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El principe perfecto II/Acto II

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Acto I
El principe perfecto II
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

Sale la REINA , madre del PRÍNCIPE ALFONSO , TRISTÁN y LOPE .
REINA:

  ¿De qué estás triste?

DON ALFONSO:

No sé.

REINA:

¿Así a tu madre respondes?
¡Bien a tu amor correspondes!

DON ALFONSO:

Tristán, ¿qué haré? ¿Qué diré?

TRISTÁN:

  Dile, señor, la ocasión:
di que una mujer que viste
te ha obligado a estar tan triste.

DON ALFONSO:

¡Qué infames remedios son!
  Advierte que solo a ti
dije que quiero a Leonor.

TRISTÁN:

¡Que de una vista el amor
tenga tanta fuerza en ti!

REINA:

  Cantad algo, que el cantar
las tristezas entretiene.

DON ALFONSO:

Al que mis tristezas tiene
más le entristece el llorar.

LOS MÚSICOS:

  Por las almenas de Toro...

DON ALFONSO:

¡Dellas estéis despeñados!
Cantad algo a mis cuidados
que parezca al bien que adoro.

MÚSICOS:

  Sale a estela de alba
a mañana se veim:
recordai miña alma,
naõ dormais mio beim...

TRISTÁN:

  Señora, aparte me escucha.

REINA:

¿Qué quieres?

TRISTÁN:

En esta edad
despierta la voluntad,
su fuerza y violencia es mucha.
  Entreténganle las damas
al Príncipe.

REINA:

¿Estás en ti?

TRISTÁN:

Nunca honestamente vi
recibir daño sus famas.

REINA:

  La vida de Alfonso temo.

TRISTÁN:

La bella doña Leonor,
hija del embajador
de Castilla, es un estremo
  de hermosura y discreción:
como esta a palacio venga,
no hay quien mejor entretenga.

REINA:

No hablaste sin ocasión.
  Pero lo que fuere sea...
¿Lope?

LOPE DE SOSA:

¡Señora!

REINA:

A Leonor,
hija del Embajador,
llamad para que la vea,
  que le soy aficionada
desde que en Lisboa entró.

LOPE DE SOSA:

Yo voy. ¡Oh, amor! ¿Quién amó
con dicha tan declarada?
  Ahora sí que a Leonor,
mi divina castellana,
a la tarde, a la mañana,
verá de espacio mi amor.

(Sale el REY y el PRIOR .)
REY DE PORTUGAL:

  Señora mía, si con vós estaba
Alfonso, no sé yo por qué me quejo
de que paséis sin verme tanto espacio.

REINA:

Aquí estaba con él entretenida.

OCTAVIO:

A Vuestra Majestad audiencia pide
una graciosa y pobre labradora.

REY DE PORTUGAL:

¿Es la de ayer?

OCTAVIO:

La misma.

REY DE PORTUGAL:

Decid que entre.

(Sale MADANELA .)
MADANELA:

Que con la Reina a su merced encuentre,
por más que buen agüero lo he tenido
de que podré salir con lo que os pido.

REINA:

  ¿Quién es aquesta mujer?

REY DE PORTUGAL:

Quien las natas presentó
que Vuestra Alteza comió
a quien hoy mandé volver.

REINA:

  ¿Pues para qué vuelve aquí?

REY DE PORTUGAL:

¡De oíros me maravillo!
Tiene cierto pleitecillo
que ha de pasar ante mí
  por quien las natas me ha dado.
Informad, buena mujer.

MADANELA:

El pleito pienso vencer
con tan famoso abogado.
  Señores Reyes que Dios
conserve por muchos años:
¿quién ha de temer sus daños
estando juntos los dos?
  Sepan pues, sus reverencias...,
¡oh, que erré!, «paternidades»
iba a decir... que en ciudades
también suceden pendencias;
  sobre el comerle una viña
que mi marido guardó
la riña se comenzó
y mató un hombre en la riña.
  La justicia le prendió,
no sé si está bien probado,
mas yo se lo he preguntado
y dice que él se murió.
  En fin, ha un año que está
preso, su vida les pido.

REY DE PORTUGAL:

¡Lástima, por Dios, ha sido!

MADANELA:

¡Qué enternecido estáis ya!

REINA:

  Mujer, si a un hombre mató
vuestro marido, es forzoso
que muera.

MADANELA:

¿De ese piadoso
pecho tal crueldad salió?

REY DE PORTUGAL:

  Paso, que son muy ingratas
esas razones, señora,
siendo vós cual sois agora
quien comió más de las natas:
  si tomamos el cohecho,
por fuerza se ha de torcer
la justicia.

MADANELA:

¡Esto es hacer
justicia!

REY DE PORTUGAL:

Muy buen provecho
  os haga lo ya comido
y la cestilla de nueces
en que verán los jüeces
peligro tan conocido.
  Id, Octavio, y concertad
con la parte aquesta muerte:
si el tomar es desta suerte,
agüémosla por mitad.
  Y dadme lugar aquí,
que en los negocios forzosos
terceros tan rigurosos
no son buenos para mí.

REINA:

  Voyme por obedeceros.

REY DE PORTUGAL:

A su tiempo sé yo dar
castigo.

REINA:

Quiero pagar
lo que decís con perderos.

(Vase la REINA .)
MADANELA:

  Plegue a Dios, invicto Juan,
que os besen moros los pies...
Los indios, gran portugués,
las alfombras en que están.
  Y que tiemblen vuestras quinas
del mundo las cuatro partes,
llegando sus estandartes
a las más remotas Chinas.
¡Plegue a Dios!

REY DE PORTUGAL:

  Callad, mujer,
que haberos bien despachado
si vós me habéis sobornado
no tenéis que agradecer.
  Si libremente juzgara,
el agradecerlo fuera
justo.

(Sale ÁLVARO y su mujer MARGARIDA .)
MARGARIDA:

¡Que a mí el Rey me quiera!

ÁLVARO:

En que ha de hablarte repara.
  Señor, a vuestro mandado
viene mi mujer.

REY DE PORTUGAL:

¡Ansí!
Ya os conozco, oídme aquí.

MARGARIDA:

Temo vuestro rostro airado.

REY DE PORTUGAL:

  Díjome vuestro marido
que le ha dado un bofetón
su hijo y vuestro, ocasión
que suspenso me ha tenido.
  Y he venido a imaginar
que si deste hombre lo fuera,
ni él el bofetón le diera
ni él le viniera a acusar.
  No es posible que aquel sea
su hijo ni este su padre:
lo cierto es ser vós su madre
y lo que es bien que se crea.
  A mí no me admiran cosas
que suelen causar amor:
decidme verdad.

MARGARIDA:

¡Señor!

REY DE PORTUGAL:

Sabed que me son odiosas
  bravamente las mentiras.

MARGARIDA:

Mi temor...

REY DE PORTUGAL:

No hay que temer,
porque me suelen mover
a más enojosas iras.
  Bien podéis fiar de mí,
que soy rey, vuestro secreto.

MARGARIDA:

Sois príncipe tan perfeto
que luego, señor, que os vi
  un ángel me pareció
que en vuestro rostro miraba.
Mientras mi marido estaba
ausente un hombre me habló.
  Rindiome al fin su porfía,
quedé preñada y viniendo
mi marido...

REY DE PORTUGAL:

Ya lo entiendo,
solo eso saber quería.
  En fin: su hijo no es.

MARGARIDA:

No, señor.

REY DE PORTUGAL:

¡Válgame el cielo,
que fue cierto mi recelo!
Prior...

PRIOR:

Gran señor.

REY DE PORTUGAL:

Después
  que el cetro de Portugal
tengo no me ha sucedido
caso tan grave.

PRIOR:

¿Qué ha sido?

REY DE PORTUGAL:

Ni vós le habéis visto igual.
  Averigüé que no era
el que le dio el bofetón
su hijo deste hombre.

PRIOR:

Son
cosas que solo pudiera
  penetrar tu entendimiento.

REY DE PORTUGAL:

¿Buen hombre?

ÁLVARO:

Señor

REY DE PORTUGAL:

Oíd
y por mi vida advertid
vuestro injusto sentimiento.

ÁLVARO:

  ¿Injusto, señor?

REY DE PORTUGAL:

Si Dios
sufrió en su rostro divino
tal mano y tal desatino:
para con Dios, ¿qué sois vós?

ÁLVARO:

  Señor, llegado a pensar,
echareme por el suelo.

REY DE PORTUGAL:

¿Perdonáis?

DON ALFONSO:

Tal rey del cielo
me ha enseñado a perdonar,
  y tal rey acá en la tierra.

REY DE PORTUGAL:

A la India que conquisto
vaya ese mozo, que he visto
que es bueno para la guerra:
  una compañía le doy.

MARGARIDA:

Pues señor...

REY DE PORTUGAL:

¡No hay qué tratar!
Si te prometí callar,
ya cumplo como quien soy.
  Pero el agravio que hiciste
a tu marido castigo
en que no esté más contigo
tu hijo.

MARGARIDA:

Sentencia diste
  digna de un rey tan discreto.

REY DE PORTUGAL:

Si su sangre no tenía,
¿no ves tú que cada día
le ha de perder el respeto?
  Sufre tú, pues le agraviaste,
su destierro, y ese viejo
viva en paz.

MARGARIDA:

De mí me quejo.
Tú como un ángel hablaste.

(Vase, y sale DON LOPE , con DOÑA LEONOR con manto quitado de la cabeza.)
LOPE DE SOSA:

  Aquí esta Su Majestad.

REY DE PORTUGAL:

¡Señora doña Leonor!

DOÑA LEONOR:

Con tantas honras, señor,
levantaréis mi humildad
  al sol de vuestra grandeza.

REY DE PORTUGAL:

A lo menos del que espero
de Castilla sois lucero
con luz de tanta belleza...
  Y porque no sé decilla,
no es lisonja, no, por Dios,
holgar que fuérades vós
la que espero de Castilla.

DOÑA LEONOR:

  Por lo menos no dirán,
aunque indigno mi sujeto,
que os faltó para perfeto
ser de las damas galán.
  Yo vengo a besar los pies
a la Reina, mi señora.

REY DE PORTUGAL:

Y yo adivinando agora
este dichoso interés,
  salí para recebiros.

DOÑA LEONOR:

No sabré pasar de aquí.

REY DE PORTUGAL:

Alfonso vendrá por mí
más mozo para serviros.
  Y yo a la Reina diré
que estáis aquí.

DOÑA LEONOR:

No hay respuesta
para una merced como esta:
callando responderé.

(Vase el REY .)
LOPE DE SOSA:

  Ya con un rey por galán,
¿qué arrogante pensamiento
pondrá en vós su atrevimiento?

DOÑA LEONOR:

Con justa razón os dan
  las perfecciones del Rey
celos, porque son notables,
pero en los ojos mudables
solo se entiende esa ley.
  Que vós sois rey para mí
y vós para mí perfeto.

LOPE DE SOSA:

Y vós para mí el sujeto
a quien sujeto nací.

(Sale el PRÍNCIPE y TRISTÁN .)
DON ALFONSO:

  ¿Tú la viste?

TRISTÁN:

Sí señor,
que como el sol se apeaba
de una carroza a quien daba
su hermosura resplandor.

DON ALFONSO:

  ¡Que don Lope me llevase
a ver aquesta mujer,
y que solamente el ver
la libertad me costase!
  ¿Qué hechizos fueron, Tristán,
los que bebí por los ojos
que tantas penas y enojos
y tantas ansias me dan?
  Ya la salud he perdido
a fuerza del sufrimiento.

TRISTÁN:

No sufras, que es loco intento
sufrir, habiendo nacido
  príncipe de Portugal.

DON ALFONSO:

¿No he de guardar a un amigo
lealtad?

TRISTÁN:

¿Y usará contigo
Sosa de lealtad igual?

DON ALFONSO:

  Yo soy hijo de quien soy.

TRISTÁN:

¡Alto, déjate morir!

DON ALFONSO:

Determinado a sufrir
por no hacelle ofensa estoy.

TRISTÁN:

  Pienso que hay gente.

LOPE DE SOSA:

Señor,
¿Vuestra Alteza estaba aquí?

DON ALFONSO:

¿Es don Lope?

LOPE DE SOSA:

Señor, sí,
y aquí está doña Leonor.

DON ALFONSO:

  ¡Quién creyera maravilla
tan notable aunque la viera
que en esta casa cupiera
todo el valor de Castilla!
  Por muchos años la honréis.

DOÑA LEONOR:

No os quiero negar, señor,
que tengo todo el valor
pues a esos pies le tenéis.
  Pero esperad, ¿no sois vós
el amigo que venía
con don Lope?

DON ALFONSO:

Yo sería.

DOÑA LEONOR:

Pues quéjome de los dos:
  de Lope por encubrirme
lo que pudo tanto honrarme
y de vós por engañar
y aun de mí por divertirme.
  Que lo fue no conocer
al sol la ignorancia mía,
pues aunque hay nublado, hay día
en que ha de resplandecer.

DON ALFONSO:

  Deseando conoceros
quise disfrazarme así:
perdonad si os ofendí,
que no he pensado ofenderos.
  Antes cual suele dejar
el ministro de justicia
la vara cuando codicia
la casa donde entra honrar,
  a vuestra puerta dejé
la autoridad y el valor
por mostrar que sois, Leonor,
a quien respeto guardé.

LOPE DE SOSA:

  Señor, pues que sois discreto,
no me quitéis el lugar
que agora tengo de hablar
pues vós sabéis mi secreto
  y que aqueste honesto amor
se dirige a casamiento.

DON ALFONSO:

Fue forzoso cumplimiento
y obligación a Leonor.
  Pero hablad, que aquí estaré
para que nadie os impida.

TRISTÁN:

No has hecho cosa en tu vida
que tanto enfado me dé.
  ¿Mueres por esta mujer
y ya sirves de encubrir?

DON ALFONSO:

Yo me tengo de morir.

TRISTÁN:

¿Pues de qué sirve el poder?
  Si un príncipe solo es
para el nombre, bien está.
Si yo lo fuera...

DON ALFONSO:

¿Qué?

TRISTÁN:

Ya
vieras el mundo al revés.
  Si a un señor un sastre hace
un jubón y entran de raso
tres varas, ¿qué hace al caso
que digan que señor nace?
  Si entran en un ferreruelo
tres de paño, como a mí,
a un gran señor, ¿en qué, di,
le ha diferenciado el cielo?
  Si come por solo un hombre
y duerme cuando yo duermo
y enferma cuando yo enfermo,
¿qué tiene más? Solo el nombre.
  Pardiez que, si yo lo fuera,
que luego al sastre quemara
si el jubón que me cortara
de treinta varas no fuera.
  Mi herreruelo había de ser
de ochenta varas de paño,
comer lo que el vulgo un año
ser mi ordinario comer.
  El dormir en una cama
de setecientos colchones,
mi andar en once frisones
y cuando tuviera dama...

DON ALFONSO:

  No digas más, hablador.

TRISTÁN:

Pues bien, ¿en qué viene a estar
la diferencia en mandar?
Lindo descanso, señor:
  caminar, poco dormir,
sufrir quejas, que son hartas,
escribir cuatro mil cartas...
¡Ni hay mayor mal que escribir!
  Pues muriéndose un discreto
sin calentura decía
que de veneno moría.
Y preguntado, en efeto,
  cuándo el veneno tomó,
dijo: «Ayer, porque escribí
diez cartas». Y para mí
con justa causa murió.
  Una carta un castellano
acabó de recibilla
y de Madrid a Sevilla
fue en el rigor del verano,
  y dijo al que la escribió:
«Yo he caminado hasta aquí
por no cansaros», y ansí
de palabra respondió...

DON ALFONSO:

  ¿Quieres me dejar?

TRISTÁN:

¡Espera!
[A DOÑA LEONOR .]
¡Vive Dios que no han de hablar!
La Reina os manda llamar
que agora viene de fuera.

LOPE DE SOSA:

  Perdone la suspensión
al amor que nunca avisa.

TRISTÁN:

[Aparte, a DON ALFONSO .]
Entrad, mi señor, aprisa.

LOPE DE SOSA:

Que os acompañe es razón.

DOÑA LEONOR:

  Bésoos, don Lope, las manos.

TRISTÁN:

¿Vós para qué entráis allá?

LOPE DE SOSA:

No voy al uso de acá,
que somos ya castellanos.

(Váyanse LOPE y LEONOR .)


DON ALFONSO:

  ¿Hay semejante fortuna
que haya mi vida llegado
a un estado sin remedio?
Yo me muero, yo me abraso...
¿No fuera mi amor siquiera
como el de todos? Pues cuantos
aman, esperanza tienen,
y si a algunos ha faltado,
a lo menos a su dama
pudieron decir: «Yo os amo».
¡Ay, Leonor! ¡Ay, imposible!
¡Volved esos ojos claros,
esas divinas estrellas,
a verme morir callando!
Y no pudiendo hablaros,
no me queráis más mal que desearos.
Tristán, ¿sabes tú de mí?
Mas ¿por qué Tristán te llamo?
Yo soy el triste, Tristán:
sé tú Alfonso el Lusitano.
¿Lope de Sosa y Leonor
se casan? Ya están casados,
que en juntándose las almas,
para en uno son entrambos.
¿Hay tan gran desasosiego?
Leonor, si fui disfrazado,
porque muero descubierto,
aunque encubriendo que os amo,
y no pudiendo hablaros,
no me queráis más mal que desearos.

TRISTÁN:

Señor repórtate un poco,
que si llega a imaginarlo
el Rey, ni Leonor ni Lope
vendrán a lograr sus años:
ten lástima de ti mismo.

DON ALFONSO:

Necio, no seas pesado,
que no hay enfermo en el mundo
que no quiera verse sano:
¿qué consejo tomaré?

TRISTÁN:

Matar a Lope, quemarlo,
echarle de todo el mundo.

DON ALFONSO:

¿Hablas con algún tirano?

TRISTÁN:

Enviarle a Ceuta luego,
pues será más acertado
que mate en África moros
que no en Portugal cristianos.
Dale un cargo en la conquista
de las Indias: vuelva al cabo
de Vasco de Gama, Lope,
o lleve su mismo cargo.

DON ALFONSO:

Ahora bien, ¿mi padre no es
el hombre más cuerdo y sabio
desta edad a la opinión
del mundo? Pues consultarlo
quiero en aquesta desdicha
y su parecer tomando,
vivir o morir.

TRISTÁN:

Pues di:
¿no es eso para más daño?

DON ALFONSO:

No, porque no le diré
que soy yo el dueño del caso,
que por tercera persona
no entenderá lo que trato.

TRISTÁN:

Él viene, tu gusto sigue.

(Salen el REY y el PRIOR .)
REY DE PORTUGAL:

¿Qué hay, Alfonso?

DON ALFONSO:

Un castellano
de los Córdobas de allá,
que son valientes hidalgos,
me envía a pedir consejo
diciendo que soy retrato
vuestro y que en cosas de amor
se atreve más a mis años.
En fin, el ser vós perfeto
hace que imaginen tantos
que os tengo de parecer.
Yo, señor, estoy turbado
si la verdad os confieso,
y a responderle no basto
sin consultar vuestro intento
del mundo tan celebrado.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué es lo que el Córdoba escribe?

DON ALFONSO:

Dice, señor, que un criado
de su casa, a ruego suyo
y disfrazado, en su daño
le llevó a ver a su dama,
y que tan enamorado
volvió de verla que tiene
por sustento solo el llanto.
Vive con salud tan poca
que por remedio ha tomado
hacer lo que le dijere:
si darle muerte, matarlo,
si quitarle la mujer,
quitársela. En fin, reparo
con justa causa en saber
qué consejo más honrado,
cuerdo y seguro le envíe.

REY DE PORTUGAL:

Dificultad tiene el caso,
mas dame un hora no más
de término, que pensarlo
despacio será razón.
Y si un hora es largo espacio,
vuelve luego.

DON ALFONSO:

Tus pies beso

TRISTÁN:

[Aparte, a DON ALFONSO .]
¿Estás contento?

DON ALFONSO:

[Aparte, a TRISTÁN .]
Hoy acabo
con el amor o la vida.
¡Ay Leonor, por vós me abraso!
Y no pudiendo hablaros
no me queráis más mal que desearos.

(Vanse el PRÍNCIPE y TRISTÁN .)
REY DE PORTUGAL:

Llamadme a Lope de Sosa,
prior.

PRIOR:

Yo voy a buscarlo.

(Vase.)
REY DE PORTUGAL:

Hame dado el pensamiento
que Alfonso me trata engaño
y pienso con la mentira
sacar la verdad del caso.

(Sale el PRIOR y DON LOPE .)
PRIOR:

Aquí está Lope, señor.

REY DE PORTUGAL:

Con vós estoy enojado,
Sosa.

LOPE DE SOSA:

Vuestra Majestad,
matará de sobresalto
el criado más leal
que ha tenido en muchos años
la casa real de Enríquez,
porque dijo un cortesano
que eran balas las palabras
de los reyes enojados
de tiro de artillería
que cuando erraron el blanco,
y no mataron del golpe,
con solo el aire mataron.

REY DE PORTUGAL:

Crío al Príncipe mi hijo,
Sosa, con tanto cuidado
que velando su edad tierna
estoy convertido en Argos.
Pienso yo que a Jenofonte
le tengo dado por ayo
y llevaisle adonde vea
vuestra dama muy de espacio.
Siendo el primero discreto
que tuvo amor confiado,
¿qué queríades que hiciese
un mozo de aquellos años
sino venir como vino
tiernamente enamorado
para perder la salud
y el gusto cuando le caso
con la princesa que espero
de Castilla?

LOPE DE SOSA:

¡Señor!

REY DE PORTUGAL:

Cuando
los reyes piden, don Lope,
verdades a sus criados,
para procurar remedio
no hay que andarlas dilatando.

LOPE DE SOSA:

  Señor, como ya tenía
determinado salir
y es fuerte de persuadir
aquella edad si porfía,
  porque con otro no fuese
con quien peligro llevase,
fue bien que le acompañase
y un rato le entretuviese.
  No dije a doña Leonor,
que también segura estaba,
que era el que la visitaba
el Príncipe, mi señor.
  Ni hasta agora yo he sabido
que estuviese enamorado.
Que a pensar...

REY DE PORTUGAL:

No os dé cuidado.

LOPE DE SOSA:

Perdón de mi yerro os pido.

REY DE PORTUGAL:

  Prior, mañana partid
a Castilla.

PRIOR:

Lo mejor
me parece, y deste amor
los principios divertid
  con traer a la Princesa.

REY DE PORTUGAL:

[Aparte.]
¡Por qué camino he sabido
todo lo que ha sucedido,
de que en estremo me pesa!
  ¡Qué bien saqué la verdad!
Bien dicen que no hay discreto
sin puerta falsa en efeto
de muy fina necedad.
  Él está triste y corrido...
Lope...

LOPE DE SOSA:

¡Señor! Esta vez
di en las manos del jüez:
hoy a Leonor he perdido.
  A Ceuta voy desterrado
si no hay más larga prisión.

REY DE PORTUGAL:

Sosa, en aquesta ocasión
una encomienda ha vacado:
  ¿quién os parece que aquí
seis mil escudos de renta
merece?

LOPE DE SOSA:

¿Qué es lo que intenta?
¿Encomienda, señor?

REY DE PORTUGAL:

Sí,
  que más de seis han vacado.

LOPE DE SOSA:

¿Pues cómo ha estado encubierto?

REY DE PORTUGAL:

Porque en Portugal han muerto
muchos con ese cuidado.
  Ya don Gutierre murió,
murió el conde don Fernando...

LOPE DE SOSA:

[Aparte.]
Todo esto me va avisando
que tome su ejemplo yo.
  ¡Vive Dios que los ha muerto
sobre aquella rebelión!

REY DE PORTUGAL:

Buenas encomiendas son...

LOPE DE SOSA:

[Aparte.]
Apenas a hablarle acierto.

REY DE PORTUGAL:

  ¿No me decís quién será?

LOPE DE SOSA:

Señor, muy bien se empleara
en Melo, Ataide y Lara,
o en don Álvaro de Saa.
  De Silva estáis bien servido,
Miranda os tiene obligado...

REY DE PORTUGAL:

Buenos los habéis nombrado
mas vós la habéis merecido.

LOPE DE SOSA:

  ¡Vuestra Majestad me paga
cuando menos le serví!

REY DE PORTUGAL:

¡Antes cuando más!

LOPE DE SOSA:

¿Yo?

REY DE PORTUGAL:

Sí,
y así es bien que os satisfaga.
  Deseaba sumamente
saber, Lope, si tenía
hijo discreto y temía
lo contrario justamente.
  Y por vós vengo a quedar
seguro, Lope, en efeto,
de que tengo hijo discreto
pues se sabe enamorar.
  Y que quiera castellana
me ha dado gusto y es justo
porque es ensayar el gusto
de la que espera mañana.
  En palacio está Leonor:
no le digáis desto nada,
ni al Príncipe, que me agrada
tal vez el honesto amor.
  Es amor, cuando es honesto,
luz de todas las acciones
de un caballero.

LOPE DE SOSA:

Razones
de tu ingenio.

REY DE PORTUGAL:

Está dispuesto
  a ser galán en la paz,
a ser valiente en la guerra.

(Sale MADANELA y BRITO , su marido.)
MADANELA:

A nadie las puertas cierra.

BRITO:

[A MADANELA .]
Yo soy de hablarle incapaz.

MADANELA:

  [A BRITO .]
Pues yo le hablaré por ti.
Señor: Brito, mi marido,
está a tus pies.

BRITO:

Tus pies pido.

REY DE PORTUGAL:

¿Sois el preso?

BRITO:

Señor, sí.
  Y aunque mi pobreza es
indigna de su zapato,
para no mostrarme ingrato
vengo a besalle los pies.

REY DE PORTUGAL:

  Bien se debe a los jüeces,
mas mirad que no matéis
a nadie ni os confiéis
en las natas y en las nueces.
  Tened las armas villanas
que se os pueden acedar
las natas de aquí al lugar
y las nueces salir vanas.

BRITO:

  No haya miedo su merced
que me meta en otra riña
aunque me entren en la viña
y la coman por el pie.
  No más cárcel: sus regalos
para un moro de Azamor.
No sé cuál hombre, señor,
no sufre bien dos mil palos
  por no se ver solo un día
en este vivo retrato
del infierno, cuyo trato
es la mayor tiranía.
  Mandad remediar, señor,
la crueldad de aquesta gente.

REY DE PORTUGAL:

Sois, en efeto, inocente:
andad con Dios, labrador.
  Que la cárcel no es posada
de gente que hace bien,
y así no es bien que les den
gusto ni contento en nada.
  Si es tan fiera de sufrir
y está siempre de hombres llena,
¿paréceos, si fuera buena,
que se pudiera vivir?
  Id con Dios.

BRITO:

Digna respuesta
de su nombre. ¡Alto, mujer!
¡Pardiez que le heis de traer
dos pollos la primer fiesta!

MADANELA:

  ¿Eso? ¡Y cómo! Los primeros
y por dicha dos lechones.
Que me eche mil bendiciones
cuando le coma los cueros.

(Vanse y sale MELO con un libro.)
MELO:

  Aunque atrevimiento sea,
siendo tal tu entendimiento,
este libro te presento:
Vuestra Majestad le vea
  si dan las ocupaciones
lugar a reales pechos.

REY DE PORTUGAL:

¿Qué trata?

MELO:

Dichos y hechos.

REY DE PORTUGAL:

¿De quién? ¿De claros varones?

MELO:

  De vós solo, gran señor.

REY DE PORTUGAL:

Mientras vivo me alabaste
mal del sabio te acordaste:
lisonja ha sido en rigor.

MELO:

  Muchos dicen que lo son,
y aquí el ejemplo se ofrece
que la gran virtud carece
de envidia y adulación.
  El libro me vuelve a dar,
que en los dichos poner quiero
este de agora el primero.

REY DE PORTUGAL:

Bien te le puedes llevar.
  Y que no te pago advierto
por lo mal que me has tratado,
pues en haberme alabado
ya me has tenido por muerto.
  Y si por vivo no es bien
que mi vanidad abones,
y si esto en los dichos pones,
pon en los hechos también.
  Si hablares del liberal,
el rey don Juan el segundo
no dio a nadie en todo el mundo
por lisonjas un real.

MELO:

  Alejandro no fue así,
y hoy le alaban, en efeto.

REY DE PORTUGAL:

No fue Alejandro discreto,
valiente dicen que sí.

(Sale MENDO .)
MENDO:

  Sabiendo, invicto señor,
vuestra gran curiosidad
quise de mi habilidad
mostrar el mayor primor.

REY DE PORTUGAL:

  ¿Qué primor?

MENDO:

Puedo decillo
seguro de hallar igual.
Los reyes de Portugal
con la punta de un cuchillo
  he cortado de papel.

REY DE PORTUGAL:

¿Habéis sido religioso?

MENDO:

No, señor.

REY DE PORTUGAL:

Pues es forzoso,
que esa flema es digna dél.

MENDO:

  No hay hombre que no se espante.

REY DE PORTUGAL:

Claro está y es justa ley
si hacéis de papel un rey
que Dios hizo de diamante.
  Alabo el primor gentil
pero no le quiero ver,
que los reyes no han de ser
de materia tan sutil.
  Que es tanto el valor que en él
pusieron Dios y las leyes
que aun las firmas de los reyes
no habían de ser en papel.
  Id con Dios.

MENDO:

Guárdete el cielo.

REY DE PORTUGAL:

¡Hola!

PRIOR:

Señor...

REY DE PORTUGAL:

¡Agua!

PRIOR:

¡Plaza!

REY DE PORTUGAL:

¿Qué hay, Lope?

LOPE DE SOSA:

Admiro la traza
de tu estilo y de tu celo.
  Bien sabes que yo estudié,
bien sabes lo que he leído:
si es lisonja, perdón pido,
pues para mí no lo fue.
  De ningún rey se ha contado
tan divino proceder.

(Sale un MAESTRESALA , con salva y copa, el PRIOR delante.)
PRIOR:

¡Plaza!

MAESTRESALA:

¡Hubiera de caer!

(Tropiece.)
PRIOR:

El agua habéis derramado:
  ¡volved por más!

REY DE PORTUGAL:

No volváis
sino mirad lo que os digo...
 (Aparte.)
Creedme a mí como amigo
que a servirme no acertáis.
  ¿Cuánto habrá que me servís?

MAESTRESALA:

Seis meses pienso que habrá.

REY DE PORTUGAL:

Yo os tengo notado ya,
y aunque en verdad que acudís
  con amor, son tan estraños
vuestros yerros a porfía
que parece que en un día
me habéis servido mil años.
  Cuando entrastes a servirme,
¿qué pensastes? Responded.

MAESTRESALA:

Que me hiciésedes merced,
porque pude persuadirme
  que honráis hasta los estraños.

REY DE PORTUGAL:

Seis meses servido habéis,
¿con qué tiempo me queréis
pedir merced?

MAESTRESALA:

Con diez años.

REY DE PORTUGAL:

  Los diez años os perdono:
id con Dios, ya son pasados.
De renta dos mil ducados
llevaréis.

MAESTRESALA:

Sirvan de trono
  a tus pies el Cita helado
en el más frígido clima,
y desde Sofala a Lima
el indio más abrasado.

(Vase, y sale el PRÍNCIPE .)
DON ALFONSO:

  ¿Consultó ya Vuestra Alteza
su divino entendimiento?

REY DE PORTUGAL:

Ya, Príncipe, lo he mirado,
y porque nunca tenemos
los padres con nuestros hijos
ni respetos ni secretos:
sabed que sé que sois vós,
porque estándome diciendo
la mentira de Castilla
hice en el alma conceto
que el Córdoba fuistes vós,
y así le dije de hecho
a Sosa que yo sabía
que era el dueño del suceso.
Él me dijo la verdad,
por ventura, presumiendo
que yo de vós lo sabía,
y pues me pedís consejo
para vós, yo como padre
desta manera os advierto:
a cazar el blanco armiño
van los cazadores diestros
y al rededor de la cueva
le ponen de lodo un cerco.

REY DE PORTUGAL:

Él sale para buscar
por la campaña el sustento
y en viendo el lodo se para
tan turbado solo en verlo
que allí se deja coger,
porque más quiere ser muerto
que ensuciar tanta blancura:
harto os he dicho, entendeldo.
Sosa, aunque es vuestro criado,
es honrado caballero:
antes de hacelle traición
dejaos morir, que es lo menos,
porque no habéis de manchar
la blancura que os ha puesto
la real naturaleza
sino antes morir sufriendo.
Para con vós esto basta,
armiño sois de mi pecho:
no manchéis tanta blancura
por un deleite tan feo.

(Vase.)
DON ALFONSO:

  Amor, de amarme reprehendo y riño.
Amé por accidente, escusa tengo.
Arrepentido al desengaño vengo,
sus blancas aras de laureles ciño,
mi pecho quiere ser cándido armiño.
Mirando el lodo vil, los pies detengo:
para defensa la razón prevengo.
Gigante quiero ser si tú eres niño.
Suele un cobarde andar con un valiente
y temerle por eso su enemigo
que, solo, le matara fácilmente.
Amor, cobarde soy, mas yo te digo
que para mi defensa eternamente
pienso llevar a la virtud conmigo.

(Sale DOÑA LEONOR y TRISTÁN .)
TRISTÁN:

  El Príncipe y Lope están
en una imaginación.

DOÑA LEONOR:

Hablar a Alfonso es razón:
primero llegó, Tristán.

TRISTÁN:

  Déjame pedir a mí
las albricias.

DOÑA LEONOR:

¿Que me tiene
amor?

TRISTÁN:

De suerte que viene
a estar sin alma por ti.

DOÑA LEONOR:

  ¿Es posible?

TRISTÁN:

Y poderoso.
¡Señor, albricias! Leonor
a hablarte viene: hoy tu amor
ha de salir vitorioso.
  ¿Qué me das? ¿Piénsaslo acaso?
Sea vestido o cadena.

DON ALFONSO:

Doyte en albricias mi pena
y parte del mal que paso.

TRISTÁN:

  Iré muy bien despachado.

DOÑA LEONOR:

Señor, ¿qué hace Vuestra Alteza?

LOPE DE SOSA:

[Aparte.]
Muriendo estoy de tristeza,
confuso, loco y turbado.

DON ALFONSO:

  Castellana en cuyos ojos
se mira amor al espejo
para ponerse la venda
porque después queda ciego.
Muy grande amor os cobré
cuando los míos os vieron,
ya por belleza tan rara
ya por tan sublime ingenio.
Mas viendo que Lope os ama
pedí a mi padre consejo
y dijo que me dejase
morir de amor y de celos
antes que hacerle traición,
y así para siempre os dejo.

(Vase.)
DOÑA LEONOR:

¿Qué es esto, Tristán?

TRISTÁN:

No sé,
tales albricias me dieron.

DOÑA LEONOR:

Yo te las daré mayores
por la novedad que veo.
Que como me habías dicho
que estaba el Príncipe enfermo
de amor, ya estaba temblando
algún estraño suceso.
Porque yo quiero a don Lope,
como ves, con tanto estremo,
que ya temblaba el poder
de un competidor soberbio.
[A LOPE DE SOSA .]
Pues bien: ¿qué tristeza es esta?
Señor mío, si son celos
del Príncipe, buenas nuevas
os puedo dar dél y dellos.
Aquí dijo que la noche
que me vio volvió tan muerto
de amor que ha estado hasta agora
enfermo de mil deseos.
Mas que viendo que es traición
a tan noble caballero,
se quiere dejar morir.

LOPE DE SOSA:

Al Príncipe lo agradezco.
Y pues vós, señora mía,
tenéis tal entendimiento,
poco será menester
para persuadiros luego
las grandes obligaciones
en que el Príncipe me ha puesto.
Si él por su real virtud,
generoso nacimiento
y costumbres heredadas
de tal padre y tal abuelo,
siendo quien es se hace fuerza
y pierde su gusto, hoy quiero
mostrar que le igualo yo,
si no en sangre, en sufrimiento.
La fortaleza es virtud
que tiene al honor por premio,
también quiero ver, amando,
si al palio del honor llego.
Deseaba un capitán
que tenía puesto un cerco
agua de una fuente pura
que estaba del muro adentro.
Trujéronsela soldados
que supieron su deseo
y vertiola el capitán
diciéndole: «Yo no bebo
las aguas que cuestan sangre
de tantos ilustres pechos.»
Agua sois, y agua cercada,
y aunque en mis manos os veo,
por no beber con infamia,
de amor os consagro al templo.

DOÑA LEONOR:

¡Oíd!

TRISTÁN:

No quiso escuchar.

DOÑA LEONOR:

Tristán, ¿qué enredos son estos?
Hablar quiero al Rey.

TRISTÁN:

Señora,
harás un notable yerro,
demás que es ido a cazar,
que no hay entretenimiento
de más gusto para él.

DOÑA LEONOR:

Mi amor ha sido muy necio,
aunque parece imposible,
amando un hombre discreto.
Mas a los ojos de amor
hago juramento eterno
de procurar mi venganza.

TRISTÁN:

Tú juras por lindo ciego.

DOÑA LEONOR:

  Amor pagado mal: ¡cuán presto olvida!

TRISTÁN:

Antes suele crecer con el desprecio.

DOÑA LEONOR:

Cualquiera que ama aborrecido es necio.

TRISTÁN:

No hay discreción con que el amor se mida.

DOÑA LEONOR:

Pues yo sé aborrecer aborrecida.

TRISTÁN:

Veros quejar de amor no tiene precio.

DOÑA LEONOR:

Yo soy Lucrecia.

TRISTÁN:

Y yo seré Lucrecio
cuando vuestra merced pierda la vida.

DOÑA LEONOR:

Si amé sin discreción, tendré cordura.

TRISTÁN:

Viera entonces amor, que agora es ciego,
que amando nadie cumple lo que jura.

DOÑA LEONOR:

Yo te juro olvidar o morir luego.

TRISTÁN:

Juramento en mujer...

DOÑA LEONOR:

¿Pues qué no dura?

TRISTÁN:

Es ola de la mar y dicha al juego.