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El socorro general/Auto

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Elenco
El socorro general
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

Suenan cajas y trompetas, y salen marchando SOLDADOS, y detrás la SINAGOGA, vestida a lo judío, con bastón de general.
SINAGOGA:

Hebrea milicia, cuyo
siempre ilustre, siempre invicto
valor no podrá olvidar
la memoria de los siglos;
amado pueblo de Dios,
bando de Dios escogido,
república de Israel,
generoso Judaísmo,
tú, con quien su amor inmenso
tan grandes finezas hizo,
que te puso en libertad
de la esclavitud de Egipto,
desde que la crespa saña
del Bermejo mar previno,
amontonando las ondas,
dïáfano pasadizo,
en que opuestamente hallaron
sus gitanos y tus tribus,

SINAGOGA:

unos tumba de cristal
y otros canales de vidrio,
hasta que peregrinando
por mansiones y caminos
nunca hollados, de la tierra
de promisión te dio indicios
primero la lluvia hermosa
de aquel cándido rocío,
neutral sabor de viandas,
y después aquel racimo
del explorador Caleb,
cifrando el maná y el vino
de nuestro gran Jehová
los misterios escondidos.
Yo soy tu gran Sinagoga:
proponerte solicito
de esta guerra los pretextos,
de este furor los motivos,
porque aunque no los ignores,
en ti despierten los bríos
de mi voz al pronunciarlos
y tu atención al oírlos.

SINAGOGA:

Ya sabes que a nuestra corte
un hombre por virrey vino
(pues ser del mayor monarca
segunda persona dijo);
este en pláticas diversas
y en sermones que le oímos
nos dio a entender que traía
poderes establecidos
de su rey para rompernos
de nuestros fueros antiguos
las juradas ceremonias
y los observados ritos,
introduciendo en nosotros
nueva ley, y habiendo dicho
que renovaría en tres días
el templo, reducir quiso
a un sacrificio incruento
los cruentos sacrificios
de nuestras víctimas. Yo,
habiendo su intento oído,

SINAGOGA:

escandalizada y ciega
todo mi pueblo amotino,
y recibiendo los votos
de escribas y de rabinos,
que en mi república son
los diputados ministros,
contra su falsa doctrina,
contra su engañoso estilo,
contra sus costumbres y
contra su vida conspiro,
dándole violenta muerte.
¡Ay, infeliz, que al decirlo,
la voz balbuciente, el pecho
alterado, estremecido
el corazón, tartamuda
la lengua, el aliento frío,
no hablo, sino padezco,
no pronuncio, sino gimo!

SINAGOGA:

¿Pero qué mucho, qué mucho,
si tembló despavorido
el universo al mirarlo,
que tiemble yo al referirlo?
A media tarde expiró
la luz del sol de improviso;
bandolera de sus rayos,
salteadora de sus giros,
la noche emboscada estaba
a robarle en el camino,
cuya ráfaga de sombras
tantos prisioneros hizo
en la luna de reflejos
y en las estrellas de visos,
que vio la luna el menguante,
no habiendo el creciente visto,
y muerto su general,
a vista del enemigo
huyeron, sin saber dónde,

SINAGOGA:

por páramos cristalinos
las tropas de las estrellas,
las escuadras de los signos,
de suerte que se vio el cielo
desplomado de sus quicios,
si se cae o no se cae,
para dar un estallido,
cuyo horror, amenazando
la tierra con precipicios,
la estremeció de manera,
que los montes más altivos,
sus más elevadas torres,
sus más graves edificios,
en su asiento titubearon,
de su centro divididos,
buscando dónde arrimarse,
luchando a brazo partido
unas con otras las piedras,
unos con otros los riscos.

SINAGOGA:

Rasgose el velo del templo,
de sus sepulcros los fríos
cadáveres se elevaron,
vagando esqueletos vivos
la rara esfera del aire,
cuyos espacios vacíos
funesto luto vistieron,
enmarañado y tupido
en el telar de las nubes,
y comuneros los ríos
se le atrevieron al mar;
mas en todo este conflicto
esta confusión del cielo,
este del mundo delirio,
a que ya para espirar
se vio el postrer parasismo,
no se acobardó mi rabia
habiendo docta entendido,
que eran de naturaleza
casuales los prodigios,

SINAGOGA:

con que tal vez nos asombra,
sin haberme persuadido
a que el general eclipse
fuese por el homicidio,
aunque viendo sus efectos,
aquel gran varón Dionisio
filósofo de Areopago
desde allá diz que lo dijo;
el católico monarca,
cuya corte es el impíreo,
de nuestra culpa informado,
de nuestra saña ofendido,
dicen que tomar pretende
venganza de este delito,
a cuyo efecto, enviando
doce valientes ministros,
del orbe a correr los climas
más remotos y distintos,
gente ha juntado con que
la Iglesia, que es la que ha sido
la general de sus armas,

SINAGOGA:

solicita reducirnos
a su primera obediencia,
dándonos por más castigo
nueva ley en que vivamos
y poniéndonos presidios
de sacramentos con que
siempre nos tendrá rendidos
a su sujeción. Ya, pues,
su grande ejército altivo
de Jerusalén está
tan cerca, que sus avisos
son las cajas y trompetas;
resistamos sus designios,
y vean que vuelven todos
derrotados y vencidos
de nosotros sus preceptos,
sin tomarlos ni admitirlos.

SINAGOGA:

Libre república somos;
ea, vasallos y amigos,
hoy leales a la patria
y fieles a mi dominio,
es el día de mostrar,
que sois de mi aliento hijos.
Castigado suene el parche,
de uno y otro golpe herido;
animado el bronce suene,
ya de uno y otro suspiro,
y para que no entren dentro
de la ley en que vivimos,
en lo estrecho de sus pasos
salgamos a recibirlos,
todos publicando a voces,
todos repitiendo a gritos:
¡Viva nuestra libertad
y muera la ley de Cristo!

TODOS:

¡Viva nuestra libertad
y muera la ley de Cristo!

(Suena un clarín lejos, y sale ZABULÓN vestido de judío ridículamente.)
ZABULÓN:

Un embajador de parte
del ejército ha querido
hablarte.

SINAGOGA:

¿Quién es?

ZABULÓN:

No sé,
que en mi vida no le he visto
otra vez ni le conozco.
Sólo sé que su vestido
es más blanco que el candor
de la nieve y que ha venido
haciendo un gran sacramento
en que quiere hablar contigo.

SINAGOGA:

Dile que llegue.

(Sale el BAUTISMO vestido de blanco a la española.)
BAUTISMO:

La hermosa
emperatriz del Olimpo,
la que de flores y estrellas
corona los crespos rizos,
la que en sus adornos vence
las purezas del armiño,
la unión de fieles, la reina
militante, la que ha sido,
es y será capitana
del estandarte de Cristo,
corona de sus leales
y de sus fieles caudillo,
salud y gracia te envía.

SINAGOGA:

¿Salud y gracia contigo?

BAUTISMO:

Sí.

SINAGOGA:

¿Pues quién eres, quién eres
tú, que tan desvanecido
piensas que salud y gracia
puedes traerme?

BAUTISMO:

El Bautismo,
primer sacramento suyo,
a cuyo cargo los libros
de sus ejércitos vienen,
pues yo sus gentes alisto.

SINAGOGA:

¿Qué es tu intento?

BAUTISMO:

De su parte
satisfacer los motivos,
con que hoy tienes sediciosos
y alterados tus vecinos,
por ver si puede por mí
a su gremio reducirlos,
excusando los rencores,
los robos, los homicidios,
los escándalos, las muertes,
las sediciones, los vicios,
las traiciones, los insultos
que trae la guerra consigo,
entre vasallos que somos
todos de un monarca mismo.

SINAGOGA:

¿No había otro que viniese
menos osado y altivo
que tú?

BAUTISMO:

No, porque si yo
no doy con el favor mío
principio a estas amistades,
no pueden tener principio.

SINAGOGA:

¿Pues qué pretextos podrás
proponernos ni advertirnos,
que nos satisfagan, puesto
que todos nuestros designios
fundados están en que
los fueros establecidos
de nuestros primeros Padres
rompernos habéis querido?

BAUTISMO:

Porque veas el engaño
en que estás, ¿cuáles han sido
tus más principales fueros?

SINAGOGA:

Los diez preceptos divinos
del decálogo sagrado,
que en terso mármol y liso,
buril el dedo de Dios,
le entregó a Moisés escritos.

BAUTISMO:

Luego si esos diez preceptos
son, Sinagoga, los mismos
con que hoy la Iglesia pretende
mantenerse en el servicio
de tu rey, romper no trata
tus grandes fueros antiguos.

SINAGOGA:

Sí trata, pues que pretende
del Levítico impedirnos
los sangrientos holocaustos,
intentando reducirlos
a un sacrificio incruento.

BAUTISMO:

Es piadoso sacrificio,
que satisface por todos
con méritos infinitos.

SINAGOGA:

¿De qué suerte?

BAUTISMO:

¿Puedes tú
dudar que tu ley ha sido
ley de sombras y figuras?

SINAGOGA:

No puedo, y que un Mesías, hijo
de Dios, será de esas sombras
y figuras que ya he visto
lo figurado, que así
mis profetas me lo han dicho.

BAUTISMO:

Pues ya vino ese Mesías,
los hebdómadas cumplidos,
y tú le desconociste,
dándole muerte.

SINAGOGA:

Ni vino,
ni entiendo que pudo ser
de Dios principal ministro
enviado un sedicioso
galileo advenedizo.
Sólo sé que ahora me envía
la Iglesia su paz contigo,
que eres nuevo sacramento
que ni conozco ni admito,
y que a mi circuncisión
quieres quitarle el oficio.

BAUTISMO:

En eso verás también
cuán piadoso, cuán benigno
el rey te ofrece piedades
cuando tú esperas castigos,
pues si en la circuncisión
antes era beneficio
del original pecado
dejarnos puros y limpios
y hoy es ablución de agua
y no de sangre, está visto
cuánto sus derramamientos
excusar ha pretendido,
dando a entender que la ley
de gracia es yugo sencillo,
pues sin sangre nos reduce
al estado primitivo
de la original justicia
de que privados nacimos,
dejándonos de la culpa
este sacramento pío
con el agua bautizados
y sin sangre incircuncisos.

SINAGOGA:

Que no te entiendo otra vez
y otras mil veces repito,
y así vuélvete al instante,
primero que el furor mío
las inmunidades rompa
del seguro que has traído,
y di a tu Iglesia que yo
ni te escucho ni recibo
porque no quiero su paz.

BAUTISMO:

Mira que soy el Bautismo,
y que piadosa la Iglesia
te está rogando conmigo,
con que deja su justicia
honestada.

SINAGOGA:

No te admito.

BAUTISMO:

Pues con esto....

SINAGOGA:

No te escucho.

BAUTISMO:

Manifiesto....

SINAGOGA:

No te estimo.

BAUTISMO:

Queda.

SINAGOGA:

No te oigo, no te oigo.
Tapareme los oídos
como la sierpe al encanto,
y cualquier soldado mío
que te hable ni te vea
le tendré por enemigo
y por traidor a la patria.

TODOS:

Todos lo propio decimos.
¡Viva nuestra libertad!

SINAGOGA:

Dejados y aborrecidos
de todos nosotros, vuelva
a la Iglesia sus auxilios.

(Vanse SINAGOGA y SOLDADOS.)
BAUTISMO:

¡Ay, infelice de ti,
y ay de tus míseros hijos,
sobre quien está la sangre
del justo con repetidos
lamentos pidiendo al cielo
si no venganzas, castigos!

ZABULÓN:

Señor Sacramento de agua,
vos fuérades más bien visto
acá de todos si fuerais
otro que hay allá de vino;
y así idos con Dios a donde
sois fiestas y regocijos
de comadres y compadres,
aunque alguna vez me han dicho
que no dejáis de tener
molestias con los padrinos
sobre aquello de la vela,
el mazapán, el mantico,
los dulces de la parida,
los agrios del monacillo,
sin lo del coche prestado
si vino a tiempo o no vino,
la fuente, el salero, el jarro,
la agua de olor, el capillo,
el volo y el efetá,
y otros dos mil requisitos,
si al niño sacan los brazos,
si ponen a andar al niño,
y por remate de todo
traer siempre por inquilinos
la comadre de parir
y el ama de haber parido.
(Vase.)

BAUTISMO:

Hermosa luz de las gentes,
sobre cuyo cristalino
cuello la alba vierte rosas
y el aura deshoja lirios,
tú, cuyas manos ceñidas
de siete azules jacintos,
liberalmente de Dios,
distribuyes los más ricos
tesoros, dejando siempre
infinito lo infinito.

(Suenan chirimías; salen la ORACIÓN, la PENITENCIA, DAMAS, la ORDEN SACERDOTAL, VIEJO; y detrás la IGLESIA con corona de oro, manto imperial y bastón, y la PENITENCIA trae un estandarte con un Cristo crucificado y todos con espadas ceñidas y plumas.)
IGLESIA:

¿Qué me quieres?

BAUTISMO:

A tus plantas
lloroso y enternecido
(porque es el agua en efecto
materia del pecho mío)
vuelvo de la Sinagoga
despreciado y ofendido
con injurias y baldones,
haciendo en mí desperdicios
de tus hermosas piedades.

IGLESIA:

Presto, bando aborrecido;
presto, traidora familia,
llorarás tus precipicios,
perdida tu Sinagoga,
tu patria y tu domicilio,
vagando por las ajenas.
Leales soldados míos
que debajo militáis
de este estandarte en quien miro
persona que hace y padece,
sacerdote y sacrificio,
ya la ocasión ha llegado.
Tú, Oración, con tus suspiros,
tus lágrimas y tus ruegos,
los ánimos mueve invictos.
Tú, Orden Sacerdotal,
acude con beneficios,
que son de la militante
Iglesia balas y tiros.

IGLESIA:

Tú, enarbola, Penitencia,
ese estandarte divino
porque te sigan, y todos
armados y prevenidos,
para padecer rigores
de crueldades y martirios,
pues habéis de ser muriendo
vencedores y vencidos,
diciendo al cielo y la tierra,
en lamentos repetidos:
«¡Muera la comunidad
y viva la fe de Cristo!».

(Estas voces se repitan dentro de mano en mano y fuera la caja a marcha.)
TODOS:

¡Muera la comunidad
y viva la fe de Cristo!

ORACIÓN:

Ya el ejército a tus voces
todo a un tiempo se ha movido.

SACERDOCIO:

En orden viene cubriendo
de poblaciones los riscos.

PENITENCIA:

Mi estandarte siguen.

IGLESIA:

Tú,
(Al BAUTISMO.)
pues que tienes los registros
de todos y al pasar muestra
los señalas con tu signo,
veme diciendo quién son.

BAUTISMO:

Tú lo sabes.

IGLESIA:

Es preciso
saberlo más por tus listas,
y así de ti quiero oírlo,
que no conoce la Iglesia
a nadie sin el Bautismo.
(La caja dentro a marcha.)

BAUTISMO:

Tu ejército, que en valientes
tropas marcha hecho escuadrones,
compuesto está de naciones
porque es unión de las gentes,
y así el número que adquiere
de tantas consta y se hace
que ven al sol cuando nace
y ven al sol cuando muere.
Toletot quiere decir
en hebreo población,
monarquía o fundación
de muchos, y así argüir
no sin justas causas oso,
viendo tan varias hileras,
que es tu frente de banderas
un Toletot numeroso.

BAUTISMO:

Y otra razón hay en que
la envidia admirada vea
que lo que es Toletot sea
plaza de armas de la fe,
pues una ciudad fundada
por Nabucodonosor,
por su grandeza y valor
fue de este nombre llamada,
cuya Sinagoga altiva
la sentencia no firmó
de Cristo, ni el voto dio
en su alteración esquiva.
De suerte que llamar puedo
al que tu ejército fue,
por el número y la fe
o Toletot o Toledo.
(La caja.)

IGLESIA:

¿Qué tercio es este que tiene
la vanguardia?

BAUTISMO:

Es de españoles.

IGLESIA:

Son de mi milicia soles.
{{Pt|BAUTISMO:|
Por maese de campo viene
de ellos Torcato.v

IGLESIA:

¿Pues no
viene Diego?

BAUTISMO:

No, que aunque
fue Diego el primero que
gente en España alistó,
por él el tercio ha servido
su teniente coronel,
por haberle dado a él
la caballería. Este ha sido
tercio de Borgoña donde
la fe milita.

}}
IGLESIA:

¿Quién es
su maese de campo?

BAUTISMO:

Andrés.

IGLESIA:

Bien la banda corresponde
con el aspa ensangrentada.

BAUTISMO:

Rojos sus bastones son
por la sangre del toisón,
orden en ella fundada,
y así con piedad no escasa
banda roja usa la pía
católica monarquía
de Borgoña por la casa.
(La caja.)
El tercio, que ahora llegó
de los italianos es;
Pablo le gobierna.

IGLESIA:

¿Pues
también Pedro no alistó
en Roma su corte?

BAUTISMO:

Sí;
mas como a Pedro le diste
tu nave con que le hiciste
general de mar, así
la armada ha de gobernar.

IGLESIA:

Es verdad; la nave bella
le di de la Iglesia y ella
señora me hará del mar.
(La caja.)
¿Cuyo es el tercio que veo,
que en su gran número copia
las flores?

BAUTISMO:

Es de Etiopía.

IGLESIA:

¿Quién le gobierna?

BAUTISMO:

Mateo,
Tomás y Bartolomé:
aquel de la India oriental
y este de la occidental,
gente conducen.

IGLESIA:

Y qué
gente es esta que desprecia
el rosicler de los días?

BAUTISMO:

La de Felipe y Matías,
una de Asia, otra de Grecia;
Juan y el menor Diego, a quien
la fama su voz inclina,
son estos; de Palestina
vienen y Jerusalén.
(Las trompetas a marcha.)
Esta es la caballería
con cuyas armas parece
o que el día se obscurece
o que alumbra más el día.
Diego, su gran general,
la gobierna, a quien siguiendo
vienen las tropas, haciendo
alarde de la señal
que los trae satisfechos
de su valor, dando luz
sobre el acero la cruz,
rojo esmalte de sus pechos,
a quien siguen a millares
con gloriosa emulación
las demás tropas que son
religiones militares.

BAUTISMO:

Benito y Bernardo honores
dan con la cruz esmaltada,
sus mártires colorada
y verde sus confesores.
Este es tu ejército, en suma,
cuyo honor te satisfaga
que ni el tiempo le deshaga
ni el olvido le consuma.

IGLESIA:

Pues al arma toca y cierra
que nuestra ha de ser la gloria.

(Tocan cajas y trompetas, y dice dentro la SINAGOGA.)
SINAGOGA:

Mía ha de ser la victoria.

UNOS:

Arma, arma.

OTROS:

Guerra, guerra.

(Al irse a entrar la IGLESIA y el BAUTISMO, sale la APOSTASÍA huyendo como asombrada.)
APOSTASÍA:

Bella Iglesia, ¿dónde vas?
Atrás, atrás vuelve, no
pases adelante.

IGLESIA:

Yo
no puedo volver atrás.

APOSTASÍA:

Mira que está el enemigo
en la cumbre de aquel monte
que corona el horizonte,
haciendo al cielo testigo
de su poder, pues sus bellas
tropas no pueden contar
ni las arenas del mar
ni del cielo las estrellas.
Cierta es tu ruina.

IGLESIA:

¿Quién eres
tú, que tan ciego has venido,
que yo te he desconocido
en mi ejército?

APOSTASÍA:

¿No infieres
viendo la eterna señal
del Bautismo, Iglesia, en mí,
que soy tu soldado?

IGLESIA:

Sí.
¿De dónde eres natural?

APOSTASÍA:

Un aventurero soy
que a militar en tu corte
de los piélagos del norte
vine a ganar fama hoy
debajo de tu bandera.

IGLESIA:

¿Pues cómo, siendo soldado
en mi milicia alistado,
temes de aquesa manera?

APOSTASÍA:

Porque está el contrario fuerte
en su ciega obstinación.

IGLESIA:

¿No ves que es implicación
ser mío y temer la muerte?
¿Bautismo?

BAUTISMO:

¿Qué mandas?

IGLESIA:

Que
tengas con este soldado
desde aquí mucho cuidado,
que es sospechoso en la fe.

BAUTISMO: :

¿De mi alistado temer
puedes que te ha de faltar?

IGLESIA:

Sí, que el que empezó a dudar
cerca está de no creer.

(Dentro arma.)
SINAGOGA:

Hoy será el cielo y la tierra
de mi gran valor testigo.

IGLESIA:

Ya se acerca el enemigo;
arma, arma.

TODOS:

Guerra, guerra.

(Vanse todos sacando las espadas, quiere la APOSTASÍA seguirlos y no puede. Las cajas y trompetas están siempre tocando a tiempos y la batalla se finge dentro.)
APOSTASÍA:

¿Qué es aquesto? ¿Cuando veo
ir a pelear mi valor
se queda atrás? ¿Qué temor
es este? ¿Qué dudo y creo?
¡Mas, ay de mí!, que aunque intente
ir a morir en defensa
de la Iglesia, lo que piensa
mi discurso no consiente
que dé por ella la vida.
¡Qué extraños misterios son
(¡oh Iglesia!) que mi opinión
han dejado destruida
los tuyos! Pues todos ellos
llegando a considerallos,
me dan razón de dudallos
que me obliga a no creellos.

APOSTASÍA:

Pero ya la lid trabada
de una y otra parte está.
¡Aprensión, déjame ya,
que no quiero saber nada;
mi imaginación destierra!
¡Soldado de la fe soy!
¡Qué cobarde a pelear voy!

TODOS:

(Dentro.)
¡Arma, arma; guerra, guerra!

UNOS:

(Dentro.)
¡La gran Sinagoga altiva
en su libertad primera
viva!

OTROS:

(Dentro.)
¡El Judaísmo muera
y solo la Iglesia viva!

(Vase y sale por la otra parte ZABULÓN.)
ZABULÓN:

Aunque lo intento no puedo
desechar el temor mío,
mas no fuera buen judío
si no tuviera buen miedo.
¡Qué trabada, qué sangrienta
anda la lid a porfía!
Sin requiebro, vida mía,
entremos los dos en cuenta.
-¿De qué provecho es morir
un hombre? -De nada, pues
si me pierdes no hay después
otra vida que vivir.
-¿No? Luego muy bien harán
en guardarte mis pesares
y dura lo que durares,
como si fueras de pan.
Aquí escondido ver quiero
en qué para la batalla,
por si se ofrece contalla
alguna vez lo primero,
y lo segundo por si
se ofrece la fugitiva.

TODOS:

¡Victoria!

UNO:

¡La Iglesia viva!

TODOS:

¡Viva!

(Sale la SINAGOGA herida en el rostro con sangre huyendo.)
SINAGOGA:

¡Ay, infeliz de mí!
Perdí fama, ser y nombre
en la batalla primera.
Verdaderamente era
hijo de Dios aquel hombre
que maté, pues sobre mí
y sobre mis descendientes
llueve sangre de inocentes.

ZABULÓN:

Buen llover.

SINAGOGA:

¿Quién está aquí?

ZABULÓN:

No sé.

SINAGOGA:

¿Eres soldado mío?

ZABULÓN:

Que soy sólo sé saber....

SINAGOGA:

¿Qué?

ZABULÓN:

Lo menos que hay que ser.

SINAGOGA:

¿Pues qué eres?

ZABULÓN:

Pobre y judío.

SINAGOGA:

Si hebreo eres dile a quien
siguiéndome viene (¡ay triste!),
que a tu Sinagoga viste
salir de Jerusalén
a los ásperos desiertos,
con pasos tan fugitivos
que por huir de los vivos
va tropezando en los muertos.
El tercio de los romanos
tan a su cargo tomó
la venganza del que yo
maté con ajenas manos,
que rompiendo mi poder
con fuga me obliga a ir
sin tener dónde vivir
ni aun dónde morir tener.

SINAGOGA:

Y pues (¡mi dolor me ahoga!)
jamás (¡mi furor me abrasa!)
tendrá templo, ara, ni casa
desde hoy la Sinagoga,
a mis hijos les dirás,
ya que han de vivir sin mí,
que porque la Iglesia aquí
de ellos no triunfe jamás,
a Roma obedeceré
y que a su Gentilidad
favor pediré y piedad
aunque sujeción la dé,
porque en sus sacros altares
no triunfen cristianos viles,
y así voy a los gentiles
que sean mis auxiliares,
a cuyo efecto, pues ya
la Sinagoga no soy,
la esclava nación desde hoy
mi nombre infeliz será.
(Vase.)

ZABULÓN:

Cuanto me dices hacello
ofrezco de esa manera,
y eso y mucho más dijera
si yo me acordara de ello.
Pero ¿quién me mete a mí
sino en ser país neutral
y de la Iglesia parcial
puesto que hoy triunfar la vi?,
que esto de viva quien vence
es la más sana opinión
de los que gallinas son.
Aquí mi industria comience
a declararse y pues veo
que cantando a esta victoria
viene la Iglesia la gloria,
(Los INSTRUMENTOS dentro.)
introducirme deseo
con ella, porque así es llano
guardo el individuo mío,
con los judíos, judío,
con los cristianos, cristiano.

(Salen los MÚSICOS cantando, el BAUTISMO, la ORACIÓN, la PENITENCIA, y ORDEN SACERDOTAL, todos con ramos y flores, arrojándolos a sus pies y bailando.)
MÚSICOS:

¡Viva la militante
divina Iglesia
y a pesar de enemigos
triunfante sea!
Esto se baila siempre

BAUTISMO:

Coronen al Serafín
que la primer lid venció
las flores de Jericó
y las palmas de Efraín.

ORACIÓN:

Dele el primero jardín
rosas de su primavera.

MÚSICOS:

¡Y a pesar de enemigos
triunfante sea!

SACERDOCIO:

Ciñan sus sienes altivas,
coronada unión de fieles,
del Líbano los laureles,
del Olivet las olivas.

PENITENCIA:

Inmortal al tiempo vivas,
y tu militante esfera....

MÚSICOS:

¡A pesar de enemigos
triunfante sea!

ZABULÓN:

De todos esos jodíos
que te hacen oposición
hagas tal inquisición
que les abajes los bríos,
aunque los abuelos míos
sean leña de su hoguera.

MÚSICOS:

¡Y a pesar de enemigos
triunfante sea!

BAUTISMO:

¿Quién sois, que os ignoro?

ZABULÓN:

¿Yo?
Pues si yo quién soy supiera,
¿en decíroslo qué hiciera?

IGLESIA:

¿No es nuestro soldado?

BAUTISMO:

No.

ZABULÓN:

¿Hay más de sello?

IGLESIA:

¿Pues cómo
aquí estáis?

ZABULÓN:

Como he llegado
a vivir desengañado,
y vengo y ¿qué hago? Tomo
y pásome acá porque
quiero ser al rey leal.

IGLESIA:

Bautismo, con tu señal
plaza le asienta.

BAUTISMO:

Sí haré,
porque con piadosos modos
a nadie negarme espero.

ZABULÓN:

Pues hágase uced dinero,
verá si se niega a todos.

BAUTISMO:

¿Cómo os llamáis?

ZABULÓN:

Zabulón.

BAUTISMO:

Juan os llamaréis por ser
gracia.

ZABULÓN:

Bien la he menester.

IGLESIA:

Ya que en aquesta ocasión
piadoso el cielo me ha dado
esta primera victoria,
démosle al cielo la gloria;
cantad mi felice estado.

MÚSICOS:

¡Viva la militante
divina Iglesia
y a pesar de enemigos
triunfante sea!
De su eterna primavera
goce la felicidad.

(Estando bailando, arma dentro y alborótanse todos.)
TODOS:

(Dentro.)
¡Viva la Gentilidad,
la Fe católica muera!

IGLESIA:

¿Qué es aquesto?

ZABULÓN:

¿Cuánto va,
si se ofrece otro rumor
que llevamos lo peor
agora que estoy yo acá?

IGLESIA:

¿Quién temerario interrumpe
con acentos militares
las alabanzas que al cielo
suben cortando los aires?

APOSTASÍA:

(Sale.)
Católica monarquía,
no así tus victorias cantes
sin ver los contrarios que
te cercan por todas partes.
Aquesta nación traidora,
que con violencias tan graves
conspiró contra su rey
hasta llegar a matarle
a su segunda persona,
y soberbia y arrogante
tocó cajas, armó gente
y arboló sus estandartes,
viéndose oprimida y que
no tiene fuerzas bastantes
para resistir la entrada
que en ella tus armas hacen,
y viendo cuánto deshecha,

APOSTASÍA:

postrada y rendida yace
su Sinagoga, que fue
la diputación que a tales
levantamientos la indujo,
sin providencia y sin arte,
llamó a la Gentilidad
que la defienda y ampare,
a quien ha entregado todas
sus fuerzas más principales,
concediéndola el gobierno
de sus armas con tan grandes
rendimientos que admitiendo
cabezas y generales,
esclava vive, que esclava
es la que en parcialidades
por huir de un enemigo
de otro enemigo se vale.

APOSTASÍA:

La obediencia dio en efecto,
de suerte que a gobernarles
los francos romanos (francos,
porque no conoce a nadie
el romano imperio) vienen
dueños ya más que auxiliares.
Tan vil es su obstinación
ciega, alevosa y infame
que quieren perder con ellos
todas sus inmunidades
más que obedecerte a ti,
pues lo primero que hacen
los gentiles es hacerles
que contribuyan y paguen,
de modo que a servidumbres
reducen sus libertades,
dando a la Gentilidad
el Judaísmo vasallaje.

APOSTASÍA:

Unidos, pues, los hebreos
y gentiles a buscarte
vienen por esas campañas
vagando en tropas errantes,
sin pesadumbre los montes,
sin gravedad las ciudades.
Proponiendo vienen todos,
en sus rencores iguales,
que se han de anegar los ríos
de tu derramada sangre
hasta que la acción perdida
de tus patrimonios reales,
su república les dejes,
su tierra les desampares,
y es tal su furor que pudo
en los primeros combates
dar con crueles tormentos
muerte a infinitos infantes,
y robando a tus tesoros
lo más rico en el bagaje
dio donde en mujeres solas
de once mil hizo un cadáver.

APOSTASÍA:

Tu poder contra dos fuerzas
unidas y fuerzas tales,
no es posible que te libre,
no es posible que te guarde;
y mas si los ojos vuelves
a ver sobre aquesos mares
otra montaña de pino,
que errando al arbitrio fácil
del viento, te corta el paso,
el comercio te deshace
y la comunicación
con galeras y con naves.
Mira, pues, lo que has de hacer
contra tanto poder, antes
que vencida de sus iras,
postrada de sus corajes,
ningún partido te acepte.

APOSTASÍA:

Tu gente rendida yace
de la pasada campaña,
y cuando fortificarte
quieras en aqueste monte,
¿cómo podrás excusarte
de morir a breve tiempo,
pues bastimento no traes,
a los embotados filos
de la sed y de la hambre?,
si ya entender a la letra
no quieres en este trance
lo del mandar Dios comer
los inmundos animales.

IGLESIA:

Calla, calla, no prosigas,
que temeroso y cobarde
a mi majestad ofendes,
dando a entender que no sabes
que yo mirarme afligida
de rigores y crueldades
puedo tal vez, mas no puedo
nunca vencida mirarme,
que en mi primitiva edad
podían enemigos grandes
afligirme pero no
consumirme ni acabarme,
porque son mis duraciones
mayores que las edades.

IGLESIA:

Y tú, Oración, pues que eres
aquella divina ave
llena de gracia que al cielo
las esferas celestiales
penetrar puedes, al viento
las bellas plumas esparce:
sube al cielo, entra al impíreo
y dile al rey de mi parte
la persecución que espero,
que me socorra y ampare,
enviándome en auxilios
suficientes y eficaces
pan y vino, de quien constan
sus Socorros generales.

IGLESIA:

(En un vuelo de elevación sube la ORACIÓN poco a poco cantando, y en llegando arriba se deshace de la canal y en bofetón da vuelta a la otra parte.)

ORACIÓN:

Ya mi fervorosa instancia
las doradas alas bate
y elevada sobre mí
rompo la esfera del aire.

IGLESIA:

Repite en sonoras voces
de parte de los leales
al rey que el empíreo asiste
sobre tronos de diamantes.

TODOS:

Dios inmenso,
Dios grande,
escucha el llanto
que los fieles hacen.

(La MÚSICA cantando y la IGLESIA y los demás representando dicen estos versos de arriba, y canta sola la ORACIÓN.)
ORACIÓN:

Sitiada vive en los montes
la Iglesia por todas partes,
los enemigos la embisten,
los contrarios la combaten.

TODOS:

Dios inmenso,
Dios grande,
escucha el llanto
que los fieles hacen.

ORACIÓN:

Si son merecidas iras,
Señor, de sus culpas graves,
las voces de la Oración
te enternezcan y te ablanden.

TODOS:

Dios inmenso,
Dios grande,
escucha el llanto
que los fieles hacen.

(Desaparece la ORACIÓN.)
IGLESIA:

Ahora, pues no podemos
salir con fuerzas iguales
a pelear a la campaña,
montes y peñas nos guarden,
que no es bien que de una vez
las raíces nos arranquen
de nuestro ejército y pierda
el rey en aquesta parte
la posesión que ya tiene,
y así por ahora trate
contra este unido poder
mi valor fortificarse.

IGLESIA:

Cíñase aquesta montaña
de diez fuertes baluartes,
pues consisten mis victorias
sólo en que ellos diez se guarden
en el corazón; después
del recinto que ellos hacen,
hagan frente de banderas
los doce tercios constantes
en su fe; los siete vivos
cabos que su sueldo traen,
acerca de mi persona
me asistan y me acompañen
en esta forma: la puerta
el Bautismo me la guarde
porque entrar no pueda alguno
sin que por sus listas pase;

IGLESIA:

la ronda continuamente
(por si acaso algún infante
ignorando el ser quién es
dentro de la plaza se halle)
tenga la Confirmación,
que le haga el segundo examen;
la casa de municiones
a donde están los pesares,
silicios, llantos, ayunos,
penas y calamidades,
la tenga la Penitencia
donde los soldados se armen;
el almacén en que están
las raciones de los panes,
la Comunión tome a cuenta
pues ella es quien los reparte;
de los enfermos y heridos
los piadosos hospitales
la Extremaunción los visite;

IGLESIA:

la capilla que ha de armarse,
la Orden Sacerdotal
la rija, gobierne y mande;
las matronas que a este sitio
venir quisieren constantes,
se alberguen y se recojan
en la casa del bagaje,
de quien será dignamente
el Matrimonio el alcaide.
A las postas que nos velan
siempre por nombre ha de darse
sólo un Dios; las contraseñas,
porque traidores no engañen,
diferentes han de ser,
añadiendo al admirable
nombre de Dios solo, otros
atributos celestiales
como Dios solo, humanado,
nacido de Virgen Madre,
Dios solo, sacramentado
por misterio inescrutable.

IGLESIA:

Pues con este orden en todos
resistiremos leales
la invasión de los tiranos
hasta que del miserable
sitio, en que la primitiva
Iglesia hoy está, la saque
del católico monarca
los Socorros generales.

BAUTISMO:

Cualquiera a su cargo atento,
cuidadoso y vigilante
asistirá....

APOSTASÍA:

Sino yo,
que temeroso y cobarde,
me aflige mi pensamiento.

PENITENCIA:

Ninguno en la fe desmaye
y demos principio todos
a los continuos afanes
de las fortificaciones.

SACERDOCIO:

Como Penitencia hablaste.
Vamos todos.

ZABULÓN:

¿No es mejor
que antes que trabajar mandes
mandes que nos den raciones,
porque no hay fuerzas con hambre?

IGLESIA:

Sí; la Comunión dará
pan a todos al instante.

APOSTASÍA:

¡Para mí es buena ración
pan que no me satisface
ni hallo en él substancia alguna!

IGLESIA:

Venid y no tema nadie
el sitio, pues el socorro
no es posible que nos falte,
y más si ya la Oración
pisó al cielo los umbrales,
cuyas voces repitiendo
le dicen de nuestra parte.

TODOS:

Dios inmenso,
Dios grande,
escucha el llanto
que los fieles hacen.

(Vanse todos y queda ZABULÓN.)
ZABULÓN:

¿Quién, sin qué ni para qué
a mí me metió en andarme
a jugar con el Bautismo
a «pásate acá, compadre»?
Pero ahora que caigo en ello,
¿habrá más calamidades
que las mías? ¡Judío, pobre
y desgraciado! ¿A qué parte
el pan se repartirá?
Ya que dicen dos refranes
«los duelos con pan son menos»
y «no hay mal pan a buen hambre»...
mas la casa me dirá
este que ya con él sale.
Soldado, ¿dónde ese pan
se da?

(Sale la APOSTASÍA con una como forma grande, divertido, mirándola.)
APOSTASÍA:

¡Qué sé yo!

ZABULÓN:

Escuchadme.

APOSTASÍA:

¿Cómo puede ser que sea
carne aquesto?

ZABULÓN:

¿Aquesto carne?

APOSTASÍA:

¿Y sangre, cómo es posible?

ZABULÓN:

Diciendo está disparates.
Pan es aqueso en mi tierra,
mas hácese carne y sangre
si se come con provecho.

(Dale haciendo una exclamación un golpe.)
APOSTASÍA:

¡Necios discursos, dejadme!

ZABULÓN:

¿Pues soy yo necio discurso?

APOSTASÍA:

¿Quién es quien está aquí?

ZABULÓN:

Nadie,
porque ya no es.

APOSTASÍA:

Perdonad
si os di, que esto fue admirarme.

ZABULÓN:

Yo lo hago, pero admiraros
pudierais de esotra parte,
y decirme en pago dónde
aquese pan se reparte.

APOSTASÍA:

Pedidle a la Comunión.

ZABULÓN:

Decidme, así Dios os guarde,
¿habéis comido ya mucho
del que os dieron?

APOSTASÍA:

Ni aun probarle
hasta ahora quise.

ZABULÓN:

Luego
¿cree la Iglesia que es bastante
solo un bocado de pan
que me dará a sustentarme?;
pues no suelo yo tener
harto con catorce panes.
¡A buena dieta he venido!
¡Pardiez, yo he echado buen lance!
(Vase.)

APOSTASÍA:

Blanca cifra en quien la fe
lo figurado me da
de aquel llovido maná
que unión de sabores fue,
si te veo pan ¿podré
persuadir a mi deseo
que eres carne? Es devaneo
que en las dudas con que lucho
no he de creer lo que escucho
primero que lo que veo.
Fruta en el árbol cogida
de la vida y de la muerte,
pues das de una misma suerte
a unos muerte y a otros vida,
si pan toco en su comida
¿cómo a creer me provoco
ser carne? Fuera estar loco
que contra mi parecer
lo que oigo no he de creer
primero que lo que toco.

APOSTASÍA:

Bello rocío que llora
cuajado sobre el vellón
de la piel de Gedeón
el rosicler de la aurora,
si pan gusto y huelo ahora,
¿cómo a presumir me ajusto
ser carne y sangre? ¡Es injusto
rigor! ¡Precepto es severo
creer lo que dicen primero
que lo que yo huelo y gusto!
Luego si eres pan no más
a la vista, pan al tacto,
pan al gusto y al olfato,
pan al oído serás
y en tu fracción lo verás,
fuera de que no es piedad
en tanta dificultad
persuadirme a que atrevidos
me mientan cuatro sentidos
y uno me diga verdad.

APOSTASÍA:

Pues si no lo he de creer
siempre luchando conmigo,
pasareme al enemigo
que yo no he de padecer,
pues no puedo merecer,
ni del hambre la porfía
ni de la sed la agonía.
De la Iglesia huyendo iré,
con cuya fuga daré
principio a la Apostasía.
(Córrense las cortinas y queda la muralla descubierta.)
Ya la fábrica que sube
a estrechar el horizonte
empezando en este monte,
remata en aquella nube.
¿Cómo el intento que tuve
en ejecución pondré?
¿Cómo del sitio saldré?

APOSTASÍA:

Pero ya lo he imaginado:
un caballo desbocado
(que mi pensamiento fue)
está allí puesto; en él quiero
salir de este obscuro abismo;
la puerta guarda el Bautismo
que es por donde entré primero;
atropellándole espero
librarme de su castigo.

(Vase y dice el primer verso dentro el BAUTISMO, y disparando sale por una puerta y la IGLESIA por otra.)
BAUTISMO:

Tiralde, tiralde digo.

(Disparan.)
IGLESIA:

¿Qué arma es la que se tocó?
¿Viene el enemigo?

BAUTISMO:

No,
que antes se va el enemigo.

IGLESIA:

¿Cómo?

BAUTISMO:

Como un cancerado
miembro tuyo forajido
la línea al sitio ha rompido
donde te has fortificado.
Al contrario se ha pasado
atropellando por mí,
que plaza le senté y di
tu sueldo, y con él se huyó
llevándose, mi fe no,
pero mi carácter sí.

IGLESIA:

¿Por qué, soldado, por qué
de mi cristiana milicia
te ha ausentado tu malicia?

APOSTASÍA:

(Dentro.)
Por las dudas de tu fe.

IGLESIA:

¿En qué sacramento, en qué
misterio dudar te hacía?

APOSTASÍA:

(Dentro.)
En el de la Eucaristía.

IGLESIA:

¡Ay de ti infeliz! ¡Ay triste!,
que sacramentario diste
principios a su herejía.
Y ¡ay de mí!, que viendo ya
que este al contrario se pasa,
como ladrón que es de casa
mis pocas fuerzas podrá
decir, y aunque no dirá
que hay flaqueza alguna en mí,
pues siempre constante fui,
dirá el asedio en que estaba,

IGLESIA:

el peligro en que me hallaba
y el hambre que padecí,
para que el verme afligida
más esperanzas les dé
de las victorias en que
pierdan mis hijos la vida.
Si eres oveja perdida
y si eres halcón en celo,
ten el paso, abate el vuelo,
no a dueño pases extraño.
Vuelve, oveja, a mi rebaño,
vuelve, halcón, a mi señuelo.
No me escucha y ya volando
en su mismo pensamiento,
con ser tan ligero el viento
atrás se le va dejando.

IGLESIA:

Este daño reparando
conviene poner dobladas
las centinelas y armadas
que sus engaños prevengan
y teniendo un nombre, tengan
las contraseñas mudadas.
Asegúrese el castigo
de este enemigo mayor,
pues quien fue amigo traidor
será mayor enemigo.

BAUTISMO:

Siempre tus órdenes sigo,
¿pero tú lloras, señora?

IGLESIA:

¿No soy madre?

BAUTISMO:

¿Quién lo ignora?

IGLESIA:

Luego bien llorar pretendo
pues no es madre la que viendo
perdido un hijo no llora.

(Vanse. Descúbrese la APOSTASÍA en un caballo, que da vuelta al teatro, y llegue donde pueda apearse de él y bajar al tablado.)
APOSTASÍA:

Caballo desbocado
el Espíritu Santo me ha llamado
en la Sabiduría
a mí, por ser la bárbara Herejía,
y así es mi pensamiento
veloz y desbocado como el viento.
¡Romana monarquía!
¡Familia hebrea! Tú, que en este día
las católicas armas aborreces,
y tú que a echarlas del país te ofreces.
¡Ruina del tiempo! ¡Asunto de la fama!

(Sale la SINAGOGA por una parte, vestida de negro, con bastón; la GENTILIDAD por otra, con corona de laurel y bastoncillo a lo romano.)
SINAGOGA:

¿Quién pronuncia mis señas?

GENTILIDAD:

¿Quién me llama?

APOSTASÍA:

Un nuevo aventurero
que a los dos agregado servir quiero.

SINAGOGA:

Desciende y di quién eres.

APOSTASÍA:

Yo soy, pues lo preguntas y oírlo quieres,
de la Iglesia un vasallo forajido,
miembro apartado y hijo aborrecido.
A dar vengo favor en tanto abismo
a la Gentilidad y al Judaísmo
contra la Iglesia, porque el mundo diga
que los tres componemos esta liga
de sus persecuciones.

GENTILIDAD:

Sean mis brazos
puerto tuyo.

SINAGOGA:

Y los míos dulces lazos,
cuyo gran nudo fuerte
romper podrá, no desatar, la muerte;
y pues del sitio vienes
danos dél las noticias que dél tienes.

APOSTASÍA:

La Iglesia militante
que espera que ha de ser presto triunfante,
en esta edad primera
en su persecución infeliz era,
huyendo a un tiempo mismo
de la Gentilidad, del Judaísmo
y ya de la Herejía,
pues los tres la seguimos a porfía.

APOSTASÍA:

De los montes se ampara
con aflicción tan grande y con tan rara
necesidad (aunque constante ella)
que no hay en toda esa montaña bella
manjar alguno en que alimento tome,
ni lecho alguno en que descanso pruebe;
pan de dolores solamente come,
agua de llanto solamente bebe,
y son sus penas tales
que sus soldados comen animales
inmundos; y es tan cierto,
que Juan comió langostas del desierto
y todos en asedios de la guerra
las silvestres legumbres de la tierra,
de suerte que parecen fugitivos
por los desiertos esqueletos vivos.

APOSTASÍA:

La ración que ya a darles ha llegado
es de pan sin sabor sólo un bocado,
y hacerles creer intenta
que este bocado sólo los sustenta,
y aun este, que es el pan de cada día
y el vino que tenía,
yo se lo he derramado,
pues que yo sus misterios he negado
con que es fuerza que presto os obedezca
o mísera perezca
en aquesa montaña,
a quien el sol corona y el mar baña.

GENTILIDAD:

Poco triunfo me adquiere
verla morir de hambre, pues no muere
a filos de mi acero
cuando su sangre derramar espero,
y así porque la historia
no atribuya a su pena mi victoria,
sus fortificaciones
mañana han de embestir mis escuadrones,
a cuyo efecto quiero
los puestos conocer, y pues ya el fiero
horror confuso de la noche baja
envolviendo en su lóbrega mortaja
el cadáver del sol, de cuyas bellas
luces ya son pavesas las estrellas,
por mi persona he de acercarme al muro.

SINAGOGA:

Contigo habemos de ir.

GENTILIDAD:

Yo voy seguro
conmigo, mas venid porque veamos
los tres mejor por dónde la embistamos.
Algunas tropas de retén nos sigan
por si a pelear sentidos nos obligan.

(Van LOS TRES tomando la vuelta al tablado, y salen por la otra parte el SACERDOCIO, el BAUTISMO y la PENITENCIA con armas de fuego.)
BAUTISMO:

Este puesto primero
es el que siempre yo guardar espero.

PENITENCIA:

A mí aquesta subida me ha tocado,
que es la segunda fuerza.

SACERDOCIO:

A mi cuidado
la vela de esta noche está fiada.

(Pónense en orden, el BAUTISMO el primero, la PENITENCIA el segundo y el SACERDOCIO el tercero.)
APOSTASÍA:

Parece que la posta está doblada.

BAUTISMO:

Sólo un Dios es el nombre.

PENITENCIA:

Y humanado,
mi contraseña.

SACERDOCIO:

En mí sacramentado.

APOSTASÍA:

Yo llegaré, que puedo dar el nombre.

GENTILIDAD:

Mi valor es preciso que se asombre
de que otro antes que yo llegue a la puerta.

(Quédanse APOSTASÍA y JUDAÍSMO, y adelántase la GENTILIDAD.)
BAUTISMO:

Gente he sentido, alerta.

PENITENCIA:

Alerta.

SACERDOCIO:

Alerta.

GENTILIDAD:

De mi valor los cielos sean testigos.

BAUTISMO:

¿Quién allá viene?

GENTILIDAD:

Amigos son.

BAUTISMO:

¿Qué amigos?

GENTILIDAD:

Soldado del cuartel.

BAUTISMO:

Hágase fuera,
diga, ¿quién vive?

GENTILIDAD:

¡Confusión es fiera,
que ya las armas todos aperciben!

BAUTISMO:

¿Quién vive?, digo.

GENTILIDAD:

¿Quién? Los dioses viven.

BAUTISMO:

Alárguese o la muerte le prevengo
que un solo Dios es nombre que yo tengo.

GENTILIDAD:

Conociome, la muerte tuve cierta.
 (Vuelve a los dos.)

SINAGOGA:

Yo he de llegar.

BAUTISMO:

Alerta.

PENITENCIA:

Alerta.

SACERDOCIO:

Alerta.

BAUTISMO:

¿Quién allá viene?

SINAGOGA:

Amigos.

BAUTISMO:

Hacer alto.

SINAGOGA:

Aun del aire mi pecho vive falto.

BAUTISMO:

¿Quién vive, antes que el fuego mío le abrase?

SINAGOGA:

Sólo un Dios vive y reina.

BAUTISMO:

Es verdad, pase.

SINAGOGA:

No mentí que mi ley en bronce escribe:
«Sólo el Dios de Israel es el que vive».

(Pasa al segundo.)
APOSTASÍA:

La primer posta paso
dio al Judaísmo.

GENTILIDAD:

¡En cólera me abraso!

PENITENCIA:

¿Quién viene allá?

SINAGOGA:

Un soldado.

PENITENCIA:

¿El nombre?

SINAGOGA:

Ya le he dado,
«Sólo un Dios vive» he dicho, esto me enseña
mi ley.

PENITENCIA:

Diga más.

SINAGOGA:

¿Qué?

PENITENCIA:

La contraseña.

SINAGOGA:

Sólo un Dios hay, la seña es que se espera.

PENITENCIA:

¿No está humanado?

SINAGOGA:

No.

PENITENCIA:

Lárguese fuera.

(Vuelve a los dos por detrás del BAUTISMO la SINAGOGA.)
SINAGOGA:

Basta que hay sólo un Dios bien llegar pude,
que está humanado es fuerza que lo dude
y así vuelvo a los dos de temor muerta.

APOSTASÍA:

Yo he de ir ahora.

BAUTISMO:

Alerta.

PENITENCIA:

Alerta.

SACERDOCIO:

Alerta.

BAUTISMO:

¿Quién vive?

APOSTASÍA:

Sólo un Dios.

BAUTISMO:

Pase, soldado.

PENITENCIA:

¿Quién vive?

APOSTASÍA:

Sólo un Dios.

PENITENCIA:

Seña.

APOSTASÍA:

Humanado.

GENTILIDAD:

Dos postas ha pasado.

SINAGOGA:

A la Fe pía,
más que los dos se acerca la Herejía.

SACERDOCIO:

¿Quién viene allá?

APOSTASÍA:

Que vive un Dios confieso
y que humano es también, parece exceso
pedir más.

SACERDOCIO:

Contraseña da, soldado.

APOSTASÍA:

Muerto en cruz.

SACERDOCIO:

¿No decís sacramentado?

APOSTASÍA:

No.

SACERDOCIO:

Pues largad, largad luego al momento.

APOSTASÍA:

Yo he de pasar.

SACERDOCIO:

Quien niega el sacramento
y entrar pretende, el fuego le destierra.

(Dispara y dicen dentro.)
IGLESIA:

(Dentro.)
La posta disparó.

TODOS:

Arma, arma, guerra.

APOSTASÍA:

Descubiertos nos vemos.

(Cajas.)
GENTILIDAD:

Aváncense las tropas que traemos
y por fuerza rompamos.

(Salen los que pudieren con armas.)
IGLESIA:

Los muros de la Iglesia defendamos.

UNOS:

A retirarse, postas.

TODOS:

Cierra, cierra.

GENTILIDAD:

A embestir.

TODOS:

Arma, arma, guerra, guerra.

(Éntranse las postas y los otros tras ellas peleando, y hácese dentro la batalla y sale ZABULÓN como aturdido.)
ZABULÓN:

Con la grande confusión
que esta interpresa me ofrece,
escaparme me parece
que será puesto en razón,
que no es posible sufrir
los ayunos que han tenido
los que leales han sido,
y yo no quiero morir
de tan riguroso mal
que lo más que sus porfías
dan de plazo son tres días.
¡Cuerpo de tal y de cual,
los dientes que en lid penosa
muestran los fieles valientes!
Mas ¿qué hacen de mostrar dientes
si no sirven de otra cosa?
¿Por dónde podré escapar?

(Sale la GENTILIDAD.)
GENTILIDAD:

Pues que no puede romper
sus muros nuestro poder,
soldados, a retirar.

(Caja.)
ZABULÓN:

A retirar han tocado,
parece que hablan conmigo.

GENTILIDAD:

¿Quién va? ¿Quién es?

ZABULÓN:

Un amigo.

GENTILIDAD:

¿Qué amigo?

ZABULÓN:

Un amigo honrado.

GENTILIDAD:

¿Eres gentil?

ZABULÓN:

Lo seré
si importare a la maraña
y si el talle no me daña.

GENTILIDAD:

¿Cómo te llamas?

ZABULÓN:

No sé.
Judío fui Zabulón,
Juan cristiano; y si a tener
llego ahora gentil acción
Nerón seré y vendré a ser
Zabulón Juan de Nerón.

GENTILIDAD:

Si has visto antes que te deje....

ZABULÓN:

¿Hay suerte como la mía?

GENTILIDAD:

Me di....

ZABULÓN:

¿A quién?

GENTILIDAD:

A la Herejía.

ZABULÓN:

No, que hubiera sido hereje.

GENTILIDAD:

¿Y al Judaísmo?

ZABULÓN:

Tampoco.

GENTILIDAD:

Soldados, a retirar
pues no podemos lograr
(¡estoy de cólera loco!)
en sus fortificaciones
vencer los fuertes soldados
de la Iglesia; rechazados
vuelvan nuestros escuadrones.

(Salen por una parte la SINAGOGA y por otra la APOSTASÍA.)
SINAGOGA:

Gentilidad valerosa.

APOSTASÍA:

Coronada monarquía.

GENTILIDAD:

Judaísmo, Apostasía.

SINAGOGA:

Empresa dificultosa
intentamos conseguir,
que estando fortificada
la Iglesia y de sí murada
no se puede consumir.

GENTILIDAD:

Retirémonos que presto
su mucha necesidad
la consumirá.

APOSTASÍA:

Es verdad
que aunque el socorro ha dispuesto
su rey, ¿cómo podrá entrar
si haciéndole estamos guerra
dos ejércitos por tierra
y una armada por la mar?

GENTILIDAD:

Pues para que sea el poder
en todas partes igual,
tú, desde hoy general
(A la APOSTASÍA.)
de nuestra armada has de ser.
Aquí quedamos los dos;
embárcate tú.

SINAGOGA:

Y es bien
que a él este cargo le den,
que si de su rey o Dios
su socorro es pan y vino,
si él el pan y vino niega,
bien la armada se le entrega
que ha de impedirle el camino.

APOSTASÍA:

En la Sagrada Escritura
las aguas tribulaciones
se interpretan; mis pasiones
lo son; luego no es locura
ser yo general del mar,
y entre mis soldados quiero
llevar a aqueste el primero.

ZABULÓN:

¿Por qué me quieres llevar?

APOSTASÍA:

Porque cualquiera que deje
la religión que tomó
es mío.

ZABULÓN:

¿No lo dije yo
que tengo cara de hereje?

GENTILIDAD:

Pues de esta unión lisonjera
pende nuestra fama altiva.
¡Viva nuestra liga!

LOS 2:

¡Viva!

GENTILIDAD:

¡Y muera la Iglesia!

LOS 2:

¡Muera!

(Salen en el muro la IGLESIA, la PENITENCIA, SACERDOCIO y BAUTISMO.)
IGLESIA:

No podrá, no, porque siempre
que esté con constante esfuerzo
fortificada en la tierra
y su Oración en el cielo,
en sí misma está segura
por más contrarios que fieros
la sitien y la persigan.
En vosotros podéis verlo
pues validos de la noche
de vuestros discursos ciegos,
de la interpresa volvéis
derrotados y deshechos.

PENITENCIA:

Es verdad, pero, señora,
dame licencia te ruego,
pues la Penitencia soy
que a tus soldados mantengo,
para decirte que hay muchos
que a la Apostasía siguiendo
no quieren sufrirme, y ya
escapando del asedio
al enemigo se pasan.

SACERDOCIO:

Segura estás de mi pecho
pues Orden Sacerdotal
me hiciste. Lo que te advierto
es que aquestos forajidos
en mil religiosos templos
el pan y vino han quemado
que es nuestro mayor sustento.

IGLESIA:

¡Señor, duélete de mí!

BAUTISMO:

Ya las esferas rompiendo
del aire una hermosa nube,
se ven los cielos abiertos.

(Baja en una nube la ORACIÓN.)
PENITENCIA:

En ella la Oración viene.

SACERDOCIO:

Lo que mereció escuchemos.

ORACIÓN:

Católica emperatriz,
que en el miserable asedio
de tu primitiva edad
padeces tan largo cerco.

IGLESIA:

¿Qué quieres, virtud hermosa,
vocal y mental concepto
de los fieles que te envían
a las cortes del imperio?

ORACIÓN:

Albricias vengo a pedirte.

IGLESIA:

¿Qué has alcanzado?

ORACIÓN:

Que presto
la nave del mercader,
que de las Indias del cielo
cargada viene de trigo,
tomará en tus mares puerto.
Oyó tus piadosas voces,
oyó tus suspiros tiernos
el rey y compadecido
de tus devotos lamentos
mandó juntar sus armadas
en Cáliz, a donde haciendo
provisión del pan y el vino,
que son tus mantenimientos,
previno luego el socorro
que es tu más seguro centro.

ORACIÓN:

Los blandos soplos del austro
lo traen, que fuera defecto
que a socorros que hace el Austria
faltaran austriales vientos.
Ya el enemigo del mar
en través le espera puesto
y el de tierra con las armas
en la mano, lo ve atento
desde la campaña donde
aguarda el feliz suceso.

(Salen por las dos puertas del tablado los que pudieren marchando, y detrás de unos la GENTILIDAD, y de otros la SINAGOGA. Descúbrense en dos bofetones dos naves disparando; en la una está la APOSTASÍA, la cual tendrá las ondas de fuego y banderas negras y todo el vaso negro; en la otra PEDRO, la cual será pintada de colores alegres, por fanal un cáliz grande con su hostia y todas las banderas blancas, con el sacramento pintado, y en los remates de las gavias en cada una un cáliz y alguna gente vestidos de MARINEROS. Prosigue la ORACIÓN.)
ORACIÓN:

Ya se embisten, ya pelean;
mas ¿para qué lo refiero,
si desde tus altos muros
también alcanzas a verlo?

IGLESIA:

No desciendas, Oración,
pendiente te está en el viento,
pues mientras Aarón orando,
Moisés estaba venciendo.

GENTILIDAD:

En esta batalla estriba,
república, tus trofeos.

SINAGOGA:

Pendiente el alma de un hilo
vivo hasta ver el suceso.

PEDRO:

Bastardo pájaro aleve
del mar, cuyo atrevimiento
te dio para que volases
alas de cáñamo y lienzo.

APOSTASÍA:

Bastardo pez de los golfos
del aire, cuyos alientos
para nadar te otorgaron
escamas de pino y hierro.

PEDRO:

¿Cómo a mi poder te opones,
que traigo el trigo sabiendo
de la India del oriente,
que es de la Iglesia alimento?

APOSTASÍA:

Como el pan de aquese trigo
sacramentado no creo,
y te lo he de echar a fondo
en esta lid de argumentos.

PEDRO:

¿Cómo a fondo le echarás,
ciego apóstata, si es cierto
que en él viene Dios?

APOSTASÍA:

No viene.

PEDRO:

Pues que niega, dale fuego
a este miembro cancerado.

(Disparan.)
APOSTASÍA:

Yo solas especies veo,
y la substancia de pan.
(Disparan.)

PEDRO:

Que ves especies es cierto;
substancia, no; porque al punto
que le hicieron sacramento
aquellas cinco palabras,
misterio de los misterios,
milagro de los milagros,
portento de los portentos,
huyó del pan la substancia,
dejando en él la del cuerpo
de Cristo sacramentado.

(Disparan.)
APOSTASÍA:

Yo substancia de pan veo,
yo substancia de pan gusto,
yo substancia de pan huelo,
yo substancia de pan toco,
¿pues cómo puede ser cierto
lo que me dice el oído?

PEDRO:

Dale fuego. Dale fuego,
(Disparan.)
que eso es fácil de creer,
con que es de la fe secreto
y la fe por el oído
cautiva el entendimiento.

APOSTASÍA:

¿Quién lo dice?

PEDRO:

Dios lo dice;
su voz es rayo y es trueno.

APOSTASÍA:

Con esa palabra sola
me has ganado el barlovento.
Los vientos austriales son
siempre a mi facción opuestos,
porque mayor enemigo
que cuando es austrial no tengo.
Ingratos me desamparan
los nortes que son mis vientos;
toma al mar la habitación,
piloto, el cabo doblemos
de la patria, la campaña
del mar ya por tuya dejo:
mete el socorro de trigo
en la Iglesia, pues no puedo
impedir ya sus socorros
y es fuerza volver huyendo.
(Escóndese la nave.)

PEDRO:

A tierra, a tierra.

SINAGOGA:

¡Qué miro!
Seguro le deja el puerto
tu general al socorro.

GENTILIDAD:

¡De ira rabio!

SINAGOGA:

¡De horror tiemblo!

(La nave de San PEDRO llega a la muralla de la IGLESIA.)
BAUTISMO:

Ya se acerca nuestra nave.

IGLESIA:

Si está la Oración pendiendo
entre nosotros y Dios
cierto estaba el vencimiento.

SINAGOGA:

Antes que a tierra echar puedan
ahora los bastimentos
embistamos.

GENTILIDAD:

No es posible
que están muy fuertes adentro.

SINAGOGA:

¿Pues qué has de hacer?

GENTILIDAD:

Levantar
el sitio pues no podemos
ni asaltarla, ni quitarla
jamás el mantenimiento.

SINAGOGA:

¿Para eso te di mis armas?
Ya tus auxilios no quiero.

GENTILIDAD:

Aunque ya quieras echarme
de ti, no podrás, pues veo
que están tus fuerzas por mías.

(Vase y todos con él.)
SINAGOGA:

Extraños males padezco,
pues metí la guerra en casa
y son contrarios los mesmos
que traje para auxiliares.
Un enemigo temiendo,
tengo ya dos enemigos.
¡Volcanes son mis alientos!
¡Basiliscos son mis ojos,
fuego el alma y Etna el pecho!
El corazón a bocados
un áspid me está mordiendo.
¡Ay de mí! ¡Ay de mí otra vez!
¡Bien pago mi atrevimiento!

(Vase. Descúbrese en lo alto SAN PEDRO con un cáliz con su hostia en la mano, y los que pudieren con él, y la nave se vuelve.)
PEDRO:

Ya el mar te ha desocupado
la armada que trajo el cierzo,
y de la campaña ya
también levantan el cerco
los enemigos porque
triunfes contra todos ellos.

IGLESIA:

Al rey que te envía y a ti
tan grandes finezas debo.
Vuelve, Oración, a dar gracias
de aqueste socorro al cielo
que nosotros con las voces
desde aquí te ayudaremos.

ORACIÓN:

Segunda vez, patria bella,
a cortar tu esfera vuelvo.
(Vuélvese la nave y sigue a las chirimías la MÚSICA.)
(Canta.)
Al pan y vino inmortal
todos adoremos, pues
este de la Iglesia es
el Socorro general.

IGLESIA:

Y dejando aquí pendientes
todos aquestos sucesos
de quien esta alegoría
la novedad ha compuesto,
a la Iglesia, Inquisición,
ciudad, damas, caballeros,
nobleza y plebe pidamos
el perdón de nuestros yerros,
de parte de quien quisiera
ser el más feliz ingenio
del mundo para servirte;
pero supla sus defectos,
imperial patria, por hijo
tuyo y por esclavo vuestro.