El libro talonario: 09
Escena IX
[editar]LUIS Y JUAN.
JUAN. ¡Vengo confundido, absorto!
¡Esto jamás me ha pasado!
LUIS. Pues ¿qué ocurre?
JUAN. Dar dinero
porque cuando llegue el amo
se avise que el amo llega,
o también para llevárselo
con pretextos e invenciones,
impidiendo que en el cuarto
de la señora penetre,
esto es natural y es claro.
¿No es verdad, señor don Luis?
Aunque yo soy hombre honrado
y tranquilo, y no me gustan
ni picardías ni escándalos,
tales cosas pasan hoy,
que no teniendo cerrados
los ojos preciso es verlas.
LUIS. Y bien, ¿qué?
JUAN. Pues voy al caso.
¡Caso nuevo, inverosímil;
digo más, extraordinario!
Entro, como usted ya sabe,
y allí me estaba esperando...
LUIS. ¿La señora?
JUAN. La doncella.
Pero es igual. El mandato
de la señora cumplía.
LUIS. ¿Y cuál era?
JUAN. ¡El más extraño!...
LUIS. ¿Acabarás?
Sí, señor;
sí, señor; voy acabando.
Me hizo aprender una historia
(Acercándose a LUIS y contando con mucho misterio.)
para contársela al amo
en el instante que llegue,
de la cual el inmediato
efecto será que aquí
de fijo entrará don Carlos.
¡Estando usted!
LUIS. ¡Insolente!
(Suena el reloj de la chimenea.)
JUAN. Oiga usted... ¡Ya son las cuatro!
(Pausa. JUAN procura recordar lo que ha de referir a CARLOS.)
Yo debo contar primero
que vino usted, y no cargo
mi conciencia, no señor,
ni a la estricta verdad falto:
porque tan vino esta noche
como que aun no se ha marchado.
Yo debo contar después,
que con la señora hablando
estuvo usted mucho tiempo,
lo cual también es exacto;
llegó usted dadas las doce
y ha poca dieron las cuatro.
Que en esa... conversación
la señora soltó el trapo
a llorar: verdad también:
suspiros, sollozos, llantos
escuché sin pretenderlo.
LUIS. ¡Tunante!
JUAN. ¡Si son los cuartos
tan pequeños en Madrid!
LUIS. Concluye.
JUAN. Pues de eso trato,
que el señor vendrá ya pronto.
Yo debo seguir contando
que usted se marchó, que tuvo
la señora largo rato
un fiero ataque de nervios,
y que poco después trajo
usted mismo unos papeles,
que Inesilla con recato
entregó a doña María,
la cual los tiene guardados.
En esto último no todo
es historia, pero al cabo
hay cierta aproximación
suficiente para el caso.
Que hubo papeles se ve,
(Mirando a la mesa.)
y sin duda usted los trajo.
El irse y el haber vuelto
no es difícil de arreglarlo,
para calmar mi conciencia
de hombre recto y timorato.
No se fué, lo reconozco.
Tampoco ha vuelto; esto es claro.
Son dos inexactitudes,
pero en sentido contrario.
¿No es lo mismo ir y volver
que quedarse? Pues al cabo
resulta desde la cruz
a la fecha mi relato
limpio, correcto, severo,
como cumple a un hombre honrado.
Y aquí tiene usted la historia
que debo contar al amo.
¿Usted qué opina, don Luis?
LUIS. La señora lo ha mandado,
y a ti obedecer te toca.
JUAN. Además un buen regalo
me ha prometido.
LUIS. ¡Adelante!
JUAN. (Aparte.)
¡Y también él quiere!... Vamos,
no lo entiendo. (Alto.)
¡Un coche llega!
El es, sí; viene don Carlos.
(Sale.)