El panadizo
Un gordo capuchino confesaba
a una sierva de Dios que se quejaba
de un panadizo fiero que tenía
en un dedo ya mucho tiempo hacía,
el cual, sin mejorarse con ungüentos,
cada vez le causaba más tormentos.
El fraile, de su mal compadecido,
la dijo: -Hermana, tenga por perdido
el tiempo que se aplica
asquerosos emplastos de botica,
pues sé por experiencia
que cuando se endurece una dolencia
el remedio mejor para curarla
es tratar de ablandarla
metiendo aquella parte dolorida
en paraje caliente:
yo creo que en su cuerpo halle cabida
para que el panadizo se reviente
introduciendo el dedo en el bujero
que bajo del empeine está primero.
La devota, en el fraile confiada,
puso su dedo en cura, y agitada
por las varias cosquillas que la hacía
al punto que allí dentro le metía,
tanto incesantemente meneose
que al cabo el panadizo reventose.
Para mostrar su agradecido afecto
le contó al capuchino el buen efecto
que su remedio había producido:
a que él la dijo entonces afligido:
-iAy, hermana!, que sea enhorabuena,
pero sepa que yo sufro igual pena,
pues tengo un panadizo pernicioso
en el miembro precioso
que las mujeres aman,
en el dedo sin uña: así le llaman;
y no tengo, ¡ ay de mí!, para ablandarle
sitio donde meterle y menearle.
-Por eso, padre mío, no se apure,
ella le dijo: pues por que se cure,
a pesar del rubor, yo mi agujero
prestarle agradecida al punto quiero.
En efecto: a la cura que promete
la devota se pone, y luego mete
su dedo colosal el fraile dentro,
y empujando y moviéndole en el centro,
logró por fin de operación tan seria
soltara el panadizo la materia.
Sacó su dedo sano y deshinchado
el fraile; y viéndole más sosegado
la devota le dice: -Padre mío,
perdone a mi malicia un desvarío,
pero yo le confieso francamente
que al tiempo de la cura antecedente
sospeché de su ardor y movimiento
que atropellaba el sexto mandamiento.
A que el fraile responde: -¿Eso dudabas?
toma, si no es, no, ¿pues qué pensabas?
Oyendo la respuesta decisiva
la sierva del Señor quedó suspensa
viendo que su virtud madurativa
era una grave ofensa
del precepto de Dios; pero no obstante
le replicó al instante:
-¡Aunque es culpa, su gusto satisfizo!
Padre, ¿cuándo tendrá otro panadizo?