El primer ferrocarril: 2
Tan escabroso fué el calvario de esta obra, que un año después de ofrecerse en dos años la terminación de las veinticinco mil varas de vía, hasta Morón, vióse obligada la empresa, á solicitar la sustitución del vapor por caballos, en las estrechas calles — tal era el cúmulo de obstáculos que vecinos y propietarios oponían.
Firme en su propósito, y venciendo todas las dificultades, un buen día el señor don Felipe Llavallol, presidente de la comisión, con su hermosa faz sonrosada, siempre sonriente y bonachón, entró al pasar, en casa de su vecino del barrio de la Merced, saludándole lleno de satifacción, con estas palabras:
— Al fin, hoy empezamos la magna obra. Si el señor Gobernador quiere clavar el primer riel, en su vida tendrá otra ocasión de remachar clavo de más provecho...
Pero el ingeniero señor don Valentín Cardoso, se acordó del que subió el diablo al cielo, y así don Sebastián Casares, que acababa de remontar por ingenioso procedimiento el pesado grupo del Arcángel vencido sobre el alto frontis de la Iglesia de San Miguel, con los marineros de sus numerosas lanchas, trasportó desde la Boca al Parque la primera locomotora, hasta el lugar destinado.
La obra del ferrocarril duró uno, dos, tres y cuatro años, y empezaba á tramitar en el primer trimestre de la administración Obligado, no pudo inaugurarse hasta tres meses después de su terminación.
Vencidos los mil obstáculos y oposiciones, sucedió que una vez construido, no hubo quien se animara al viaje de ensayo, ni entre los mismos señores de la comisión. Así dejaremos sobre los rieles coches vacíos por falta de pasajeros, mientras van almacenando coraje los más guapos, al ver pasar día á día, el tren de carga, sin accidente.
Del propio solar (antiguo basurero) donde se levanta hoy el monumental Teatro Colón, salió la primera locomotora, á cuyo influjo se modificaron costumbres y paisajes.
En lo relativo á éstos, recordaremos solamente que, donde se yergue la estatua de Lavalle, se instaló el banco de las camelias y en él, al caer la tarde, viejos patriotas se congregaban en la melancólica tarde de su vida á suspirar por las cosas perdidas, recordando que siempre el tiempo pasado fué mejor.