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El panadizo

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El panadizo
de Félix María Samaniego

Un gordo capuchino confesaba

a una sierva de Dios que se quejaba

de un panadizo fiero que tenía

en un dedo ya mucho tiempo hacía,

el cual, sin mejorarse con ungüentos,

cada vez le causaba más tormentos.

El fraile, de su mal compadecido,

la dijo: -Hermana, tenga por perdido

el tiempo que se aplica

asquerosos emplastos de botica,

pues sé por experiencia

que cuando se endurece una dolencia

el remedio mejor para curarla

es tratar de ablandarla

metiendo aquella parte dolorida

en paraje caliente:

yo creo que en su cuerpo halle cabida

para que el panadizo se reviente

introduciendo el dedo en el bujero

que bajo del empeine está primero.

La devota, en el fraile confiada,

puso su dedo en cura, y agitada

por las varias cosquillas que la hacía

al punto que allí dentro le metía,

tanto incesantemente meneose

que al cabo el panadizo reventose.

Para mostrar su agradecido afecto

le contó al capuchino el buen efecto

que su remedio había producido:

a que él la dijo entonces afligido:

-iAy, hermana!, que sea enhorabuena,

pero sepa que yo sufro igual pena,

pues tengo un panadizo pernicioso

en el miembro precioso

que las mujeres aman,

en el dedo sin uña: así le llaman;

y no tengo, ¡ ay de mí!, para ablandarle

sitio donde meterle y menearle.

-Por eso, padre mío, no se apure,

ella le dijo: pues por que se cure,

a pesar del rubor, yo mi agujero

prestarle agradecida al punto quiero.

En efecto: a la cura que promete

la devota se pone, y luego mete

su dedo colosal el fraile dentro,

y empujando y moviéndole en el centro,

logró por fin de operación tan seria

soltara el panadizo la materia.

Sacó su dedo sano y deshinchado

el fraile; y viéndole más sosegado

la devota le dice: -Padre mío,

perdone a mi malicia un desvarío,

pero yo le confieso francamente

que al tiempo de la cura antecedente

sospeché de su ardor y movimiento

que atropellaba el sexto mandamiento.

A que el fraile responde: -¿Eso dudabas?

toma, si no es, no, ¿pues qué pensabas?

Oyendo la respuesta decisiva

la sierva del Señor quedó suspensa

viendo que su virtud madurativa

era una grave ofensa

del precepto de Dios; pero no obstante

le replicó al instante:

-¡Aunque es culpa, su gusto satisfizo!

Padre, ¿cuándo tendrá otro panadizo?