El simoún

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​El simoún​ de Antonio Ros de Olano
           
           La soledad lo aborta sin destino
	sobre el páramo inmenso del desierto;
	a su presencia duélese el mar muerto
	y gime triste el campo palestino.
	 
	   Con polvorosa crin borra el camino,
	y a su bochorno el caminante incierto,
	el cuerpo tiende, el hábito cubierto
	del raudo y abrasante remolino.
	 
	   ¡Pasó!... y el tigre bota en la candente
	arena, en que el león ruge erizado
	y silba y se retuerce la serpiente...
	 
	   ¡Pasó!... y en la quietud del despoblado
	la ciudad solitaria del Oriente
	llora con el Profeta su pecado.