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El mejor alcalde, el Rey/Acto II

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Acto I
El mejor alcalde, el Rey
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II


Salen DON TELLO y ELVIRA.
ELVIRA

  ¿De qué sirve atormentarme,
Tello, con tanto rigor?
¿Tú no ves que tengo honor,
y que es cansarte y cansarme?

DON TELLO

Basta; que das en matarme,
con ser tan áspera y dura.

ELVIRA

Volverme, Tello, procura
a mi esposo.

DON TELLO

No es tu esposo;
ni un villano, aunque dichoso,
digno de tanta hermosura.
  Mas cuando yo Sancho fuera,
y él fuera yo, dime, Elvira,
¿cómo el rigor de tu ira
tratarme tan mal pudiera?
Tu crueldad, ¿no considera
que esto es amor?

ELVIRA

No, señor;
que amor que pierde al honor
el respeto, es vil deseo,
y siendo apetito feo,
no puede llamarse amor.
  Amor se funda en querer
lo que quiere quien desea;
que amor que casto no sea,
ni es amor ni puede ser.

DON TELLO

¿Cómo no?

ELVIRA

¿Quiéreslo ver?
Anoche, Tello, me viste.
Pues, tan presto me quisiste
que apenas consideraste
qué fue lo que deseaste,
qué es en lo que amor consiste.
  Nace amor de un gran deseo.
Luego, va creciendo amor
por los pasos del favor
al fin de su propio empleo.
Y en ti, según lo que veo,
no es amor, sino querer
quitarme a mí todo el ser
que me dio el cielo en la honra.
Tú procuras mi deshonra,
y yo me he de defender.

DON TELLO

  Pues hallo en tu entendimiento,
como en tus brazos, defensa,
oye un argumento.

ELVIRA

Piensa
que no ha de haber argumento
que venza mi firme intento.

DON TELLO

¿Dices que no puede ser
ver, desear y querer?

ELVIRA

  Es verdad.

DON TELLO

Pues dime, ingrata,
¿cómo el basilisco mata
con sólo llegar a ver?

ELVIRA

  Ése es sólo un animal.

DON TELLO

Pues ése fue tu hermosura.

ELVIRA

Mal pruebas lo que procura
tu ingenio.

DON TELLO

¿Yo pruebo mal?

ELVIRA

El basilisco mortal
mata teniendo intención
de matar; y es la razón
tan clara, que mal podía
matarte, cuando te vía,
para ponerte afición.
  Y no traigamos aquí
más argumentos, señor.
Soy mujer y tengo amor:
nada has de alcanzar de mí.

DON TELLO

¿Puédese creer que así
responda una labradora?
Pero confiésame ahora
que eres necia en ser discreta,
pues viéndote tan perfeta,
cuanto más, más me enamora.
  Y ¡ojalá fueras mi igual!
Mas, bien ves que tu bajeza
afrentara mi nobleza,
y que pareciera mal
juntar brocado y sayal.
Sabe Dios, si amor me esfuerza,
que mi buen intento tuerza:
pero ya el mundo trazó
estas leyes, a quien yo
he de obedecer por fuerza.


Sale FELICIANA.
FELICIANA

  Perdona, hermano, si soy
más piadosa que quisieras.
Espera, ¿de qué te alteras?

DON TELLO

¡Qué necia estás!

FELICIANA

Necia estoy;
  pero soy, Tello, mujer,
y es terrible tu porfía.
Deja que pase algún día;
que llegar, ver y vencer,
  no se entiende con amor,
aunque César de amor seas.

DON TELLO

¿Es posible que tú seas
mi hermana?

FELICIANA

¡Tanto rigor
  con una pobre aldeana!

(Llaman.)
ELVIRA

Señora, doleos de mí.

FELICIANA

Tello, si hoy no dijo sí,
podrá decirlo mañana.
  Ten paciencia; que es crueldad
que los dos no descanséis.
Descansad, y volveréis
a la batalla.

DON TELLO

¿Es piedad
  quitarme la vida a mí?

(Llaman.)
FELICIANA

Calla, que estás enojado.
Elvira no te ha tratado,
tiene vergüenza de ti.
  Déjala estar unos días
contigo en conversación,
y conmigo; que es razón.

ELVIRA

Puedan las lágrimas mías
  moveros, noble señora,
a interceder por mi honor.

(Llaman.)


FELICIANA

Sin esto, advierte, señor,
que debe de haber una hora
  que están llamando a la puerta
su viejo padre y su esposo,
y que es justo y aun forzoso
que la hallen los dos abierta,
  porque, si no entran aquí,
dirán que tienes a Elvira.

DON TELLO

Todos me mueven a ira.
Elvira, escóndete ahí;
  y entren esos dos villanos.

ELVIRA

¡Gracias a Dios que me dejas
descansar!

DON TELLO

¿De qué te quejas
si me has atado las manos?


Escóndese [ELVIRA].
FELICIANA

  ¡Hola!

CELIO

(Dentro.)
Señora...

FELICIANA

Llamad
esos pobres labradores.
Trátalos bien, y no ignores
que importa a tu calidad.


Salen NUÑO y SANCHO.
NUÑO

  Besando el suelo de tu noble casa
-que de besar tus pies somos indinos-
venimos a decirte lo que pasa,
si bien con mal formados desatinos.
Sancho, señor, que con mi Elvira casa,
de quien los dos habíais de ser padrinos,
viene a quejarse del mayor agravio
que referirte puede humano labio.

SANCHO

  Magnánimo señor, a quien las [frentes]
humillan estos montes coronados
de nieve, que bajando en puras fuentes,
besan tus pies en estos verdes prados:
por consejo de Nuño y sus parientes,
en tu valor divino confiados,
te vine a hablar y te pedí licencia,
y honraste mi humildad con tu presencia.
  Haber estado en esta casa, creo
que obligue tu valor a la venganza
de caso tan atroz, inorme y feo,
que [a] la nobleza de tu nombre alcanza.
Si alguna vez amor algún deseo
trujo la posesión a tu esperanza,
y al tiempo de gozarla la perdieras,
considera, señor, lo que sintieras.

SANCHO

  Yo, sólo labrador en la campaña,
y en el gusto del alma caballero,
y no tan enseñado a la montaña,
que alguna vez no juegue el limpio acero,
oyendo nueva tan feroz y estraña,
no fui, ni pude, labrador grosero:
sentí el honor con no haberle tocado,
que quien dijo de sí, ya era casado.
  Salí a los campos, y a la luz que excede
a las estrellas, que miraba en vano,
a la luna veloz, que retrocede
las aguas y las crece al Océano.
«Dichosa -dije- tú, que no te puede
quitar el sol ningún poder humano,
con subir cada noche donde subes,
aunque vengan con máscaras las nubes.»
  Luego, volviendo a los desiertos prados,
durmiendo con los álamos de Alcides,
las yedras vi con lazos apretados,
y con los verdes pámpanos las vides.
«¡Ay! -dije-, ¿cómo estáis tan descuidados?
Y tú, grosero, ¿cómo no divides,
villano labrador, estos amores,
cortando ramas y rompiendo flores?»
  Todo duerme seguro. Finalmente,
me robaron, [señor], mi prenda amada,
y allí me pareció que alguna fuente
lloró también y murmuró turbada.

SANCHO

Llevaba yo -¡cuán lejos de valiente!-
con rota vaina una mohosa espada;
llegué al árbol más alto, y a reveses
y tajos [le] igualé a [las bajas] mieses.
  No porque el árbol me robase a Elvira,
mas porque fue tan alto y arrogante,
que a los demás como a pequeños mira:
tal es la fuerza de un feroz gigante.
Dicen en el lugar -pero es mentira,
siendo quien eres tú-, que, ciego amante
de mi mujer, autor del robo fuiste,
y que en tu misma casa la escondiste.
  «¡Villanos -dije yo-, tened respeto!;
don Tello, mi señor, es gloria y honra
de la casa de Neira, y, en efeto,
es mi padrino, y quien mis bodas honra.»
Con esto, tú piadoso, tú discreto,
no sufrirás la tuya y mi deshonra;
antes harás volver, la espada en puño,
a Sancho su mujer, su hija a Nuño.

DON TELLO

  Pésame gravemente, Sancho amigo,
de tal atrevimiento, y en mi tierra
no quedará el villano sin castigo
que la ha robado y en su casa encierra.
Solicita tú y sabe qué enemigo,
con loco amor, con encubierta guerra,
nos ofende a los dos con tal malicia;
que, si se sabe, yo te haré justicia.
  Y a los villanos que de mí murmuran
haré azotar por tal atrevimiento.
Idos con Dios.

SANCHO

Mis celos se aventuran.

NUÑO

Sancho, tente, por Dios.

SANCHO

Mi muerte intento.

DON TELLO

Sabedme por allá los que procuran
mi deshonor.

SANCHO

¡Estraño pensamiento!

DON TELLO

Yo no sé dónde está, porque, a sabello,
os la diera, por vida de don Tello.


Sale ELVIRA,
y pónese en medio DON TELLO.
ELVIRA

  Si sabe, esposo; que aquí
me tiene Tello escondida.

SANCHO

¡Esposa, mi bien, mi vida!

DON TELLO

¿Esto has hecho contra mí?

SANCHO

¡Ay, cuál estuve por ti!

NUÑO

¡Ay, hija, cuál me has tenido!
El juicio tuve perdido.

DON TELLO

¡Teneos, apartaos, villanos!

SANCHO

Déjame tocar sus manos;
mira que soy su marido.

DON TELLO

  ¡Celio, Julio! ¡Hola! Crïados,
estos villanos matad.

FELICIANA

Hermano, con más piedad;
mira que no son culpados.

DON TELLO

Cuando estuvieran casados,
fuera mucho atrevimiento.
¡Matadlos!

SANCHO

Yo soy contento
de morir y no vivir,
aunque es tan fuerte el morir.

ELVIRA

Ni vida ni muerte siento.

SANCHO

  Escucha, Elvira, mi bien,
yo me dejaré matar.

ELVIRA

Yo ya me sabré guardar
aunque mil muertes me den.

DON TELLO

¿Es posible que se estén
requebrando? ¿Hay tal rigor?
¡Ah, Celio, Julio!


Salen CELIO y JULIO.
JULIO

Señor.

DON TELLO

¡Matadlos a palos!

CELIO

¡Mueran!

(Échanlos a palos.)



DON TELLO

En vano remedio esperan
tus quejas de mi furor.
  Ya pensamiento tenía
de volverte, y tan airado
estoy en ver que has hablado
con tan notable osadía,
que por fuerza has de ser mía,
o no he de ser yo quien fui.

FELICIANA

Hermano, que estoy aquí.

DON TELLO

He de forzalla o matalla.

FELICIANA

¿Cómo es posible libralla
de un hombre fuera de sí?

(Vanse.)



Salen CELIO y JULIO
tras SANCHO y NUÑO.
JULIO

  Ansí pagan los villanos
tan grandes atrevimientos.

CELIO

¡Salgan fuera de palacio!

CRIADOS

¡Salgan!

Vanse.
SANCHO

Matadme, escuderos.
¡No tuviera yo una espada!

NUÑO

Hijo, mira que sospecho
que este hombre te ha de matar,
atrevido y descompuesto.

SANCHO

Pues, ¿será bueno vivir?

NUÑO

Mucho se alcanza viviendo.

SANCHO

¡Vive Dios, de no quitarme
de los umbrales que veo,
aunque me maten!; que vida
sin Elvira no la quiero.

NUÑO

Vive, y pedirás justicia;
que rey tienen estos reinos,
o en grado de apelación
la podrás pedir al cielo.


Sale PELAYO.
PELAYO

Aquí están.

SANCHO

¿Quién es?

PELAYO

Pelayo,
todo lleno de contento,
que os viene a pedir albricias.

SANCHO

¿Cómo albricias a este tiempo?

PELAYO

Albricias, digo.

SANCHO

¿De qué,
Pelayo, cuando estoy muerto,
y Nuño espirando?

PELAYO

¡Albricias!

NUÑO

¿No conoces a este necio?

PELAYO

Elvira pareció ya.

SANCHO

¡Ay padre! ¿Si la habrán vuelto?
¿Qué dices, Pelayo mío?

PELAYO

Señor, dice todo el puebro
que desde anoche a las doce
está en casa de don Tello.

SANCHO

¡Maldito seas, amén!

PELAYO

Y que tienen por muy cierto
que no la quiere volver.

NUÑO

Hijo, vamos al remedio.
El rey de Castilla, Alfonso,
por sus valerosos hechos,
reside agora en León.
Pues es recto y justiciero,
parte allá y informarásle
deste agravio; que sospecho
que nos ha de hacer justicia.

SANCHO

¡Ay, Nuño! Tengo por cierto
que el rey de Castilla, Alfonso,
es un príncipe perfeto;
mas, ¿por dónde quieres que entre
un labrador tan grosero?
¿Qué corredor de palacio
osará mi atrevimiento
pisar? ¿Qué portero, Nuño,
permitirá que entre dentro?
Allí, a la tela, al brocado,
al grave acompañamiento
abren las puertas, y tienen
razón, que yo lo confieso.
Pero a la pobreza, Nuño,
sólo dejan los porteros
que miren las puertas y armas,
y esto ha de ser desde lejos.
Iré a León y entraré
en palacio, y verás luego
cómo imprimen en mis hombros
de las cuchillas los cuentos.
Pues, ¡andar con memoriales,
que tome el rey! ¡Santo y bueno!
Haz cuenta que, de sus manos,
en el olvido cayeron.
Volveréme habiendo visto
las damas y caballeros,
la iglesia, el palacio, el parque,
los edificios... y pienso
que traeré de allá mal gusto
para vivir entre tejos,
robles y encinas, adonde
canta el ave y ladra el perro.
No, Nuño, no aciertas bien.

NUÑO

Sancho, yo sé bien si acierto.
Ve a hablar al rey Alfonso;
que si aquí te quedas, pienso
que te han de quitar la vida.

SANCHO

Pues eso, Nuño, deseo.

NUÑO

Yo tengo un rocín castaño,
que apostará con el viento
sus crines contra sus alas,
sus clavos contra su freno.
Parte en él, y irá Pelayo
en aquel pequeño overo
que suelo llevar al campo.

SANCHO

Por tu gusto te obedezco.
Pelayo, ¿irás tú conmigo
a la corte?

PELAYO

Y tan contento
de ver lo que nunca he visto,
Sancho, que los pies te beso.
Dícenme acá, de la corte,
que con huevos y torreznos
empiedran todas las calles,
y tratan los forasteros
como si fueran de Italia
de Flandes o de Marruecos.
Dicen que es una talega
donde junta los trebejos
para jugar la fortuna,
tanto blancos como negros.
Vamos, por Dios, a la corte.

SANCHO

Padre, adiós; partirme quiero.
Échame tu bendición.

NUÑO

Hijo, pues eres discreto,
habla con ánimo al rey.

SANCHO

Tú sabrás mi atrevimiento.
Partamos.

NUÑO

¡Adiós, mi Sancho!

SANCHO

¡Adiós, Elvira!

PELAYO

¡Adiós, puercos!

Vanse y salen TELLO y FELICIANA.
DON TELLO

  ¡Que no pueda conquistar
desta mujer la belleza!

FELICIANA

Tello, no hay que porfiar,
porque es tanta su tristeza
que no deja de llorar.
  Si en esta torre la tienes,
¿es posible que no vienes
a considerar mejor
que, aunque te tuviera amor,
te había de dar desdenes?
  Si la tratas con crueldad,
¿cómo ha de quererte bien?
Advierte que es necedad
tratar con rigor a quien
se llega a pedir piedad.

DON TELLO

  ¡Que sea tan desgraciado
que me vea despreciado,
siendo aquí el más poderoso,
el más rico y dadivoso!

FELICIANA

No te dé tanto cuidado,
  ni estés por una villana
tan perdido.

DON TELLO

¡Ay, Feliciana,
que no sabes qué es amor,
ni has probado su rigor!

FELICIANA

Ten paciencia hasta mañana;
  que yo la tengo de hablar,
a ver si puedo ablandar
esta mujer.

DON TELLO

Considera
que no es mujer, sino fiera,
pues me hace tanto penar.
  Prométela plata y oro,
joyas y cuánto quisieres.
Di que la daré un tesoro;
que a dádivas, las mujeres
suelen guardar más decoro.
  Di que la regalaré,
y dile que la daré
un vestido tan galán
que gaste el oro a Milán
desde su cabello al pie;
  que si remedia mi mal,
la daré hacienda y ganado,
y que, si fuera mi igual...
[que ya me hubiera casado].

FELICIANA

¿Posible es que diga tal?

DON TELLO

  Sí, hermana, que estoy de suerte
que me tengo de dar muerte,
o la tengo de gozar,
y de una vez acabar
con dolor tan grave y fuerte.

FELICIANA

  Voy a hablarla, aunque es en vano.

DON TELLO

¿Por qué?

FELICIANA

Porque una mujer
que es honrada, es caso llano.
que no la podrá vencer
ningún interés humano.

DON TELLO

  Ve presto, y da a mi esperanza
alivio; que si no alcanza
mi fe lo que ha pretendido,
el amor que le he tenido
se ha de trocar en venganza.

(Vanse.)



Sale el REY y el CONDE
y DON ENRIQUE y acompañamiento.
REY

  Mientras que se apercibe
mi partida a Toledo, y me responde
el de Aragón, que vive
ahora en Zaragoza, sabed, conde,
si están ya despachados
todos los pretendientes y soldados;
  y mirad si hay alguno
también que quiera hablarme.

CONDE

No ha quedado
por despachar ninguno.

DON ENRIQUE

Un labrador gallego he visto echado
a esta puerta, y bien triste.

REY

Pues, ¿quién a ningún pobre la resiste?
  Id, Enrique de Lara,
y traedle vos mismo a mi presencia.

CONDE

¡Virtud heroica y rara!
¡Compasiva piedad, suma clemencia!
¡Oh ejemplo de los reyes,
divina observación de santas leyes!

Salen [DON] ENRIQUE,
SANCHO y PELAYO.
DON ENRIQUE

  Dejad las azagayas.

SANCHO

A la pared, Pelayo, las arrima.

PELAYO

Con pie derecho vayas.

SANCHO

¿Cuál es el rey, señor?

DON ENRIQUE

Aquel que arrima
la mano agora al pecho.

SANCHO

Bien puede, de sus obras satisfecho.
  Pelayo, no te asombres.

PELAYO

Mucho tienen los reyes del invierno;
que hacen temblar los hombres.

SANCHO

Señor...

REY

Habla, sosiega.

SANCHO

Que el gobierno
de España agora tienes...

REY

Dime quién eres y de dónde vienes.

SANCHO

  Dame a besar tu mano,
porque ennoblezca mi grosera boca,
príncipe soberano;
que si mis labios, aunque indignos, toca,
yo quedaré discreto.

REY

¿Con lágrimas la bañas? ¿A qué efeto?

SANCHO

  Mal hicieron mis ojos,
mas propuso la boca su querella,
y quieren darla enojos,
para que vuestra mano en ella,
diera justo castigo
a un hombre poderoso, mi enemigo.

REY

  Esfuérzate y no llores;
que aunque en mí la piedad es muy propicia,
para que no lo ignores,
también doy atributo a la justicia.
Di quién te hizo agravio;
que quien el pobre ofende, nunca es sabio.

SANCHO

  Son niños los agravios,
y son padres los reyes: no te espantes
que hagan con los labios,
en viéndolos, pucheros semejantes.

REY

[Aparte.]
(Discreto me parece:
primero que se queja me enternece.)

SANCHO

  Señor, yo soy hidalgo,
si bien pobre: mudanzas de fortuna,
porque con ellas salgo
desde el calor de mi primera cuna.
Con este pensamiento,
quise mi igual en justo casamiento;
  mas, como siempre yerra
quien de su justa obligación se olvida,
al señor desta tierra,
que don Tello de Neira se apellida,
con más llaneza que arte,
pidiéndole licencia, le di parte.
  Liberal la concede,
y en las bodas me sirve de padrino;
mas el amor, que puede
obligar al más cuerdo a un desatino,
le ciega y enamora,
señor, de mi querida labradora.
  No deja desposarme,
y aquella noche con armada gente
la roba, sin dejarme,
vida que viva, protección que intente,
fuera de vos y el cielo,
a cuyo tribunal sagrado apelo.
  Que, habiéndola pedido
con lágrimas su padre y yo, tan fiero,
señor, ha respondido,
que vieron nuestros pechos el acero,
y, siendo hidalgos nobles,
las ramas, las entrañas de los robles.

REY

  Conde.

CONDE

Señor.

REY

Al punto
tinta y papel. Llegadme aquí una silla.

Sacan un bufete y recado de escribir,
y siéntase el REY a escribir.
CONDE

Aquí está todo junto.

SANCHO

[Aparte.]
(¡Su gran valor espanta y maravilla!
Al rey hablé, Pelayo.)

PELAYO

Él es hombre de bien, ¡voto a mi sayo!

SANCHO

  ¿Qué entrañas hay crüeles
para el pobre?

PELAYO

Los reyes castellanos
deben de ser ángeles.

SANCHO

¿Vestidos no los ves como hombres llanos?

PELAYO

De otra manera había
un rey que Tello en un tapiz tenía:
  la cara abigarra[r]a
y la calza caída a media pierna,
y en la mano una vara,
y un tocado a manera de linterna,
con su corona de oro,
y un barboquejo, como turco o moro.
  Yo preguntéle a un paje
quién era aquel señor de tanta fama,
que me admiraba el traje;
y respondióme: «El rey Baúl se llama.»

SANCHO

¡Necio! Saúl diría.

PELAYO

[Baul, cuando al Badil] matar quería.

SANCHO

  David, su yerno era.

PELAYO

Sí; que en la igreja predicaba el cura
que le dio en la mollera
con una de Moisén lágrima dura
a un gigante que olía.

SANCHO

Golías, bestia.

PELAYO

El cura lo decía.

REY

  Conde, esa carta cerrad.
¿Cómo es tu nombre, buen hombre?

SANCHO

Sancho, señor, es mi nombre,
que a los pies de tu piedad
  pido justicia de quien
en su poder confiado,
a mi mujer me ha quitado,
y me quitara también
  la vida, si no me huyera.

REY

¿Que es hombre tan poderoso
en Galicia?

SANCHO

Es tan famoso,
que desde aquella ribera
  hasta la romana torre
de Hércules es respetado:
si está con un hombre airado,
sólo el cielo le socorre.
  Él pone y él quita leyes,
que éstas son las condiciones
de soberbios infanzones
que están lejos de los reyes.

CONDE

  La carta está ya cerrada.

REY

Sobreescribidla a don Tello
de Neira.

SANCHO

Del mismo cuello
me quitas, señor, la espada.

REY

  Esa carta le darás,
con que te dará tu esposa.

SANCHO

De tu mano generosa,
¿hay favor que llegue a más?

REY

  ¿Veniste a pie?

SANCHO

No, señor,
que en dos rocines venimos
Pelayo y yo.

PELAYO

Y los corrimos
como el viento, y aun mijor.
  Verdad es que tiene el mío
unas mañas no muy buenas:
déjase subir apenas,
échase en arena o río,
  corre como un maldiciente,
come más que un estudiante,
y en viendo un mesón delante,
o se entra o se para enfrente.

REY

  Buen hombre sois.

PELAYO

Soy, en fin,
quien por vos su patria deja.

REY

¿Tenéis vos alguna queja?

PELAYO

Sí, señor, deste rocín.

REY

  Digo, que os cause cuidado.

PELAYO

Hambre tengo, si hay cocina
por acá...

REY

¿Nada os inclina
de cuanto aquí veis colgado,
  que a vuestra casa llevéis?

PELAYO

No hay allá donde ponello:
enviádselo a don Tello,
que tien desto cuatro o seis.

REY

  ¡Qué gracioso labrador!
¿Qué sois allá en vuestra tierra?

PELAYO

Señor, ando por la sierra,
cochero soy del señor.

REY

  ¿Coches hay allá?

PELAYO

Que no;
soy quien guardo los cochinos.

REY

[Aparte.]
(¡Qué dos hombres peregrinos
aquella tierra juntó,
aquél con tal condición,
y éste con tanta ignorancia!)
Tomad vos.

(Danle un bolsillo.)
PELAYO

No es de importancia.

REY

Tomadlos, doblones son.
  Y vos, la carta tomad.
Y id en buen hora.

SANCHO

Los cielos
te guarden.

Va[n]se el REY y los caballeros.


PELAYO

¡Hola! Tomélos.

SANCHO

¿Dineros?

PELAYO

Y en cantidad.

SANCHO

  ¡Ay, mi Elvira! Mi ventura
se cifra en este papel,
que pienso que llevo en él
libranza de tu hermosura.

(Vanse y sale[n] DON TELLO y CELIO.)
CELIO

  Como me mandaste, fui
a saber de aquel villano,
y aunque lo negaba Nuño,
me lo dijo amenazado.
No está en el valle, que ha días
que anda ausente.

DON TELLO

¡Estraño caso!

CELIO

Dice que es ido a León.

DON TELLO

¡A León!

CELIO

Y que Pelayo
le acompañaba.

DON TELLO

¿A qué efeto?

CELIO

A hablar al rey.

DON TELLO

¿En qué caso?
Él no es de Elvira marido,
[para que yo le haga] agravio
cuando se quejara Nuño,
estuviera disculpado,
pero ¡Sancho!

CELIO

Esto me han dicho
pastores de tus ganados;
y como el mozo es discreto,
y tiene amor, no me espanto,
señor, que se haya atrevido.

DON TELLO

Y, ¿no habrá más de en llegando
hablar a un rey de Castilla?

CELIO

Como Alfonso se ha criado
en Galicia con el conde
don Pedro de Andrada y Castro,
no le negará la puerta,
por más que sea hombre bajo,
a ningún gallego.

(Llaman.)
DON TELLO

Celio,
mira quién está llamando.
¿No hay pajes en esta sala?

CELIO

¡Vive Dios, señor, que es Sancho,
este mismo labrador
de quien estamos hablando!

DON TELLO

¿Hay mayor atrevimiento?

CELIO

Así vivas muchos años,
que veas lo que te quiere.

DON TELLO

Di que entre, que aquí le aguardo.

Entran [SANCHO y PELAYO].
SANCHO

Dame, gran señor, los pies.

DON TELLO

¿Adónde, Sancho, has estado,
que ha días que no te he visto?

SANCHO

A mí me parecen años,
señor, viendo que tenías
sea porfía en que has dado,
o sea amor a mi Elvira.
Fui [a] hablar al rey castellano,
como supremo jüez
para deshacer agravios.

DON TELLO

Pues, ¿qué dijiste de mí?

SANCHO

Que habiéndome yo casado,
me quitaste mi mujer.

DON TELLO

¿Tu mujer? ¡Mientes, villano!
¿Entró el cura aquella noche?

SANCHO

No, señor, pero de entrambos
sabías voluntades.

DON TELLO

Si nunca os tomó las manos,
¿cómo puede ser que sea
matrimonio?

SANCHO

Yo no trato
de si es matrimonio o no.
Aquesta carta me ha dado,
toda [escrita] de su letra.

DON TELLO

De cólera estoy temblando.
(Lee.)
«En recibiendo ésta, daréis a ese
pobre labrador la mujer que le habéis
quitado, sin réplica ninguna;
y advertid que los buenos vasallos
se conocen lejos de los reyes,
y que los reyes nunca están lejos
para castigar los malos. EL REY.»
Hombre, ¿qué has traído aquí?

SANCHO

Señor, esa carta traigo
que me dio el rey.

DON TELLO

¡Vive Dios,
que de mi piedad me espanto!
¿Piensas, villano, que temo
tu atrevimiento en mi daño?
¿Sabes quién soy?

SANCHO

Sí, señor,
y en tu valor confiado,
traigo esta carta, que fue,
no, cual piensas, en tu agravio,
sino carta de favor
del señor rey castellano,
para que me des mi esposa.

DON TELLO

Advierte que, respetando
la carta, a ti y al que viene
contigo...

PELAYO

¡San Blas! ¡San Pablo!

DON TELLO

... no os cuelgo de dos almenas.

PELAYO

Sin ser día de mi santo,
es muy bellaca señal.

DON TELLO

Salid luego de palacio,
y no paréis en mi tierra,
que os haré matar a palos.
Pícaros, villanos, gente
de solar humilde y bajo,
¡conmigo...!

PELAYO

Tiene razón;
que es mal hecho haberle dado
ahora esta pesadumbre.

DON TELLO

Villano, si os he quitado
esa mujer, soy quien soy,
y aquí reino en lo que mando,
como el rey en su Castilla;
que no deben mis pasados
a los suyos esta tierra;
que a los moros la ganaron.

PELAYO

Ganáronsela a los moros,
y también a los cristianos
y no debe nada al rey.

DON TELLO

Yo soy quien soy...

PELAYO

¡San Macario!

DON TELLO

Y por aquesto no tomo
venganza con propias manos.
¡Dar a Elvira! ¡Qué es Elvira!
¡Matadlos! Pero... dejadlos;
que en villanos es afrenta
manchar el acero hidalgo.

PELAYO

No le manche, por su vida.

(Vase.)


SANCHO

¿Qué te parece?

PELAYO

Que estamos
desterrados de Galicia.

SANCHO

Pierdo el seso imaginando
que éste no obedezca al rey
por tener cuatro vasallos.
Pues ¡vive Dios...!

PELAYO

Sancho, tente,
que siempre es consejo sabio,
ni pleitos con poderosos
ni amistades con criados.

SANCHO

Volvámonos a León.

PELAYO

Aquí los doblones traigo
que me dio el rey; vamos luego.

SANCHO

Diréle lo que ha pasado.
¡Ay, mi Elvira! ¡Quién te viera!
Salid, suspiros, y en tanto
que vuelvo, decid que muero
de amores.

PELAYO

Camina, Sancho,
que éste no ha gozado a Elvira.

SANCHO

¿De qué lo sabes, Pelayo?

PELAYO

De que nos la hubiera vuelto
cuando la hubiera gozado.

(Vanse.)