El profeta/El Rezo

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El Rezo

Entonces una sacerdotista dijo, «Háblenos del Rezo».

Y él contestó, diciendo:

Rezas en tu angustia y tu necesidad; que pudieras rezar también en la plenitud de tu alegría y en tus días de abundancia.

Porque, ¿qué es el rezo sino la expansión de tú mismo en el éter vivo?

Y si es para tu comodidad que vertes tu oscuridad en el espacio, también es para tu alegría que vertes el almancer de tu corazón.

Y si no puedes sino llorar cuando tu alma te convoca a rezar, ella debe espolearte vez tras vez, aunque llores, hasta que vengas riendo.

Cuando rezas ascendes para conocer en el aire a ellos que rezan en esa misma hora, y a quienes salvo en el rezo tal vez no conocerás.

Por eso, que tu visita a ese templo invisible no sirva para nada sino el éxtasis y la comunión dulce.

Porque si entras el templo con ninguna intención salvo pedir no recibirás.

Y si entras para hacerse humilde no serás ascendido:

Aunque entres para pedir lo bueno para otros no serás oído.

Bastas con entrar el templo invisible.

No puedo enseñarte a rezar con palabras.

Dios no te escucha las palabras salvo cuando Él Mismo las dice por tus labios.

Y no puedo enseñarte el rezo de las mares y de los bosques y de las montañas.

Pero Uds. que se nacen de las montañas y los bosques y las mares pueden hallar el rezo de ellos en el corazón,

Y si sólo escuchas en la tranquilidad de la noche y los oirás decir en el silencio,

«Nuestro Dios, quien es nuestros mismos alados, es tu voluntad en nosotros que quiere.

Es tu deseo en nosotros que desea.

Es tu impulso en nosotors que volvería nuestras noches, que son tuyas, en días que son tuyos también.

No podemos pedirte nada, porque tú sabes nuestras necesidades antes que de se nazcan en nosotros:

Tu eras nuestra necesidad; y por darnos más de tú mismo nos lo das todo.»