El tirso

De Wikisource, la biblioteca libre.
El spleen de París (1935) de Charles Baudelaire
traducción de Enrique Díez Canedo
El tirso
Nota: Poema número 32 de El spleen de París (Los pequeños poemas en prosa).
A Franz Liszt.


¿Qué es un tirso? Según el sentido moral y poético, es un emblema sacerdotal en manos de los sacerdotes o de las sacerdotisas que celebran a la divinidad, cuyos intérpretes y servidores son. Pero, físicamente, no es más que un palo, un sencillo palo, percha de lúpulo, rodrigón de viña, seco, duro y derecho. En derredor de ese palo, en meandros caprichosos, juegan como locos tallos y flores, sinuosas y huidizas éstas, inclinados aquéllos como campanas o copas vueltas del revés. Una gloria asombrosa mana de tal complejidad de líneas y de colores, tiernas o brillantes. ¿No se diría que la curva y la espiral hacen la corte a la línea recta, bailando en torno suyo con adoración muda? ¿No se diría que todas esas corolas delicadas, todos esos cálices, explosiones de aromas y de color, ejecutan un fandango místico en derredor del pelo hierático? ¿Y cuál es, sin embargo, el mortal imprudente que se atrevería a decidir si las flores y los pámpanos se han hecho para el palo, o si el palo no es más que el pretexto para mostrar la hermosura de pámpanos y flores? El tirso es la representación de vuestra asombrosa dualidad, maestro poderoso y venerando, caro bacante de la belleza misteriosa y apasionada. Jamás la ninfa exasperada por Baco invencible, sobre las cabezas de sus compañeras enloquecidas sacudió el tirso con tanto vigor y capricho como vos agitáis vuestro genio sobre los corazones de vuestros hermanos. El palo es vuestra voluntad recta, firme e inquebrantable; las flores son el paseo de vuestra fantasía en derredor de vuestra voluntad; es el elemento femenino que ejecuta en redor del macho sus prestigiosas piruetas. Línea recta y línea de arabesco, intención y expresión, rigidez de la voluntad, sinuosidad del verbo, unidad del propósito, variedad de los medios, amalgama todopoderosa o indivisible del genio, ¿qué analítico tendrá el detestable valor de dividiros y separaros?

¡Querido Liszt: a través de las brumas y más allá de los ríos, por encima de las ciudades en que los pianos cantan vuestra gloria y la imprenta traduce vuestro saber, dondequiera que os halléis vos, en los esplendores de la ciudad eterna o en las nieblas de los países soñadores consolados por Gambrinus, improvisando cantos de deleite o de dolor inefable o confiando al papel vuestras meditaciones abstrusas, cantor del placer y de la angustia eternos, filósofo, poeta y artista, yo os saludo en la inmortalidad!