El león, el lobo y la zorra

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El león, el lobo y la zorra
de Félix María Samaniego


Trémulo y achacoso
A fuerza de años un León estaba; 
Hizo venir los médicos, ansioso 
De ver si alguno de ellos le curaba. 
De todas las especies y regiones 
Profesores llegaban a millones. 
Todos conocen incurable el daño; 
Ninguno al Rey propone el desengaño; 
Cada cual sus remedios le procura, 
Como si la vejez tuviese cura.
Un Lobo cortesano
Con tono adulador y fin torcido 
Dijo a su Soberano:
«He notado, Señor, que no ha asistido 
La Zorra como médico al congreso, 
Y pudiera esperarse buen suceso
De su dictamen en tan grave asunto.» 
Quiso su Majestad que luego al punto 
Por la posta viniese;
Llega, sube a palacio, y como viese 
Al Lobo, su enemigo, ya instruida 
De que él era autor de su venida, 
Que ella excusaba cautelosamente, 
Inclinándose al Rey profundamente, 
Dijo: «Quizá, Señor, no habrá faltado 
Quien haya mi tardanza acriminado; 
Mas será porque ignora
Que vengo de cumplir un voto ahora, 
Que por vuestra salud tenía hecho; 
Y para más provecho,
En mi viaje traté gentes de ciencia 
Sobre vuestra dolencia.
Convienen pues los grandes profesores 
En que no tenéis vicio en los humores, 
Y que sólo los años han dejado
El calor natural algo apagado; 
Pero éste se recobra y vivifica 
Sin fastidio, sin drogas de botica, 
Con un remedio simple, liso y llano, 
Que vuestra majestad tiene en la mano. 
A un Lobo vivo arránquenle el pellejo, 
Y mandad que os le apliquen al instante, 
Y por más que estéis débil, flaco y viejo, 
Os sentiréis robusto y rozagante,
Con apetito tal, que sin esfuerzo
El mismo Lobo os servirá de almuerzo.» 
Convino el Rey, y entre el furor y el hierro 
Murió el infeliz Lobo como un perro.
Así viven y mueren cada día
En su guerra interior los palaciegos 
Que con la emulación rabiosa ciegos 
Al degüello se tiran a porfía. 
Tomen esta lección muy oportuna: 
Lleguen a la privanza enhorabuena, 
Mas labren su fortuna
Sin cimentarla en la desgracia ajena.