
no es justo que blasone
una mujer que a tu poder se opone,
sin que otra mujer sea
la que a tus pies sus altiveces vea,
no menos que ella heroicamente ufana.

DELFÍN:

Ya por los dos te respondió mi hermana;
pues tampoco no fuera
justo quedarme yo sin que viniera,
señor, a acompañarla.

BRADAMANTE:

Con que no menos disculpado se halla
el generoso espíritu de cuantas
a su ejemplo llegamos a tus plantas,
trocando el lisonjero
espejo de cristal al del acero.

CARLOS:

El amor la fineza os agradece,
mas no el temor, que por instantes crece
al veros en campaña.
Pero, al fin, sois mis hijos, y no extraña
vuestro heroico valor mi fama altiva.
Venid.

UNOS:

¡Viva el Delfín!

OTROS:

¡Flor de Lis viva!

(Entrándose todos al son de cajas y trompetas.)
LISIDANTE:

[Aparte.]
¡Ah tirana! Los cielos
tiempo me den en que vengar mis celos.

[Vase.]
RUGERO:

¡Ay bella Bradamante!
¿Quién creerá que el amor que fue bastante,
tal vez algún cobarde hacer valiente
al contrario hoy en mí trocar intente
extremos?

BRADAMANTE:

¿Cómo?

RUGERO:

Como mi despecho
tiembla al saber que tú vas en mi pecho
y por guardarte, temo...

BRADAMANTE:

No tienes qué, pues a contrario extremo,
si en ti fallece, en mí se aumenta el brío
al conocer que tú vas en el mío,
y después de aquel día que en la torre
de mi antiguo homenaje te vi, corre
el amor nuestro una fortuna. Vamos
donde juntos vivamos o muramos.

(Vanse, y dice FALERINA dentro.)
FALERINA:

Eso será mas cierto
si a ese fin tomo en vuestros montes puerto.
Sobre aquesta oscura cueva,
que oculta el grande cadáver
de Merlín, llega esta noche
el encanto a fabricarse
del jardín de Falerina.

(Salen, como a escuras, ZULEMA y JAQUES.)
JAQUES:

Camarada, ¡qué de lance
me dio el miedo!

ZULEMILLA:

Cumorada,
¿que darme el tumor de balde?

JAQUES:

¿Dónde estás?

ZULEMILLA:

Alá saber.
¿Dónde estar tú?

JAQUES:

Aunque me halles
no me hallarás, que no estoy
en mí, pues desde el instante
que entramos en esta cueva
y vimos que solo guarde
un sepulcro, pienso que
me fui a huir a otra parte.

ZULEMILLA:

El mesmo a mí soceder,
e más, si añadir el grande
romor con que el noche el paso
cerrar con oscoridades.
(Tópanse los dos.)
Mas ¡ay triste Zolemilla!

JAQUES:

Mas ¡ay desdichado Jaques!

ZULEMILLA:

¿Qué estar eso?

JAQUES:

¿Qué sé yo?
Pero algún dragón me ase,
según que las garras tiene.

ZULEMILLA:

A mé algún lobón rapante,
según que tener él presas.

JAQUES:

Señor dragón, no me trague,
porque aunque gallina soy,
no soy buen gigote de ave.

ZULEMILLA:

Ni mé estar bon alcoscuz,
aunque tener calbezate.

JAQUES:

Mas ¡qué miro!

ZULEMILLA:

¡Que el primera
luz del sol nos desangañe!

JAQUES:

¡Zulemilla!

ZULEMILLA:

¡Jaqueciños!

JAQUES:

¿Tú eres?

ZULEMILLA:

¿Ser tú?

JAQUES:

Que te abrace
deja en albricias.

ZULEMILLA:

Mé y todo.

(Al abrazarse los dos sale un salvaje y pónese en medio, y abraza a los dos.)
SALVAJE:

Eso ha de ser a mí antes.

JAQUES:

¡San Jaco!

ZULEMILLA:

¡San Zancarrón!
¿Quién ser vós, que nos despartes?

JAQUES:

¿Quién puede entre dos amigos
meterse, sino un salvaje?

SALVAJE:

Miserables hombrecillos...

JAQUES:

Conmigo no habla, que antes
soy en esta ocasión un
perdido que un miserable.

ZULEMILLA:

Con mé sí, pues que no dar
por mi vida cuatro reales.

SALVAJE:

¿Cómo a entrar os atrevisteis,
cómo a penetrar osasteis
deste encantado palacio
los reservados umbrales?

JAQUES:

¿Qué palacio es una cueva?
[Aparte a ZULEMILLA.]
Borracho está este gigante.

ZULEMILLA:

¿Qué gegante no lo estar?
Y si no él, el que le trae.

SALVAJE:

El que veréis, en abriendo
esas puertas de diamante
que están dentro de la cueva.
[Aparte.]
(Esto es llevar a encerrarles,
porque estando los jardines
sobre ella, no es bien que pasen
por ellos, y lo que vieren
lo puedan decir a nadie.)
Entrad, pues, porque lleguéis
a besar las plantas reales
de su reina Falerina,
y ver qué castigo os mande
dar por estar aquí dentro.

ZULEMILLA:

¿Dónde estar el majestades
della reina bailarina?

SALVAJE:

Allá lo veréis.

JAQUES:

Agrajes,
no digas más.

SALVAJE:

Entrad presto
si no queréis que os arrastre.

LOS DOS:

[Aparte.]
¿Quién vio más penas que estar
a obediencias de un salvaje?
(Vanse.)