El socialismo bilbaíno
A la vida equilibrada del señorío antiguo, con sus fueros tradicionales y sus curas y sus nobles y sus fanáticos caseros, sucedió bruscamente la concurrencia desesperada. Se taló el campo, las montañas se arrancaron de cuajo, derribáronse caseríos, desapareció la aristocracia, anegándose en la marea creciente de los advenedizos y surgió la carrera hacia los duros, como modalidad única de la lucha por la vida.
Se improvisaron las fortunas. Creáronse algunas gracias al azar, al ciego azar que lleva á un minero, ni mejor, ni más inteligente, ni más sobrio que los demás, á una vena de rico mineral. Otras, las más, se deben, como en Norte-América, á una gran iniquidad cometida con la ayuda del Estado. Los mineros amigos de los burócratas del ramo acapararon los descubrimientos de nuevos cotos, haciéndose suplantar, en los registros correspondientes, á los verdaderos denunciantes. Con simular una denuncia de anterior fecha se inutilizaba toda reclamación anterior. Y como los obreros vieron nacer el capital, no han tenido por qué guardarle el respeto que inspiran á los cerebros rutinarios las instituciones seculares.
Las mesnadas de hambrientos que posteriormente llegaron á Vizcaya en busca de quien alquilara sus brazos, sirvieron para engordarlos primeros capitales, no para crear otros nuevos, y la masa de aventureros se dividió marcadamente al poco tiempo. De un lado, la minoría afortunada que levanta, para recreo de sus ocios, los hoteles coquetones de Las Arenas y Santurce, Algorta y Portugalete y las mansiones espléndidas del magnífico ensanche de Bilbao. Del otro, la mayoría de desventurados, guareciéndose en esa cuenca mineral, cuya fealdad infunde espanto, y partiendo la vida, entre el sombrío hormiguero de la mina y el barracón inmundo, enrojecido por la tierra metálica, cuyos montes de escombros aniquilan la vegetación y cuyo tono rojizo invade el horizonte, las calles, las casas, los muebles y el vestido del asalariado.
¿Es extraño que esa pobre bestia roja—roja, porque también su piel se tiñe del color del mineral—maldiga (en las tinieblas del horadado monte, en la hediondez del cuchitril y en la tierra desnuda de verde y de sombra, blasfeme ante el cielo nublado por el humo de las calcinaciones y alce los puños al «chalet» que bordea la playa y sonríe, quizás de su miseria?
Abonado el terreno, faltaba la semilla. Y se encargaron de lanzarla á los cuatro vientos, media docena de inmigrantes que, además de sus brazos, aportaron algunos folletos vulgarizadores del socialismo marxista. La primera propaganda se hizo fácilmente. ¿Qué contratista iba á fijarse en aquellos libritos que circulaban entre los obreros? ¡Bah!, ¡de algún modo habían de invertir sus ocios! ¡Y era de ver la fe, la fe profunda, con que, en las veladas del barracón, oían los trabajadores la lectura de los principios socialistas, único Evangelio que podía llevar un rayo de luz á su espíritu entenebrecido!
Mas la fe socialista no es una fe contemplativa y hubo de exteriorizarse muy en breve. El ¡Uníos, trabajadores! se cumplió como el ¡Creced y multiplicáos de Cristo! A la queja inexpresada é ineficaz sucedió el espíritu de solidaridad entre obreros y de resistencia respecto del patrono. Hubieron de luchar contra los barracones y las tiendas obligatorias y contra las jornadas de trece horas. Vinieron las huelgas y con ellas las persecuciones. Y ¡cuán cierto es que si la fe hace mártires, también los mártires hacen la fe!
Las prisiones arbitrarias y los fusilamientos á multitudes indefensas, que el miedo y la brutalidad de la burguesía realizaron, dieron hecho el trabajo á los propagandistas y el socialismo fué conquistando toda la cuenca, monte tras monte, fábrica tras fábrica.
No ha sido, sin embargo, la conquista de Vizcaya por el socialismo; total y absoluta, cual la de las regiones mineras é industriales del Centro y Norte de Europa. Débese, en primer lugar, al hecho de que el socialismo bilbaíno no ha contado con hombres como Reclus, Marx, Richard Owen, Engels, Lassalle, ricos de nacimiento y que como tales han podido dedicarse de lleno al estudio y propaganda de sus ideas, y demostrar prácticamente, con su vida, que el socialismo es algo más que una aspiración demoledora de los descamisados, que el socialismo es un sistema hijo legítimo y sucesor forzoso del capitalismo. La burguesía vizcaína, no formada aún del todo, no está en estado de producir esos caracteres, que se dan, como los curas heréticos de la reforma y los aristócratas revolucionarios de la enciclopedia, en sistemas sociales ya maduros.
Además, el socialismo ha tenido que luchar con el bizcaitarrismo ó antimaketismo, ideal hidrófobo y absurdo, pues que en el fondo sólo consiste en el odio que los nativos de un país suelen profesar á los inmigrantes que les disputan el salario. En los talleres de la Habana y de Nueva-York he observado personalmente, que mientras los obreros europeos son todos ó casi todos socialistas, abunda en los americanos un jingoísmo ó antipatonismo feroz é inconsciente. Así en los vizcaínos, se ha desarrollado, más de lo que se cree generalmente, un nativismo agresivo, que es el mayor obstáculo con que entre ellos tropieza la causa de la humanidad y de la justicia.
A pesar de todo el socialismo sigue su camino. Dos ó tres de los más caracterizados propagandistas son vizcaínos, entre ellos el insigne catedrático Miguel de Unamuno, quien antes de ir á buscar una especie de papado civil al jesuitismo, desde las columnas de La Lucha de Clases y al través de centenares de artículos, iba dando carácter científico á una escuela que hasta ahora aparecía como una religión, y como todas las religiones, preñada de intransigencias.
Se ha manifestado el socialismo donde debía manifestarse y sus resultados no han podido ser más hermosos, mientras aquí nos hemos tragado y nos tragamos Ayuntamientos que son un bochorno, 16.000 mineros vizcaínos dan noble ejemplo de entereza y altivez á toda España, con su firme acuerdo de acudir á todos los medios, al «meeting», á la protesta y á la huelga, para que no se cometan impunemente atropellos como el realizado por D. Víctor Chavarri y el Sr. Cos Gayón, al invalidar la elección de los compañeros Merodio, Pascual y Carretero, después de que la Comisión provincial, compuesta de burgueses, aprobara sus actas. Se ha querido evitar un escándalo, de índole análoga al provocado por la oposición del concejal socialista Perezagua á la subvención á una empresa del cacique, subvención votada por un Ayuntamiento hechura suya. ¿Cuál no sería la oposición á semejantes subvenciones si en lugar de estar sólo Perezagua se viera acompañado de otros tres socialistas?
No se ha contado con la dignificación de la conciencia obrera realizada por el socialismo. El trabajador no es ya un borrego que se deje apalear, es alguien, un hombre que conoce su valer y su fuerza y que mientras prepara el balance final con su saldo de cuentas, sabe hacer respetar á los burgueses, cuando menos, la ley que ellos mismos se han creado á fin de parapetarse en ella.
Y en lo sucesivo ya tendrán buen cuidado el Gobierno y el cacique local de mirar muy mucho los atropellos que proyecten, pues ni la misma burguesía bilbaína puede perdonar al Sr. Chavarri esas recientes jornadas de angustia, esperando las bayonetas que aplazaran, ¡aplazaran nada más! el día apocalíptico en que de los montes de Ollargan y San Salvador, Somorrostro y Gallarta, baje amenazadora la nube de gente roja cansada de matarse para que otros vivan.
Se reprocha al socialismo obrero marxista bilbaíno y aun á todo el partido español el odio hacia los republicanos, odio que redunda en provecho del común enemigo, el privilegio y la ley de castas, y repróchasele también el tacto de codos contra los intelectuales que aparta de sus filas á multitud de corazones generosos y aleja á los cerebros cultivados de una disciplina demasiado estrecha para un alma libre.
Ambos reproches no carecen de fundamento; pero localizándolos al socialismo bilbaíno, encuentra en cierto modo explicación la conducta del partido obrero. Son los republicanos más caracterizados, mineros, industriales, contratistas, abogados. ¿Cómo un partido que tiene por programa exclusivo la lucha contra el capital puede aliarse donde hay enemigos que combatir?
También es explicable el tacto de codos contra los intelectuales. Lucha el obrero de la mina contra el capataz que le maltrata; contra el contratista que le obliga á gastar en su tienda; contra el patrono que le rebaja el salario; y cree necesitar, no espíritus superiores, que critiquen magistralmente el sistema social, y edifiquen en párrafos soberbios la «Ciudad del Buen Acuerdo» y la del «Trabajo libre», sino hombres decididos que le lleven á la viril protesta y plumas que denuncien en la prensa atropellos y desaguisados. Gusta de que Proudhon afirme ser la propiedad un robo; mas prefiere que Valentín Fernández escriba en La Lucha que Fulano de Tal es un ladrón. Así son Perezagua, Carretero, Orte, Basterra, Hernández y Merodio, y así los quiere. Y así van 15.000 hombres á la huelga , y así irán algún día á la revuelta airada.
Pero si es explicable esa conducta, no por ello se justifica. Rencillas personales á un lado; existe en las escuelas avanzadas una comunidad de pensamiento y de intereses que hace olvidar las diferencias de principios. Ante el actual atropello cometido con los socialistas bilbaínos, la democracia en masa se coloca á su lado é impulsará al Gobierno á revocar su arbitraria Real orden. ¡No sean los socialistas españoles los únicos en el mundo entero que permanezcan apartados de ese gran movimiento democrático y regenerador que emprenden aislados pensadores y poetas, soñadores y solitarios, cuantos aman y cuantos sufren para reunirlo en el altar común de la Humanidad y de la Justicia!