El pasado: 23
Escena IX
[editar]- Dichos y JOSÉ ANTONIO
Mameca. -(A JOSÉ ANTONIO que contempla el grupo regocijado.) ¡Ves! ¡Yo sabía que esto iba a suceder! ¡Por eso se los robé a la madre!... Ella temía dejarme venir sola, pero el cochero es de toda confianza... ¡Mucho antes debió pasar esto, mucho antes!
Rosario. -¿Y, mamá, hijitos? ¿Está buena, está bien? ¿Verdad Silvia que son una ricura?...
Silvia. -Sí, son lindos.
Mameca. -Toma, Rosario. Tu nuera te manda estas otras flores...
Rosario. -¡Oh! ¡Cuántas! ¡Gracias! ¡Gracias!...
Niño. -(A voces.) ¿Y no las compraste tú abuelita, en la floristería?
Mameca. -¡Por encargo de ella, atrevido!...
José Antonio. -(A MAMECA.) ¡Le han quitado su trono, señora!...
Mameca. -¡Ah, sí! Pero yo estoy bien en cualquier parte... ¡Dáme una silla!... ¡Hoy me siento más fuerte! Cuidado niños con mis puntillas... esos palitos no son para jugar.
José Antonio. -(Poniéndole una silla.) ¡Tome usted asiento!...
Mameca. -¡Gracias! ¡Ajá!... ¡Así!... Silvia, alcanzame el coussin. No sea cosa que esos bandidos me hagan un estropicio...
Silvia. -(Llevándoselo.) ¡Aquí lo tiene, señora!...
Mameca. -¡Ajá! ¡Así! (Arreglando los hilos del encaje). Ahora sí que voy a trabajar tranquila. Le hemos puesto una tabla más a la mesa. Pronto, si Dios quiere, la agrandaremos del todo!... ¡Mira, mira, mira! ¡Ayer me decías que había hecho mal ese nudo, me lo hiciste tan bien que ahora tengo que deshacer todos los puntos!...
Silvia. -Le digo que no. Usted ya no ve... Es así...
José Antonio. -Bueno, jovencitos. Dejen en paz a su abuela y váyanse a corretear por ahí!...
Rosario. -No, déjamelos. ¡Me hacen tan dichosa!...
José Antonio. -Habrá tiempo. Ahora es preciso que pienses en reponerte... ¿Has tomado alimento?
Rosario. -No necesito. ¡Me siento tan fortificada!... (Besa a los niños que se alejan.)
Mameca. -(Viéndolos salir.) Cuidado con las plantas ¿Eh?... (Continuando la tarea.) ¡Bien, déjeme. Ahora puedo seguir!... Por qué no vas con los chicos ¿no te gustan?
Silvia. -¡Sí, señora!...
Mameca. -¡Pensé que no! No he visto que los hayas acariciado. (SILVIA se va por el jardín.)
Rosario. -(A JOSÉ ANTONIO.) ¿Sabes? Cuando yo te reprochaba el alejamiento de tu familia, era que tenía celos de tu dicha... Siempre aguardando una indicación tuya para decirte: ¡Quiero verlos, traelos!... Y tú... ¡Siempre mudo!... ¡Yo sabía que eran hermosos, que eran buenos, por la abuelita!
José Antonio. -Mi mayor deseo hubiera sido traértelos, pero...
Rosario. -No supe comprender tu delicadeza. (Pausa.) ¿Quieres hacerme otro regalo en este día, en este mi día?
José Antonio. -Di.
Rosario. -Podríamos comer juntos esta noche... Todos... Es decir... (Con tristeza.) Los que quieran, los que puedan venir...
José Antonio. -Mira que tu sola voluntad...
Rosario. -Es cierto. Llama a Silvia. ¿Quieres?
José Antonio. -(A voces.) ¡Silvia!...
Silvia. -¿Qué hay?
Rosario. -He resuelto celebrar mi día con una fiesta de familia.
Silvia. -Tú no estás para fiestas.
Rosario. -Quiero decir que desearía ver esta noche en la mesa a todos los miembros de la familia. ¿Habrá algún inconveniente hija mía?...
Silvia. -¡Oh, mamá!... ¡Usted es muy dueña!...
Rosario. -Quiero saber si recibirías con alegría esta determinación.
Silvia. -¿Por qué no?
José Antonio. -¿Con sincera alegría?
Mameca. -Silvia ¿qué estaban ustedes conspirando?...
Silvia. -Mamá ha resuelto que esta noche se agrande del todo la mesa. ¡Está contenta!...
Mameca. -¿Es cierto José Antonio? Esta muchacha es tan embustera que nada le creo.
José Antonio. -Cierto. (Aparte a SILVIA.) ¡Silvia, Silvia; ten cuidado!
Mameca. -De modo que estaremos todos... Sí todos. (Pasa por el jardín un individuo con el equipaje de ERNESTO.) ¿Qué llevan ahí?
José Antonio. -El equipaje de Ernesto que se embarca.
Mameca. -Es cierto, no me acordaba. ¡Pero, Señor, señor, que nunca ha de estar completa la mesa!...
José Antonio. -No se aflija. Ya volverá.
Rosario. -¿Lo crees, hijo mío?...
José Antonio. -Estoy seguro. (SILVIA se aleja. Llora silenciosamente ocultándose a las miradas.)
Niños. -(Los chicos vuelven, corriendo con flores y ramos malamente arreglados.) ¡Para ti, abuelita, y estas también!...
Rosario. -¡Oh! ¡Son muchas! Demasiadas flores.