El reloj y genios de la ventaEl reloj y genios de la ventaPedro Calderón de la Barca
El reloj y genios de la venta
Personas
MOZO DE MULAS.
CUATRO HOMBRES.
JUANA.
(Sale PEDRO, mozo de mulas, muy guapo.)
PEDRO:
Mete esas mulas Diaguillo,
mientras que yo busco a Juana
que es la flor de la canela,
pero ella sin duda canta.
(Dentro JUANA, cantando.)
JUANA:
En llamando a la Venta
responde el gato,
y en diciendo ¡zape!
se va mi amo.
PEDRO:
Muy canora está Juanilla,
yo también quiero ayudalla. (Cantando.)
Al revés del diluvio
la venta es, Juana,
porque en ella los cuervos
vuelven al arca.
(Sale JUANA, cantando.)
JUANA:
El vinagre y el vino
se han concertado,
y el primero que llega
se entra en el jarro.
PEDRO:
¡Ah, señora Juana!, ucé
se deje ver esa cara,
que hay gente honrada en la venta.
JUANA:
Mucho más acá hay posada.
PEDRO:
Yo soy honrado y rehonrado.
JUANA:
Tu alma, Perico, sea honrada.
delante de Dios, y vamos
a lo de más importancia.
¿Acomodaste las bestias?
PEDRO:
Cierto que eres mentecata,
¿Pues tú dónde has visto bestias
que no estén acomodadas?
Mas dejando esto, sepamos:
¿qué hay que cenar?
JUANA:
Nunca falta.
PEDRO:
¿Y qué tenemos? Que aquí
no es segura la vianda,
y debajo de otros nombres
andan las cosas trocadas,
y le llaman palomino
al que antes fue Mosén Graja.
JUANA:
Pues porque sepas, Perico,
que eso es verdad apurada,
te diré puntualmente
lo que en la venta se gasta.
Aquí, Perico, el conejo
en los tejados se caza,
y puesto en el asador
a los ratones espanta.
Si se muere algún rocín
en toda aquesta comarca,
como él muera abintestato,
llega el ventero, y lo embarga.
El pan es membrillo cocho,
hijo de negro y mulata,
el agua es muy detenida
y la sal muy arrojada.
Los manteles son de jaspe,
todos de colores varias.
JUANA:
Las camas son de Chinchón,
y la ropa de la Mancha.
Las aceitunillas son
de San Crispín abogadas.
La vianda es de Rodrigo
y el vino no es de la Cava.
Y, finalmente, Perico,
el ventero que lo traza,
es de Lovaina su cuerpo
y es del infierno su alma.
PEDRO:
Aqueso, Juana, se entiende
con los pobretes que pasan,
mas con mozos de camino
que son hombres de importancia,
cada cosa es lo que pinta.
JUANA:
¿Quién lo duda, camarada?
Y tú, ¿qué gente has traído?
PEDRO:
Traigo figuras extrañas.
Y mientras que se adereza,
por reírte, has de escucharlas:
uno hay con hipocondria,
y otro hay que siempre habla
de su lugar, y en su tierra
cuanto hay en el mundo, pasa.
Y otro preciado de hacer
vestidos, y que los traza
y los guisa de buen gusto,
y de aquesto sólo trata.
Otro hay que trae reloj,
y cada instante lo saca,
y que venga o que no venga
la hora que es nos encaja.
Pero ahora los verás,
y salgan fuera, salgan
para que tú los registres
y vaya de gusto.
JUANA:
Vaya.
PEDRO:
¡Ah, señores de la tropa!
Mientras la cena se trata,
todo el mundo salga fuera. (Salen cuatro: el HIPOCÓNDRICO, el preciado de vestidos, el del reloj y el que habla de su lugar.)
HIPOCÓNDRICO:
Como ello no haya guitarra,
ni música, ni alegría,
porque eso a mí mal me mata,
parlemos en hora buena.
JUANA:
Todos sentándose vayan
PEDRO:
Ello no hay camas, tiéndanse a lo ancho (Siéntanse.)
y aquí, en el duro suelo, hagamos rancho.
JUANA:
Yo aquí, junto a Perico, me recuesto.
EL DEL RELOJ:
¡Que un hombre con reloj ande en aquesto!
EL DE LOS VESTIDOS:
Bien hice en no traer a estos desmanes
el vestidillo de los tulipanes.
JUANA:
Perdónenme, por Dios, que yo quisiera
traerle a cada uno si pudiera
una cama de tela aquí volando.
EL DE SU LUGAR:
Para camas de tela, Villalpando.
PEDRO:
Ya no puede la noche malograrse,
oye, que han comenzado a calentarse.
HIPOCÓNDRICO:
¿Saben ustedes que he notado hoy día
que no se estima ya la hipocondría?
JUANA:
¡Oh, es dada solamente al entendido!
EL DE LOS VESTIDOS:
De hipocondría tengo yo un vestido.
HIPOCÓNDRICO:
Este es un triste mal y es barbarismo
decir aqueso
EL DE LOS VESTIDOS:
Pues por eso mismo,
que es una tela de un color muy triste,
que vella sólo da melancolía,
y por eso se llama hipocondría.
PEDRO:
No se porfíe y vamos a otra cosa.
Cierto que hace una noche muy famosa
y las siete cabrillas
muy bien puede la vista distinguillas.
JUANA:
¿Siete son?
PEDRO:
Siete son.
JUANA:
Yo imaginaba
que eran seis.
PEDRO:
Siete son ¿no es cosa brava? (El del reloj lo saca y pónese a mirar.)
EL DEL RELOJ:
Esa porfía presto se remedia,
si, serán en verdad, y aún siete y media.
PEDRO:
¿Siete y media? ¡Jesús! ¿Qué está diciendo?
¿Quién oyó desatino tan horrendo?
¿En el reloj cabrillas? ¿Es esfera?
EL DEL RELOJ:
Juzgué que se dudaba qué hora era,
y quise vello, porque no es más cierto
el Sol que este reloj que estáis mirando.
EL DE SU LUGAR:
Para eso de relojes, Villalpando.
PEDRO:
Ya escampa. Este es más fuerte disparate:
de reír me duele ya el gaznate.
HIPOCÓNDRICO:
¡Que haya en el mundo nadie que se ría!
No es para todos, no, la hipocondría.
PEDRO:
Y usted, hidalgo, ¿no se ríe de ello?
HIPOCÓNDRICO:
¿Aqueso un hombre honrado ha de decirme?
¡Pobre de mí! Pues ¿puedo yo reírme?
¿Quiere que eche a perder, si me entretengo
veinte años de hipocóndrico que tengo?
¡Que cuanto Dios me dio desperdiciara
porque un hijuelo mío se inclinara
a ésta mi enfermedad lóbrega y negra!
Pero es un picarillo que se alegra.
PEDRO:
Pues ¿es contra estatuto el alegrarse
o es pecado mortal que usted se ría?
HIPOCÓNDRICO:
No es para todos, no, la hipocondría.
JUANA:
Vea uced bailes, vea mojigangas,
perderá ese color verde y cetrino.
EL DE LOS VESTIDOS:
Agora que uced habla de colores,
no estuvieran muy malas unas mangas,
así de un colorcillo alcaparrino
y que el aforro fuera pepinino.
JUANA:
¿Pepinino decís? No hay quien lo entienda.
PEDRO:
No se haga, por Dios, todo contienda,
sino recemos mucho aquesta noche
porque mañana no se vuelque el coche,
que a la bajada de esta cuestecilla,
viniendo el otro día de Sevilla,
torcí el coche, y milagro fue patente
no despeñarme yo y toda la gente.
JUANA:
El Ángel de la Guarda anda en aqueso
y a todas horas nos está velando.
EL DE SU LUGAR:
Para Ángeles de Guarda, Villalpando.
JUANA:
No he tenido jamás noche tan buena.
[Aparte.]
Mientras se acaba de guisar la cena,
va de aqueso, por Dios, que es gusto oíllo.
EL DE LOS VESTIDOS:
Pues yo, guisando estoy un vestidillo
y de este modo. Veamos si os agrada:
aquí un golpe y aquí una cuchillada,
y aquí otro golpe. (Hace una demostración en la cara de PERICO.)
PEDRO:
¡Pese al muy figura!
EL DE LOS VESTIDOS:
Estese quedo; y luego, prensadura.
PEDRO:
¡Tome el bergante!
JUANA:
Aquesto paró en voces.
PEDRO:
Guarnezca el vestidillo destas coces.
(Dale.)
JUANA:
Detente, Pedro.
PEDRO:
Aquesto más me emperra.
EL DE SU LUGAR:
Dale, que le da al uso de mi tierra.
PEDRO:
Pues ¿con mi cara hacéis demostraciones?
EL DE LOS VESTIDOS:
¡Ay si se me han quebrado los brahones!
JUANA:
No tenéis que cuidar, no se quebraron.
EL DEL RELOJ:
(Mirando el reloj.)
En punto de las ocho os patearon.
EL DE LOS VESTIDOS:
Eso me irrita más, que no las coces.
JUANA:
Tener, y parar a dar fin a estas voces.
(Canta.)
Mozas que en la venta estáis.
TODAS:
¿Qué mandáis?
PEDRO:
(Canta.)
Mozos que bailar sabéis.
TODOS:
¿Qué queréis
PEDRO:
Que cantando, tañendo y bailando,
figuras tan grandes aquí celebréis.
JUANA:
El reloj del cochero,
señor hidalgo,
con el pie señala
no con la mano.