El nacimiento de Cristo/Acto I

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El nacimiento de Cristo
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Salga la SIERPE con alas de dragón, cabellos largos, y sobre ellos una cabeza de culebra, y la SOBERBIA con él y la HERMOSURA.
SIERPE:

  Soberbia, mi eterno amigo,
y tú, mi amada Hermosura,
que caísteis por castigo
de aquella divina altura
precipitadas conmigo:
  vivo en mi opinión tan firme,
que a un primero movimiento
no tengo de arrepentirme;
porque al arrepentimiento
no puede Dios persuadirme.
  Verdad es que no lo intenta;
pero, cuando lo intentara,
fuera mi obediencia exenta,
y le dijera en su cara
que era arrepentirme afrenta.
  De ser opuestos los dos
a tal grandeza me animo,
que en mi tormento con vos,
ser vuestra cabeza estimo
más que ser los pies de Dios.
  Sabed que Dios...

SOBERBIA:

Si comienzas
por Dios, Serpiente feroz,
gran mal hay.

HERMOSURA:

No me convenzas
con algún suceso atroz;
que haré víboras mis trenzas.
  ¿Con Dios vuelven pesadumbres?
Y ¿a dónde puedes caer?
Ni a aquellas celestes cumbres
eternamente volver,
por más que tu cuello encumbres.
  ¿Qué te quiere Dios a ti?

SIERPE:

El Emperador supremo,
que temo y que no temí,
(si puede decir que temo,
y que hay penas para mí),
  a dos Reyes que ha criado,
el cetro del inundo ha dado,
y en aqueste Paraíso
palacio formarles quiso,
más verde al fin que dorado.
  La casa que les ha puesto
es por notable excelencia,
y, para decirlo presto,
de la Gracia y la Inocencia
está su alcázar compuesto.
  Y anduvo tan liberal,
que todo cuanto ha criado
comen con licencia igual;
solamente ha reservado
el árbol del bien y el mal.
  Mas en esta, concesión
tengo fundado su daño.

SOBERBIA:

¿Cómo?

SIERPE:

Escucha la invención.

HERMOSURA:

Si es de tu ingenio el engaño,
los Reyes esclavos son.

SIERPE:

  ¿Dios no les puso precepto?

SOBERBIA:

Sí puso.

SIERPE:

Pues en quebrarle,
¿no queda el hombre sujeto
a su desgracia?

HERMOSURA:

Y es darle
enojo a Dios, en efecto,
  y si castigado el tuyo
también por inobediencia,
no liará menos por el suyo.

SIERPE:

Esto quiere diligencia.

SOBERBIA:

Della tu remedio arguyo.

SIERPE:

  ¡Envidia!

(Sale ENVIDIA con un corazón en las manos, ceñida la cabeza de culebras.)
ENVIDIA:

Ya estoy aquí;
que bien sabes que no puedo
faltar un punto de ti.

SIERPE:

Envidia, perdido quedo.

ENVIDIA:

¿Es por estos Reyes?

SIERPE:

Sí.

ENVIDIA:

  Hermosos los ha criado
el Emperador.

SIERPE:

Yo he sido
cedro hermoso levantado,
yo fui aurora y sol vestido
de luz, y estoy eclipsado.
  Mira qué conchas tan fieras,
y pise con mil diamantes
las celestiales vidrieras.

ENVIDIA:

Sé quién fuiste.

SIERPE:

No te espantes
si igual a mi ejemplo esperas.
  ¿Ves este árbol?

ENVIDIA:

Bien le veo.

SIERPE:

Pues encantarlos deseo
con una manzana de él.

ENVIDIA:

¿Y qué han de perder por él?

SIERPE:

El reino que ya poseo.

ENVIDIA:

  ¿Luego ya le cuentas tuyo?

SIERPE:

Claro está.

HERMOSURA:

Quedo, que vienen.

SOBERBIA:

¡Brava corte!

SIERPE:

Todo es suyo.

ENVIDIA:

Divina hermosura tienen.

SIERPE:

A la gracia contribuyo.

ENVIDIA:

  ¡Que estos ganen lo que pierdes!

HERMOSURA:

Lo perdido no lo acuerdes.

SIERPE:

Déjame tú hacer a mí.

ENVIDIA:

Escóndete.

SIERPE:

¿A dónde?

ENVIDIA:

Aquí,
entre estos árboles verdes.

(Salen el rey ADÁN y la reina EVA, con música y vengan con ellos la INOCENCIA, vestida de villano, y la GRACIA, de blanco.)
ADÁN:

  Aquí, Reina, en esta alfombra
de hierba y flores te asienta.

INOCENCIA:

Eso, a la fe, me contenta:
Reina, señora, la nombra.

GRACIA:

  ¿Pues no ves que es su mujer,
carne de su carne y hueso
de sus huesos?

INOCENCIA:

Y aun por eso,
porque es como ser su ser,
  lindos requiebros se dicen.

GRACIA:

Dos en una carne son.

INOCENCIA:

Dure mil años la unión,
y en esta paz se eternicen.

GRACIA:

  Por la Reina dejaría
el Rey a su padre y madre.

INOCENCIA:

Ninguno nació con padre;
poco en dejarlos haría.
  Y a la fe, señor Adán,
que, aunque de gracia bizarro,
que los príncipes del barro
notable pena me dan.
  Bravo artificio tenía
vuestro soberano dueño
cuando un mundo, aunque pequeño,
hizo de barro en un día.

GRACIA:

  Quien los dos mundos mayores
pudo hacer con su palabra,
¿qué mucho que rompa y abra
en la tierra estas labores?
  ¿No ves las lámparas bellas
que de los cielos colgó?

INOCENCIA:

Como de flores sembró
la tierra, el cielo de estrellas.

GRACIA:

  Mira cómo va poniendo
nombres Adán a las aves,
que con sus picos suaves
van el nombre agradeciendo.

(Echen a volar muchas aves diferentes, y vaya diciendo {{Pt|ADÁN:|)
ADÁN:

  Águila aquella se nombre,
estos ánades, aquellos
cisnes.

EVA:

¡Qué pájaros bellos!

ADÁN:

Sea neblíes su nombre.
  Esta paloma, aquel sea
cuervo.

INOCENCIA:

¿No os parece a vos,
gracia, que, con la de Dios,
la nieve parece fea?

ADÁN:

  Este se llama faisán,
y esos pardos, avestruces.

EVA:

Si a número los reduces,
casi infinitos serán.

ADÁN:

  Este se llama pavón.

INOCENCIA:

De estos, muchos mal nacidos,
viéndose en alto subidos,
hurtarán la condición.
  Mas no encubrirán los pies
con las plumas esmaltadas.

GRACIA:

Inocencia, no me agradas,
porque eso malicia es.

(Va saliendo la SIERPE.)
SIERPE:

  Es porque estoy aquí yo,
que le doy principios ya.

ADÁN:

Aquella, perdiz será.

INOCENCIA:

¿Quieres que la alcance?

GRACIA:

No.

INOCENCIA:

  Pues yo pienso que ha de ser
para comerla mejor.

ADÁN:

Aquel será ruiseñor.

INOCENCIA:

No le queráis parecer;
  que aunque soy señor del mundo,
seréis ruin si soy ingrato.

SIERPE:

Ya mi malicia dilato,
ya mis pensamientos fundo.

ADÁN:

  Aquel feroz animal
sea león, perro aquel.

INOCENCIA:

Y de la envidia cruel
mordiendo imagen igual.

ADÁN:

  Aquel será jabalí,
aquel conejo, aquel oso.

INOCENCIA:

Ya brama el mar espacioso;
¡qué de peces hay allí!

ADÁN:

  Focas, delfines, ballenas,
congrios, rayas y zafiros.

INOCENCIA:

¿Y estas que andan por los ríos?

ADÁN:

Truchas.

INOCENCIA:

Frescas serán buenas.

ADÁN:

  Pero cantad, que después
proseguiré lo demás.

INOCENCIA:

Oye estas voces; dirás
que cielo armónico es.

(Aquí canten los músicos y les hagan una danza y baile por estas diferencias.)
MÚSICA:

  El mayor señor del mundo,
rey de cuanto Dios formó,
con su amada esposa vino
en el estado mejor.
Acompaña a la Inocencia
la Gracia cine Dios le dio;
tiernos requiebros le dice
el día que se casó.
Bien haya quien hizo cadenicas, cadenas,
bien haya quien hizo cadenas de amor.
y responden las aves que vuelan
por el aire de dos en dos, de dos en dos:
vivan los casados, para en uno son.

(ADÁN se duerme al son de la MÚSICA, y dice durmiendo:)
ADÁN:

Divinos son tus secretos:
¡qué es esto que viendo estoy'
¿Tú, como hombre, Dios mío,
mi carne tomas, Señor?
¿Tu deidad juntas conmigo,
Dios humanado, y Dios yo?
Dios baja al suelo a ser hombre,
y el hombre sube a ser Dios.

(La MÚSICA prosigue y el baile.)
MÚSICA:

Bien haya quien hizo cadenicas, cadenas,
bien haya quien hizo cadenas de amor.
Y responden las aves que vuelan
por el aire de dos en dos:
vivan los casados, para en uno son.

(La SIERPE llega a la INOCENCIA y dice:)
SIERPE:

  ¡Ah del jardín!

INOCENCIA:

¿Quién va allá?

SIERPE:

Yo soy, Inocencia amiga.

INOCENCIA:

Si el nombre acaso os fatiga,
¿Adán no os le puso ya?

SIERPE:

  Nombre tengo, y aun primero
que el rey Adán fui criado.

INOCENCIA:

¿Primero? Estáis engañado.

SIERPE:

¿No veis que soy el lucero
  que al lado del sol salió,
y su corona quería
igualar al mismo día
que teda la luz perdió?

INOCENCIA:

  Yo pensaba que los Reyes
eran antiguos aquí.

SIERPE:

A Dios denantes oí
no se qué divinas leyes
  que me han parecido mal.

INOCENCIA:

¿Cosa que Dios hace?

SIERPE:

Sí.

INOCENCIA:

¿Pues quién sois?

SIERPE:

Quien tuvo en sí
valor para serle igual.

INOCENCIA:

  Vos sois el primer hereje
de cuantos habrá jamás,
y volved el paso atrás,
si queréis que vida os deje.

SIERPE:

  ¿Qué hace Adán?

INOCENCIA:

Durmiendo está
con una costilla menos.

SIERPE:

¡Oh, qué casados tan buenos!

GRACIA:

Entrándose adentro va.

INOCENCIA:

  No sé qué tiene de enguila,
y por eso se resbala.

SIERPE:

Quiero ser su maestresala;
¡oh hermosura! ¡oh maravilla
  del poder de Dios! ¡oh Madre
del mundo! ¡oh Eva!

EVA:

¿Quién es?

SIERPE:

¿No me ves?

GRACIA:

¡Qué feos pies!

SIERPE:

Aquel soberano padre
  de las lumbres cielo y tierra,
te hizo hermosa, y mostró
en el valor que te dio
el que tu poder encierra,
  del costado que es la silla
del corazón de los dos.

INOCENCIA:

Y no fue a costa de Dios.

GRACIA:

¿Pues de quién?

INOCENCIA:

De su costilla.

SIERPE:

  El árbol que os ha mandado
no comer, es con temor
que no igualéis el valor
del mismo que os ha criado.
  Que seréis Dioses como él;
sabréis tanto y podréis tanto...

INOCENCIA:

¡Mas que le doy con un canto!

SIERPE:

El día que comáis de él.
  A esto vengo, porque soy
de este jardín hortelano,
do él me puso de su mano
en la cabaña que estoy.
  Toma, toma una manzana:
dala al Rey, que ya despierta.

EVA:

No hay fruta en toda la huerta
más bella.

GRACIA:

¡Ay, Eva liviana!
  Así le engañas ahora,
y el necio no te resiste,
mas de su espalda saliste,
por eso fuiste traidora.

EVA:

  [-i]
Toma, comamos los dos
y seremos como Dios;
toma.

ADÁN:

Comeré por ti.

SIERPE:

  ¡Oh envidia, qué bien se ha hecho!
Aquí los quiero encantar.

ENVIDIA:

¡Qué bien tendrán que llorar!

SIERPE:

Hágales tan mal provecho
  como a nosotros, el ser
inobedientes a Dios.

GRACIA:

Despídome de los dos,
porque en llegando a ofender
  a la Majestad divina,
quedasteis en su desgracia.

INOCENCIA:

¿Dónde vas, Gracia? ¡Oye, Gracia!
¡Qué presurosa camina!

SOBERBIA:

  Poneos vos aqueste saco,
Inocencia, y sed Malicia.

INOCENCIA:

Ello fue justa justicia:
esto de ofenderla saco.

HERMOSURA:

  ¿Viste a los Reyes también?

SOBERBIA:

Ya los visto de villanos.
Póngales un capote pardo.

SIERPE:

Ved qué Dioses soberanos.

ADÁN:

Perdí por loco mi bien;
  ¿no ves que estamos desnudos,
y de la culpa vestidos?

EVA:

¡Ay! que quedamos perdidos,
y en lugar de sabios, rudos.

ADÁN:

  ¿Quién son aquestos que aquí
se burlan de nuestros daños?

SOBERBIA:

Encantados por cien años.

SIERPE:

¿Qué dices? ¿estás en ti?
  Más de cuatro mil serán
si a Dios enojado pinto
los que en este laberinto
encantados estarán.
  Vaya, músicos, también
un baile para nosotros.

MÚSICOS:

Vaya.

INOCENCIA:

En tanto, vosotros
llorad el perdido bien.

ADÁN:

  ¡Ay Dios, que me han trasformado
de inocente en pecador!

EVA:

Tal era el encantador
y el veneno que me ha dado.

INOCENCIA:

  Malicia soy, no Inocencia.

SOBERBIA:

Ea, pues, el baile vaya.

SIERPE:

Vaya,
Ea pues, les damos baya,
del pecado penitencia.

MÚSICA:

  Estaba la blanca niña
a sombras de una alameda,
en un bello paraíso,
a quien cuatro fuentes riegan.
Mandóle Dios que de un árbol,
que del bien y el mal la ciencia
tenía dentro de sí,
no comiese en la floresta.
Necio fue Adán, necia fue Eva
vayan cautivos el Rey y la Reina.
La serpiente maliciosa,
con la Envidia y la Soberbia,
por la flaqueza del hombre
vencieron su fortaleza.
Perdieron los dos la Gracia
desde hoy encantados quedan:
enojado viene Dios:
gran castigo les espera.
Necio fue Adán, necia fue Eva,
vayan cautivos el Rey y la Reina.

(Entre el EMPERADOR celestial.)
EMPERADOR:

  ¿No dejé yo aquí dos Reyes?
¿Cómo cautivos están?

SIERPE:

Guardaréis ahora, Adán,
lágrimas mejor que leyes.

ADÁN:

  Señor, estoy escondido
porque desnudo me veo.

EMPERADOR:

¿Quién te lo dijo?

ENVIDIA:

Deseo
ver el castigo.

EMPERADOR:

Haber sido
  inobediente a mi ley,
tu desnudez te enseno.

ADÁN:

Esta mujer me engañó.

SIERPE:

¡Buena disculpa de Rey!

EMPERADOR:

  ¿Por qué le engañaste, di?

EVA:

Celestial Emperador,
este fiero encantador
me engañó primero a mí.

EMPERADOR:

  Desde hoy, serpiente vil, por lo que has hecho.
seras maldita, comerás la tierra
y por ella andarás sobre tu pecho,
  tú y la mujer tendréis perpetua guerra;
mira con que valor su tierna planta.
de tu soberbia la ambición destierra.

(Con chirimías se abre una nube y se ve a una Virgen con una corona de estrellas y a los pies un dragón.)
SIERPE:

  ¿Quién eres, dime, generosa Infanta,
que no puedo sufrir la lumbre tuya
pues antes de la culpa fuiste santa?

SOBERBIA:

  Huye, serpiente vil.

SIERPE:

¿Qué importa que huya,
si en el profundo de mi ciego abismo
mi frente ha de alcanzar la planta suya?

SOBERBIA:

  ¿Quién te lo ha dicho?

SIERPE:

Dios.

SOBERBIA:

¿El mismo?

SIERPE:

El mismo.
(Huyan, y diga Adán:

ADÁN:

Ya que el Emperador de tierra y cielo
castiga nuestro loco barbarismo,
  vamos, Reina, a llorar el desconsuelo
en que la culpa nos ha puesto.

EVA:

Vamos,
perdido Rey; que me ha cubierto un hielo.

ADÁN:

  ¿No ves el Serafín entre los ramos
con espada de fuego?

EVA:

Ya le veo;
guardas tiene la puerta, no volvamos.

ADÁN:

Rey fui, labrador soy, morir deseo.

(Canceles y una VOZ así:)
[VOZ]:

  El Rey y Reina del mundo,
llamados Eva y Adán,
cuán tristes que van saliendo
de aquel jardín celestial.
Encantólos la serpiente,
pero al fin los sanará
otra serpiente en un palo,
de carne, no de metal.
Ya labran la dura tierra,
y aunque eran Reyes, son ya
labradores, que en sudor
de su rostro comen pan.
Mas si viene vuestro Hijo,
Emperador celestial,
presto le dará la vida
con un bocado no más.

EMPERADOR:

  ¡Ay, hombre miserable,
que por tu culpa a tanta pena vienes,
culpa tan detestable,
que ya por ti ningún remedio tienes;
qué mal agradeciste
aquel dichoso estado en que te viste!
  Rey del mundo te hice,
casa te puse de grandeza llena;
solo me satisfice
dándote aviso del castigo y pena
de que como sujeto
a mi imperio guardases un precepto.
  Quebrástele engañado
de tu fácil esposa, inobediente
a mi Real mandado
por escuchar la voz de la serpiente,
que, con su dulce canto,
te ha desterrado a un mar de eterno llanto.
  Ya el trabajo, la pena,
la enfermedad, la hambre, el aire y frío,
la tierra estéril, llena
de espinas, el rigor del seco estío
te cercan, y la muerte,
última línea de tu triste suerte.

(Sale el PRÍNCIPE divino.)
PRÍNCIPE:

  Poderoso Emperador
y mi soberano padre,
que de vuestro entendimiento
sapientísimo, admirable,
por la virtud de la esencia
existente me engendraste:
vos, increado Señor,
de quien soy divina imagen,
rayo, espejo y esplendor
de vuestra gloria inefable:
los Reyes que habéis criado
por el Dragón arrogante,
que de las luces del cielo
derribó la tercia parte,
encantados en la tierra
al pie de aquel árbol yacen,
donde los tiene la muerte
en su prisión miserable;
si os place, eterno Señor,
que yo a la tierra bajase
a probar esta aventura
en que a los dos desencante,
tan digna de un hijo vuestro,
pues una hazaña tan grande
solo puede hacerla un hijo
de tan soberano padre,
y satisfacer yo solo
a vuestra justicia; dadme
licencia, eterno Señor,
para que a la tierra baje
este ser divino mío
vestido de humana carne.
que yo os ofrezco mi vida
para que su muerte mate.

EMPERADOR:

Mira, Príncipe divino,
que por un ingrato haces
hazaña tan amorosa.

PRÍNCIPE:

El amor puede obligarme;
ya me aguardan en la tierra,
para servirme de nave,
de una soberana niña
las entrañas virginales;
ya, señor, las armas pido.

EMPERADOR:

Tú las volverás en sangre
bañadas, tanto, que en verte
las luces del cielo espantes.
Por querer tanto a los Reyes
del mundo, aunque desleales
a mis divinos preceptos,
quiero a la tierra enviarte.
Bien tiene que agradecerme
en su estado miserable;
mi hijo les doy: no tengo
joya más rica que darles.
De tu persona y la mía
procede el amor que hace
estos lazos amorosos,
este que tan bueno y grande
por espiración emana
dos los dos, este suave
y santo espíritu, hará
obra tan alta e inefable.

(Sale GABRIEL.)
EMPERADOR:

¡Gabriel!

GABRIEL:

¡Señor!

EMPERADOR:

Al momento
baja, esclareciendo el aire
con ejércitos de estrellas,
que tu persona acompañen
a Galilea, región
en cuyo distrito yace
la ciudad de Nazaret,
y darás de nuestra parte
a una Infanta que allí vive,
más bella y pura que un ángel,
desposada con José,
varón santo y venerable
de la casa de David,
nuevas de que luego parte
el Príncipe a sus entrañas,
donde quiere aposentarse
nuevo Mesías.

GABRIEL:

Cielo y tierra
tu nombre divino alaben.

PRÍNCIPE:

Yo parto en diciendo sí
aquella boca suave,
llena de gracia y dulzura.

EMPERADOR:

Y Adán del encanto sale
en que la sierpe le puso.
pues para salvarle nace.